domingo, 8 de febrero de 2015

Apocalipsis: Capítulos 2-3

Capítulo Dos:
“EL TESTIMONIO DE JUAN A LAS
SIETE IGLESIAS QUE ESTAN EN ASIA”
(Apocalipsis 2-3)

Por Fernando E. Alvarado


Introducción:

Estos capítulos contienen las amonestaciones del Señor a las siete iglesias del Asia Menor, destinatarias originales de este libro. En ellos, Cristo se dirige a las siete congregaciones para ponerlas en guardia contra los peligros que las amenazan de dentro y de fuera, y para animarlas a permanecer fieles a pesar de las dificultades. En los siete mensajes (2:1-3:22) se describe la situación de las iglesias presentando sus aspectos positivos y sus deficiencias. No obstante, y pese a que abordan problemas específicos de dichas congregaciones, los mensajes, advertencias y promesas que en ellos se hacen son perfectamente aplicables a la Iglesia del Señor en su totalidad y en cualquier periodo de la historia. Cada uno de los siete mensajes contiene: (1) Una breve caracterización de Cristo, tomada generalmente de la visión del capítulo 1; (2) una alabanza a las buenas cualidades de la iglesia a la cual se dirige (excepto Laodicea); (3) una censura por sus faltas (excepto Esmirna y Filadelfia); (4) una promesa especialmente dirigida al vencedor, y (5) la fórmula: El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.


Bosquejo General:

                                                                                                       I.            El mensaje a Éfeso (2:1-7)
                                                                                                       II.            El mensaje a Esmirna (2:8-11)
                                                                                                      III.            El mensaje a Pérgamo (2:12-17)
                                                                                                      IV.            El mensaje a Tiatira (2:18-29)
                                                                                                      V.            El mensaje a Sardis (3:1-6)
                                                                                                      VI.            El mensaje a Filadelfia (3:7-13)
                                                                                                     VII.            El mensaje a Laodicea (3:14-22)


Apocalipsis 2:1-7


Reina – Valera 2009


Traducción de José Smith


1Escribe al ángel1 de la iglesia en Éfeso2: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto3:
2 Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y tu paciencia; y que tu no puedes soportar a los malos, y has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos;
3 y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por mi nombre y no has desfallecido4.
4 Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor5.
5 Recuerda, por tanto, de donde has caído, y arrepiéntete y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti y quitaré tu candelero de su lugar, si no te  arrepientes6.
6 Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco7.



7 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual esta en medio del paraíso de Dios8.


1Escribe al siervo1 de la iglesia en Éfeso2: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto3

(Nota: En la TJS se emplea “siervo” en lugar de “ángel” en los versículos 1, 8, 12 y 18.)


1En la TJS se emplea siervo en lugar de ángel en los versículos 1, 8, 12 y 18. Esto se debe a que la revelación iba dirigida a los oficiales presidentes de las siete congregaciones del Asia Menor, y no a los seres celestiales denominados ángeles.

La Actual Ciudad de Éfeso
2Éfeso (gr., Ephesos, deseable) era un puerto orgulloso, rico y activo, rival de Alejandría y Antioquía de Siria. Aunque no era la capital de la provincia romana en Asia Menor, Éfeso era una de las ciudades principales del imperio. Era la cuarta ciudad en población y tamaño y la más grande de las ciudades del Asia Menor. Su ubicación estratégica la hizo no solamente un puerto importante sino el lugar e cruce de caminos y rutas de comercio. Construido cerca del santuario de una antigua diosa anatoliana de la fertilidad, Éfeso se convirtió en el centro de un culto oriental. La deidad anatoliana había sido asumida por los griegos bajo el nombre de Artemisa, la Diana de los romanos. Diana era la diosa romana de la luna. Hija de Júpiter, era hermana melliza de Apolo, a quien se le asociaba  con el sol, como a ella con la luna. Se la representaba como una cazadora virgen y era adorada por muchos. Cuando el culto griego penetró a Italia alrededor del año 400 a. de J.C., los italianos identificaron a Diana con la diosa Artemisa de ellos, su doble griego. El culto a ella era puro en comparación con el culto sensual de los dioses y diosas de oriente. Sin embargo, la “Artemisa (o Diana) de los efesios” mencionada en Hechos 19:24-35 y sus mitos, eran de un tipo muy distinto a su par griega. Sus santuarios de plata (Hechos 19:24) eran pequeños templos con una imagen de Artemisa como se la imaginaban los asiáticos, una combinación de la diosa virgen griega con sus muchos senos y la obscena diosa semita de la luna, Astarté. La diosa y su culto hallaron expresión  en el famoso templo, el cual era servido, como el de Afrodita en Corinto, por una hueste de sacerdotisas cortesanas o “prostitutas sagradas”.
Para los efesios, Artemisa era la gran madre asiática que amamantaba a los dioses, hombres, animales y plantas, y era la patrona del instinto sexual. Las imágenes de ella, en lugar de ser artísticamente hermosas como las de los griegos, eran feas, más como las imágenes lascivas de India y Tiro y Sidón. El culto especial a ella estaba centrado en el gran templo en Éfeso, probablemente por un interesantísimo meteorito rocoso que supuestamente había caído del cielo (Hechos 19:35). Las fiestas de Diana eran comercializadas y, entre los plateros, una gran industria se dedicaba a hacer santuarios e ídolos para adorarla. La predicación de Pablo interfirió con este comercio y provocó una violenta oposición a él.

Diana o Artemisa, principal deidad de Éfeso

Debido a su comercio centrado en el culto a Artemisa, Éfeso se convirtió en un lugar de peregrinaje para los adoradores-turistas, todos ansiosos por llevarse talismanes y recuerdos; de ahí el próspero gremio de plateros que vivía de la fabricación de altares e imágenes de plata de la piedra meteórica que se suponía ser la imagen de Diana caída del cielo. Éfeso se apoyaba cada vez más en el  comercio que seguía el culto y decayó el comercio en el puerto, ya que éste se estaba llenando con el cieno del río Cayster, y, aunque seguía siendo una ciudad importante, Éfeso estaba en un estado de decadencia gradual.

Templo de Diana o Artemisa en Éfeso

En el primer siglo Éfeso era ya una ciudad moribunda, viviendo, como Atenas, de su reputación, un curioso lugar donde se reunían las antiguas y nuevas religiones de Oriente y Occidente (Hechos 19). La decadencia de Éfeso era una enfermedad mortal y es posible detectar en el mensaje de Juan  a la iglesia en Éfeso un toque del cansancio que caracterizaba a la comunidad decadente.
Después de la caída de Jerusalén en el año 70 D.C., la ciudad llegó a ser el centro de la iglesia cristiana durante muchos años hasta que el centro gradualmente se cambió a Roma.
3El Señor reveló que “las siete estrellas son los siervos de las siete iglesias”, y que “los siete candeleros…son las siete iglesias…” (TJS Apocalipsis 1:20). De modo que, cuando el Señor afirma que “tiene las siete estrellas en su diestra” y “que anda en medio de los siete candeleros de oro”, pretende llamar la atención a un rasgo que manifiesta su puesto de autoridad. Con estas palabras Cristo les recuerda a los oficiales presidentes de Éfeso, que están bajo su propia tutela y dirección protectora, y que  todas las congregaciones se hallan bajo su inspección y vigilancia continuas. Él ha continuado ejerciendo esa jefatura amorosa hasta nuestro tiempo, vigilando por el bienestar de sus líderes debidamente llamados “por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad” (AdeF. 5), y pastoreando bondadosamente a todas sus ovejas (Juan 10:7-15). Jesús es el “Príncipe de los pastores”, (1 Pedro 5:2-4), el “Pastor y Obispo de nuestras almas” (1 Pedro 2:25) quien nombra y releva a sus ministros según sea necesario (Véase Hechos 20:28 y compárese con 1 Samuel 2:27-30) y en cuyas manos están para ser instrumentos útiles y dirigir la iglesia por revelación (D&C. 20:45, 25:7, 43:7-10, 46:2).

Visión de Juan
4Iniciando con el mensaje a Éfeso, Cristo establece un modelo para sus siete mensajes a excepción de dos (Sardis y Laodicea), al empezar con palabras alentadoras de encomio. Para los efesios tiene este mensaje: “Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y tu paciencia; y que tu no puedes soportar a los malos, y has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por mi nombre y no has desfallecido” (Apocalipsis 2:2-3). Años antes, el apóstol Pablo había advertido a los santos de Éfeso, y en particular a aquellos llamados como obispos, acerca de “lobos rapaces” o apóstatas que perturbarían al rebaño, y les advirtió que se  mantuvieran alertas y siguieran su ejemplo de trabajo incansable (Hechos 20:29-31). Puesto que Jesús ahora los encomia por su “arduo trabajo y… paciencia” (v. 2), y por no haber “desfallecido” (v. 3), parece que habían aplicado aquel consejo.
5A pesar del elogio previo por su trabajo incansable,  a continuación, sin embargo, como en el caso de cinco de las siete congregaciones, Cristo llama atención específica a un problema serio. El Señor dice a los efesios: “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor” (v. 4). Ellos no deberían haber fallado a este respecto, porque 35 años antes Pablo les había escrito con referencia al gran amor de Dios “con que nos amó” (Efesios 2:4), y los había instado a hacerse “imitadores de Dios como hijos amados”, y a andar “en amor, como también Cristo nos amó” (Efesios 5:1-2). El mandato de: “Amarás, pues, al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Marcos 12:29-31) parecía haberse borrado del corazón de los efesios, quienes habían perdido aquel primer amor.
La experiencia de los efesios debe servirnos en nuestra época para no caer en ese estado de letargo e indiferencia espiritual. Sea que llevemos mucho tiempo en la iglesia o que nos hayamos unido a ella recientemente, debemos estar alerta para no perder el primer amor que sentimos por Jesucristo. Pudiéramos permitir que nuestro apego al trabajo seglar, el deseo de acumular dinero o la búsqueda de placeres se hicieran lo más importante de la vida para nosotros. Así, podríamos convertirnos en personas de mente carnal más bien que espiritual (Romanos 8:5-8; 1 Timoteo 4:8, 6:9-10). El amor que le tenemos al Señor debería impulsarnos a corregir tendencias de ese tipo y a seguir buscando “primeramente el reino de Dios y su justicia”, para acumular  “tesoros en el cielo” (Mateo 6:19-21, 6:31-33). Que nuestro servicio a Dios siempre tenga como motivo el amor profundo y sincero que le tenemos. Apreciemos fervorosamente todo lo que nuestro Padre Celestial y Jesucristo han hecho por nosotros. Como Juan mismo escribió después: “En esto consiste el amor: no  en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que el nos amó a nosotros y envió a su Hijo en  propiciación por nuestros pecados”. Juan pasa a decirnos: “Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en el”. Podemos expresar ese amor, no solo a través del servicio celoso en su obra, sino también al obedecer el siguiente mandamiento: “El que ama a Dios, ame también a su hermano.” (1 Juan 4:10, 4:16, 4:21; véanse también 1 Pedro 4:8; Colosenses 3:10-14; Efesios 4:15).
 6Si los santos de Éfeso no deseaban ser castigados, tenían que reavivar el amor que antes sentían. “Recuerda, por tanto, - les dice Jesús- de donde has caído, y arrepiéntete y haz las primeras obras [Es decir, el deber que tenían para con el ministerio]; pues si no, vendré pronto a ti y quitaré tu candelero de su lugar, si no te  arrepientes” (Apocalipsis 2:5). De no hacerlo, entonces su lámpara les sería apagada y su candelero les sería quitado. Perderían su privilegio de hacer brillar la verdad y serían desechados como iglesia (Juan 15:1-2, D&C. 56:1-3).
Aunque advierte a los santos de Éfeso que serán castigados si continúan en su mal proceder, el Señor también les promete que serán perdonados si se arrepienten. De las Escrituras aprendemos que: “Aun cuando el Señor pueda disciplinar a Sus hijos en la vida terrenal, esa disciplina se ve atenuada por medio de Su misericordia y de Su compasión, a medida que ellos le escuchan y le obedecen (D. y C. 101:2–9; 3 Nefi 22:8–10). Entre los que escapan a la ira de Dios se encuentran todas aquellas personas que se arrepienten y guardan los mandamientos, y se preparan para la hora del juicio que vendrá, donde se nos recogerá “en la tierra de Sión y sus estacas… para refugio…” (D. y C. 115:6; cotéjese con Alma 12:33–37; 13:30; D. y C. 88:76–88; 98:22). Aun la ira de Dios tiene por objeto beneficiarnos, porque a quienes Él ama, disciplina (D. y C. 95:1; cotéjese con Hebreos 12:6–11)” (“Wrath of God”, en Encyclopedia of Mormonism, 4:1598).
A nosotros, como a los santos efesios, el Señor también nos advierte que la falta de preparación espiritual (Mateo 25:1-13), el desinterés en el cumplimiento de nuestros deberes (Mateo 25:14-30), o la pérdida de amor hacia Dios y el prójimo (Mateo 25:31-46), serán castigados con la pérdida de la recompensa que, de otro modo, hubiera sido nuestra. Sólo el arrepentimiento, y volver “al primer amor”, puede alejar de nosotros el castigo del Señor.
7A pesar de su letargo espiritual los efesios tenían ciertas virtudes que merecían ser elogiadas por el Señor. Cristo les dirige este alentador mensaje: “Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco” (Apocalipsis 2:6).  Los nicolaítas eran un grupo de personas cuyas obras fueron aborrecidas tanto por el Señor como por la iglesia en Éfeso (Apocalipsis 2:6), y cuya doctrina era defendida por algunos dentro de la iglesia en Pérgamo (Apocalipsis 2:15). Su doctrina era similar a la de Balaam, a través de cuya influencia los israelitas comieron cosas sacrificadas a los ídolos y cometieron fornicación (Apocalipsis 2:14, 15). En el siglo III, existió una secta de los nicolaítas entre los gnósticos, los cuales ligaban aspectos del cristianismo tradicional con ideas atractivas tomadas de la filosofía griega y la religión oriental, la magia y la astrología. Dentro del Nuevo Testamento hay referencias a aseveraciones y enseñanzas que podrían ser la raíz que condujo al surgimiento de la herejía gnóstica y de los nicolaítas. Hubo una herejía en la iglesia de Colosas (Colosenses 2:8-23) y una enseñanza falsa en las iglesias que Timoteo conocía (1 Timoteo 1:4; 4:3; 2 Timoteo 2:18; 3:5-7) que puede llamarse gnosis falso (1 Timoteo 6:20-21). Luego en las epístolas de Juan hay referencias a una enseñanza falsa acerca de la realidad de la humanidad de Jesús (1 Juan 4:3; 2 Juan 1:7). Este tipo de doctrinas falsas se propagaron y florecieron en los siglos II y III, infiltrando muchas de sus ideas en la cristiandad de la época.
8Finalmente, como hace también en sus otros mensajes, Cristo alienta a los santos prometiéndoles ciertas recompensas por su fidelidad. A los efesios dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual esta en medio del paraíso de Dios” (Apocalipsis 2:7).
Debe tenerse en cuenta que el don del Espíritu Santo nos ha sido dado como arras o garantía de todo lo que Dios tiene guardado como herencia para nosotros (2 Corintios 1:22; Efesios 1:13-14), por eso, cada una de las promesas de recompensa hecha a las sietes congregaciones del Asia Menor se presenta como “lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 2:7, 2:11, 2:17, 2:29, 3:6, 3:13, 3:22), significando que es por medio de ese Santo Espíritu de la promesa que toda bendición prometida será confirmada sobre los fieles (D&C. 76:53; 88:3–4, 124:124). A los efesios se les promete que comerán “del árbol de la vida, el cual esta en medio del paraíso de Dios”.
Según el relato bíblico, si Adán y Eva hubieran participado del árbol de la vida hubieran vivido para siempre (Génesis 3:22-24); el Libro de Mormón confirma esta enseñanza (Alma 12:23, 12:26). La promesa de que los fieles comerán del árbol de la vida implica inmortalidad y vida eterna, “el máximo de todos los dones de Dios” (D&C. 6:13). En el sueño de Lehi, el árbol de la vida y su fruto representan el amor de Dios (1 Nefi 11:21-22, 11:25, 15:36) y es a la vez un símbolo de Jesucristo (1 Nefi 11:14-21) cuya carne es verdadera comida y garantiza la vida eterna por medio de su expiación (Juan 6:47-58). Porque el árbol de la vida se haya en medio del paraíso de Dios, participar de él significa morar en la presencia del Padre y gozar de vida eterna, es decir, la clase de vida que Dios y Jesucristo tienen (Juan 17:3, D&C. 132:20-24).


Apocalipsis 2:8-11


Reina – Valera 2009


Traducción de José Smith


8 Y escribe al ángel1 de la iglesia en Esmirna2: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y volvió a vivir, dice esto3:
9 Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tu eres rico) y la blasfemia de los que dicen ser judíos y no lo son, sino que son sinagoga de Satanás4.
10 No tengas ningun temor de las cosas que has de padecer. He aquí, el diablo va a echar a algunos de vosotros a la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación durante diez días. Se fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida5.
11 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no recibirá daño de la segunda muerte6.


8 Y escribe al siervo1 de la iglesia en Esmirna2: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y volvió a vivir, dice esto…3
(Nota: En la TJS se emplea “siervo” en lugar de “ángel” en los versículos 1, 8, 12 y 18.)


1En la TJS se emplea siervo en lugar de ángel en los versículos 1, 8, 12 y 18. Esto se debe a que la revelación iba dirigida a los oficiales presidentes de las siete congregaciones del Asia Menor, y no a los seres celestiales denominados ángeles.
Antigua Ciudad de Esmirna
2Esmirna era un importante puerto en la costa occidental del Asia Menor. Llamada por muchos escritores antiguos “La Joya de Asia”, Esmirna le disputó a Éfeso el derecho de ser llamada la principal ciudad de Asia. Situada sobre una bahía excelente que todavía es uno de los puertos principales de Turquía (actualmente llamado Izmir), Esmirna era un importante centro comercial. Destruida por el terremoto del año 627 a. de J.C., fue completamente reedificada por Lisímaco, uno de los sucesores de Alejandro el Grande, alrededor del año 190 a. de J.C. Por esta razón fue una de las pocas ciudades planificadas del mundo antiguo. Ya en el año 195 a. de J.C. Esmirna levantó u templo a la diosa de Roma y desde entonces  fue una de las primeras ciudades en abrazar el culto imperial (la adoración del emperador); de hecho, le pidió a Tiberio el permitir a la comunidad construir un templo a su deidad. El permiso fue concedido, y Esmirna construyó el segundo templo asiático al emperador. Debido a que la ciudad había adorado a Roma como a un poder espiritual desde el 195 a. de J.C., Esmirna gozaba de cierto orgullo histórico por su culto al César. Además, Esmirna era famosa por la ciencia, medicina y la majestad de sus edificaciones.
Apolonio de Tíana se refirió a su “corona de pórticos”, un círculo de bellísimas edificaciones públicas que rodeaban la cima del monte Pagus como una diadema; de aquí la referencia de Juan (Apocalipsis 2:10).
A la luz del ánimo especial dado al “siervo”  de dicha congregación (Apocalipsis 2:9-10), es interesante notar que Policarpo, el obispo de Esmirna  (quien había sido un discípulo de Juan), fue hecho mártir en 155 d. de J.C cuando rehusó negar a Cristo. Fue quemado vivo y golpeado con una espada mientras las llamas lo rodeaban.
3Al decir esto a aquellos santos de Esmirna, Cristo les recuerda que Él es “el primero y el postrero”, lo cual recalca su preeminencia y superioridad sobre todo lo creado, así como su eternidad. Él es la causa primera de todo (3 Nefi 9:15) y quien, cuando todo haya fenecido, seguirá siendo el mismo (Hebreos 1:10-12). Pero Cristo es también “el que estuvo muerto y volvió a vivir”, lo cual lo convierte en el Amo de la vida y de la muerte (Romanos 6:9; 1 Corintios 15:22-26, 15:54-57). Esto nos recuerda también que Él es nuestro Salvador, quien dio “su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28; 1 Timoteo 2:5-6).
4Esmirna es, junto a Filadelfia, una de las dos congregaciones a las cuales nuestro Señor no hace crítica alguna, sólo los encomia afectuosamente. Han sufrido mucha tribulación por su fe. En sentido material son pobres, quizás por ser fieles (Hebreos 10:34). Sin embargo, se interesan principalmente en las cosas espirituales, y han acumulado tesoros en el cielo, como aconsejó Jesús (Mateo 6:19-20). Por eso, para el Señor son ricos (Santiago 2:5; D&C. 6:7, 11:7). Particularmente el Señor Jesús llama la atención a que los santos de Esmirna han soportado mucha oposición de judíos carnales. En días anteriores, muchos practicantes de la religión judía se habían opuesto resueltamente a la difusión del Evangelio (Hechos 13:44-45, 14:19). Ahora, sólo unas décadas después de la caída de Jerusalén, aquellos judíos de Esmirna despliegan el mismo espíritu antagónico; por lo que no es raro que Jesucristo los llame “sinagoga de Satanás”. El apóstol Pablo y Jesucristo concuerdan aquí en que “no es judío el que lo es exteriormente… sino que es judío el que lo es en lo interior” (Romanos 2:28-29); de hecho, “vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentaran con Abraham, e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; más los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera” (Mateo 8:11). Con dolor, Pablo afirma que aunque “en cuanto a la elección son muy amados por causa de los padres”, la mayoría de los judíos, en lo que al Evangelio se refería, habían llegado a ser “enemigos” (Romanos 11:28). La oposición de los judíos al Evangelio, principalmente en Esmirna, se hizo más que evidente en 155 d. de J.C cuando Policarpo, obispo de dicha congregación y en ese entonces un anciano de 86 años, fue quemado vivo porque no quiso renegar de su creencia en Jesucristo. Una obra considerada contemporánea de aquel suceso titulada “El Martirio de Policarpo” dice que cuando se recogía la leña para la quema “los judíos fueron ayudantes muy celosos en esto, como era su costumbre”, aunque la ejecución se efectuó “un sábado” y la misma ley de Moisés les prohibía recoger leña y juntar fuego en ese día (Éxodo 35:2-3; Números 15:32-36).

Martitio de Policarpo, Obispo de Esmirna.
5Aunque no les promete a los santos de Esmirna que las pruebas terminarán pronto, pues “el diablo va a echar a algunos… a la cárcel, para… [Ser]… probados”, el Señor  les consuela diciendo: “No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer”; además, les anima con esta maravillosa promesa: “Se fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”. A los santos de Esmirna se les advierte que tendrán tribulación “durante diez días”. Diez es un número que simboliza plenitud, totalidad o condición de completo en sentido físico, es decir, en relación a lo humano y en cuanto a cosas de la Tierra (Apocalipsis 2:10, 12:3, 13:1, 17:3, 17:12, 17:16); indicando con ello que hasta los íntegros que son ricos en sentido espiritual serán sometidos a pruebas de lleno mientras estén en la carne, pero que ello sólo redundará en su propia gloria (Romanos 5:3-5; 1 Corintios 3:13-14; Santiago 1:2-4; 1 Pedro 1:7, 4:12-19). Al igual que al Profeta, a los santos de Esmirna el Señor parece decirles: “…paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento; y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos” (D&C 121:7-8).
Si permanecen fieles hasta el fin, les espera como recompensa “la corona de la vida”, que equivale a una promesa  de vida eterna como seres exaltados (1 Corintios 9:24-27; 2 Timoteo 4:6-8). Este precioso premio merecía el sacrificio de todo lo demás, hasta de la vida misma (Filipenses 3:8).
6Aquellos que no están inscritos en el libro de la vida del Cordero (Apocalipsis 20:15) experimentan la segunda muerte (Apocalipsis 20:6, 14; 21:8), lo que significa la separación eterna de Dios y de su pueblo redimido. Pero a los santos de Esmirna el Señor les hace esta maravillosa promesa: “El que venciere, no recibirá daño de la segunda muerte”. A los vencedores se les asegura que tendrán vida eterna en la presencia de Dios, una vida que no puede ser tocada por la muerte, se esta física o espiritual (1 Corintios 15:53-54).


Apocalipsis 2:12-17


Reina – Valera 2009


Traducción de José Smith


12 Y escribe al ángel1 de la iglesia en Pérgamo2: El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto3:






13 Yo conozco tus obras y donde moras: donde está el trono de Satanas; y retienes mi nombre y no has negado mi fe, ni aun en los días de Antipas, mi testigo fiel, el que fue muerto entre vosotros, donde Satanás mora4.
14 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tu tienes ahí a los que se aferran a la doctrina de Balaam, el que enseñaba a Balac a poner tropiezo delante de los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer fornicación.
15 Así también tú tienes a los que se aferran a la doctrina de los nicolaítas, la cual yo aborrezco5.
16 ¡Arrepiéntete! Porque de otra manera, pronto vendré a ti y pelearé contra ellos con la espada de mi boca6.
17 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del maná escondido, y le daré una  piedrecita blanca, y en la piedrecita un  nombre nuevo escrito, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe7.


12 Y escribe al ángel1 de la iglesia en Pérgamo2: El que tiene la espada aguda de dos filos dice
esto …3
(Nota: En la TJS se emplea “siervo” en lugar de “ángel” en los versículos 1, 8, 12 y 18.)


1En la TJS se emplea siervo en lugar de ángel en los versículos 1, 8, 12 y 18. Esto se debe a que la revelación iba dirigida a los oficiales presidentes de las siete congregaciones del Asia Menor, y no a los seres celestiales denominados ángeles.
Antigua Ciudad de Pérgamo
2Al viajar unos 80 kilómetros al norte por la carretera costanera desde Esmirna y entonces 24 kilómetros tierra adentro por el valle del río Caicos puede llegarse a Pérgamo (o Pergamun), ahora llamada Bergama. La antigua Pérgamo fue una ciudad de Misia, un distrito que ocupó el extremo noroeste de Asia Menor con frontera (empezando por el oeste y procediendo en la dirección del reloj) con el mar Egeo; el Helesponto (es decir, los Dardanelos), el mar Propontis (es decir el mar de Mar-mora), Bitinia, Frigia y Lidia. Desde el año 280 a. de J.C. Misia formó parte del reino de Pérgamo y cayó en manos de los romanos en 133 por medio del testamento de Atalo III. De allí en adelante formó parte de la provincia de Asia, de la cual llegó a ser capital provincial. Pablo atravesó el área en su segundo viaje misionero (Hechos 16:7, 8) pero no se hizo obra. Sin embargo, hay evidencia de cimientos eclesiásticos muy antiguos.
Aunque ansiosa de reclamar para sí misma el hecho de ser la ciudad más importante en la provincia, estaba claramente eclipsada por Éfeso y Esmirna. Pérgamo fue sede del primer templo del culto a César y luego se dedicó otro templo al culto de Trajano. En el acantilado que dominaba Pérgamo había un altar a Zeus semejante a un trono (Apocalipsis 2:13). Fue sumamente famosa por su biblioteca, la cual contenía más de 200,000 rollos. Fue también el centro principal de adoración del dios serpiente Esculapio, cuyo templo se levantaba en la ciudad.
Altar de Zeus en Pérgamo

Es natural que los nicolaítas florecieran en un lugar donde la política y el paganismo estaban tan fuertemente aliados (Apocalipsis 2:15), y donde la presión sobre los santos para obligarlos a transigir con el mundo seguramente era muy fuerte. Pérgamo era, sin ninguna duda, una ciudad de mucha iniquidad.
3Aquí Jesucristo repite la descripción que se da de Él en Apocalipsis 1:16. Como Juez y ejecutor de la justicia, derribará a los que persiguen a sus discípulos. Sin embargo, en cuanto a juicio, éste también alcanzará a todos aquellos que profesen ser santos pero que practiquen la idolatría, la inmoralidad, o cualquier  otro tipo de práctica inicua.
4Los santos de Pérgamo estaban rodeados de adoración satánica (1 Corintios 10:19-21). Además del templo de Zeus, había un templo a Dionisio (Baco), dios del vino, y un notable santuario de Esculapio, el dios de la medicina. Pérgamo tenía fama, también, como centro el culto imperial. La profusión de la idolatría en Pérgamo mostraba que en aquella ciudad se sostenía firmemente el “trono” de Satanás; más no obstante, los santos de Pérgamo aún retenían el nombre de Cristo y se negaban a abandonar su fe, aún en medio de la persecución. Se cita como ejemplo de fidelidad a Antipas, un mártir cristiano de Pérgamo, descrito como “mi testigo fiel” (Apocalipsis 2:13) y quien fue martirizado porque rehusó participar con otros en prácticas demoníacas y en la adoración del emperador romano. No mucho tiempo después de haber recibido Juan esta profecía, Plinio el joven, legado personal del emperador de Roma, Trajano, escribió al emperador y le explicó el procedimiento que seguía para encargarse de las personas a quienes se acusaba de profesar el cristianismo, un procedimiento que el emperador aprobó. A los que negaban que fueran cristianos se les ponía en libertad cuando, como dijo Plinio, “habían repetido la invocación que yo había hecho a los dioses, ofrecido incienso y vino a tu imagen [la de Trajano] y, además, maldecido a Cristo”. Se ejecutaba a los que resultaban ser cristianos.

Esculapio, Baco y Zeus, Dioses paganos adorados en Pérgamo.
5Aunque en su mayoría los santos de Pérgamo eran íntegros, algunos merecían una censura formal. En dicha congregación se habían infiltrado muchos de “los que se aferran a la doctrina de Balaam, el que enseñaba a Balac a poner tropiezo delante de los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer fornicación. Así también… a los que se aferran a la doctrina de los nicolaítas”.
En los días de Moisés, el rey Balac de Moab había alquilado a Balaam, un profeta no israelita que tenía algún conocimiento de los caminos de Jehová, para que maldijera a Israel. Jehová resistió a Balaam, y le obligó a pronunciar bendiciones para los israelitas y ayes para sus enemigos. Balaam apaciguó el resentimiento resultante de Balac sugiriéndole un ataque más sutil, haciendo que las mujeres moabitas atrajeran a los hombres de Israel a crasa inmoralidad sexual y a participar en la adoración idolátrica de Baal-peor. Aquella táctica tuvo éxito. Pero Jehová se encendió en cólera justa y envió un azote que mató 24,000 de aquellos fornicarios israelitas, un azote que se detuvo solamente cuando el sacerdote Finees tomó medidas con resolución para eliminar de Israel el mal (Números 24:10-11, 25:1-3, 25:6-9, 31:16). Es probable que los santos de Pérgamo estuvieran cayendo en pecados semejantes al antiguo Israel, cometiendo fornicación y participando “de cosas sacrificadas a los ídolos”. Quizás algunos abusaban de su libertad y deliberadamente ofendían la conciencia de otros. Sin embargo, lo más probable  era que realmente participaban de algún modo en ceremonias idolátricas (1 Corintios 8:4-13, 10:25-30); ciertamente, la presión para pecar era enorme, más no por eso justificable.
Era probable, además, que la superchería sacerdotal se estuviera infiltrando en la congregación. El élder Bruce R. McConkie definió la doctrina de Balaam como: “Adivinar para obtener lucro; dar consejo contrario a la voluntad divina; pervertir el camino recto del Señor…todo con miras a obtener riqueza y honores de parte de los hombres. En efecto, predicar por dinero, o por ganancia personal de poder e influencia. En la misma naturaleza de las cosas tal curso de acción es una perversión del camino recto del Señor. Véase 2 Pedro 2:10-22” (McConkie, DNTC, 3:450).
En Pérgamo también se había dado refugio a la doctrina de los nicolaítas la cual, como ya se mencionó antes en relación con la iglesia en Éfeso, era similar a la de Balaam en cuanto a idolatría e inmoralidad, pero que también combinaba aspectos del cristianismo tradicional con ideas de la filosofía griega y la religión oriental, la magia y la astrología. Tal proceder era censurable, y el Señor no vaciló en reprender a los miembros de la iglesia en Pérgamo por eso.
Cabe destacar también que tan variado mosaico de creencias, las cuales parecían prosperar libremente en Pérgamo, estaban sembrando semillas de sectarismo y herejía en la iglesia, lo cual de por sí era bastante condenable (1 Corintios 1:10-13), pues ponía a la congregación a un paso de la apostasía total.
6Cualquiera a quien la influencia de apóstatas le hace vacilar debería apresurarse a escuchar la exhortación del Señor al arrepentimiento. La propaganda de la apostasía tiene que ser rechazada como veneno, pues eso es. Su base es la envidia y el odio, en contraste con las verdades justas y castas enseñadas por Jesús (Filipenses 1:15-16; 4:8-9). En cuanto a los que rehúsan arrepentirse, el Señor Jesucristo les dice: “pelearé contra ellos con la espada de mi boca”. Todo aquel que persevere en la apostasía y la inmoralidad se arriesga a ser castigado por el Señor y ser expulsado de la iglesia, para que no sean como levadura entre el pueblo de Dios (Mateo 24:48-51, 25:30; 1 Corintios 5:6, 5:9-13).
7Una magnífica recompensa espera a todos los que presten atención al consejo del Señor, dado por la dirección del Espíritu Santo: “Al que venciere, le daré a comer del maná escondido, y le daré una  piedrecita blanca, y en la piedrecita un  nombre nuevo escrito, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”.
En los días de Moisés, Jehová suministró maná para el sustento de los israelitas durante el viaje de ellos por el desierto. Aquel maná no era escondido, porque cada mañana, excepto en el día de reposo, aparecía milagrosamente, como escarcha hojaldrada, que cubría la tierra. Era una provisión divina que mantuvo con vida a los israelitas durante su peregrinación en el desierto. Por eso, Jehová le ordenó a Moisés que guardara parte de ese pan, como memorial, en una vasija dentro del Arca del Pacto (Éxodo 16:14-34; Hebreos 9:3-4). Este maná estaba escondido en el compartimiento del tabernáculo llamado el lugar santísimo, donde la luz milagrosa que se mantenía suspendida sobre la cubierta del Arca simbolizaba la mismísima presencia de Jehová (Éxodo 26:34). A nadie se le permitía entrar en aquel lugar sagrado para comer del maná escondido; lo cual equivaldría a entrar en la gloria celestial, la morada misma de Dios. Pero ahora, Cristo mismo les ofrece a los fieles y dignos el libre acceso no “en el santuario hecho por manos, figura del verdadero, sino en el mismo cielo para presentarse ahora…ante Dios” (Hebreos 9:12 y 9:24). Esta simbología es particularmente hermosa para nosotros como Santos de los Últimos Días, quienes tenemos el gran privilegio de entrar en los Santos Templos y, simbólicamente, tener acceso a la presencia misma de Dios en el Cuarto Celestial, símbolo terrenal de la gloria celestial que nos espera.
Los fieles también recibirán “una  piedrecita blanca, y en la piedrecita un  nombre nuevo escrito, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”. En los tribunales romanos se usaban piedrecitas al dictar juicio. Una piedrecita blanca significaba absolución, mientras que una piedrecita negra significaba condenación, con frecuencia condenación a muerte. El que Cristo diera una piedrecita blanca a los santos de Pérgamo indicaría que los juzga inocentes, puros y limpios. Pero tiene además otro significado, pues en tiempos romanos también se usaban piedrecitas como boletos de entrada a acontecimientos importantes. Por eso, la piedrecita blanca también indica que a los santos fieles se les admitirá a un lugar de honor en la gloria celestial. Dicha piedrecita sería entonces una especie de contraseña o “palabra clave” para entrar a la presencia de Dios. Por intermedio del Profeta José Smith, el Señor ha revelado que “la piedrecita blanca mencionada en el Apocalipsis, capítulo 2, versículo 17, se convertirá en un Urim y Tumim para toda persona que reciba una, y por ese medio se darán a conocer cosas pertenecientes a un orden superior de reinos; y a cada uno de los que entran en el reino celestial se da una piedrecita blanca, en la cual está escrito un nombre nuevo que ningun hombre conoce, sino el que lo recibe. El nombre nuevo es la palabra clave.” (D&C 130:10-11). En tiempos bíblicos, el concepto del nombre encerraba un significado que no tiene en la actualidad, donde por lo general es un simple rótulo sin mayor significado. Únicamente una persona con autoridad daba un nombre (Génesis 2:19; 2 Reyes 23:34), y ello significaba que a la persona nombrada se le asignaba una determinada posición, función o relación (Génesis 35:18; 2 Samuel 12:25). El nombre dado a menudo estaba determinado por alguna circunstancia al momento del nacimiento (Génesis 19:22); algunas veces el nombre expresaba un deseo o una profecía (Isaías 8:1-4; Oseas 1:4). Cuando una persona daba a otra su propio nombre significaba la unión de ambas en una relación muy cercana, como cuando Dios le dio su nombre a Israel (Deuteronomio 28:9, 10). Puesto que el Señor hará esto mismo con cada uno de los santos fieles, podemos estar seguros que el nombre nuevo, el cual será conocido por el Señor y por quien lo reciba, indicará apropiadamente la posición, función y relación que ocupará ante el Señor en la vida venidera; es decir, su lugar y nombre entre los dioses.


Apocalipsis 2:18-29


Reina – Valera 2009


Traducción de José Smith


18 Y escribe al ángel1 de la iglesia en Tiatira2: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto3:
19 Yo conozco tus obras, y tu caridad, y tu servicio, y tu fe y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras4.



20 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe e induzca a mis siervos a fornicar, y a comer cosas ofrecidas a los ídolos5.
21 Y le he dado tiempo para que se arrepienta de su fornicación; y no se ha arrepentido.
22 He aqui, yo la arrojo en una cama; y a los que cometen adulterio con ella los arrojo en gran tribulación, si no se arrepienten de sus obras6.
23 Y castigaré de muerte a sus hijos; y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriño la mente y el corazón; y daré a cada uno de vosotros según sus propias obras7.
24 Pero a vosotros, y a los demás que están en Tiatira, que no tienen esa doctrina y que no han conocido las profundidades de Satanás, como ellos las llaman, yo os digo: No impondré sobre vosotros otra carga.
25 Pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga8.
26 Y al que venciere, y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las
naciones;
27 y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero, como también yo la he recibido de mi Padre.

28 Y le daré la estrella de la mañana.
29 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias9.


18 Y escribe al siervo1 de la iglesia en Tiatira2: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto …3
(Nota: En la TJS se emplea “siervo” en lugar de “ángel” en los versículos 1, 8, 12 y 18.)























26 Y al que venciere, y guardare mis mandamientos hasta el fin, yo le daré potestad sobre muchos reinos;
27 y los regirá con la palabra de Dios; y estarán en sus manos como vasos de barro en las manos del alfarero; y él los gobernará con fe, con equidad y con justicia, como también yo la he recibido de mi Padre.
28 Y le daré la estrella de la mañana.
29 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias9.

1En la TJS se emplea siervo en lugar de ángel en los versículos 1, 8, 12 y 18. Esto se debe a que la revelación iba dirigida a los oficiales presidentes de las siete congregaciones del Asia Menor, y no a los seres celestiales denominados ángeles.

Ruinas de la Antigua ciudad de Tiatira
2A unos 64 kilómetros al sudeste de Bergama está el próspero pueblo turco de Akhisar en donde, hace dos milenios, se encontraba la ciudad de Tiatira. A diferencia de Pérgamo, no parece que Tiatira haya sido un centro importante del culto imperial, pero sí tenía santuarios y templos dedicados a dioses paganos. Tiatira era conocida como centro mercantil y se hallaba ubicada en la provincia de Asia, en la frontera entre Lidia y Misia. 
Tiatira no tiene una historia ilustre, y es apenas mencionada por los escritores antiguos. El sistema monetario sugiere que, situada como estaba sobre una gran carretera que unía dos valles fluviales, Tiatira fue por muchos siglos una ciudad guarnición. Se recalcaba allí el espíritu militar en manera suma y su principal deidad, Tirimos, un dios-sol, era representado en actitudes de habilidad militar. Su antigua diosa Anatolia era también una figura guerrera armada con un hacha de combate y montada sobre un caballo de guerra. Una o dos monedas raras muestran una deidad femenina haciendo una corona almenada. La ciudad era un centro comercial, y los registros conservan referencias a más gremios comerciales que los mencionados en ninguna otra ciudad de Asia. Cuando Pablo predicaba en macedonia,  conoció en Filipos a una mujer de Tiatira llamada Lidia, era una vendedora de púrpura, el producto de la raíz de la rubia. Lidia y toda su casa aceptaron alegremente el mensaje que Pablo predicaba, y mostraron extraordinaria hospitalidad (Hechos 16:14-15). Ella fue la primera persona de Tiatira que se informa aceptó el cristianismo. Con el tiempo la ciudad misma llegó a tener una rama de la iglesia. La necesidad de afiliación a un gremio comercial invitaba a los creyentes de Tiatira a acomodarse y abría la puerta a muchas tentaciones. Tiatira jugó una parte significativa en la historia posterior de la iglesia. A pesar de que Tiatira era la más pequeña de las siete ciudades, la iglesia allí recibió la carta más larga.
3Esta es la única vez que aparece el término “Hijo de Dios” en Apocalipsis, aunque en varios otros lugares Jesucristo si llama a Dios “mi Padre” (Apocalipsis 2:27, 3:5, 3:21). Puede que este título aquí les recuerde a los santos de Tiatira la intimidad de Cristo con nuestro Padre Celestial. Este “Hijo de Dios” tiene “ojos como llama de fuego”, algo que les advierte a los santos de Tiatira que su juicio arderá contra todo lo que Él vea que esté contaminando a la congregación. Cuando Él se refiere por segunda vez a sus “pies semejantes al bronce bruñido”, da énfasis a su propio ejemplo brillante de fidelidad mientras anduvo en esta Tierra.
4A diferencia de los efesios, los santos de Tiatira no han perdido su primer amor al Señor. Su fe es vigorosa. Además, sus hechos son más que los anteriores, y  se han convertido en dignos de elogio por causa de su fe, buenas obras, paciencia, servicio y caridad, el amor puro de Cristo (Moroni 7:47).
5A  pesar de todo lo bueno que hay en Tiatira, los “ojos ardientes” del Señor han penetrado más allá y notan algo que requiere atención inmediata. Él les dice: “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe e induzca a mis siervos a fornicar, y a comer cosas ofrecidas a los ídolos”.
Jezabel, (heb., ’izevel, quizá signifique no exaltada, no manejable) fue una princesa pagana e inicua que vivió en el siglo X a. de J.C. Era hija de Etbaal, rey de los sidonios, y esposa de Acab, rey de Israel (c. 874-853 a. de J.C.). Fue criada como una celosa adoradora de Baal y, cuando se casó con Acab, no sólo continuó su religión ancestral sino que también trató de imponerla sobre el pueblo de Israel. Para complacerla, Acab construyó un templo y un altar a Baal en Samaria (1 Reyes 16:32) y 450 profetas de Baal comían de su mesa (1 Reyes 18:19). Jezabel mató a todos los profetas del Señor que pudo encontrar (1 Reyes 18:4-13). Cuando se le informó que Elías había matado a los profetas de Baal, lo amenazó de muerte y él se vio obligado a huir. La muerte de la familia de Acab fue como castigo por la persecución de los profetas del Señor por parte de Jezabel (2 Reyes 9:7). Más tarde ella obtuvo la viña de Nabot para Acab haciendo que su dueño fuera ejecutado injustamente (1 Reyes 21). Cuando Elías supo de este crimen, le dijo a Acab que la venganza de Dios caería sobre él y que los perros se comerían el cuerpo de Jezabel en los muros de Jezreel. La profecía se cumplió cuando Jehú, en su papel de ungido de Jehová, ordenó que fuera ejecutada (2 Reyes 9:7, 30-37).
En Apocalipsis 2:20, en la carta a Tiatira, leemos de la “mujer Jezabel, que dice ser profetisa”, la cual influyó para que algunos miembros de la iglesia cometieran fornicación espiritual (idolatría, o apostasía) y quizá inmoralidad sexual propiamente dicha. Este pudiera ser un nombre simbólico, dada la semejanza entre ella y la esposa idólatra de Acab. Como sea, esta claro, pues, que “esa mujer Jezabel” que alegaba ser profetisa en Tiatira era una farsante. Es probable que fuera una mujer real o un grupo de mujeres que descaradamente ejercían influencia corruptora en la iglesia. Es probable además que hayan estado induciendo a otros miembros de la iglesia a participar en actos inmorales, mientras justificaban desvergonzadamente su proceder voluntarioso con pasajes de las Escrituras mal aplicados, o que fingieran hablar por revelación e inspiración divina, tomando por la fuerza un papel que las Escrituras no le confieren a la mujer dentro de la iglesia del Señor (1 Corintios 11:3-11; 14:34-35). Esta tendencia feminista por asumir el gobierno y dirección de la iglesia era contraria al orden establecido por Dios desde la creación.
Por otro lado, el nombre Jezabel podría representar simbólicamente a cierto grupo sectario que había surgido dentro de la congregación de Tiatira, el cual amenazaba con corromper y desviar a  toda la congregación con sus faltas enseñanzas a semejanza de los nicolaítas y la doctrina de Balaam mencionados con anterioridad. Cualquiera sea el caso, el Señor se apresura a condenar dichas enseñanzas y a quienes la apoyan.
6Ahora, Cristo pasa a decir a los santos de Tiatira: “Y le he dado tiempo para que se arrepienta de su fornicación; y no se ha arrepentido. He aqui, yo la arrojo en una cama; y a los que cometen adulterio con ella los arrojo en gran tribulación, si no se arrepienten de sus obras”. Tal como parece que la Jezabel original tenía bajo su dominio a Acab, y después desafió al que servía como ejecutor enviado por Dios (Jehú), así esta influencia maligna, la Jezabel de Tiatira, se negaba a arrepentirse y abandonar su pecado. El Señor le había dado tiempo a “Jezabel” y “los que cometen adulterio con ella” de arrepentirse, pero ellos persistieron en sus caminos de inmoralidad y por eso tienen que recibir juicio.  Si Jezabel fue una mujer real es evidente por las palabras del Señor que ella, y los que con ella cometían inmoralidad, serían castigados con una penosa enfermedad por sus pecados. Pero, si con Jezabel se refiere a un grupo de apóstatas que se niegan a reconocer el error de sus caminos, entonces la expresión “la arrojo en una cama; y a los que cometen adulterio con ella los arrojo en gran tribulación”, indicaría que la muerte espiritual de ellos estaría a unos pasos de llegar a menos que se arrepintieran, pues caer en cama es sinónimo de una muerte próxima, en caso espiritual.
7Ahora el Señor procede a decir: “Y castigaré de muerte a sus hijos; y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriño la mente y el corazón; y daré a cada uno de vosotros según sus propias obras”. En sentido espiritual, los que imitan a Jezabel y siguen sus pasos, sean hombres o mujeres, llegan a ser sus hijos por violar los principios divinos de jefatura y moralidad, o por ser tercos y pasar por alto el orden divinamente establecido por revelación; están en una peligrosa condición de enfermedad y muerte espiritual. El Señor afirma ser Aquel que escudriña “la mente y el corazón”. Esto significa que Él sabe todas las cosas del hombre interior, sus fuerzas y debilidades, su carácter y emociones. Y que él entonces podrá dar a cada uno lo que se merece en realidad. Que nadie piense que puede engañar a Dios o a Cristo intentando ocultar actos inmorales o presentando una apariencia exterior de fidelidad y devoción, al igual que Jezabel que se decía profetisa. El Señor lo ha dejado bien claro: “No os  engañéis; Dios no puede ser burlado, porque todo lo que el hombre siembre, eso también segará” (Véase Gálatas 6:7 y compárese con Proverbios 13:21) y Dios premiará a cada uno según sus obras (Romanos 2:5-10).
8Las palabras de Cristo son dichas ahora con ánimo de consolar a los santos fieles de Tiatira: “Pero a vosotros, y a los demás que están en Tiatira, que no tienen esa doctrina y que no han conocido las profundidades de Satanás, como ellos las llaman, yo os digo: No impondré sobre vosotros otra carga. Pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga”. En Tiatira había almas fieles en quienes no había influido Jezabel y sus enseñanzas. Los seguidores de Jezabel se vanagloriaban de conocer “las profundidades de Satanás”, pero a los santos de Tiatira el Señor les dice que no hay necesidad de ver ni experimentar la corrupción por curiosidad ni para aprender qué evitar. El proceder de la sabiduría es mantenerse a gran distancia de “las profundidades de Satanás” (Proverbios 3:7-8, 4:26-27, 10:23, 14:16). Aún hoy, en nuestra época moderna,  Satanás tiene otras “cosas profundas” como el teorizar complicado y las filosofías humanas que halagan el intelecto. Entre estas cosas, además de razonamientos de permisividad e inmoralidad, están el espiritismo, el ocultismo y las enseñanzas falsas de la ciencia que niegan la existencia de Dios, so pretexto de superioridad intelectual y sofisticación. Aunque el resto del mundo apoye o promueva esas ideas, los Santos de los Últimos Días debemos evitar las cosas profundas del mundo complejo de Satanás, recordando siempre que “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no esta en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y su concupiscencia; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (Véase 1 Juan 2:15-17 y compárese con 1 Corintios 1:18-31 y Santiago 3:15). Si somos fieles el Señor no nos impondrá “otra carga”. Pero también nos amonesta diciendo: “lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga”, indicando que sólo el que “persevere hasta el fin, este será salvo” (Mateo 10:22; compárese con Ezequiel 3:20-21).
9El Señor le extiende maravillosas promesas a los santos de Tiatira si son fieles. La TJS vierte de la siguiente manera dichas promesas: “Y al que venciere, y guardare mis mandamientos hasta el fin, yo le daré potestad sobre muchos reinos; y los regirá con la palabra de Dios; y estarán en sus manos como vasos de barro en las manos del alfarero; y él los gobernará con fe, con equidad y con justicia, como también yo la he recibido de mi Padre. Y le daré la estrella de la mañana. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (TJS Apocalipsis 2:26-29).
En primer lugar, todo aquel que “venciere, y guardare mis mandamientos hasta el fin”, dice el Señor, recibirá “potestad sobre muchos reinos”. La palabra reino comunica tres significados distintos: (1) La esfera sobre la cual reina un monarca, (2) la gente sobre la cual él o ella reina, y (3) el acto de reinar o el reinado en sí. Todos los fieles serán coronados como reyes sobre muchos reinos; pero dichos reinos los “regirá con la palabra de Dios; y estarán en sus manos como vasos de barro en las manos del alfarero; y él los gobernará con fe, con equidad y con justicia, como también yo la he recibido de mi Padre”. Por eso su dominio será más que el de un rey con poder político, será un dominio eminentemente espiritual, de naturaleza teocrática; el de reyes y sacerdotes del Más Alto Dios (Apocalipsis 1:6). Los justos no sólo regirán la Tierra durante el milenio (Apocalipsis 20:6), sino que también serán puestos por dioses y gobernantes sobre su posteridad en las eternidades (D&C 132:19-20).
En segundo lugar, los santos fieles recibirán “la estrella de la mañana”. Jesucristo mismo explica después qué es esta “estrella”, cuando dice: “Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.” (Apocalipsis 22:16). Evidentemente, Cristo se dará a sí mismo a ellos (los santos fieles), tomándolos consigo en la relación más estrecha, más íntima (Juan 14:2-3). Él los hace coherederos con Él de todo cuanto Él tiene, incluyendo su naturaleza divina y reino (Romanos 8:17; 2 Pedro 2:1-4; 1 Juan 3:2). Él nos prepara morada en los cielos, y nos ha prometido: “os tomaré a mi mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis” (Juan 14:2-3).


Apocalipsis 3:1-6


Reina – Valera 2009


Traducción de José Smith


1Y escribe al ángel1 de la iglesia en Sardis2: El que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muerto3.


2 Se vigilante y fortalece las otras cosas que quedan y que están para morir, porque no he hallado bien acabadas tus obras delante de Dios4.
3 Acuérdate, pues, de lo que has recibido y has oído; y guárdalo y arrepiéntete. Y si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a que hora vendré sobre ti5.
4 Sin embargo tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras y que andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas6.
5 El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles.
6 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias7.


1Y escribe al siervo1 dela iglesia en Sardis2: El que tiene las siete estrellas, que son los siete siervos de Dios, dice estas cosas: Yo conozco tus obras que tienes nombre de que vives, pero estas muerto. 3

2 Se vigilante, por tanto, y fortalece a los que quedan y que están para morir, porque no he hallado bien acabadas tus obras delante de Dios4.



1En la TJS se emplea siervo en lugar de ángel para referirse a los obispos o autoridades presidentes de las siete iglesias, como ya se mencionó en versículos anteriores.
2Sardis se hallaba a unos  48 kilómetros al sur de la moderna Akhisar (Tiatira), y en un tiempo fue la principal ciudad de Lidia. En el siglo VI antes de nuestra era, esta ciudad había sido la orgullosa capital del reino de Lidia, y sede del rey Creso, que poseía enormes riquezas. Sardis era famosa por las artes y artesanías y fue el primer centro en acuñar monedas de oro y plata. La captura de la gran ciudadela por el ataque sorpresa por Ciro y sus persas en 549 a. de J.C., y tres siglos más tarde por los romanos, pudo haber proporcionado las imágenes para la advertencia de Juan en Apocalipsis 3:3. El gran terremoto del 17 d. de J.C. arruinó a Sardis física y financieramente. Para los días de Juan la ciudad había caído en tiempos difíciles, y su antiguo esplendor bajo Creso es solo historia. Aunque renombrada en el pasado por sus riquezas, también lo fue por su debilidad y corrupción. Posiblemente el Señor se refirió a esta condición al decir: “Yo conozco tus obras que tienes nombre [reputación] de que vives, pero estás muerto [espiritualmente]” (Apocalipsis 3:1).

Ruinas de Sardis
3Al igual que su ciudad, los santos de Sardis  tienen nombre de que viven, pero están muertos. La iglesia en Sardis tenía la reputación de estar viva, activa. Pero Cristo puede ver que está muerta en sentido espiritual. Parece que la mayoría de sus miembros ha caído en una apatía hacia las cosas del Espíritu como la que los caracterizaba antes de su conversión (Compárese con Efesios 2:1-3; Hebreos 5:11-14). El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Ha mucha gente en esta iglesia hoy en día, que cree que vive, pero está muerta en cuanto a las cosas espirituales. Yo creo que aún muchos que pretenden ser activos también están muertos espiritualmente. Su servicio es mucho de la letra y poco del espíritu” (Spencer W. Kimball, CR. Abril de 1951, págs. 104-105).
Jesucristo también le recuerda al obispo de Sardis que Él (Cristo) es quien tiene las “siete estrellas” en su mano derecha, y posee toda autoridad para dirigirlos en su obra de pastoreo sobre la congregación.
4Ante tan lamentable estado espiritual, Cristo les aconseja: “Se vigilante, por tanto, y fortalece a los que quedan y que están para morir, porque no he hallado bien acabadas tus obras delante de Dios”. Los cambios introducidos por la TJS nos permiten ver que aún había en Sardis un grupo de santos que se rehusaba a morir espiritualmente, pero cuyo estado de salud espiritual era delicado, o corrían el peligro de contagiarse del mismo mal que afectaba a sus hermanos. El obispo y el liderazgo todo de Sardis debe fortalecer a sus hermanos y reactivarlos en la fe. Por ahora están muertos en cuanto a actividad espiritual. Porque les faltan obras de fe, su lámpara (la congregación) tiene una llama vacilante. En este punto su aprecio y amor son como  un fuego que casi se ha extinguido. Sólo unas cuantas brasas siguen fulgurando. Cristo los anima a avivar la chispa, a agitar el fuego, a arrepentirse de los pecados a que los ha llevado su negligencia, y ser de nuevo una congregación viva en sentido espiritual (Compárese con 2 Timoteo 1:6-7). Sus obras han sido halladas inacabadas ante Dios y, como Belsasar, su corazón fue pesado…en balanza y…hallado falto” (Daniel 6:27). Ellos tienen mucho que madurar como iglesia, y mejorar si desean recibir el galardón.
5Si los santos en Sardis se niegan a cambiar, Cristo  vendrá inesperadamente, “como ladrón, y no sabrá[n] a que hora vendr[á] sobre [ellos]”, pues aparecerá a la hora menos pensada para ejecutar juicio, y ellos no estarán preparados (Mateo 24:43-44). Así como su ciudadela había sido atacada por sorpresa en el 549 a. de J.C. por los persas, y tres siglos más tarde por los romanos, así los santos de Sardis serían sorprendidos y sufrirían una lamentable pérdida por su negligencia espiritual.
6Aunque pocos en número, aún hay en Sardis algunos miembros de la iglesia que recuerdan y guardan fielmente sus convenios con el Señor. De estos fieles santos, el Señor Jesucristo afirma “que no han manchado sus vestiduras y que andarán [con Él] en vestiduras blancas, porque son dignas”.
El pueblo hebreo representaba el estado de su mente y sus emociones con ciertos tipos de tela y con tonos asombrosamente vivos de blanco, púrpura, escarlata, azul, amarillo y negro. Cuando estaban gozosos y listos para entrar en ocasiones festivas, vestían la ropa más brillante y cuando estaban de duelo o se humillaban, se vestían de cilicio, la tela de la cual se hacían las bolsas, lo cual se consideraba el tipo más pobre de vestimenta (1 Reyes 20:31, 32; Job 16:15; Isaías 15:3; Jeremías 4:8; 6:26; Lamentaciones 2:10; Ezequiel 7:18; Daniel 9:3; Joel 1:8). Cuando el corazón estaba apesadumbrado por el dolor, se expresaban las emociones internas rasgando o rompiendo los vestidos (Marcos 14:63; Hechos 11:14). Para confirmar un juramento o sellar un contrato, los hombres se quitaban el zapato y se lo daban al compañero (Rut 4:8). Cuando Jonatán hizo un pacto con David, fue más allá y le dio su propia ropa (1 Samuel 18:3, 4). De modo que la ropa era más que simplemente algo con lo cual cubrirse, pues tenía un significado especial y a veces espiritual dentro del pueblo del convenio. Las vestiduras blancas, símbolo inequívoco de pureza y santidad, se refieren a que, como verdaderos santos, uno está vestido de rectitud y buenas obras (Apocalipsis 19:8). Cada miembro fiel debe cuidar “sus vestiduras, para que no ande desnudo y vean su vergüenza”, llevándolas consigo en todo momento como símbolo de su lealtad al Señor (Apocalipsis 16:15). Que sus vestiduras estén sin mancha implica que no se han contaminado con el pecado, las falsas doctrinas, y las prácticas perversas del mundo (Efesios 1:4; 5:27; Colosenses 1:21-22; Santiago 1:27). Sólo de esta manera podrán ser considerados personas dignas.
7La promesa del Señor a los santos fieles en Sardis no se hace esperar: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Esta promesa tiene tres aspectos sobresalientes:
§  “Será vestido de vestiduras blancas”: Las vestiduras blancas son sinónimo de pureza, santidad y rectitud (Apocalipsis 16:15). Es la ropa que emplean los seres celestiales (Ezequiel 9:2; 10:2; Daniel 10:5; 12:6; Apocalipsis 19:14) e indica la pureza moral de los santos (Apocalipsis 19:8). Sólo  quienes heredan la gloria celestial reciben este tipo de vestiduras, por lo que son un símbolo de exaltación y vida eterna.  Las vestiduras cubren a quien las lleva para que no “ande desnudo y vean su vergüenza” (Apocalipsis 16:15), por lo que también representan que los redimidos por la sangre del Cordero no tienen nada de que avergonzarse, pues han sido limpiados de culpa (Hebreos 9:13-14); así como que están vestidos apropiadamente para entrar a la gran cena de bodas del Cordero (Mateo 22:11-14).
§  “No borraré su nombre del libro de la vida”: El libro de la vida es el registro de Dios de aquellos que heredarán la vida eterna (Filipenses 4:3; Apocalipsis 3:5; 21:27). Por causa del pecado y la infidelidad, los nombres de los individuos pueden ser borrados de ese libro (Salmo 69:28; Apocalipsis 13:8; 17:8; 20:15); pero los nombres de aquellos que perseveren hasta el fin y venzan por la sangre del Cordero, no serán borrados (Apocalipsis 3:5).
§  “Confesaré su nombre delante de mi Padre”: A sus discípulos, Cristo les prometió lo siguiente; “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesare delante de mi Padre que esta en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negare delante de mi Padre que esta en los cielos.” (Mateo 10:32-33). Aquellos que perseveren hasta el fin no negando nunca a Su Señor, tampoco serán negados por Cristo en la presencia de Su Padre (Marcos 8:38). Él no se avergonzará de llamarlos hermanos suyos y coherederos de su misma gloria (Hebreos 2:10-11).
Para confirmar sus palabras como promesa segura, Cristo concluye su mensaje a Sardis como lo ha hecho con los mensajes anteriores: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. 


Apocalipsis 3:7-13


Reina – Valera 2009


Traducción de José Smith


7 Y escribe al ángel1 de la iglesia en Filadelfia2: Estas cosas dice el Santo, el Verdadero3, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: 4
8 Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto una puerta abierta delante de ti, la cual nadie puede cerrar, porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra y no has negado mi nombre5.
9 He aquí, yo hare que los de la sinagoga de Satanás, los que dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten, he aquí, yo los obligaré a que vengan y adoren delante de tus pies, y sepan que yo te he amado6.
10 Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la tentación que ha de venir en todo el mundo para probar a los que moran en la tierra7.
11 He aquí, yo vengo pronto; reten lo que tienes para que ninguno tome tu corona8.

12 Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.
13 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias9.


7Y escribe al siervo dela iglesia…1



1En la TJS se emplea siervo en lugar de ángel para referirse a los obispos o autoridades presidentes de las siete iglesias, como ya se mencionó en versículos anteriores.
2Ubicada a unos 48 kilómetros al sudeste de Sardis (en el sitio donde hoy está la ciudad turca de Alasehir), la Filadelfia de los días de Juan es hoy una ciudad bastante próspera. Filadelfia, ciudad perteneciente al distrito de  Lidia, fue fundada por Atalo II, apodado  “Filadelfo” (159-138 a. de J.C.). A este rey se lo llamó así por su amor hacia su hermano Eumenes. El nombre de la ciudad hace referencia a esta característica, ya que Filadelfia significa amor de hermano. Era llamada “el portal de Oriente” por causa del lugar donde se encontraba. Estaba en medio de una región volcánica y contaba con varias fuentes de aguas termales. Baco, el dios del vino, era la deidad que allí se adoraba principalmente, siendo que Filadelfia se encontraba en una zona rica en viñedos. Probablemente era la ciudad que seguía a Tiatira en pequeñez y carencia de importancia.

Ruinas de Filadelfia
3Jesucristo se identifica como “el Santo” (del griego, hagioi). En un sentido religioso, “santo” significa lo que está separado para o dedicado a Dios y, por lo tanto, apartado de uso secular. Transmite la idea de peculiar y escogido de Dios, que pertenece exclusivamente a Él. Ser santo también implica separación absoluta de toda contaminación y pecado, así como ser partícipe de la santidad de Dios. La santidad de Jesucristo se subraya específicamente (Marcos 1:24; Lucas 1:35; 4:34; Juan 10:36; Hechos 3:14; 4:27, 30; Isaías 42:1-4 citado en Mateo 12:16-21; Hebreos 2:11; Apocalipsis 3:7).  Jesucristo es también “el Verdadero”. La palabra griega utilizada aquí (alethinós, derivado de “aletheia” [verdad]), así como su equivalente hebreo (emeth), implica autenticidad, verdad e integridad total. El uso bíblico de la palabra tiene ricos significados sugestivos que van más allá de las connotaciones literales. En Éxodo 18:21, “hombres verídicos que aborrezcan la  avaricia” sugiere integridad de carácter, es decir, cierta confiabilidad que va más allá del significado literal para incluir aquellos aspectos de la conducta personal que parecen estar implicados en el amor a la verdad. Se asume que el concepto de verdad deriva del carácter de Dios (Hebreos 6:18;  2 Timoteo 2:13; Tito 1:2) y Jesucristo, su Hijo, no podría ser diferente en su amor y celo por la verdad (Juan 14:6-9). Cristo es verdadero porque es confiable. Siempre habla la verdad (Juan 8:14, 8:17, 8:26). Él es la verdadera luz y el verdadero pan que bajó del cielo (Juan 1:9, 6:32). Es la vid verdadera (Juan 15:1). Cristo es el verdadero por naturaleza; de hecho, es la verdad misma (Juan 1:14, 1:17, 8:40, 8:45, 14:6). Como lo enseñara Juan: “No obstante, sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el que es verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la  vida eterna.”(1 Juan 5:20).
4Jesucristo se identifica como “el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre”.
Una llave oriental (heb., maphteah, abridor) era hecha de madera, con clavos o ganchos de madera que cabían en orificios correspondientes en el cerrojo que mantenía la puerta cerrada (Jueces 3:25). Figurativamente, las llaves eran un símbolo de autoridad llevado sobre el hombro (Isaías 22:20-22). El término griego para llave es klei, y significa algo que cierra (Lucas 11:52); simbólico de la autoridad dada a Pedro (Mateo 16:19), pero que Jesucristo retiene como cabeza de la iglesia (Apocalipsis 1:18; 3:7). Aunque las llaves son de por sí un símbolo de autoridad, el que esta sea “la llave de David” le confiere un significado aún mayor. Fue con el rey David de Israel con quien Dios hizo un pacto para un reino eterno (Salmo 89:3-4, 89:34-37). La casa de David gobernó desde Jerusalén de 1070 a 607 a. de J.C., pero entonces, porque aquel reino se hizo inicuo. Dios ejecutó su juicio sobre él por medio del rey de Babilonia (2 Reyes 25:1-21; 2 Crónicas 36:11-20; Jeremías 39:1-10). Así, se empezó a cumplir la profecía de Ezequiel: “Depón la tiara y quita la corona; esto no será mas así; lo bajo será exaltado, y lo alto será abatido. A ruina, a ruina, a ruina la reduciré; y esta no será mas hasta que venga aquel de quien es el derecho, y se la entregaré.” (Ezequiel 21:26-27, léase incluso los versículos 1-27). Unos 600 años después, una descendiente del rey David, la doncella judía llamada María, fue anunciada, por el ángel Gabriel, que concebiría milagrosamente y tendría un hijo al cual debería dársele el nombre de Jesús. Gabriel añadió: “Y he aqui, concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre  JESÚS. Éste será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre. Y reinará en la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin.” (Lucas 1:31-33). Desde antes de nacer, Cristo había sido designado por Dios para ser Rey en la línea de David (Isaías 9:7, 16:5, Jeremías 23:5-6), por lo que luego, tras su gloriosa resurrección, Dios lo ensalzó a su propia diestra en los cielos. Allí Él heredó todos los derechos del reino davídico, en espera del día en que Su Reino Milenario cubra toda la Tierra y sus enemigos sean totalmente destruidos (Salmo 110:1-2; Filipenses 2:8-11; Hebreos 10:12-13). Él es el  dueño legítimo del reino y “la llave de David”, la cual le fue dada por el Padre. El élder Bruce R. McConkie enseñó: “Desde los días de Adán se ha usado el término llave como símbolo de poder y autoridad. Las llaves son el derecho a la presidencia, y el que las posee lleva las riendas del gobierno dentro del campo y esfera de su nombramiento. En el antiguo Israel, David era un hombre de sangre y batalla, su espada era ley y su nombre era también símbolo de autoridad y poder. Así, cuando Isaías buscó la manera de expresar el poder y dirección supremos que poseía nuestro Señor, el Hijo de David; dijo estas palabras en el nombre del Señor: "Y pondré la a llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá." (Isaías 22:22.) Siglos más tarde, hablando de si mismo el Señor dijo a Juan: "Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene las llaves de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre." (Apo. 3:7.) Por lo tanto la llave de David es el poder absoluto que hay en Cristo por medio de la cual se expresa su voluntad en todas las cosas tanto temporales como espirituales” (Doctrina Mormona, págs. 436-437).
5El Señor, que conoce las obras de los santos de Filadelfia, se dirige a ellos diciendo: “he aquí, he puesto una puerta abierta delante de ti, la cual nadie puede cerrar, porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra y no has negado mi nombre”.  La palabra “puerta” (hebreo, pethah, abertura, portal; deleth, puerta; griego, thyra) en el Nuevo Testamento, se utiliza frecuentemente en sentido figurado, muchas veces en referencia a Cristo (Juan 10:1, 2, 7; Apocalipsis 3:20) y a veces a la oportunidad (Mateo 25:10; Hechos 14:27), la libertad y el poder (Colosenses 4:3). Es probable que, debido a su fidelidad y trabajo incansable por compartir el Evangelio, a los santos de Filadelfia se les abriría una puerta de oportunidad para predicar (1 Corintios 16:9; 2 Corintios 12:2). Por lo tanto, Cristo anima a los santos a aprovechar de lleno la oportunidad de compartir con otros el mensaje de salvación. Sin embargo, la puerta abierta puede significar algo más. En el Antiguo Testamento, la puerta (en hebreo, generalmente sha’ar, abertura; griego, pyle) era el lugar donde se reunía la gente para oír un anuncio importante (2 Crónicas 32:6; Jeremías 7:2; 17:19-27) o la lectura de la ley (Nehemías 8:1, 3) o donde los ancianos realizaban los asuntos legales (Deuteronomio 16:18; 21:18-20; Josué 20:4; Rut 4:1, 2, 11). La puerta también era el lugar de audiencia del rey o el jefe (2 Samuel 19:8; 1 Reyes 22:10; Daniel 2:48, 49). Figuradamente, las puertas se refieren a la gloria de una ciudad (Isaías 3:26; 14:31) o a la ciudad misma (Salmo 87:2; 122:2). Por todo ello, que el Señor abra una puerta ante los santos de Filadelfia podría significar que tendrán libre acceso a la presencia del Rey de reyes (Apocalipsis 4:1) y, en particular, que podrán entrar algún día por las puertas gloriosas de la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:2, 21:25-27) y que nadie lo podrá evitar, por cuanto son fieles. Aunque “tienes poca fuerza”, dice el Señor a los santos de Filadelfia “has guardado mi palabra y no has negado mi nombre”; por lo tanto, Él tampoco les negará ninguna bendición, sino que abrirá de par en par ante ellos la puerta de los cielos, donde “el guardián de la puerta es el Santo de Israel; y allí  él no emplea ningun sirviente, y no hay otra entrada sino por la puerta; porque él no puede ser engañado, pues su nombre es el Señor Dios” (2 Nefi 9:41).  La puerta abierta es figurativa de la vida eterna, la cual continúa abierta para nosotros en nuestra época si somos fieles como los santos de Filadelfia; y es el Señor mismo quien nos dará la bienvenida al pasar “por sus puertas con acción de gracias” (Salmo 100:4).
6La persecución y la calumnia no han sido ajenas a los miembros de la iglesia en Filadelfia. Cristo pasa a decir: He aquí, yo haré que los de la sinagoga de Satanás, los que dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten, he aquí, yo los obligaré a que vengan y adoren delante de tus pies, y sepan que yo te he amado”. Es posible que, como sucedió en Esmirna, los santos en Filadelfia hayan tenido problemas con los judíos locales. Jesús llama a estos “sinagoga de Satanás”. No obstante, por lo menos algunos de estos judíos están por darse cuenta de que lo que los cristianos han estado predicando acerca de Jesucristo es la verdad. El que “vengan y adoren delante de tus pies” puede que sea como lo que describe Pablo en 1 Corintios 14:24-25, de modo que en realidad se arrepientan y se conviertan a Cristo, al comprender claramente el gran amor de Jesús al haber entregado su vida a favor de sus discípulos (Juan 15:12-13). A los miembros de la comunidad judía en Filadelfia probablemente les sorprendería enterarse que algunos de ellos llegarían a formar parte de la iglesia en Filadelfia a la cual se oponían; sin embargo, esto no hubiera sido nada nuevo, pues en los días de Pablo, Sóstenes,  principal de la sinagoga judía de Corinto, abandonó el judaísmo y llegó a ser parte de la iglesia de Cristo (Hechos 18:17; 1 Corintios 1:1-2). Parecería que pronto algunos individuos de la comunidad judía en Filadelfia harían lo mismo.
7El Señor decide recompensar a los santos de Filadelfia por su fidelidad. Él les dice: Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la tentación que ha de venir en todo el mundo para probar a los que moran en la tierra”. Sin duda, aquellos fieles santos de Asia tuvieron que enfrentarse otra ola de terrible persecución a manos de la Roma imperial. La Cyclopedia de McClintock y Strong (Tomo X, pág. 519) informa: “Los emperadores se vieron obligados a notar el cristianismo debido a los tumultos que entre el populacho incitaron los sacerdotes paganos, quienes observaban con alarma el notable progreso de aquella fe, y por eso Trajano [98-117 después de J.C.] tuvo que decretar la supresión gradual de la nueva enseñanza que transformaba a los hombres en odiadores de los dioses. La administración de Plinio el joven como gobernador de Bitinia [colindante con la provincia romana de Asia, al norte] se complicó con asuntos que se desarrollaron como resultado de la rápida difusión del cristianismo y la consiguiente furia de la población pagana dentro de la provincia”.
Aunque no existen registros históricos que lo comprueben, ni en qué forma lo hizo, es de esperar que el Señor cumpliera su promesa a los santos de Filadelfia y los guardara de la hora de la prueba que azotó a su región a causa de la persecución romana.
8La fidelidad actual o pasada no es motivo para confiarse, y el Señor se lo hace saber a sus santos en Filadelfia: “He aquí, yo vengo pronto; reten lo que tienes para que ninguno tome tu corona”. Si los miembros de la iglesia en Filadelfia seguían siendo fieles y perseveraban hasta el fin, el Señor les garantizaría una corona en Su Reino, símbolo de realeza, poder y dominio. De no hacerlo, otros vendrían y ocuparían su lugar en el Reino de Dios; o, peor aún, Satanás, quien es ladrón y mentiroso (Juan 8:44, 10:10) les robaría a causa de su descuido lo que Dios había destinado para ellos.
9Las promesas del Señor a los santos de Filadelfia no se hacen esperar: “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.  Esta promesa tiene dos bendiciones maravillosas:
§  “Lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera”: En el Nuevo Testamento se utiliza la palabra stulos (pilar, columna) cuatro veces, todas en sentido figurado (Apocalipsis 3:12; 1 Timoteo 3:15; Gálatas 2:9; Apocalipsis 10:1). En la antigua Jerusalén el templo literal era el centro de la adoración de Jehová. En el pórtico de Salomón (un portal magnífico construido por Salomón en el lado oriental del área del templo) se hallaban dos columnas simbólicas Jaquín, al lado sur, y Boaz, al lado norte (heb., yakhin, él establecerá; bo’az, agilidad, fortaleza). Estas columnas fueron diseñadas por Hiram, de Tiro (1 Reyes 7:13-22).  Puesto que el templo al que Cristo se refiere está en los cielos (Hebreos 8:1-6; Apocalipsis 7:15), el que los santos se conviertan en columnas en el templo de Dios significaría que estarán en su presencia y, como él mismo lo dice: “nunca más saldrá[n]  fuera”. Ellos serán, juntamente con Cristo, reyes y sacerdotes del Más Alto Dios para siempre; comprobarán, como David, que “Bienaventurado el que tú escojas y hagas que se acerque a ti, para que habite en tus atrios. Seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo.” (Salmo 65:4) y al igual que los hijos de Coré dirán: “¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Mi alma anhela los atrios de Jehová y aun desfallece por ellos; mi corazón y mi carne cantan con gozo al Dios vivo. Aún el gorrión halla casa, y la golondrina nido para si, donde ponga sus polluelos, cerca de tus altares, oh Jehová de los ejércitos, Rey mío y Dios mío. Bienaventurados los que habitan en tu casa; continuamente te alabaran.” (Salmo 83:1-4;  compárese con Salmo 84:10 y 92:13).
§  “Escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo”: En las Escrituras encontramos la relación más cercana posible entre una persona y su nombre, siendo ambas prácticamente lo mismo, de manera tal que quitar el nombre era hacer desaparecer a la persona (Números 27:4; Deuteronomio 7:24). Olvidar el nombre de Dios es apartarse de él (Jeremías 23:27). Más aun, el nombre mostraba la persona tal cual ella se había revelado; por ejemplo, el nombre del Señor significaba el Señor en los atributos que él había manifestado: santidad, poder, amor, etc. A menudo, en las Escrituras, el nombre significa la presencia de la persona en el carácter revelado (1 Reyes 18:24). El ser enviado o el hablar en el nombre de alguien significaba ser portador de la autoridad de esa persona (Jeremías 11:21;  2 Corintios 5:20). El que Dios escriba sobre los santos victoriosos su nombre equivale a poner su esencia misma sobre ellos; es decir, identificar a esa persona como un dios, dándole sus atributos y autoridad. Su herencia es una plenitud de la gloria del Padre, “Entonces serán dioses, porque no tendrán fin; por consiguiente, existirán de eternidad en eternidad, porque continuarán; entonces estarán sobre todo, porque todas las cosas les estarán sujetas. Entonces serán adioses, porque tendrán todo poder, y los ángeles estarán sujetos a ellos” (D&C 132:20). Pero no sólo se escribirá sobre ellos el nombre de Dios, sino también el nombre de la ciudad santa, la Jerusalén Celestial (Salmo 87:5; Hebreos 12:22), lo cual representa que aquellos sobre los cuales se escriba dicho nombre tienen “ciudadanía…en los cielos” (Filipenses 3:20). Finalmente, en los vencedores estará escrito el nuevo nombre de Jesús (Apocalipsis 19:11-16). Al igual que el Padre, Cristo pondrá su nombre sobre nosotros, y nos hará como Él es, seres exaltados que compartirán con Él una relación íntima y participarán de Sus privilegios  (Lucas 22:28-29). Ciertamente, “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.


Apocalipsis 3:14-22


Reina – Valera 2009


Traducción de José Smith


14Y escribe al ángel1 de la iglesia en Laodicea2: He aqui, el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios3, dice:
15 Yo conozco tus obras, que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frio o caliente!
16 Pero porque eres tibio, y no frio ni caliente, te vomitaré de mi boca4.
17 Porque tu dices: Yo soy rico, y me he enriquecido y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no sabes que tu eres un desdichado, y miserable, y pobre, y ciego y desnudo5.
18 Yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego para que seas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio para que veas6.
19 Yo reprendo y disciplino a todos los que amo; se, pues, celoso, y arrepiéntete7.



20 He aqui, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con el, y el conmigo8.
21 Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.
22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias9.


14Y escribe al siervo1 dela iglesia…1



1En la TJS se emplea siervo en lugar de ángel para referirse a los obispos o autoridades presidentes de las siete iglesias, como ya se mencionó en versículos anteriores.
2 Hoy se pueden ver las ruinas de Laodicea cerca de Denizli, a unos 89 kilómetros al sudeste de Alasehir. Dicha ciudad se hallaba situada en el cruce de dos valles importantes y de tres rutas principales. En su época, Laodicea era uno de los centros comerciales más ricos del mundo antiguo. Situada en la provincia romana de Asia Menor y fundada por Antíoco II (261-246 a. de J.C.), Laodicea era la ciudad principal del “circuito” de las siete iglesias que están en Asia (Apocalipsis 1:4). Debido a que la ciudad quedaba en una de las grandes rutas de comercio asiáticas, esto le daba seguridad de prosperidad comercial. Laodicea se destacaba como un centro bancario. Era rica y se había enriquecido y no tenía ninguna necesidad (Apocalipsis 3:17). El valle Lico producía una lana negra brillante, el elemento principal de mantos y alfombras que hicieron famosa a la ciudad. En Laodicea también se hallaba una escuela de medicina y la producción de colirio, un famoso ungüento para los ojos  preparado con una piedra frigia. La falta de agua, un problema importante de la ciudad, se había resuelto encauzando aguas desde manantiales térmicos en la cercana ciudad de Hierápolis, a corta distancia hacia el norte, los cuales enviaban agua caliente por los riachuelos que corrían hacia el sur. Así, cuando el agua llegaba a la ciudad eran todavía tibias. Las figuras presentadas en el mensaje a Laodicea reflejan todas estas actividades, y también las cualidades vomitivas del agua tibia llena de soda de la cercana ciudad de Hierápolis, la fuente de origen del suministro de agua para Laodicea. Irónicamente esta ciudad a menudo era llamada “la Ciudad del Compromiso” lo cual parecía ser el problema mismo que afectaba a los miembros de la iglesia del lugar.

Ruinas de Laodicea
3En su mensaje a Laodicea, Cristo se identifica mediante tres nombres que resaltan ciertos aspectos de Su naturaleza divina:
§  “El Amén”: El vocablo “Amén” deriva de un verbo hebreo que significa “sostener o afirmar”. antiguamente era una exclamación verbal de aprobación de una oración, concepto o voto. Usado al comienzo de un discurso significaba veracidad y seguridad. Usado después de una oración o declaración de doctrina, significaba que el orador y el escucha aceptaban lo dicho como vigente y válido para sí. Así es como se usa hoy en día comúnmente. Mediante Cristo todos los actos, doctrinas y ordenanzas reciben el sello de la verdad y validez; de este modo el Salvador se caracteriza como el Gran Amén. Pablo enseñó esto mismo al decir: “Porque todas las promesas de Dios son sí en Él, y Amén en Él, por medio de nosotros, para la gloria de Dios... quien también nos ha sellado y nos ha dado la garantía del Espíritu en nuestros corazones” (2 Corintios 1:20-22). El título toma significado adicional al recordar que los santos de Laodicea estaban turbados por un problema de tibieza y falta de compromiso personal, lo cual era justamente lo opuesto a la afirmación de “Amén”.
§  “El Testigo Fiel y Verdadero”: Cristo se identifica como el “Testigo Fiel”. De acuerdo con las palabras de Pablo, el “Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús…es fiel al que le constituyó” (Hebreos 3:1-2). De Él se testifica que “Cristo, como hijo fue fiel sobre la casa de Dios” (Hebreos 3:6). Ciertamente, nadie supera a Jesucristo en su fidelidad y obediencia a Dios, de cuya verdad testificó. Cristo es también el “Testigo Verdadero”; de hecho, Cristo es la Verdad misma, lo que significa que es la personificación perfecta de toda verdad. "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6; Éter 4:12), "Yo soy el Espíritu de verdad." (D&C 93:26.) Es el campeón de la verdad, el revelador de la verdad y el defensor de la verdad. Su palabra es verdad y todas sus obras se conforman a ella. "Es lleno de gracia y verdad" (2 Ne. 2:6; Juan 1:14, 17; D. Y C. 93:11), y vino al mundo para "dar testimonio a la verdad." (Juan 18:37.)
§  “El Principio de la Creación de Dios”: Cristo es llamado  “el principio” en diversas ocasiones, todas  ellas indicando su preeminencia y supremacía (Colosenses 1:18). El referirse a Él como “el principio de la creación de Dios” nos enseña que Cristo es el origen, la fuente o causa primera de todo lo creado, el Creador. Pablo nos enseña esto en Colosenses 1:15-17 cuando dice que Cristo “El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque por Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados,  sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y por Él todas las cosas subsisten”.
4La reprensión no se hace esperar para los miembros de la iglesia en Laodicea. Sin ningún elogio previo, Cristo les dice: “Yo conozco tus obras, que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frio o caliente! Pero porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Como las aguas que fluyen a su ciudad, los santos de Laodicea se han hecho tibios. Así como el agua tibia y llena de soda procedente de Hierápolis era un vomitivo natural, de igual manera la actitud de los laodicenses le provocaba náuseas al Señor por su tibieza espiritual. Los laodicenses se han vuelto indolentes espirituales, porque, según parece, dan por sentadas muchas cosas. Cristo, a quien como cristianos deberían haber imitado, siempre mostró celo ardiente en el servicio a Dios y la causa de Su Padre (Juan 2:17). Además, para los mansos Él siempre ha sido tierno y apacible, tan refrescante como un vaso de agua fresca en un día de intenso calor (Juan 4:13-14, 7:37-38). Los laodicenses no son ni una cosa ni la cosa. No son activos y celosos en la obra de Dios, ni se declaran abiertamente a favor del mundo; están, por así decirlo, en un punto intermedio, tratando de servir a Dios mientras son amigos del mundo, lo cual es imposible pues “Ninguno puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se apegará al uno y menospreciará al otro” (Mateo 6:24). Son una iglesia mundana que se niega a asumir un compromiso total con el Señor. Pero Él se niega a aceptar una iglesia tibia y, de no arrepentirse, los laodicenses serán vomitados de la boca del Señor; es decir, rechazados como iglesia. Ellos harían bien en considerar las palabras de Santiago: “Adúlteros y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El celosamente anhela el espíritu que mora en nosotros?” (Santiago 4:4-5).
5Laodicea recibe del Señor la reprensión más dura de todas. A ellos, Cristo les dice: “Porque tu dices: Yo soy rico, y me he enriquecido y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no sabes que tu eres un desdichado, y miserable, y pobre, y ciego y desnudo”.  Puesto que viven en una ciudad acaudalada, los laodicenses se sienten seguros porque poseen riquezas. Puede que su estilo de vida haya sido afectado por el estadio, los teatros y los gimnasios que abundaban en su ciudad, y se hayan hecho “amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3:4). Pero los laodicenses, ricos en sentido material, son pobres en sentido espiritual  (Mateo 6:19-21, Lucas 12:21). Aunque ellos crean que son ricos y no tienen necesidad de nada, a los ojos del Señor, quien “escudriña los corazones de todos y entiende toda imaginación de los pensamientos” (1 Crónicas 28:9), ellos son desdichados, miserables, pobres, ciegos y desnudos. No debemos permitir que le materialismo, las riquezas ni la ausencia de riquezas nos entibien. Las riquezas pudieran contribuir a que tuviéramos nuevas posibilidades de servicio (Jacob 2:18-19), pero también pueden ser peligrosas (Mateo 19:24; 2 Nefi 9:42; Jacob 2:13-14). El acomodado talvés piense que no necesita ser tan celoso como otros en su servicio a Dios, con tal que haga donaciones generosas de vez en cuando. O pudiera pensar que el ser rico le da derecho a ciertos favores. Además, hay muchos placeres y pasatiempos de que puede disfrutar una persona rica que están vedados a otras. Pero esas diversiones consumen tiempo y pueden apartar de su actividad en la iglesia a los que se descuidan, de modo que se hacen tibios.
Aunque su ciudad es famosa por un ungüento contra la ceguera, los laodicenses son ciegos espiritualmente, de modo que no son capaces de ver su lamentable estado ante Dios (Proverbios 16:2; 21:2).  Su amistad con el mundo les ha costado su visión espiritual, pues “el dios de este mundo cegó [su] entendimiento… para que no les resplandezca la  luz del evangelio” (Véase 2 Corintios 4:4 y compárese con Isaías 59:10, Efesios 4:18, 2 Pedro 1:9, 1 Juan 2:11). Además, a pesar de la ropa fina que hayan comprado con su riqueza material, a los ojos del Señor están desnudos. No tienen prendas de vestir espirituales que los identifiquen como discípulos de Cristo (Apocalipsis 16:15). Aparentemente, los laodicenses se habían engañado a sí mismos pensando que podían agradar a Dios con simplemente asistir de vez en cuando a las reuniones. Se habían llenado de una actitud de autocomplacencia que brota de depender de las posesiones materiales y los recursos humanos; eran “oidores de la palabra”, pero no hacedores (Santiago 1:22). Al igual que ellos, muchos miembros de la iglesia en nuestra época ponen su corazón en la ropa, los automóviles y la adquisición bienes materiales, viviendo una vida que tiene como centro la recreación y el placer (1 Timoteo 6:9-10; 1 Juan 2:15-17). Todo esto resulta en un embotamiento de la percepción espiritual (Hebreos 5:11-12), que no les permite ver lo desdichados y miserables que son en sentido espiritual.
6Cristo, el médico por excelencia, conoce perfectamente la cura para la ceguera de los laodicenses; pero no sólo para su ceguera, sino también para su pobreza y desnudez. Él les amonesta diciendo: “Yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego para que seas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio para que veas”. El reino de Dios y su justicia es la verdadera riqueza. Es el tesoro escondido (Mateo 13:44), la perla preciosa por la cual debe dejarse todo para adquirirla (Mateo 13:45). En palabras de Elifaz: “Si te vuelves al Omnipotente, serás edificado; alejarás de tu tienda la iniquidad. Y tendrás mas oro que tierra, y oro de Ofir como piedras de arroyo. Y el Todopoderoso será tu oro, y tendrás plata en abundancia. Porque entonces te deleitarás en el Omnipotente, y alzarás a Dios tu rostro. Orarás a Él, y Él te oirá; y tu cumplirás tus votos.” (Job 22:23-27). Dios es ese oro precioso e incorruptible que debemos tener en nuestra vida, y a quien debemos amar por encima de cualquier riqueza material. Ese oro, nuestra comunión íntima con Dios, nos ha sido ofrecida gratuitamente por Jesucristo a través de su sacrificio expiatorio. Él nos invita diciendo: “¡Venid, comprad y comed! Venid, comprad sin dinero y sin precio” (Isaías 55:1-2). El oro refinado en el fuego que Cristo nos ofrece nos hará verdaderamente ricos, pues “He aquí, rico es el que tiene la vida eterna” (D&C 6:7), y “esta es la vida eterna: que te  conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
Jesucristo no sólo les ofrece oro refinado, sino también vestiduras blancas para que los laodicenses se vistan y no se descubra la vergüenza de su desnudez. Si los laodicenses acuden al Señor, Él los vestirá con su santidad y los hará dignos de su reino, cubriendo por completo la vergüenza de su desnudez e impurezas pasadas (Isaías 22:21; 61:10; Zacarías 3:4-5). Así se pueden poner, no las costosas vestiduras de lana negra que se hacen en la misma Laodicea, sino vestiduras blancas que proclaman que tienen el privilegio de ser seguidores de Jesucristo (Compárese con 1 Timoteo 2:9-10; 1 Pedro 3:3-5; Apocalipsis 19:8).
También amonesta a los laodicenses a buscar curación para su ceguera espiritual comprando colirio (pomada curativa para los ojos), no de los sanadores locales, sino de la clase que sólo Cristo puede proveer. Esto les ayudaría a obtener discernimiento espiritual, y les permitiría poner la mira únicamente en la gloria de Dios (Proverbios 4:25-27; 2 Corintios 4:18; Colosenses 3:2-3; D&C 4:5).
7La disciplina y amonestación del Señor no es con fines destructivos, todo lo contrario, es una expresión de su amor. A los santos de Laodicea les dice: “Yo reprendo y disciplino a todos los que amo; se, pues, celoso, y arrepiéntete”. La disciplina de Jesús es señal de su amor (Hebreos 12:4--11). La iglesia en Laodicea debe aprovechar Su interés afectuoso y aplicar Su consejo. Deben arrepentirse y reconocer que su tibieza equivale a pecar (Hebreos 3:12-13; Santiago 4:17).  La disciplina de Dios es parte de su labor como Juez, Señor y Padre de la humanidad (Salmo 94:10; Proverbios 3:11-12), jamás debemos menospreciarla, pues ella nos conducirá a su presencia y depurará de toda impureza si  somos dóciles y se lo permitimos (Proverbios 1:7; 6:23; 12:1; 13:1; 13:18; 15:10; 15:32; 1 Corintios 11:32).
8Jesús pasa a decir: “He aqui, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con el, y el conmigo”. Si los laodicenses tan solo recibieran a Jesús en sus corazones y le hicieran un inquilino permanente en sus vidas, y no sólo aparentaran llevar Su nombre como hasta ahora lo han estado haciendo, Él les ayudaría a vencer su tibieza. Sin duda, el que Cristo mencione la cena les recuerda a los laodicenses las ocasiones en que Él comió con Sus discípulos (Juan 12:1-8, 13:1-20). Los presentes siempre recibieron bendiciones espirituales en ellas. También, después de la resurrección de Jesús, hubo ocasiones notables en que Él estuvo en una comida con sus discípulos (Lucas 24:28-32; Juan 21:9-19). Por eso, su promesa de entrar en la vida, congregación y hogar de los laodicenses y cenar con ellos, es una promesa de llevarles ricos beneficios espirituales y compartir momentos de dulce comunión con Él, si tan solo ellos lo reciben. En la puerta del corazón no habrá forcejeos ni intentos de entrar violentamente por parte del Señor, Cristo respetará nuestro deseo y permitirá que cada uno de nosotros elija si le deja entrar o le deja afuera. La decisión es solamente nuestra.
Además de lo anterior, Jesús quizás haya tenido presente otra cena. Leemos después en Apocalipsis 19:9: “Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero.”. Este es el majestuoso banquete de victoria después que Él ha ejecutado Su juicio sobre el mundo. Un banquete en el cual todos, si aceptan Su invitación y van correctamente vestidos de rectitud, banquetearán con el Novio en esa cena (Mateo 22:2-13).
9El mensaje a Laodicea concluye con una promesa. Si los laodicenses vencen su tibieza y se arrepienten Él les promete: “Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono”. Cristo les ofrece nada menos que sentarse con Él en su trono durante el Reino Milenial y por las eternidades en la gloria celestial. Como Juan lo registró anteriormente, Jesucristo nos ha hecho “reyes y sacerdotes para Dios, su Padre” (Apocalipsis 1:6), de modo que ocupemos tronos alrededor del propio magnífico trono celestial de Dios (Apocalipsis 4:4). Durante la última cena con sus discípulos, Cristo les prometió: “...vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asigno mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos…” (Lucas 22:28-30). Ahora, en Apocalipsis 2:21, el Señor extiende esa promesa a cada uno de nosotros.

Como en el caso de los mensajes anteriores, Jesús termina este con palabras de exhortación: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”,  concluyendo así los mensajes a las siete congregaciones del Asia Menor.

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