Capítulo Dos:
“EL TESTIMONIO DE JUAN A LAS
SIETE IGLESIAS QUE ESTAN EN ASIA”
(Apocalipsis 2-3)
Por Fernando E. Alvarado
Introducción:
Estos capítulos contienen las amonestaciones del Señor a las siete iglesias del Asia Menor, destinatarias originales de este libro. En ellos, Cristo se dirige a las siete congregaciones para ponerlas en guardia contra los peligros que las amenazan de dentro y de fuera, y para animarlas a permanecer fieles a pesar de las dificultades. En los siete mensajes (2:1-3:22) se describe la situación de las iglesias presentando sus aspectos positivos y sus deficiencias. No obstante, y pese a que abordan problemas específicos de dichas congregaciones, los mensajes, advertencias y promesas que en ellos se hacen son perfectamente aplicables a la Iglesia del Señor en su totalidad y en cualquier periodo de la historia. Cada uno de los siete mensajes contiene: (1) Una breve caracterización de Cristo, tomada generalmente de la visión del capítulo 1; (2) una alabanza a las buenas cualidades de la iglesia a la cual se dirige (excepto Laodicea); (3) una censura por sus faltas (excepto Esmirna y Filadelfia); (4) una promesa especialmente dirigida al vencedor, y (5) la fórmula: El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Bosquejo General:
I.
El mensaje a Éfeso (2:1-7)
II.
El mensaje a Esmirna (2:8-11)
III.
El mensaje a Pérgamo (2:12-17)
IV.
El mensaje a Tiatira (2:18-29)
V.
El mensaje a Sardis (3:1-6)
VI.
El mensaje a Filadelfia (3:7-13)
VII.
El mensaje a Laodicea (3:14-22)
Apocalipsis
2:1-7
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Reina –
Valera 2009
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Traducción de José Smith
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1Escribe
al ángel1
de la iglesia en Éfeso2:
El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los
siete candeleros de oro, dice esto3:
2 Yo conozco tus obras, y
tu arduo trabajo y tu paciencia; y que tu no puedes soportar a los malos, y
has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los has
hallado mentirosos;
3 y has sufrido, y has
tenido paciencia, y has trabajado arduamente por mi nombre y no has
desfallecido4.
4 Pero tengo contra ti que
has dejado tu primer amor5.
5 Recuerda, por tanto, de
donde has caído, y arrepiéntete y haz las primeras obras; pues si no, vendré
pronto a ti y quitaré tu candelero de su lugar, si no te arrepientes6.
6 Pero tienes esto, que
aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco7.
7 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere,
le daré a comer del árbol de la vida, el cual esta en medio del paraíso de
Dios8.
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1Escribe
al siervo1
de la iglesia en Éfeso2:
El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los
siete candeleros de oro, dice esto3…
(Nota: En la TJS se
emplea “siervo” en lugar de “ángel” en los versículos 1, 8, 12 y 18.)
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1En
la TJS se emplea “siervo”
en lugar de “ángel”
en los versículos 1, 8, 12 y 18. Esto se debe a que la revelación iba dirigida
a los oficiales presidentes de las siete congregaciones del Asia Menor, y no a
los seres celestiales denominados ángeles.
La Actual Ciudad de Éfeso
2Éfeso
(gr., Ephesos, deseable) era un puerto orgulloso, rico y activo, rival
de Alejandría y Antioquía de Siria. Aunque no era la capital de la provincia
romana en Asia Menor, Éfeso era una de las ciudades principales del imperio.
Era la cuarta ciudad en población y tamaño y la más grande de las ciudades del
Asia Menor. Su ubicación estratégica la hizo no solamente un puerto importante
sino el lugar e cruce de caminos y rutas de comercio. Construido cerca del
santuario de una antigua diosa anatoliana de la fertilidad, Éfeso se convirtió
en el centro de un culto oriental. La deidad anatoliana había sido asumida por
los griegos bajo el nombre de Artemisa, la Diana de los romanos. Diana era la
diosa romana de la luna. Hija de Júpiter, era hermana melliza de Apolo, a quien
se le asociaba con el sol, como a ella con
la luna. Se la representaba como una cazadora virgen y era adorada por muchos.
Cuando el culto griego penetró a Italia alrededor del año 400 a. de J.C., los
italianos identificaron a Diana con la diosa Artemisa de ellos, su doble
griego. El culto a ella era puro en comparación con el culto sensual de los
dioses y diosas de oriente. Sin embargo, la “Artemisa (o Diana) de los efesios”
mencionada en Hechos 19:24-35 y sus mitos, eran de un tipo muy distinto a su
par griega. Sus santuarios de plata (Hechos 19:24) eran pequeños templos con
una imagen de Artemisa como se la imaginaban los asiáticos, una combinación de
la diosa virgen griega con sus muchos senos y la obscena diosa semita de la
luna, Astarté. La diosa y su culto hallaron expresión en el famoso templo, el cual era servido,
como el de Afrodita en Corinto, por una hueste de sacerdotisas cortesanas o
“prostitutas sagradas”.
Para los efesios, Artemisa
era la gran madre asiática que amamantaba a los dioses, hombres, animales y
plantas, y era la patrona del instinto sexual. Las imágenes de ella, en lugar
de ser artísticamente hermosas como las de los griegos, eran feas, más como las
imágenes lascivas de India y Tiro y Sidón. El culto especial a ella estaba
centrado en el gran templo en Éfeso, probablemente por un interesantísimo
meteorito rocoso que supuestamente había caído del cielo (Hechos 19:35). Las
fiestas de Diana eran comercializadas y, entre los plateros, una gran industria
se dedicaba a hacer santuarios e ídolos para adorarla. La predicación de Pablo
interfirió con este comercio y provocó una violenta oposición a él.
Diana o Artemisa, principal deidad de Éfeso
Debido a su comercio
centrado en el culto a Artemisa, Éfeso se convirtió en un lugar de peregrinaje
para los adoradores-turistas, todos ansiosos por llevarse talismanes y
recuerdos; de ahí el próspero gremio de plateros que vivía de la fabricación de
altares e imágenes de plata de la piedra meteórica que se suponía ser la imagen
de Diana caída del cielo. Éfeso se apoyaba cada vez más en el comercio que seguía el culto y decayó el comercio
en el puerto, ya que éste se estaba llenando con el cieno del río Cayster, y,
aunque seguía siendo una ciudad importante, Éfeso estaba en un estado de
decadencia gradual.
Templo de Diana o Artemisa en Éfeso
En el primer siglo Éfeso era
ya una ciudad moribunda, viviendo, como Atenas, de su reputación, un curioso
lugar donde se reunían las antiguas y nuevas religiones de Oriente y Occidente
(Hechos 19). La decadencia de Éfeso era una enfermedad mortal y es posible
detectar en el mensaje de Juan a la
iglesia en Éfeso un toque del cansancio que caracterizaba a la comunidad
decadente.
Después de la caída de
Jerusalén en el año 70 D.C., la ciudad llegó a ser el centro de la iglesia
cristiana durante muchos años hasta que el centro gradualmente se cambió a
Roma.
3El
Señor reveló que “las siete estrellas son los siervos de las siete iglesias”,
y que “los siete candeleros…son las siete iglesias…” (TJS
Apocalipsis 1:20). De modo que, cuando el Señor afirma que “tiene las siete
estrellas en su diestra” y “que anda en medio de los siete candeleros de
oro”, pretende llamar la atención a un rasgo que manifiesta su puesto de
autoridad. Con estas palabras Cristo les recuerda a los oficiales presidentes
de Éfeso, que están bajo su propia tutela y dirección protectora, y que todas las congregaciones se hallan bajo su
inspección y vigilancia continuas. Él ha continuado ejerciendo esa jefatura
amorosa hasta nuestro tiempo, vigilando por el bienestar de sus líderes
debidamente llamados “por profecía y la imposición de manos, por aquellos
que tienen la autoridad” (AdeF. 5), y pastoreando bondadosamente a todas
sus ovejas (Juan 10:7-15). Jesús es el “Príncipe de los pastores”, (1
Pedro 5:2-4), el “Pastor y Obispo de nuestras almas” (1 Pedro 2:25)
quien nombra y releva a sus ministros según sea necesario (Véase Hechos 20:28 y
compárese con 1 Samuel 2:27-30) y en cuyas manos están para ser instrumentos
útiles y dirigir la iglesia por revelación (D&C. 20:45, 25:7, 43:7-10, 46:2).
Visión de Juan
4Iniciando
con el mensaje a Éfeso, Cristo establece un modelo para sus siete mensajes a
excepción de dos (Sardis y Laodicea), al empezar con palabras alentadoras de
encomio. Para los efesios tiene este mensaje: “Yo conozco tus obras, y tu
arduo trabajo y tu paciencia; y que tu no puedes soportar a los malos, y has
puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado
mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente
por mi nombre y no has desfallecido” (Apocalipsis 2:2-3). Años antes, el
apóstol Pablo había advertido a los santos de Éfeso, y en particular a aquellos
llamados como obispos, acerca de “lobos rapaces” o apóstatas que
perturbarían al rebaño, y les advirtió que se mantuvieran alertas y siguieran su ejemplo de
trabajo incansable (Hechos 20:29-31). Puesto que Jesús ahora los encomia por su
“arduo trabajo y… paciencia” (v. 2), y por no haber “desfallecido”
(v. 3), parece que habían aplicado aquel consejo.
5A
pesar del elogio previo por su trabajo incansable, a continuación, sin embargo, como en el caso
de cinco de las siete congregaciones, Cristo llama atención específica a un
problema serio. El Señor dice a los efesios: “Pero tengo contra ti que has
dejado tu primer amor” (v. 4). Ellos no deberían haber fallado a este
respecto, porque 35 años antes Pablo les había escrito con referencia al gran
amor de Dios “con que nos amó” (Efesios 2:4), y los había instado a hacerse “imitadores
de Dios como hijos amados”, y a andar “en amor, como
también Cristo nos amó” (Efesios 5:1-2). El mandato de: “Amarás, pues,
al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y
con todas tus fuerzas” (Marcos 12:29-31) parecía haberse borrado del
corazón de los efesios, quienes habían perdido aquel primer amor.
La experiencia de los
efesios debe servirnos en nuestra época para no caer en ese estado de letargo e
indiferencia espiritual. Sea que llevemos mucho tiempo en la iglesia o que nos
hayamos unido a ella recientemente, debemos estar alerta para no perder el
primer amor que sentimos por Jesucristo. Pudiéramos permitir que nuestro apego
al trabajo seglar, el deseo de acumular dinero o la búsqueda de placeres se
hicieran lo más importante de la vida para nosotros. Así, podríamos
convertirnos en personas de mente carnal más bien que espiritual (Romanos
8:5-8; 1 Timoteo 4:8, 6:9-10). El amor que le tenemos al Señor debería
impulsarnos a corregir tendencias de ese tipo y a seguir buscando “primeramente
el reino de Dios y su justicia”, para acumular “tesoros en el cielo” (Mateo 6:19-21,
6:31-33). Que nuestro servicio a Dios siempre tenga como motivo el amor
profundo y sincero que le tenemos. Apreciemos fervorosamente todo lo que
nuestro Padre Celestial y Jesucristo han hecho por nosotros. Como Juan mismo
escribió después: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en
que el nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”.
Juan pasa a decirnos: “Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece
en Dios, y Dios en el”. Podemos expresar ese amor, no solo a través del
servicio celoso en su obra, sino también al obedecer el siguiente mandamiento: “El
que ama a Dios, ame también a su hermano.” (1 Juan 4:10, 4:16, 4:21; véanse
también 1 Pedro 4:8; Colosenses 3:10-14; Efesios 4:15).
6Si
los santos de Éfeso no deseaban ser castigados, tenían que reavivar el amor que
antes sentían. “Recuerda, por tanto, - les dice Jesús- de donde has
caído, y arrepiéntete y haz las primeras obras [Es decir, el deber que
tenían para con el ministerio]; pues si no, vendré pronto a ti y quitaré tu
candelero de su lugar, si no te arrepientes”
(Apocalipsis 2:5). De no hacerlo, entonces su lámpara les sería apagada y
su candelero les sería quitado. Perderían su privilegio de hacer brillar la
verdad y serían desechados como iglesia (Juan 15:1-2, D&C. 56:1-3).
Aunque advierte a los santos
de Éfeso que serán castigados si continúan en su mal proceder, el Señor también
les promete que serán perdonados si se arrepienten. De las Escrituras
aprendemos que: “Aun cuando el Señor pueda disciplinar a Sus hijos en la vida
terrenal, esa disciplina se ve atenuada por medio de Su misericordia y de Su
compasión, a medida que ellos le escuchan y le obedecen (D. y C. 101:2–9; 3
Nefi 22:8–10). Entre los que escapan a la ira de Dios se encuentran todas
aquellas personas que se arrepienten y guardan los mandamientos, y se preparan
para la hora del juicio que vendrá, donde se nos recogerá “en la tierra de Sión
y sus estacas… para refugio…” (D. y C. 115:6; cotéjese con Alma 12:33–37;
13:30; D. y C. 88:76–88; 98:22). Aun la ira de Dios tiene por objeto
beneficiarnos, porque a quienes Él ama, disciplina (D. y C. 95:1; cotéjese con
Hebreos 12:6–11)” (“Wrath of God”, en Encyclopedia of Mormonism, 4:1598).
A nosotros, como a los
santos efesios, el Señor también nos advierte que la falta de preparación
espiritual (Mateo 25:1-13), el desinterés en el cumplimiento de nuestros
deberes (Mateo 25:14-30), o la pérdida de amor hacia Dios y el prójimo (Mateo
25:31-46), serán castigados con la pérdida de la recompensa que, de otro modo,
hubiera sido nuestra. Sólo el arrepentimiento, y volver “al primer amor”, puede
alejar de nosotros el castigo del Señor.
7A
pesar de su letargo espiritual los efesios tenían ciertas virtudes que merecían
ser elogiadas por el Señor. Cristo les dirige este alentador mensaje: “Pero
tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también
aborrezco” (Apocalipsis 2:6). Los nicolaítas
eran un grupo de personas cuyas obras fueron aborrecidas tanto por el Señor
como por la iglesia en Éfeso (Apocalipsis 2:6), y cuya doctrina era defendida
por algunos dentro de la iglesia en Pérgamo (Apocalipsis 2:15). Su doctrina era
similar a la de Balaam, a través de cuya influencia los israelitas comieron
cosas sacrificadas a los ídolos y cometieron fornicación (Apocalipsis 2:14,
15). En el siglo III, existió una secta de los nicolaítas entre los gnósticos,
los cuales ligaban aspectos del cristianismo tradicional con ideas atractivas
tomadas de la filosofía griega y la religión oriental, la magia y la
astrología. Dentro del Nuevo Testamento hay referencias a aseveraciones y
enseñanzas que podrían ser la raíz que condujo al surgimiento de la herejía
gnóstica y de los nicolaítas. Hubo una herejía en la iglesia de Colosas
(Colosenses 2:8-23) y una enseñanza falsa en las iglesias que Timoteo conocía
(1 Timoteo 1:4; 4:3; 2 Timoteo 2:18; 3:5-7) que puede llamarse gnosis falso
(1 Timoteo 6:20-21). Luego en las epístolas de Juan hay referencias a una
enseñanza falsa acerca de la realidad de la humanidad de Jesús (1 Juan 4:3; 2
Juan 1:7). Este tipo de doctrinas falsas se propagaron y florecieron en los
siglos II y III, infiltrando muchas de sus ideas en la cristiandad de la época.
8Finalmente,
como hace también en sus otros mensajes, Cristo alienta a los santos
prometiéndoles ciertas recompensas por su fidelidad. A los efesios dice: “El
que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere,
le daré a comer del árbol de la vida, el cual esta en medio del paraíso de
Dios” (Apocalipsis 2:7).
Debe tenerse en cuenta que el
don del Espíritu Santo nos ha sido dado como arras o garantía de todo lo que
Dios tiene guardado como herencia para nosotros (2 Corintios 1:22; Efesios
1:13-14), por eso, cada una de las promesas de recompensa hecha a las sietes
congregaciones del Asia Menor se presenta como “lo que el Espíritu
dice a las iglesias” (Apocalipsis 2:7, 2:11, 2:17, 2:29, 3:6, 3:13, 3:22), significando
que es por medio de ese Santo Espíritu de la promesa que toda bendición prometida
será confirmada sobre los fieles (D&C. 76:53; 88:3–4, 124:124). A los
efesios se les promete que comerán “del árbol de la vida, el cual esta en
medio del paraíso de Dios”.
Según el relato bíblico, si
Adán y Eva hubieran participado del árbol de la vida hubieran vivido para
siempre (Génesis 3:22-24); el Libro de Mormón confirma esta enseñanza (Alma
12:23, 12:26). La promesa de que los fieles comerán del árbol de la vida
implica inmortalidad y vida eterna, “el máximo de todos los dones de Dios” (D&C.
6:13). En el sueño de Lehi, el árbol de la vida y su fruto representan el amor
de Dios (1 Nefi 11:21-22, 11:25, 15:36) y es a la vez un símbolo de Jesucristo
(1 Nefi 11:14-21) cuya carne es verdadera comida y garantiza la vida eterna por
medio de su expiación (Juan 6:47-58). Porque el árbol de la vida se haya en
medio del paraíso de Dios, participar de él significa morar en la presencia del
Padre y gozar de vida eterna, es decir, la clase de vida que Dios y Jesucristo
tienen (Juan 17:3, D&C. 132:20-24).
Apocalipsis
2:8-11
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Reina –
Valera 2009
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Traducción de José Smith
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8
Y escribe
al ángel1
de la iglesia en Esmirna2:
El primero y el postrero, el que estuvo muerto y volvió a vivir, dice esto3:
9 Yo conozco tus obras, y
tu tribulación, y tu pobreza (pero tu eres rico) y la blasfemia
de los que dicen ser judíos y no lo son, sino que son sinagoga de Satanás4.
10 No tengas ningun temor
de las cosas que has de padecer. He aquí, el diablo va a echar a algunos de
vosotros a la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación durante
diez días. Se fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona
de la vida5.
11 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no recibirá daño de
la segunda muerte6.
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8 Y
escribe al siervo1
de la iglesia en Esmirna2:
El primero y el postrero, el que estuvo muerto y volvió a vivir, dice esto…3
(Nota: En la TJS se
emplea “siervo” en lugar de “ángel” en los versículos 1, 8, 12 y 18.)
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Antigua Ciudad de Esmirna
2Esmirna
era un importante puerto en la costa occidental del Asia Menor. Llamada por
muchos escritores antiguos “La Joya de Asia”, Esmirna le disputó a Éfeso el
derecho de ser llamada la principal ciudad de Asia. Situada sobre una bahía
excelente que todavía es uno de los puertos principales de Turquía (actualmente
llamado Izmir), Esmirna era un importante centro comercial. Destruida por el
terremoto del año 627 a. de J.C., fue completamente reedificada por Lisímaco,
uno de los sucesores de Alejandro el Grande, alrededor del año 190 a. de J.C. Por
esta razón fue una de las pocas ciudades planificadas del mundo antiguo. Ya en
el año 195 a. de J.C. Esmirna levantó u templo a la diosa de Roma y desde
entonces fue una de las primeras
ciudades en abrazar el culto imperial (la adoración del emperador); de hecho,
le pidió a Tiberio el permitir a la comunidad construir un templo a su deidad.
El permiso fue concedido, y Esmirna construyó el segundo templo asiático al
emperador. Debido a que la ciudad había adorado a Roma como a un poder
espiritual desde el 195 a. de J.C., Esmirna gozaba de cierto orgullo histórico por
su culto al César. Además, Esmirna era famosa por la ciencia, medicina y la
majestad de sus edificaciones.
Apolonio de Tíana se refirió
a su “corona de pórticos”, un círculo de bellísimas edificaciones públicas que
rodeaban la cima del monte Pagus como una diadema; de aquí la referencia de
Juan (Apocalipsis 2:10).
A la luz del ánimo especial
dado al “siervo” de dicha
congregación (Apocalipsis 2:9-10), es interesante notar que Policarpo, el obispo
de Esmirna (quien había sido un
discípulo de Juan), fue hecho mártir en 155 d. de J.C cuando rehusó negar a
Cristo. Fue quemado vivo y golpeado con una espada mientras las llamas lo
rodeaban.
3Al
decir esto a aquellos santos de Esmirna, Cristo les recuerda que Él es “el
primero y el postrero”, lo cual recalca su preeminencia y superioridad
sobre todo lo creado, así como su eternidad. Él es la causa primera de todo (3
Nefi 9:15) y quien, cuando todo haya fenecido, seguirá siendo el mismo (Hebreos
1:10-12). Pero Cristo es también “el que estuvo muerto y volvió a vivir”,
lo cual lo convierte en el Amo de la vida y de la muerte (Romanos 6:9; 1
Corintios 15:22-26, 15:54-57). Esto nos recuerda también que Él es nuestro
Salvador, quien dio “su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28; 1
Timoteo 2:5-6).
4Esmirna
es, junto a Filadelfia, una de las dos congregaciones a las cuales nuestro
Señor no hace crítica alguna, sólo los encomia afectuosamente. Han sufrido
mucha tribulación por su fe. En sentido material son pobres, quizás por ser
fieles (Hebreos 10:34). Sin embargo, se interesan principalmente en las cosas
espirituales, y han acumulado tesoros en el cielo, como aconsejó Jesús (Mateo
6:19-20). Por eso, para el Señor son ricos (Santiago 2:5; D&C. 6:7, 11:7).
Particularmente el Señor Jesús llama la atención a que los santos de Esmirna
han soportado mucha oposición de judíos carnales. En días anteriores, muchos
practicantes de la religión judía se habían opuesto resueltamente a la difusión
del Evangelio (Hechos 13:44-45, 14:19). Ahora, sólo unas décadas después de la
caída de Jerusalén, aquellos judíos de Esmirna despliegan el mismo espíritu antagónico;
por lo que no es raro que Jesucristo los llame “sinagoga de Satanás”. El
apóstol Pablo y Jesucristo concuerdan aquí en que “no es judío el que lo es
exteriormente… sino que es judío el que lo es en lo interior” (Romanos
2:28-29); de hecho, “vendrán muchos del oriente y del occidente, y se
sentaran con Abraham, e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; más los hijos
del reino serán echados a las tinieblas de afuera” (Mateo 8:11). Con dolor,
Pablo afirma que aunque “en cuanto a la elección son muy amados por causa de
los padres”, la mayoría de los judíos, en lo que al Evangelio se refería,
habían llegado a ser “enemigos” (Romanos 11:28). La oposición de los
judíos al Evangelio, principalmente en Esmirna, se hizo más que evidente en 155
d. de J.C cuando Policarpo, obispo de dicha congregación y en ese entonces un
anciano de 86 años, fue quemado vivo porque no quiso renegar de su creencia en
Jesucristo. Una obra considerada contemporánea de aquel suceso titulada “El
Martirio de Policarpo” dice que cuando se recogía
la leña para la quema “los judíos fueron ayudantes muy celosos en esto, como
era su costumbre”, aunque la ejecución se efectuó “un sábado” y la
misma ley de Moisés les prohibía recoger leña y juntar fuego en ese día (Éxodo
35:2-3; Números 15:32-36).
Martitio de Policarpo, Obispo de Esmirna.
5Aunque
no les promete a los santos de Esmirna que las pruebas terminarán pronto, pues “el
diablo va a echar a algunos… a la cárcel, para… [Ser]… probados”, el
Señor les consuela diciendo: “No
tengas ningún temor de las cosas que has de padecer”; además, les anima con
esta maravillosa promesa: “Se fiel hasta la muerte, y yo te daré la
corona de la vida”. A los santos de Esmirna se les advierte que tendrán
tribulación “durante diez días”. Diez es un número que simboliza
plenitud, totalidad o condición de completo en sentido físico, es decir, en
relación a lo humano y en cuanto a cosas de la Tierra (Apocalipsis 2:10, 12:3,
13:1, 17:3, 17:12, 17:16); indicando con ello que hasta los íntegros que son
ricos en sentido espiritual serán sometidos a pruebas de lleno mientras estén
en la carne, pero que ello sólo redundará en su propia gloria (Romanos 5:3-5; 1
Corintios 3:13-14; Santiago 1:2-4; 1 Pedro 1:7, 4:12-19). Al igual que al
Profeta, a los santos de Esmirna el Señor parece decirles: “…paz a tu alma;
tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento; y
entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus
enemigos” (D&C 121:7-8).
Si permanecen fieles hasta
el fin, les espera como recompensa “la corona de la vida”, que equivale
a una promesa de vida eterna como seres
exaltados (1 Corintios 9:24-27; 2 Timoteo 4:6-8). Este precioso premio merecía
el sacrificio de todo lo demás, hasta de la vida misma (Filipenses 3:8).
6Aquellos
que no están inscritos en el libro de la vida del Cordero (Apocalipsis 20:15)
experimentan la segunda muerte (Apocalipsis 20:6, 14; 21:8), lo que significa
la separación eterna de Dios y de su pueblo redimido. Pero a los santos de Esmirna
el Señor les hace esta maravillosa promesa: “El que venciere, no recibirá
daño de la segunda muerte”. A los vencedores se les asegura que tendrán
vida eterna en la presencia de Dios, una vida que no puede ser tocada por la
muerte, se esta física o espiritual (1 Corintios 15:53-54).
Apocalipsis
2:12-17
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Reina –
Valera 2009
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Traducción de José Smith
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12
Y escribe al ángel1
de la iglesia en Pérgamo2:
El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto3:
13 Yo conozco tus obras y
donde moras: donde está el trono de Satanas; y retienes mi nombre y no has
negado mi fe, ni aun en los días de Antipas, mi testigo fiel, el que fue
muerto entre vosotros, donde Satanás mora4.
14 Pero tengo unas pocas
cosas contra ti: que tu tienes ahí a los que se aferran a la doctrina de Balaam,
el que enseñaba a Balac a poner tropiezo delante de los hijos de Israel, a
comer de cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer fornicación.
15 Así también tú tienes a
los que se aferran a la doctrina de los nicolaítas, la cual yo aborrezco5.
16 ¡Arrepiéntete! Porque
de otra manera, pronto vendré a ti y pelearé contra ellos con la espada de mi
boca6.
17 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del maná
escondido, y le daré una piedrecita
blanca, y en la piedrecita un nombre
nuevo escrito, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe7.
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12 Y
escribe al ángel1
de la iglesia en Pérgamo2:
El que tiene la espada aguda de dos filos dice
esto …3
(Nota: En la TJS se
emplea “siervo” en lugar de “ángel” en los versículos 1, 8, 12 y 18.)
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1En
la TJS se emplea “siervo”
en lugar de “ángel”
en los versículos 1, 8, 12 y 18. Esto se debe a que la revelación iba dirigida
a los oficiales presidentes de las siete congregaciones del Asia Menor, y no a
los seres celestiales denominados ángeles.
Antigua Ciudad de Pérgamo
2Al
viajar unos 80 kilómetros al norte por la carretera costanera desde Esmirna y
entonces 24 kilómetros tierra adentro por el valle del río Caicos puede
llegarse a Pérgamo (o Pergamun), ahora llamada Bergama. La antigua Pérgamo fue
una ciudad de Misia, un distrito que ocupó el extremo noroeste de Asia Menor
con frontera (empezando por el oeste y procediendo en la dirección del reloj)
con el mar Egeo; el Helesponto (es decir, los Dardanelos), el mar Propontis (es
decir el mar de Mar-mora), Bitinia, Frigia y Lidia. Desde el año 280 a. de J.C.
Misia formó parte del reino de Pérgamo y cayó en manos de los romanos en 133
por medio del testamento de Atalo III. De allí en adelante formó parte de la
provincia de Asia, de la cual llegó a ser capital provincial. Pablo atravesó el
área en su segundo viaje misionero (Hechos 16:7, 8) pero no se hizo obra. Sin
embargo, hay evidencia de cimientos eclesiásticos muy antiguos.
Aunque ansiosa de reclamar
para sí misma el hecho de ser la ciudad más importante en la provincia, estaba
claramente eclipsada por Éfeso y Esmirna. Pérgamo fue sede del primer templo
del culto a César y luego se dedicó otro templo al culto de Trajano. En el
acantilado que dominaba Pérgamo había un altar a Zeus semejante a un trono
(Apocalipsis 2:13). Fue sumamente famosa por su biblioteca, la cual contenía
más de 200,000 rollos. Fue también el centro principal de adoración del dios
serpiente Esculapio, cuyo templo se levantaba en la ciudad.
Altar de Zeus en Pérgamo
Es natural que los
nicolaítas florecieran en un lugar donde la política y el paganismo estaban tan
fuertemente aliados (Apocalipsis 2:15), y donde la presión sobre los santos
para obligarlos a transigir con el mundo seguramente era muy fuerte. Pérgamo
era, sin ninguna duda, una ciudad de mucha iniquidad.
3Aquí
Jesucristo repite la descripción que se da de Él en Apocalipsis 1:16. Como Juez
y ejecutor de la justicia, derribará a los que persiguen a sus discípulos. Sin
embargo, en cuanto a juicio, éste también alcanzará a todos aquellos que profesen
ser santos pero que practiquen la idolatría, la inmoralidad, o cualquier otro tipo de práctica inicua.
4Los
santos de Pérgamo estaban rodeados de adoración satánica (1 Corintios 10:19-21).
Además del templo de Zeus, había un templo a Dionisio (Baco), dios del vino, y
un notable santuario de Esculapio, el dios de la medicina. Pérgamo tenía fama,
también, como centro el culto imperial. La profusión de la idolatría en Pérgamo
mostraba que en aquella ciudad se sostenía firmemente el “trono” de
Satanás; más no obstante, los santos de Pérgamo aún retenían el nombre de Cristo
y se negaban a abandonar su fe, aún en medio de la persecución. Se cita como
ejemplo de fidelidad a Antipas, un mártir cristiano de Pérgamo, descrito como
“mi testigo fiel” (Apocalipsis 2:13) y quien fue martirizado porque rehusó
participar con otros en prácticas demoníacas y en la adoración del emperador
romano. No mucho tiempo después de haber recibido Juan esta profecía, Plinio el
joven, legado personal del emperador de Roma, Trajano, escribió al emperador y
le explicó el procedimiento que seguía para encargarse de las personas a
quienes se acusaba de profesar el cristianismo, un procedimiento que el
emperador aprobó. A los que negaban que fueran cristianos se les ponía en
libertad cuando, como dijo Plinio, “habían repetido la invocación que yo
había hecho a los dioses, ofrecido incienso y vino a tu imagen [la de
Trajano] y, además, maldecido a Cristo”. Se ejecutaba a los que
resultaban ser cristianos.
Esculapio, Baco y Zeus, Dioses paganos adorados en Pérgamo.
5Aunque
en su mayoría los santos de Pérgamo eran íntegros, algunos merecían una censura
formal. En dicha congregación se habían infiltrado muchos de “los que se
aferran a la doctrina de Balaam, el que enseñaba a Balac a poner tropiezo
delante de los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos y a
cometer fornicación. Así también… a los que se aferran a la doctrina de los
nicolaítas”.
En los días de Moisés, el
rey Balac de Moab había alquilado a Balaam, un profeta no israelita que tenía
algún conocimiento de los caminos de Jehová, para que maldijera a Israel.
Jehová resistió a Balaam, y le obligó a pronunciar bendiciones para los
israelitas y ayes para sus enemigos. Balaam apaciguó el resentimiento
resultante de Balac sugiriéndole un ataque más sutil, haciendo que las mujeres
moabitas atrajeran a los hombres de Israel a crasa inmoralidad sexual y a
participar en la adoración idolátrica de Baal-peor. Aquella táctica tuvo éxito.
Pero Jehová se encendió en cólera justa y envió un azote que mató 24,000 de
aquellos fornicarios israelitas, un azote que se detuvo solamente cuando el
sacerdote Finees tomó medidas con resolución para eliminar de Israel el mal
(Números 24:10-11, 25:1-3, 25:6-9, 31:16). Es probable que los santos de
Pérgamo estuvieran cayendo en pecados semejantes al antiguo Israel, cometiendo fornicación
y participando “de cosas sacrificadas a los ídolos”. Quizás algunos
abusaban de su libertad y deliberadamente ofendían la conciencia de otros. Sin
embargo, lo más probable era que
realmente participaban de algún modo en ceremonias idolátricas (1 Corintios
8:4-13, 10:25-30); ciertamente, la presión para pecar era enorme, más no por
eso justificable.
Era probable, además, que la
superchería sacerdotal se estuviera infiltrando en la congregación. El élder
Bruce R. McConkie definió la doctrina de Balaam como: “Adivinar para obtener
lucro; dar consejo contrario a la voluntad divina; pervertir el camino recto
del Señor…todo con miras a obtener riqueza y honores de parte de los hombres.
En efecto, predicar por dinero, o por ganancia personal de poder e influencia.
En la misma naturaleza de las cosas tal curso de acción es una perversión del
camino recto del Señor. Véase 2 Pedro 2:10-22” (McConkie, DNTC, 3:450).
En Pérgamo también se había
dado refugio a la doctrina de los nicolaítas la cual, como ya se mencionó antes
en relación con la iglesia en Éfeso, era similar a la de Balaam en cuanto a
idolatría e inmoralidad, pero que también combinaba aspectos del cristianismo
tradicional con ideas de la filosofía griega y la religión oriental, la magia y
la astrología. Tal proceder era censurable, y el Señor no vaciló en reprender a
los miembros de la iglesia en Pérgamo por eso.
Cabe destacar también que
tan variado mosaico de creencias, las cuales parecían prosperar libremente en
Pérgamo, estaban sembrando semillas de sectarismo y herejía en la iglesia, lo
cual de por sí era bastante condenable (1 Corintios 1:10-13), pues ponía a la
congregación a un paso de la apostasía total.
6Cualquiera
a quien la influencia de apóstatas le hace vacilar debería apresurarse a
escuchar la exhortación del Señor al arrepentimiento. La propaganda de la
apostasía tiene que ser rechazada como veneno, pues eso es. Su base es la
envidia y el odio, en contraste con las verdades justas y castas enseñadas por
Jesús (Filipenses 1:15-16; 4:8-9). En cuanto a los que rehúsan arrepentirse, el
Señor Jesucristo les dice: “pelearé contra ellos con la espada de mi boca”.
Todo aquel que persevere en la apostasía y la inmoralidad se arriesga a ser
castigado por el Señor y ser expulsado de la iglesia, para que no sean como
levadura entre el pueblo de Dios (Mateo 24:48-51, 25:30; 1 Corintios 5:6, 5:9-13).
7Una
magnífica recompensa espera a todos los que presten atención al consejo del
Señor, dado por la dirección del Espíritu Santo: “Al que venciere, le daré a
comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, el cual ninguno
conoce sino aquel que lo recibe”.
En los días de Moisés,
Jehová suministró maná para el sustento de los israelitas durante el viaje de
ellos por el desierto. Aquel maná no era escondido, porque cada mañana, excepto
en el día de reposo, aparecía milagrosamente, como escarcha hojaldrada, que
cubría la tierra. Era una provisión divina que mantuvo con vida a los
israelitas durante su peregrinación en el desierto. Por eso, Jehová le ordenó a
Moisés que guardara parte de ese pan, como memorial, en una vasija dentro del
Arca del Pacto (Éxodo 16:14-34; Hebreos 9:3-4). Este maná estaba escondido en
el compartimiento del tabernáculo llamado el lugar santísimo, donde la luz
milagrosa que se mantenía suspendida sobre la cubierta del Arca simbolizaba la
mismísima presencia de Jehová (Éxodo 26:34). A nadie se le permitía entrar en
aquel lugar sagrado para comer del maná escondido; lo cual equivaldría a entrar
en la gloria celestial, la morada misma de Dios. Pero ahora, Cristo mismo les
ofrece a los fieles y dignos el libre acceso no “en el santuario hecho por
manos, figura del verdadero, sino en el mismo cielo para presentarse ahora…ante
Dios” (Hebreos 9:12 y 9:24). Esta simbología es particularmente hermosa
para nosotros como Santos de los Últimos Días, quienes tenemos el gran
privilegio de entrar en los Santos Templos y, simbólicamente, tener acceso a la
presencia misma de Dios en el Cuarto Celestial, símbolo terrenal de la gloria
celestial que nos espera.
Los fieles también recibirán
“una piedrecita blanca, y en
la piedrecita un nombre nuevo
escrito, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”. En los
tribunales romanos se usaban piedrecitas al dictar juicio. Una piedrecita
blanca significaba absolución, mientras que una piedrecita negra significaba
condenación, con frecuencia condenación a muerte. El que Cristo diera una
piedrecita blanca a los santos de Pérgamo indicaría que los juzga inocentes,
puros y limpios. Pero tiene además otro significado, pues en tiempos romanos
también se usaban piedrecitas como boletos de entrada a acontecimientos importantes.
Por eso, la piedrecita blanca también indica que a los santos fieles se les
admitirá a un lugar de honor en la gloria celestial. Dicha piedrecita sería
entonces una especie de contraseña o “palabra clave” para entrar a la
presencia de Dios. Por intermedio del Profeta José Smith, el Señor ha revelado
que “la piedrecita blanca mencionada en el Apocalipsis, capítulo 2,
versículo 17, se convertirá en un Urim y Tumim para toda persona que reciba
una, y por ese medio se darán a conocer cosas pertenecientes a un orden
superior de reinos; y a cada uno de los que entran en el reino celestial se da
una piedrecita blanca, en la cual está escrito un nombre nuevo que ningun
hombre conoce, sino el que lo recibe. El nombre nuevo es la palabra clave.” (D&C
130:10-11). En tiempos bíblicos, el concepto del nombre encerraba un
significado que no tiene en la actualidad, donde por lo general es un simple
rótulo sin mayor significado. Únicamente una persona con autoridad daba un
nombre (Génesis 2:19; 2 Reyes 23:34), y ello significaba que a la persona
nombrada se le asignaba una determinada posición, función o relación (Génesis
35:18; 2 Samuel 12:25). El nombre dado a menudo estaba determinado por alguna
circunstancia al momento del nacimiento (Génesis 19:22); algunas veces el
nombre expresaba un deseo o una profecía (Isaías 8:1-4; Oseas 1:4). Cuando una
persona daba a otra su propio nombre significaba la unión de ambas en una
relación muy cercana, como cuando Dios le dio su nombre a Israel (Deuteronomio
28:9, 10). Puesto que el Señor hará esto mismo con cada uno de los santos
fieles, podemos estar seguros que el nombre nuevo, el cual será conocido por el
Señor y por quien lo reciba, indicará apropiadamente la posición, función y
relación que ocupará ante el Señor en la vida venidera; es decir, su lugar y
nombre entre los dioses.
Apocalipsis
2:18-29
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Reina – Valera 2009
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Traducción de José Smith
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18 Y
escribe al ángel1
de la iglesia en Tiatira2:
El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego y pies semejantes al
bronce bruñido, dice esto3:
19 Yo conozco tus obras, y
tu caridad, y tu servicio, y tu fe y tu paciencia, y que tus obras postreras
son más que las primeras4.
20 Pero tengo unas pocas
cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa,
enseñe e induzca a mis siervos a fornicar, y a comer cosas ofrecidas a los
ídolos5.
21 Y le he dado tiempo
para que se arrepienta de su fornicación; y no se ha arrepentido.
22 He aqui, yo la arrojo
en una cama; y a los que cometen adulterio con ella los arrojo en gran
tribulación, si no se arrepienten de sus obras6.
23 Y castigaré de muerte a
sus hijos; y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriño la mente y
el corazón; y daré a cada uno de vosotros según sus propias obras7.
24 Pero a vosotros, y a
los demás que están en Tiatira, que no tienen esa doctrina y que no han
conocido las profundidades de Satanás, como ellos las llaman, yo os digo: No
impondré sobre vosotros otra carga.
25 Pero lo que tenéis,
retenedlo hasta que yo venga8.
26 Y al que venciere, y
guardare mis obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las
naciones;
27 y las regirá con vara
de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero, como también yo la he
recibido de mi Padre.
28 Y le daré la estrella
de la mañana.
29 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias9.
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18 Y
escribe al siervo1
de la iglesia en Tiatira2:
El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego y pies semejantes al
bronce bruñido, dice esto …3
(Nota: En la TJS se
emplea “siervo” en lugar de “ángel” en los versículos 1, 8, 12 y 18.)
26 Y al que venciere, y
guardare mis mandamientos hasta
el fin, yo le daré potestad sobre muchos
reinos;
27 y los regirá con
la palabra de Dios; y estarán en sus manos como vasos
de barro en las manos del
alfarero; y él los gobernará con
fe, con equidad y con justicia, como
también yo la he recibido de mi Padre.
28 Y le daré la estrella
de la mañana.
29 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias9.
|
1En
la TJS se emplea “siervo”
en lugar de “ángel”
en los versículos 1, 8, 12 y 18. Esto se debe a que la revelación iba dirigida
a los oficiales presidentes de las siete congregaciones del Asia Menor, y no a
los seres celestiales denominados ángeles.
Ruinas de la Antigua ciudad de Tiatira
2A unos 64
kilómetros al sudeste de Bergama está el próspero pueblo turco de Akhisar en
donde, hace dos milenios, se encontraba la ciudad de Tiatira. A diferencia de
Pérgamo, no parece que Tiatira haya sido un centro importante del culto
imperial, pero sí tenía santuarios y templos dedicados a dioses paganos.
Tiatira era conocida como centro mercantil y se hallaba ubicada en la provincia
de Asia, en la frontera entre Lidia y Misia.
Tiatira no tiene una
historia ilustre, y es apenas mencionada por los escritores antiguos. El
sistema monetario sugiere que, situada como estaba sobre una gran carretera que
unía dos valles fluviales, Tiatira fue por muchos siglos una ciudad guarnición.
Se recalcaba allí el espíritu militar en manera suma y su principal deidad,
Tirimos, un dios-sol, era representado en actitudes de habilidad militar. Su
antigua diosa Anatolia era también una figura guerrera armada con un hacha de
combate y montada sobre un caballo de guerra. Una o dos monedas raras muestran
una deidad femenina haciendo una corona almenada. La ciudad era un centro comercial,
y los registros conservan referencias a más gremios comerciales que los
mencionados en ninguna otra ciudad de Asia. Cuando Pablo predicaba en
macedonia, conoció en Filipos a una
mujer de Tiatira llamada Lidia, era una vendedora de púrpura, el producto de la
raíz de la rubia. Lidia y toda su casa aceptaron alegremente el mensaje que
Pablo predicaba, y mostraron extraordinaria hospitalidad (Hechos 16:14-15).
Ella fue la primera persona de Tiatira que se informa aceptó el cristianismo.
Con el tiempo la ciudad misma llegó a tener una rama de la iglesia. La
necesidad de afiliación a un gremio comercial invitaba a los creyentes de
Tiatira a acomodarse y abría la puerta a muchas tentaciones. Tiatira jugó una
parte significativa en la historia posterior de la iglesia. A pesar de que
Tiatira era la más pequeña de las siete ciudades, la iglesia allí recibió la
carta más larga.
3Esta es la
única vez que aparece el término “Hijo de Dios” en Apocalipsis, aunque
en varios otros lugares Jesucristo si llama a Dios “mi Padre”
(Apocalipsis 2:27, 3:5, 3:21). Puede que este título aquí les recuerde a los
santos de Tiatira la intimidad de Cristo con nuestro Padre Celestial. Este “Hijo
de Dios” tiene “ojos como llama de fuego”, algo que les advierte a
los santos de Tiatira que su juicio arderá contra todo lo que Él vea que esté
contaminando a la congregación. Cuando Él se refiere por segunda vez a sus
“pies semejantes al bronce bruñido”, da énfasis a su propio ejemplo
brillante de fidelidad mientras anduvo en esta Tierra.
4A diferencia
de los efesios, los santos de Tiatira no han perdido su primer amor al Señor.
Su fe es vigorosa. Además, sus hechos son más que los anteriores, y se han convertido en dignos de elogio por
causa de su fe, buenas obras, paciencia, servicio y caridad, el amor puro de
Cristo (Moroni 7:47).
5A pesar de todo lo bueno que hay en Tiatira,
los “ojos ardientes” del Señor han penetrado más allá y notan algo que
requiere atención inmediata. Él les dice: “Pero tengo unas pocas cosas
contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe e
induzca a mis siervos a fornicar, y a comer cosas ofrecidas a los ídolos”.
Jezabel, (heb., ’izevel,
quizá signifique no exaltada, no manejable) fue una princesa pagana
e inicua que vivió en el siglo X a. de J.C. Era hija de Etbaal, rey de los
sidonios, y esposa de Acab, rey de Israel (c. 874-853 a. de J.C.). Fue criada
como una celosa adoradora de Baal y, cuando se casó con Acab, no sólo continuó
su religión ancestral sino que también trató de imponerla sobre el pueblo de
Israel. Para complacerla, Acab construyó un templo y un altar a Baal en Samaria
(1 Reyes 16:32) y 450 profetas de Baal comían de su mesa (1 Reyes 18:19).
Jezabel mató a todos los profetas del Señor que pudo encontrar (1 Reyes
18:4-13). Cuando se le informó que Elías había matado a los profetas de Baal,
lo amenazó de muerte y él se vio obligado a huir. La muerte de la familia de
Acab fue como castigo por la persecución de los profetas del Señor por parte de
Jezabel (2 Reyes 9:7). Más tarde ella obtuvo la viña de Nabot para Acab
haciendo que su dueño fuera ejecutado injustamente (1 Reyes 21). Cuando Elías
supo de este crimen, le dijo a Acab que la venganza de Dios caería sobre él y que
los perros se comerían el cuerpo de Jezabel en los muros de Jezreel. La
profecía se cumplió cuando Jehú, en su papel de ungido de Jehová, ordenó que
fuera ejecutada (2 Reyes 9:7, 30-37).
En Apocalipsis 2:20,
en la carta a Tiatira, leemos de la “mujer Jezabel, que dice ser profetisa”,
la cual influyó para que algunos miembros de la iglesia cometieran fornicación
espiritual (idolatría, o apostasía) y quizá inmoralidad sexual propiamente
dicha. Este pudiera ser un nombre simbólico, dada la semejanza entre ella y la
esposa idólatra de Acab. Como sea, esta claro, pues, que “esa mujer Jezabel”
que alegaba ser profetisa en Tiatira era una farsante. Es probable que fuera
una mujer real o un grupo de mujeres que descaradamente ejercían influencia
corruptora en la iglesia. Es probable además que hayan estado induciendo a
otros miembros de la iglesia a participar en actos inmorales, mientras
justificaban desvergonzadamente su proceder voluntarioso con pasajes de las
Escrituras mal aplicados, o que fingieran hablar por revelación e inspiración
divina, tomando por la fuerza un papel que las Escrituras no le confieren a la
mujer dentro de la iglesia del Señor (1 Corintios 11:3-11; 14:34-35). Esta
tendencia feminista por asumir el gobierno y dirección de la iglesia era contraria
al orden establecido por Dios desde la creación.
Por otro lado, el
nombre Jezabel podría representar simbólicamente a cierto grupo sectario que
había surgido dentro de la congregación de Tiatira, el cual amenazaba con
corromper y desviar a toda la
congregación con sus faltas enseñanzas a semejanza de los nicolaítas y la
doctrina de Balaam mencionados con anterioridad. Cualquiera sea el caso, el
Señor se apresura a condenar dichas enseñanzas y a quienes la apoyan.
6Ahora, Cristo
pasa a decir a los santos de Tiatira: “Y le he dado tiempo para que se
arrepienta de su fornicación; y no se ha arrepentido. He aqui, yo la arrojo en
una cama; y a los que cometen adulterio con ella los arrojo en gran
tribulación, si no se arrepienten de sus obras”. Tal como parece que la
Jezabel original tenía bajo su dominio a Acab, y después desafió al que servía
como ejecutor enviado por Dios (Jehú), así esta influencia maligna, la Jezabel
de Tiatira, se negaba a arrepentirse y abandonar su pecado. El Señor le había
dado tiempo a “Jezabel” y “los que cometen adulterio con ella” de
arrepentirse, pero ellos persistieron en sus caminos de inmoralidad y por eso
tienen que recibir juicio. Si Jezabel
fue una mujer real es evidente por las palabras del Señor que ella, y los que
con ella cometían inmoralidad, serían castigados con una penosa enfermedad por
sus pecados. Pero, si con Jezabel se refiere a un grupo de apóstatas que se
niegan a reconocer el error de sus caminos, entonces la expresión “la arrojo
en una cama; y a los que cometen adulterio con ella los arrojo en gran
tribulación”, indicaría que la muerte espiritual de ellos estaría a unos
pasos de llegar a menos que se arrepintieran, pues caer en cama es sinónimo de
una muerte próxima, en caso espiritual.
7Ahora el
Señor procede a decir: “Y castigaré de muerte a sus hijos; y todas las
iglesias sabrán que yo soy el que escudriño la mente y el corazón; y daré a
cada uno de vosotros según sus propias obras”. En sentido espiritual, los
que imitan a Jezabel y siguen sus pasos, sean hombres o mujeres, llegan a ser
sus hijos por violar los principios divinos de jefatura y moralidad, o por ser
tercos y pasar por alto el orden divinamente establecido por revelación; están
en una peligrosa condición de enfermedad y muerte espiritual. El Señor afirma
ser Aquel que escudriña “la mente y el corazón”. Esto significa que Él
sabe todas las cosas del hombre interior, sus fuerzas y debilidades, su carácter
y emociones. Y que él entonces podrá dar a cada uno lo que se merece en
realidad. Que nadie piense que puede engañar a Dios o a Cristo intentando
ocultar actos inmorales o presentando una apariencia exterior de fidelidad y
devoción, al igual que Jezabel que se decía profetisa. El Señor lo ha dejado
bien claro: “No os engañéis;
Dios no puede ser burlado, porque todo lo que el hombre siembre, eso
también segará” (Véase Gálatas 6:7 y compárese con Proverbios 13:21) y Dios
premiará a cada uno según sus obras (Romanos 2:5-10).
8Las palabras
de Cristo son dichas ahora con ánimo de consolar a los santos fieles de Tiatira:
“Pero a vosotros, y a los demás que están en Tiatira, que no tienen esa
doctrina y que no han conocido las profundidades de Satanás, como ellos las
llaman, yo os digo: No impondré sobre vosotros otra carga. Pero lo que tenéis,
retenedlo hasta que yo venga”. En Tiatira había almas fieles en quienes no
había influido Jezabel y sus enseñanzas. Los seguidores de Jezabel se
vanagloriaban de conocer “las profundidades de Satanás”, pero a los
santos de Tiatira el Señor les dice que no hay necesidad de ver ni experimentar
la corrupción por curiosidad ni para aprender qué evitar. El proceder de la
sabiduría es mantenerse a gran distancia de “las profundidades de Satanás”
(Proverbios 3:7-8, 4:26-27, 10:23, 14:16). Aún hoy, en nuestra época
moderna, Satanás tiene otras “cosas
profundas” como el teorizar complicado y las filosofías humanas que halagan
el intelecto. Entre estas cosas, además de razonamientos de permisividad e
inmoralidad, están el espiritismo, el ocultismo y las enseñanzas falsas de la
ciencia que niegan la existencia de Dios, so pretexto de superioridad
intelectual y sofisticación. Aunque el resto del mundo apoye o promueva esas
ideas, los Santos de los Últimos Días debemos evitar las cosas profundas del
mundo complejo de Satanás, recordando siempre que “No améis al mundo ni las
cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre
no esta en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de
la carne, y la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, no proviene
del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y su concupiscencia; pero el que
hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (Véase 1 Juan 2:15-17 y
compárese con 1 Corintios 1:18-31 y Santiago 3:15). Si somos fieles el Señor no
nos impondrá “otra carga”. Pero también nos amonesta diciendo: “lo
que tenéis, retenedlo hasta que yo venga”, indicando que sólo el que “persevere
hasta el fin, este será salvo” (Mateo 10:22; compárese con Ezequiel
3:20-21).
9El Señor le
extiende maravillosas promesas a los santos de Tiatira si son fieles. La TJS
vierte de la siguiente manera dichas promesas: “Y al que venciere, y
guardare mis mandamientos hasta el fin, yo le daré potestad sobre muchos
reinos; y los regirá con la palabra de Dios; y estarán en sus manos como vasos
de barro en las manos del alfarero; y él los gobernará con fe, con equidad y
con justicia, como también yo la he recibido de mi Padre. Y le daré la estrella
de la mañana. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (TJS
Apocalipsis 2:26-29).
En primer lugar, todo
aquel que “venciere, y guardare mis mandamientos hasta el fin”, dice el
Señor, recibirá “potestad sobre muchos reinos”. La palabra reino comunica
tres significados distintos: (1) La esfera sobre la cual reina un monarca, (2)
la gente sobre la cual él o ella reina, y (3) el acto de reinar o el reinado en
sí. Todos los fieles serán coronados como reyes sobre muchos reinos; pero
dichos reinos los “regirá con la palabra de Dios; y estarán en sus manos
como vasos de barro en las manos del alfarero; y él los gobernará con fe, con
equidad y con justicia, como también yo la he recibido de mi Padre”. Por
eso su dominio será más que el de un rey con poder político, será un dominio
eminentemente espiritual, de naturaleza teocrática; el de reyes y sacerdotes
del Más Alto Dios (Apocalipsis 1:6). Los justos no sólo regirán la Tierra
durante el milenio (Apocalipsis 20:6), sino que también serán puestos por
dioses y gobernantes sobre su posteridad en las eternidades (D&C
132:19-20).
En segundo lugar, los
santos fieles recibirán “la estrella de la mañana”. Jesucristo mismo
explica después qué es esta “estrella”, cuando dice: “Yo soy la raíz
y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.”
(Apocalipsis 22:16). Evidentemente, Cristo se dará a sí mismo a ellos (los
santos fieles), tomándolos consigo en la relación más estrecha, más íntima
(Juan 14:2-3). Él los hace coherederos con Él de todo cuanto Él tiene,
incluyendo su naturaleza divina y reino (Romanos 8:17; 2 Pedro 2:1-4; 1 Juan
3:2). Él nos prepara morada en los cielos, y nos ha prometido: “os tomaré a
mi mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis” (Juan 14:2-3).
Apocalipsis
3:1-6
|
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Reina –
Valera 2009
|
Traducción de José Smith
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1Y
escribe al ángel1
de la iglesia en Sardis2:
El que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas dice esto: Yo
conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muerto3.
2 Se vigilante y fortalece
las otras cosas que quedan y que están para morir, porque no he hallado bien
acabadas tus obras delante de Dios4.
3 Acuérdate, pues, de lo
que has recibido y has oído; y guárdalo y arrepiéntete. Y si no velas, vendré
sobre ti como ladrón, y no sabrás a que hora vendré sobre ti5.
4 Sin embargo tienes unas
pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras y que andarán
conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas6.
5 El que venciere será
vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y
confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles.
6 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias7.
|
1Y
escribe al siervo1
dela iglesia en Sardis2:
El que tiene las siete estrellas, que son los siete siervos de Dios, dice
estas cosas: Yo conozco tus obras que tienes nombre de que vives, pero estas
muerto. 3
2 Se vigilante, por tanto,
y fortalece a los que quedan y que están para morir, porque no he hallado
bien acabadas tus obras delante de Dios4.
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1En la TJS se
emplea “siervo” en lugar de “ángel” para referirse a los obispos o
autoridades presidentes de las siete iglesias, como ya se mencionó en
versículos anteriores.
2Sardis se
hallaba a unos 48 kilómetros al sur de
la moderna Akhisar (Tiatira), y en un tiempo fue la principal ciudad de Lidia. En
el siglo VI antes de nuestra era, esta ciudad había sido la orgullosa capital
del reino de Lidia, y sede del rey Creso, que poseía enormes riquezas. Sardis
era famosa por las artes y artesanías y fue el primer centro en acuñar monedas
de oro y plata. La captura de la gran ciudadela por el ataque sorpresa por Ciro
y sus persas en 549 a. de J.C., y tres siglos más tarde por los romanos, pudo
haber proporcionado las imágenes para la advertencia de Juan en Apocalipsis
3:3. El gran terremoto del 17 d. de J.C. arruinó a Sardis física y
financieramente. Para los días de Juan la ciudad había caído en tiempos
difíciles, y su antiguo esplendor bajo Creso es solo historia. Aunque
renombrada en el pasado por sus riquezas, también lo fue por su debilidad y
corrupción. Posiblemente el Señor se refirió a esta condición al decir: “Yo
conozco tus obras que tienes nombre [reputación] de que vives, pero estás muerto
[espiritualmente]” (Apocalipsis 3:1).
Ruinas de Sardis
3Al igual que
su ciudad, los santos de Sardis tienen
nombre de que viven, pero están muertos. La iglesia en Sardis tenía la
reputación de estar viva, activa. Pero Cristo puede ver que está muerta en
sentido espiritual. Parece que la mayoría de sus miembros ha caído en una
apatía hacia las cosas del Espíritu como la que los caracterizaba antes de su
conversión (Compárese con Efesios 2:1-3; Hebreos 5:11-14). El presidente
Spencer W. Kimball enseñó: “Ha mucha gente en esta iglesia hoy en día, que
cree que vive, pero está muerta en cuanto a las cosas espirituales. Yo creo que
aún muchos que pretenden ser activos también están muertos espiritualmente. Su
servicio es mucho de la letra y poco del espíritu” (Spencer W. Kimball, CR.
Abril de 1951, págs. 104-105).
Jesucristo también le
recuerda al obispo de Sardis que Él (Cristo) es quien tiene las “siete
estrellas” en su mano derecha, y posee toda autoridad para dirigirlos en su
obra de pastoreo sobre la congregación.
4Ante tan
lamentable estado espiritual, Cristo les aconseja: “Se vigilante, por tanto,
y fortalece a los que quedan y que están para morir, porque no he hallado bien
acabadas tus obras delante de Dios”. Los cambios introducidos por la TJS
nos permiten ver que aún había en Sardis un grupo de santos que se rehusaba a
morir espiritualmente, pero cuyo estado de salud espiritual era delicado, o
corrían el peligro de contagiarse del mismo mal que afectaba a sus hermanos. El
obispo y el liderazgo todo de Sardis debe fortalecer a sus hermanos y
reactivarlos en la fe. Por ahora están muertos en cuanto a actividad
espiritual. Porque les faltan obras de fe, su lámpara (la congregación) tiene
una llama vacilante. En este punto su aprecio y amor son como un fuego que casi se ha extinguido. Sólo unas
cuantas brasas siguen fulgurando. Cristo los anima a avivar la chispa, a agitar
el fuego, a arrepentirse de los pecados a que los ha llevado su negligencia, y
ser de nuevo una congregación viva en sentido espiritual (Compárese con 2
Timoteo 1:6-7). Sus obras han sido halladas inacabadas ante Dios y, como
Belsasar, su corazón fue “pesado…en balanza y…hallado falto” (Daniel 6:27).
Ellos tienen mucho que madurar como iglesia, y mejorar si desean recibir el
galardón.
5Si los santos
en Sardis se niegan a cambiar, Cristo
vendrá inesperadamente, “como ladrón, y no sabrá[n] a que hora
vendr[á] sobre [ellos]”, pues aparecerá a la hora menos pensada para
ejecutar juicio, y ellos no estarán preparados (Mateo 24:43-44). Así como su
ciudadela había sido atacada por sorpresa en el 549 a. de J.C. por los persas,
y tres siglos más tarde por los romanos, así los santos de Sardis serían
sorprendidos y sufrirían una lamentable pérdida por su negligencia espiritual.
6Aunque pocos
en número, aún hay en Sardis algunos miembros de la iglesia que recuerdan y
guardan fielmente sus convenios con el Señor. De estos fieles santos, el Señor
Jesucristo afirma “que no han manchado sus vestiduras y que andarán [con Él]
en vestiduras blancas, porque son dignas”.
El pueblo hebreo
representaba el estado de su mente y sus emociones con ciertos tipos de tela y
con tonos asombrosamente vivos de blanco, púrpura, escarlata, azul, amarillo y
negro. Cuando estaban gozosos y listos para entrar en ocasiones festivas, vestían
la ropa más brillante y cuando estaban de duelo o se humillaban, se vestían de
cilicio, la tela de la cual se hacían las bolsas, lo cual se consideraba el
tipo más pobre de vestimenta (1 Reyes 20:31, 32; Job 16:15; Isaías 15:3;
Jeremías 4:8; 6:26; Lamentaciones 2:10; Ezequiel 7:18; Daniel 9:3; Joel 1:8).
Cuando el corazón estaba apesadumbrado por el dolor, se expresaban las
emociones internas rasgando o rompiendo los vestidos (Marcos 14:63; Hechos
11:14). Para confirmar un juramento o sellar un contrato, los hombres se
quitaban el zapato y se lo daban al compañero (Rut 4:8). Cuando Jonatán hizo un
pacto con David, fue más allá y le dio su propia ropa (1 Samuel 18:3, 4). De
modo que la ropa era más que simplemente algo con lo cual cubrirse, pues tenía
un significado especial y a veces espiritual dentro del pueblo del convenio.
Las vestiduras blancas, símbolo inequívoco de pureza y santidad, se refieren a
que, como verdaderos santos, uno está vestido de rectitud y buenas obras (Apocalipsis
19:8). Cada miembro fiel debe cuidar “sus vestiduras, para que no ande
desnudo y vean su vergüenza”, llevándolas consigo en todo momento como
símbolo de su lealtad al Señor (Apocalipsis 16:15). Que sus vestiduras
estén sin mancha implica que no se han contaminado con el pecado, las falsas
doctrinas, y las prácticas perversas del mundo (Efesios 1:4; 5:27; Colosenses
1:21-22; Santiago 1:27). Sólo de esta manera podrán ser considerados personas
dignas.
7La promesa
del Señor a los santos fieles en Sardis no se hace esperar: “El que venciere
será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la
vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. El
que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Esta promesa
tiene tres aspectos sobresalientes:
§ “Será
vestido de vestiduras blancas”: Las vestiduras blancas son sinónimo de
pureza, santidad y rectitud (Apocalipsis 16:15). Es la ropa que emplean los
seres celestiales (Ezequiel 9:2; 10:2; Daniel 10:5; 12:6; Apocalipsis 19:14) e
indica la pureza moral de los santos (Apocalipsis 19:8). Sólo quienes heredan la gloria celestial reciben
este tipo de vestiduras, por lo que son un símbolo de exaltación y vida eterna. Las vestiduras cubren a quien las lleva para
que no “ande desnudo y vean su vergüenza” (Apocalipsis 16:15), por lo
que también representan que los redimidos por la sangre del Cordero no tienen
nada de que avergonzarse, pues han sido limpiados de culpa (Hebreos 9:13-14);
así como que están vestidos apropiadamente para entrar a la gran cena de bodas
del Cordero (Mateo 22:11-14).
§ “No
borraré su nombre del libro de la vida”: El libro de la vida es el registro de
Dios de aquellos que heredarán la vida eterna (Filipenses 4:3; Apocalipsis 3:5;
21:27). Por causa del pecado y la infidelidad, los nombres de los individuos
pueden ser borrados de ese libro (Salmo 69:28; Apocalipsis 13:8; 17:8; 20:15);
pero los nombres de aquellos que perseveren hasta el fin y venzan por la sangre
del Cordero, no serán borrados (Apocalipsis 3:5).
§ “Confesaré
su nombre delante de mi Padre”: A sus discípulos, Cristo les prometió lo
siguiente; “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo
también le confesare delante de mi Padre que esta en los cielos. Y a cualquiera
que me niegue delante de los hombres, yo también le negare delante de mi Padre
que esta en los cielos.” (Mateo 10:32-33). Aquellos que perseveren
hasta el fin no negando nunca a Su Señor, tampoco serán negados por Cristo en
la presencia de Su Padre (Marcos 8:38). Él no se avergonzará de llamarlos hermanos
suyos y coherederos de su misma gloria (Hebreos 2:10-11).
Para
confirmar sus palabras como promesa segura, Cristo concluye su mensaje a Sardis
como lo ha hecho con los mensajes anteriores: “El que tiene oído, oiga lo
que el Espíritu dice a las iglesias”.
Apocalipsis
3:7-13
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Reina –
Valera 2009
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Traducción de José Smith
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7 Y
escribe al ángel1
de la iglesia en Filadelfia2:
Estas cosas dice el Santo, el Verdadero3,
el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y
ninguno abre: 4
8 Yo conozco tus obras; he
aquí, he puesto una puerta abierta delante de ti, la cual nadie puede cerrar,
porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra y no has negado mi
nombre5.
9 He aquí, yo hare que los
de la sinagoga de Satanás, los que dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten,
he aquí, yo los obligaré a que vengan y adoren delante de tus pies, y sepan
que yo te he amado6.
10 Por cuanto has guardado
la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la tentación
que ha de venir en todo el mundo para probar a los que moran en la tierra7.
11 He aquí, yo vengo
pronto; reten lo que tienes para que ninguno tome tu corona8.
12 Al que venciere, yo lo
haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré
sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén,
la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.
13 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias9.
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7Y
escribe al siervo dela iglesia…1
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1En la TJS se
emplea “siervo” en lugar de “ángel” para referirse a los obispos o
autoridades presidentes de las siete iglesias, como ya se mencionó en
versículos anteriores.
2Ubicada a
unos 48 kilómetros al sudeste de Sardis (en el sitio donde hoy está la ciudad
turca de Alasehir), la Filadelfia de los días de Juan es hoy una ciudad
bastante próspera. Filadelfia, ciudad perteneciente al distrito de Lidia, fue fundada por Atalo II, apodado “Filadelfo” (159-138 a. de J.C.). A este rey
se lo llamó así por su amor hacia su hermano Eumenes. El nombre de la ciudad
hace referencia a esta característica, ya que Filadelfia significa amor de
hermano. Era llamada “el portal de Oriente” por causa
del lugar donde se encontraba. Estaba en medio de una región volcánica y
contaba con varias fuentes de aguas termales. Baco, el dios del vino, era la
deidad que allí se adoraba principalmente, siendo que Filadelfia se encontraba
en una zona rica en viñedos. Probablemente era la ciudad que seguía a Tiatira
en pequeñez y carencia de importancia.
Ruinas de Filadelfia
3Jesucristo se
identifica como “el Santo” (del griego, hagioi). En un sentido religioso, “santo” significa
lo que está separado para o dedicado a Dios y, por lo tanto, apartado de uso
secular. Transmite la idea de peculiar y escogido de Dios, que pertenece
exclusivamente a Él. Ser santo también implica separación absoluta de toda
contaminación y pecado, así como ser partícipe de la santidad de Dios. La santidad
de Jesucristo se subraya específicamente (Marcos 1:24; Lucas 1:35; 4:34; Juan 10:36;
Hechos 3:14; 4:27, 30; Isaías 42:1-4 citado en Mateo 12:16-21; Hebreos 2:11;
Apocalipsis 3:7). Jesucristo es también “el
Verdadero”. La palabra griega utilizada aquí (alethinós, derivado de
“aletheia” [verdad]), así como su equivalente hebreo (emeth), implica
autenticidad, verdad e integridad total. El uso bíblico de la palabra tiene
ricos significados sugestivos que van más allá de las connotaciones literales.
En Éxodo 18:21, “hombres verídicos que aborrezcan la avaricia” sugiere integridad de
carácter, es decir, cierta confiabilidad que va más allá del significado literal
para incluir aquellos aspectos de la conducta personal que parecen estar
implicados en el amor a la verdad. Se asume que el concepto de verdad deriva
del carácter de Dios (Hebreos 6:18; 2
Timoteo 2:13; Tito 1:2) y Jesucristo, su Hijo, no podría ser diferente en su
amor y celo por la verdad (Juan 14:6-9). Cristo es verdadero porque es
confiable. Siempre habla la verdad (Juan 8:14, 8:17, 8:26). Él es la verdadera
luz y el verdadero pan que bajó del cielo (Juan 1:9, 6:32). Es la vid verdadera
(Juan 15:1). Cristo es el verdadero por naturaleza; de hecho, es la verdad
misma (Juan 1:14, 1:17, 8:40, 8:45, 14:6). Como lo enseñara Juan: “No
obstante, sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento
para conocer al que es verdadero; y estamos en el que es verdadero, en su Hijo
Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna.”(1 Juan 5:20).
4Jesucristo se
identifica como “el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno
cierra, y cierra y ninguno abre”.
Una llave oriental (heb., maphteah,
abridor) era hecha de madera, con clavos o ganchos de madera que cabían en
orificios correspondientes en el cerrojo que mantenía la puerta cerrada (Jueces
3:25). Figurativamente, las llaves eran un símbolo de autoridad llevado sobre
el hombro (Isaías 22:20-22). El término griego para llave es klei, y significa
algo que cierra (Lucas 11:52); simbólico de la autoridad dada a Pedro (Mateo
16:19), pero que Jesucristo retiene como cabeza de la iglesia (Apocalipsis
1:18; 3:7). Aunque las llaves son de por sí un símbolo de autoridad, el que
esta sea “la llave de David” le confiere un significado aún mayor. Fue
con el rey David de Israel con quien Dios hizo un pacto para un reino eterno
(Salmo 89:3-4, 89:34-37). La casa de David gobernó desde Jerusalén de 1070 a
607 a. de J.C., pero entonces, porque aquel reino se hizo inicuo. Dios ejecutó
su juicio sobre él por medio del rey de Babilonia (2 Reyes 25:1-21; 2 Crónicas
36:11-20; Jeremías 39:1-10). Así, se empezó a cumplir la profecía de Ezequiel: “Depón
la tiara y quita la corona; esto no será mas así; lo bajo será exaltado, y lo
alto será abatido. A ruina, a ruina, a ruina la reduciré; y esta no será mas
hasta que venga aquel de quien es el derecho, y se la entregaré.”
(Ezequiel 21:26-27, léase incluso los versículos 1-27). Unos 600 años
después, una descendiente del rey David, la doncella judía llamada María, fue
anunciada, por el ángel Gabriel, que concebiría milagrosamente y tendría un
hijo al cual debería dársele el nombre de Jesús. Gabriel añadió: “Y he aqui,
concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Éste será grande y será llamado
Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre. Y
reinará en la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin.”
(Lucas 1:31-33). Desde antes de nacer, Cristo había sido designado por Dios
para ser Rey en la línea de David (Isaías 9:7, 16:5, Jeremías 23:5-6), por lo
que luego, tras su gloriosa resurrección, Dios lo ensalzó a su propia diestra
en los cielos. Allí Él heredó todos los derechos del reino davídico, en espera
del día en que Su Reino Milenario cubra toda la Tierra y sus enemigos sean
totalmente destruidos (Salmo 110:1-2; Filipenses 2:8-11; Hebreos 10:12-13). Él
es el dueño legítimo del reino y “la
llave de David”, la cual le fue dada por el Padre. El élder Bruce R.
McConkie enseñó: “Desde los días de Adán se ha usado el término llave como
símbolo de poder y autoridad. Las llaves son el derecho a la presidencia, y el
que las posee lleva las riendas del gobierno dentro del campo y esfera de su
nombramiento. En el antiguo Israel, David era un hombre de sangre y batalla, su
espada era ley y su nombre era también símbolo de autoridad y poder. Así,
cuando Isaías buscó la manera de expresar el poder y dirección supremos que
poseía nuestro Señor, el Hijo de David; dijo estas palabras en el nombre del
Señor: "Y
pondré la a llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie
cerrará; cerrará, y nadie abrirá." (Isaías 22:22.) Siglos más tarde,
hablando de si mismo el Señor dijo a Juan: "Esto dice el Santo, el
Verdadero, el que tiene las llaves de David, el que abre y ninguno cierra, y
cierra y ninguno abre." (Apo. 3:7.) Por lo tanto la llave de David es el poder
absoluto que hay en Cristo por medio de la cual se expresa su voluntad en todas
las cosas tanto temporales como espirituales” (Doctrina Mormona, págs. 436-437).
5El Señor, que
conoce las obras de los santos de Filadelfia, se dirige a ellos diciendo: “he
aquí, he puesto una puerta abierta delante de ti, la cual nadie puede cerrar,
porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra y no has negado mi
nombre”. La palabra “puerta” (hebreo,
pethah, abertura,
portal; deleth, puerta; griego, thyra) en el Nuevo
Testamento, se utiliza frecuentemente en sentido figurado, muchas veces en
referencia a Cristo (Juan 10:1, 2, 7; Apocalipsis 3:20) y a veces a la
oportunidad (Mateo 25:10; Hechos 14:27), la libertad y el poder (Colosenses
4:3). Es probable que, debido a su fidelidad y trabajo incansable por compartir
el Evangelio, a los santos de Filadelfia se les abriría una puerta de
oportunidad para predicar (1 Corintios 16:9; 2 Corintios 12:2). Por lo tanto,
Cristo anima a los santos a aprovechar de lleno la oportunidad de compartir con
otros el mensaje de salvación. Sin embargo, la puerta abierta puede significar
algo más. En el Antiguo Testamento, la puerta (en hebreo, generalmente sha’ar,
abertura; griego, pyle) era el lugar donde se reunía la gente para
oír un anuncio importante (2 Crónicas 32:6; Jeremías 7:2; 17:19-27) o la
lectura de la ley (Nehemías 8:1, 3) o donde los ancianos realizaban los asuntos
legales (Deuteronomio 16:18; 21:18-20; Josué 20:4; Rut 4:1, 2, 11). La puerta
también era el lugar de audiencia del rey o el jefe (2 Samuel 19:8; 1 Reyes
22:10; Daniel 2:48, 49). Figuradamente, las puertas se refieren a la gloria de
una ciudad (Isaías 3:26; 14:31) o a la ciudad misma (Salmo 87:2; 122:2). Por
todo ello, que el Señor abra una puerta ante los santos de Filadelfia podría
significar que tendrán libre acceso a la presencia del Rey de reyes (Apocalipsis
4:1) y, en particular, que podrán entrar algún día por las puertas gloriosas de
la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:2, 21:25-27) y que nadie lo podrá evitar,
por cuanto son fieles. Aunque “tienes poca fuerza”, dice el Señor a los
santos de Filadelfia “has guardado mi palabra y no has negado mi nombre”;
por lo tanto, Él tampoco les negará ninguna bendición, sino que abrirá de par
en par ante ellos la puerta de los cielos, donde “el guardián de la puerta
es el Santo de Israel; y allí él no
emplea ningun sirviente, y no hay otra entrada sino por la puerta; porque él no
puede ser engañado, pues su nombre es el Señor Dios” (2 Nefi 9:41). La puerta abierta es figurativa de la vida
eterna, la cual continúa abierta para nosotros en nuestra época si somos fieles
como los santos de Filadelfia; y es el Señor mismo quien nos dará la bienvenida
al pasar “por sus puertas con acción de gracias” (Salmo 100:4).
6La
persecución y la calumnia no han sido ajenas a los miembros de la iglesia en
Filadelfia. Cristo pasa a decir: “He aquí, yo haré que
los de la sinagoga de Satanás, los que dicen ser judíos y no lo son, sino que
mienten, he aquí, yo los obligaré a que vengan y adoren delante de tus pies, y
sepan que yo te he amado”. Es posible que, como sucedió en Esmirna,
los santos en Filadelfia hayan tenido problemas con los judíos locales. Jesús
llama a estos “sinagoga de Satanás”. No obstante, por lo menos algunos
de estos judíos están por darse cuenta de que lo que los cristianos han estado
predicando acerca de Jesucristo es la verdad. El que “vengan y adoren
delante de tus pies” puede que sea como lo que describe Pablo en 1
Corintios 14:24-25, de modo que en realidad se arrepientan y se conviertan a
Cristo, al comprender claramente el gran amor de Jesús al haber entregado su
vida a favor de sus discípulos (Juan 15:12-13). A los miembros de la comunidad
judía en Filadelfia probablemente les sorprendería enterarse que algunos de
ellos llegarían a formar parte de la iglesia en Filadelfia a la cual se
oponían; sin embargo, esto no hubiera sido nada nuevo, pues en los días de
Pablo, Sóstenes, principal de la
sinagoga judía de Corinto, abandonó el judaísmo y llegó a ser parte de la
iglesia de Cristo (Hechos 18:17; 1 Corintios 1:1-2). Parecería que pronto
algunos individuos de la comunidad judía en Filadelfia harían lo mismo.
7El Señor
decide recompensar a los santos de Filadelfia por su fidelidad. Él les dice: “Por cuanto
has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de
la tentación que ha de venir en todo el mundo para probar a los que
moran en la tierra”. Sin duda, aquellos fieles santos de Asia tuvieron que
enfrentarse otra ola de terrible persecución a manos de la Roma imperial. La Cyclopedia de McClintock
y Strong (Tomo X, pág. 519) informa: “Los emperadores se vieron obligados
a notar el cristianismo debido a los tumultos que entre el populacho incitaron
los sacerdotes paganos, quienes observaban con alarma el notable progreso de
aquella fe, y por eso Trajano [98-117 después de J.C.] tuvo que
decretar la supresión gradual de la nueva enseñanza que transformaba a los
hombres en odiadores de los dioses. La administración de Plinio el joven como
gobernador de Bitinia [colindante con la provincia romana de Asia,
al norte]
se complicó con asuntos que se desarrollaron como resultado de la rápida
difusión del cristianismo y la consiguiente furia de la población pagana dentro
de la provincia”.
Aunque no existen
registros históricos que lo comprueben, ni en qué forma lo hizo, es de esperar
que el Señor cumpliera su promesa a los santos de Filadelfia y los guardara de
la hora de la prueba que azotó a su región a causa de la persecución romana.
8La fidelidad
actual o pasada no es motivo para confiarse, y el Señor se lo hace saber a sus
santos en Filadelfia: “He aquí, yo vengo pronto; reten lo que tienes para
que ninguno tome tu corona”. Si los miembros de la iglesia en Filadelfia
seguían siendo fieles y perseveraban hasta el fin, el Señor les garantizaría
una corona en Su Reino, símbolo de realeza, poder y dominio. De no hacerlo,
otros vendrían y ocuparían su lugar en el Reino de Dios; o, peor aún, Satanás,
quien es ladrón y mentiroso (Juan 8:44, 10:10) les robaría a causa de su
descuido lo que Dios había destinado para ellos.
9Las promesas
del Señor a los santos de Filadelfia no se hacen esperar: “Al que venciere,
yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y
escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la
nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. El
que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Esta promesa tiene dos bendiciones
maravillosas:
§ “Lo haré
columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera”: En el Nuevo Testamento
se utiliza la palabra stulos (pilar, columna) cuatro veces, todas en
sentido figurado (Apocalipsis 3:12; 1 Timoteo 3:15; Gálatas 2:9; Apocalipsis
10:1). En la antigua Jerusalén el templo literal era el centro de la adoración
de Jehová. En el pórtico de Salomón (un portal magnífico construido por Salomón
en el lado oriental del área del templo) se hallaban dos columnas simbólicas
Jaquín, al lado sur, y Boaz, al lado norte (heb., yakhin, él establecerá;
bo’az, agilidad, fortaleza). Estas columnas fueron diseñadas por Hiram, de
Tiro (1 Reyes 7:13-22). Puesto que el
templo al que Cristo se refiere está en los cielos (Hebreos 8:1-6; Apocalipsis
7:15), el que los santos se conviertan en columnas en el templo de Dios
significaría que estarán en su presencia y, como él mismo lo dice: “nunca
más saldrá[n] fuera”. Ellos serán,
juntamente con Cristo, reyes y sacerdotes del Más Alto Dios para siempre;
comprobarán, como David, que “Bienaventurado el que tú escojas y hagas que
se acerque a ti, para que habite en tus atrios. Seremos saciados del bien de tu
casa, de tu santo templo.” (Salmo 65:4) y al igual que los hijos de Coré
dirán: “¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Mi
alma anhela los atrios de Jehová y aun desfallece por ellos; mi corazón y mi
carne cantan con gozo al Dios vivo. Aún el gorrión halla casa, y la golondrina
nido para si, donde ponga sus polluelos, cerca de tus altares, oh Jehová de los
ejércitos, Rey mío y Dios mío. Bienaventurados los que habitan en tu casa; continuamente
te alabaran.” (Salmo 83:1-4;
compárese con Salmo 84:10 y 92:13).
§ “Escribiré
sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva
Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo”: En las Escrituras
encontramos la relación más cercana posible entre una persona y su nombre,
siendo ambas prácticamente lo mismo, de manera tal que quitar el nombre era
hacer desaparecer a la persona (Números 27:4; Deuteronomio 7:24). Olvidar el
nombre de Dios es apartarse de él (Jeremías 23:27). Más aun, el nombre mostraba
la persona tal cual ella se había revelado; por ejemplo, el nombre del Señor
significaba el Señor en los atributos que él había manifestado: santidad,
poder, amor, etc. A menudo, en las Escrituras, el nombre significa la presencia
de la persona en el carácter revelado (1 Reyes 18:24). El ser enviado o el
hablar en el nombre de alguien significaba ser portador de la autoridad de esa
persona (Jeremías 11:21; 2 Corintios
5:20). El que Dios escriba sobre los santos victoriosos su nombre equivale a
poner su esencia misma sobre ellos; es decir, identificar a esa persona como un
dios, dándole sus atributos y autoridad. Su herencia es una plenitud de la
gloria del Padre, “Entonces serán dioses, porque no tendrán fin; por
consiguiente, existirán de eternidad en eternidad, porque continuarán; entonces
estarán sobre todo, porque todas las cosas les estarán sujetas. Entonces serán adioses,
porque tendrán todo poder, y los ángeles estarán sujetos a ellos” (D&C
132:20). Pero no sólo se escribirá sobre ellos el nombre de Dios, sino también
el nombre de la ciudad santa, la Jerusalén Celestial (Salmo 87:5; Hebreos
12:22), lo cual representa que aquellos sobre los cuales se escriba dicho
nombre tienen “ciudadanía…en los cielos” (Filipenses 3:20). Finalmente,
en los vencedores estará escrito el nuevo nombre de Jesús (Apocalipsis
19:11-16). Al igual que el Padre, Cristo pondrá su nombre sobre nosotros, y nos
hará como Él es, seres exaltados que compartirán con Él una relación íntima y
participarán de Sus privilegios (Lucas
22:28-29). Ciertamente, “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a
las iglesias”.
Apocalipsis
3:14-22
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Reina –
Valera 2009
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Traducción de José Smith
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14Y
escribe al ángel1
de la iglesia en Laodicea2:
He aqui, el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de
Dios3,
dice:
15 Yo conozco tus obras,
que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frio o caliente!
16 Pero porque eres tibio,
y no frio ni caliente, te vomitaré de mi boca4.
17 Porque tu dices: Yo soy
rico, y me he enriquecido y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no sabes
que tu eres un desdichado, y miserable, y pobre, y ciego y desnudo5.
18 Yo te aconsejo que
compres de mí oro refinado en el fuego para que seas rico, y
vestiduras blancas para que te vistas y no se descubra la vergüenza de tu desnudez;
y unge tus ojos con colirio para que veas6.
19 Yo reprendo y disciplino
a todos los que amo; se, pues, celoso, y arrepiéntete7.
20 He aqui, yo estoy a la
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré
con el, y el conmigo8.
21 Al que venciere, yo le daré
que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con
mi Padre en su trono.
22 El que tiene oído, oiga
lo que el Espíritu dice a las iglesias9.
|
14Y
escribe al siervo1
dela iglesia…1
|
1En la TJS se
emplea “siervo” en lugar de “ángel” para referirse a los obispos o
autoridades presidentes de las siete iglesias, como ya se mencionó en
versículos anteriores.
2 Hoy se
pueden ver las ruinas de Laodicea cerca de Denizli, a unos 89 kilómetros al
sudeste de Alasehir. Dicha ciudad se hallaba situada en el cruce de dos valles
importantes y de tres rutas principales. En su época, Laodicea era uno de los
centros comerciales más ricos del mundo antiguo. Situada en la provincia romana
de Asia Menor y fundada por Antíoco II (261-246 a. de J.C.), Laodicea era la ciudad
principal del “circuito” de las siete iglesias que están en Asia (Apocalipsis
1:4). Debido a que la ciudad quedaba en una de las grandes rutas de comercio
asiáticas, esto le daba seguridad de prosperidad comercial. Laodicea se
destacaba como un centro bancario. Era rica y se había enriquecido y no tenía
ninguna necesidad (Apocalipsis 3:17). El valle Lico producía una lana negra
brillante, el elemento principal de mantos y alfombras que hicieron famosa a la
ciudad. En Laodicea también se hallaba una escuela de medicina y la producción
de colirio, un famoso ungüento para los ojos
preparado con una piedra frigia. La falta de agua, un problema
importante de la ciudad, se había resuelto encauzando aguas desde manantiales
térmicos en la cercana ciudad de Hierápolis, a corta distancia hacia el norte,
los cuales enviaban agua caliente por los riachuelos que corrían hacia el sur.
Así, cuando el agua llegaba a la ciudad eran todavía tibias. Las figuras
presentadas en el mensaje a Laodicea reflejan todas estas actividades, y también
las cualidades vomitivas del agua tibia llena de soda de la cercana ciudad de
Hierápolis, la fuente de origen del suministro de agua para Laodicea.
Irónicamente esta ciudad a menudo era llamada “la Ciudad del
Compromiso”
lo cual parecía ser el problema mismo que afectaba a los miembros de la iglesia
del lugar.
Ruinas de Laodicea
3En su mensaje
a Laodicea, Cristo se identifica mediante tres nombres que resaltan ciertos
aspectos de Su naturaleza divina:
§ “El Amén”:
El
vocablo “Amén” deriva de un verbo hebreo que significa “sostener o
afirmar”. antiguamente era una exclamación verbal de aprobación de una
oración, concepto o voto. Usado al comienzo de un discurso significaba
veracidad y seguridad. Usado después de una oración o declaración de doctrina,
significaba que el orador y el escucha aceptaban lo dicho como vigente y válido
para sí. Así es como se usa hoy en día comúnmente. Mediante Cristo todos los
actos, doctrinas y ordenanzas reciben el sello de la verdad y validez; de este
modo el Salvador se caracteriza como el Gran Amén. Pablo enseñó esto mismo al
decir: “Porque todas las promesas de Dios son sí en Él, y Amén en Él,
por medio de nosotros, para la gloria de Dios... quien también nos ha sellado y nos ha dado la
garantía del Espíritu en nuestros corazones” (2 Corintios 1:20-22).
El título toma significado adicional al recordar que los santos de Laodicea
estaban turbados por un problema de tibieza y falta de compromiso personal, lo
cual era justamente lo opuesto a la afirmación de “Amén”.
§ “El
Testigo Fiel y Verdadero”: Cristo se identifica como el “Testigo Fiel”.
De acuerdo con las palabras de Pablo, el “Apóstol y Sumo Sacerdote de
nuestra profesión, Cristo Jesús…es fiel al que le constituyó” (Hebreos
3:1-2). De Él se testifica que “Cristo, como hijo fue fiel sobre la casa de
Dios” (Hebreos 3:6). Ciertamente, nadie supera a Jesucristo en su fidelidad
y obediencia a Dios, de cuya verdad testificó. Cristo es también el “Testigo
Verdadero”; de hecho, Cristo es la Verdad misma, lo que
significa que es la personificación perfecta de toda verdad. "Yo soy el
camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6; Éter 4:12), "Yo soy
el Espíritu de verdad." (D&C 93:26.) Es el campeón de la verdad,
el revelador de la verdad y el defensor de la verdad. Su palabra es verdad y
todas sus obras se conforman a ella. "Es lleno de gracia y verdad"
(2 Ne. 2:6; Juan 1:14, 17; D. Y C. 93:11), y vino al mundo para "dar
testimonio a la verdad." (Juan 18:37.)
§ “El
Principio de la Creación de Dios”: Cristo es llamado “el principio” en diversas ocasiones,
todas ellas indicando su preeminencia y
supremacía (Colosenses 1:18). El referirse a Él como “el principio de la
creación de Dios” nos enseña que Cristo es el origen, la fuente o
causa primera de todo lo creado, el Creador. Pablo nos enseña esto en
Colosenses 1:15-17 cuando dice que Cristo “El es la imagen del Dios
invisible, el primogénito de toda creación. Porque por Él fueron creadas
todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles
e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de
Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y por Él todas las cosas
subsisten”.
4La reprensión
no se hace esperar para los miembros de la iglesia en Laodicea. Sin ningún
elogio previo, Cristo les dice: “Yo conozco tus obras, que no eres frío ni
caliente. ¡Ojalá fueses frio o caliente! Pero porque eres tibio, y no frío ni
caliente, te vomitaré de mi boca”. Como las aguas que fluyen a su ciudad,
los santos de Laodicea se han hecho tibios. Así como el agua tibia y llena de
soda procedente de Hierápolis era un vomitivo natural, de igual manera la
actitud de los laodicenses le provocaba náuseas al Señor por su tibieza
espiritual. Los laodicenses se han vuelto indolentes espirituales, porque,
según parece, dan por sentadas muchas cosas. Cristo, a quien como cristianos
deberían haber imitado, siempre mostró celo ardiente en el servicio a Dios y la
causa de Su Padre (Juan 2:17). Además, para los mansos Él siempre ha sido
tierno y apacible, tan refrescante como un vaso de agua fresca en un día de intenso
calor (Juan 4:13-14, 7:37-38). Los laodicenses no son ni una cosa ni la cosa.
No son activos y celosos en la obra de Dios, ni se declaran abiertamente a
favor del mundo; están, por así decirlo, en un punto intermedio, tratando de
servir a Dios mientras son amigos del mundo, lo cual es imposible pues “Ninguno
puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se
apegará al uno y menospreciará al otro” (Mateo 6:24). Son una iglesia
mundana que se niega a asumir un compromiso total con el Señor. Pero Él se
niega a aceptar una iglesia tibia y, de no arrepentirse, los laodicenses serán
vomitados de la boca del Señor; es decir, rechazados como iglesia. Ellos harían
bien en considerar las palabras de Santiago: “Adúlteros y adúlteras, ¿no
sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que
quiera ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios. ¿O pensáis que la
Escritura dice en vano: El celosamente anhela el espíritu que mora en nosotros?”
(Santiago 4:4-5).
5Laodicea
recibe del Señor la reprensión más dura de todas. A ellos, Cristo les dice: “Porque
tu dices: Yo soy rico, y me he enriquecido y no tengo necesidad de
ninguna cosa; y no sabes que tu eres un desdichado, y miserable, y pobre, y
ciego y desnudo”. Puesto que viven
en una ciudad acaudalada, los laodicenses se sienten seguros porque poseen
riquezas. Puede que su estilo de vida haya sido afectado por el estadio, los
teatros y los gimnasios que abundaban en su ciudad, y se hayan hecho “amadores
de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3:4). Pero los laodicenses,
ricos en sentido material, son pobres en sentido espiritual (Mateo 6:19-21, Lucas 12:21). Aunque ellos
crean que son ricos y no tienen necesidad de nada, a los ojos del Señor, quien “escudriña
los corazones de todos y entiende toda imaginación de los pensamientos”
(1 Crónicas 28:9), ellos son desdichados, miserables, pobres, ciegos y
desnudos. No debemos permitir que le materialismo, las riquezas ni la ausencia
de riquezas nos entibien. Las riquezas pudieran contribuir a que tuviéramos
nuevas posibilidades de servicio (Jacob 2:18-19), pero también pueden ser
peligrosas (Mateo 19:24; 2 Nefi 9:42; Jacob 2:13-14). El acomodado talvés
piense que no necesita ser tan celoso como otros en su servicio a Dios, con tal
que haga donaciones generosas de vez en cuando. O pudiera pensar que el ser
rico le da derecho a ciertos favores. Además, hay muchos placeres y pasatiempos
de que puede disfrutar una persona rica que están vedados a otras. Pero esas
diversiones consumen tiempo y pueden apartar de su actividad en la iglesia a
los que se descuidan, de modo que se hacen tibios.
Aunque su ciudad es
famosa por un ungüento contra la ceguera, los laodicenses son ciegos
espiritualmente, de modo que no son capaces de ver su lamentable estado ante
Dios (Proverbios 16:2; 21:2). Su amistad
con el mundo les ha costado su visión espiritual, pues “el dios de este
mundo cegó [su] entendimiento… para que no les resplandezca la luz del evangelio” (Véase 2 Corintios 4:4
y compárese con Isaías 59:10, Efesios 4:18, 2 Pedro 1:9, 1 Juan 2:11). Además,
a pesar de la ropa fina que hayan comprado con su riqueza material, a los ojos
del Señor están desnudos. No tienen prendas de vestir espirituales que los
identifiquen como discípulos de Cristo (Apocalipsis 16:15). Aparentemente, los
laodicenses se habían engañado a sí mismos pensando que podían agradar a Dios
con simplemente asistir de vez en cuando a las reuniones. Se habían llenado de
una actitud de autocomplacencia que brota de depender de las posesiones
materiales y los recursos humanos; eran “oidores de la palabra”, pero no
hacedores (Santiago 1:22). Al igual que ellos, muchos miembros de la iglesia en
nuestra época ponen su corazón en la ropa, los automóviles y la adquisición
bienes materiales, viviendo una vida que tiene como centro la recreación y el
placer (1 Timoteo 6:9-10; 1 Juan 2:15-17). Todo esto resulta en un embotamiento
de la percepción espiritual (Hebreos 5:11-12), que no les permite ver lo
desdichados y miserables que son en sentido espiritual.
6Cristo, el
médico por excelencia, conoce perfectamente la cura para la ceguera de los laodicenses;
pero no sólo para su ceguera, sino también para su pobreza y desnudez. Él les
amonesta diciendo: “Yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en
el fuego para que seas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se
descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio para que
veas”. El reino de Dios y su justicia es la verdadera riqueza. Es el tesoro
escondido (Mateo 13:44), la perla preciosa por la cual debe dejarse todo para
adquirirla (Mateo 13:45). En palabras de Elifaz: “Si te vuelves al
Omnipotente, serás edificado; alejarás de tu tienda la iniquidad. Y tendrás mas
oro que tierra, y oro de Ofir como piedras de arroyo. Y el Todopoderoso será tu
oro, y tendrás plata en abundancia. Porque entonces te deleitarás en el
Omnipotente, y alzarás a Dios tu rostro. Orarás a Él, y Él te oirá; y tu
cumplirás tus votos.” (Job 22:23-27). Dios es ese oro precioso e
incorruptible que debemos tener en nuestra vida, y a quien debemos amar por
encima de cualquier riqueza material. Ese oro, nuestra comunión íntima con
Dios, nos ha sido ofrecida gratuitamente por Jesucristo a través de su
sacrificio expiatorio. Él nos invita diciendo: “¡Venid, comprad y comed!
Venid, comprad sin dinero y sin precio” (Isaías 55:1-2). El oro refinado en
el fuego que Cristo nos ofrece nos hará verdaderamente ricos, pues “He aquí,
rico es el que tiene la vida eterna” (D&C 6:7), y “esta es la vida
eterna: que te conozcan a ti,
el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan
17:3).
Jesucristo no sólo
les ofrece oro refinado, sino también vestiduras blancas para que los
laodicenses se vistan y no se descubra la vergüenza de su desnudez. Si los
laodicenses acuden al Señor, Él los vestirá con su santidad y los hará dignos
de su reino, cubriendo por completo la vergüenza de su desnudez e impurezas
pasadas (Isaías 22:21; 61:10; Zacarías 3:4-5). Así se pueden poner, no las
costosas vestiduras de lana negra que se hacen en la misma Laodicea, sino
vestiduras blancas que proclaman que tienen el privilegio de ser seguidores de
Jesucristo (Compárese con 1 Timoteo 2:9-10; 1 Pedro 3:3-5; Apocalipsis 19:8).
También amonesta a
los laodicenses a buscar curación para su ceguera espiritual comprando colirio
(pomada curativa para los ojos), no de los sanadores locales, sino de la clase
que sólo Cristo puede proveer. Esto les ayudaría a obtener discernimiento
espiritual, y les permitiría poner la mira únicamente en la gloria de Dios
(Proverbios 4:25-27; 2 Corintios 4:18; Colosenses 3:2-3; D&C 4:5).
7La disciplina
y amonestación del Señor no es con fines destructivos, todo lo contrario, es
una expresión de su amor. A los santos de Laodicea les dice: “Yo reprendo y
disciplino a todos los que amo; se, pues, celoso, y arrepiéntete”. La
disciplina de Jesús es señal de su amor (Hebreos 12:4--11). La iglesia en
Laodicea debe aprovechar Su interés afectuoso y aplicar Su consejo. Deben
arrepentirse y reconocer que su tibieza equivale a pecar (Hebreos 3:12-13;
Santiago 4:17). La disciplina de Dios es
parte de su labor como Juez, Señor y Padre de la humanidad (Salmo 94:10;
Proverbios 3:11-12), jamás debemos menospreciarla, pues ella nos conducirá a su
presencia y depurará de toda impureza si
somos dóciles y se lo permitimos (Proverbios 1:7; 6:23; 12:1; 13:1;
13:18; 15:10; 15:32; 1 Corintios 11:32).
8Jesús pasa a
decir: “He aqui, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre
la puerta, entraré y cenaré con el, y el conmigo”. Si los
laodicenses tan solo recibieran a Jesús en sus corazones y le hicieran un
inquilino permanente en sus vidas, y no sólo aparentaran llevar Su nombre como
hasta ahora lo han estado haciendo, Él les ayudaría a vencer su tibieza. Sin
duda, el que Cristo mencione la cena les recuerda a los laodicenses las
ocasiones en que Él comió con Sus discípulos (Juan 12:1-8, 13:1-20). Los
presentes siempre recibieron bendiciones espirituales en ellas. También,
después de la resurrección de Jesús, hubo ocasiones notables en que Él estuvo
en una comida con sus discípulos (Lucas 24:28-32; Juan 21:9-19). Por eso, su
promesa de entrar en la vida, congregación y hogar de los laodicenses y cenar
con ellos, es una promesa de llevarles ricos beneficios espirituales y compartir
momentos de dulce comunión con Él, si tan solo ellos lo reciben. En la puerta
del corazón no habrá forcejeos ni intentos de entrar violentamente por parte
del Señor, Cristo respetará nuestro deseo y permitirá que cada uno de nosotros
elija si le deja entrar o le deja afuera. La decisión es solamente nuestra.
Además de lo
anterior, Jesús quizás haya tenido presente otra cena. Leemos después en
Apocalipsis 19:9: “Bienaventurados los que son llamados a la cena de las
bodas del Cordero.”. Este es el majestuoso banquete de victoria después que
Él ha ejecutado Su juicio sobre el mundo. Un banquete en el cual todos, si
aceptan Su invitación y van correctamente vestidos de rectitud, banquetearán
con el Novio en esa cena (Mateo 22:2-13).
9El mensaje a
Laodicea concluye con una promesa. Si los laodicenses vencen su tibieza y se
arrepienten Él les promete: “Al que venciere, yo le daré que se siente
conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su
trono”. Cristo les ofrece nada menos que sentarse con Él en su trono
durante el Reino Milenial y por las eternidades en la gloria celestial. Como
Juan lo registró anteriormente, Jesucristo nos ha hecho “reyes y sacerdotes
para Dios, su Padre” (Apocalipsis 1:6), de modo que ocupemos tronos alrededor
del propio magnífico trono celestial de Dios (Apocalipsis 4:4). Durante la
última cena con sus discípulos, Cristo les prometió: “...vosotros sois los
que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como
mi Padre me lo asigno mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi
reino, y os sentéis en tronos…” (Lucas 22:28-30). Ahora, en Apocalipsis
2:21, el Señor extiende esa promesa a cada uno de nosotros.
Como en el caso de
los mensajes anteriores, Jesús termina este con palabras de exhortación: “El
que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”, concluyendo así los mensajes a las
siete congregaciones del Asia Menor.
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