EL BAUTISMO POR LOS MUERTOS Y LA OBRA VICARIA:
¿Enseñanza de las Escrituras o Aberración
Doctrinal?
Pila Bautismal donde se realizan bautismos por los muertos
Por: Fernando E. Alvarado
INTRODUCCIÓN:
La
enseñanza que humanos difuntos pueden oír y recibir el evangelio de Jesucristo
en el mundo de los espíritus, y por medio de un bautismo vicario hecho por
ellos en la tierra pueden obtener vida eterna en la presencia de Dios, es uno
de las doctrinas distintivas del mormonismo que lo separa del protestantismo
histórico y del catolicismo. Pero, ¿Tiene esta práctica mormona una base
bíblica? ¿Fue enseñada por Jesucristo o los escritores del Nuevo Testamento y
practicada por la iglesia primitiva?
De acuerdo
con las Escrituras el mismo Jesucristo, aunque libre de pecado, fue bautizado
para cumplir con toda justicia y mostrar a la humanidad el camino (véase Mateo
3:13-17; 2 Nefi 31:5-12), indicándonos con ello que el bautismo es esencial
para la salvación en el reino de Dios. Aprendemos en el Nuevo Testamento que en
la época de Pablo se hacían bautismos por los muertos (véase 1 Corintios
15:29). Esta ordenanza se restauró junto con el establecimiento de La Iglesia
de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El profeta José Smith enseñó
por primera vez acerca de la ordenanza del bautismo por los muertos durante un sermón
en un funeral en agosto de 1840. Él Profeta leyó 1 Corintios 15, incluso el
versículo 29, y anunció que el Señor iba a permitir a los miembros de la
Iglesia bautizarse a favor de amigos y familiares que habían salido de esta
vida. El Profeta José Smith les dijo: “que
el plan de salvación tenía por objeto salvar a todos los que estuvieran
dispuestos a obedecer los requisitos de la ley de Dios” (Enseñanzas de los Presidentes de la
Iglesia: José Smith, 2007, pág. 429).
El
surgimiento y desarrollo de la doctrina mormona acerca del bautismo vicario en
favor de los muertos, se observa claramente en las revelaciones registradas en
Doctrina y Convenios 124: 28-30; 127:5-9; 128:1-25 y 138:1-60. Debido a que no
todas las personas que han vivido sobre la tierra han tenido la oportunidad de
ser bautizadas bajo la debida autoridad, se pueden efectuar bautismos vicarios,
esto es que una persona que esté viva puede ser bautizada a favor de una
persona fallecida.
Los
miembros de la Iglesia Mormona efectúan bautismos por los muertos en edificios
especiales llamados templos, los cuales no deben confundirse con las capillas o
centros de reunión. Sin embargo, esto suele despertar ciertas interrogantes
entre los miembros de otras religiones que desconocen la forma en la cual se
practica dicha ordenanza. A veces las personas se preguntan si en este proceso
los restos mortales de un difunto sufren alguna perturbación. La respuesta es
no, ya que el representante vicario sólo usa el nombre del fallecido. Para
evitar duplicación de labores, la Iglesia mantiene un registro de las personas
muertas que han sido bautizadas. Algunas personas han pensado erróneamente que
cuando se efectúan bautismos por los muertos, los nombres de estas personas se
agregan a los registros de miembros de la Iglesia. Esto no es así.
ÍNDICE:
I.- El
Bautismo por los Muertos en la Historia del Cristianismo.
II.- Fundamento
Doctrinal de la Obra Vicaria.
III.- ¿Cómo
Surgió la Práctica del Bautismo por los Muertos entre los Mormones?
IV.-
Argumentos Comúnmente presentados en Contra del Bautismo por los Muertos y la
Obra Vicaria.
V.- Conclusiones
Doctrinales Acerca del Bautismo por los Muertos y la Obra Vicaria.
La Historia Familiar, obra vinculada con el bautismo por los muertos
I.- EL BAUTISMO POR LOS MUERTOS EN LA
HISTORIA DEL CRISTIANISMO:
El bautismo
por los muertos fue ampliamente prevaleciente en el cristianismo original y
enseñado en la Iglesia Primitiva; sin embargo, pronto desapareció de la Iglesia
a causa de la apostasía y la muerte de los apóstoles, aunque la mantuvieron
viva los marcionistas, montanistas y otros grupos.
En la Enciclopedia Católica, bajo el título
“Bautismo” se declara que el bautismo por los muertos era practicado por
algunas “sectas herejes” y que también los judíos practicaban esta ordenanza,
lo cual, naturalmente, debe haber ocurrido después de la resurrección de
nuestro Señor. Se sugiere también en ese artículo que algunos de los primeros
padres creían que esta ordenanza era practicada en la Iglesia Primitiva (Véase Catholic Encyclopedia, vol. 2, págs.
271-272.). Naturalmente, tenemos la evidencia de esto por las palabras de
Pablo en 1 Corintios 15:29.
Epifanio y Juan
Crisóstomo (considerados santos por la Iglesia Católica) nos refieren que, aún
después de ocurrida la Gran Apostasía, algunas sociedades cristianas metían un
hombre vivo en la cama de un muerto; le preguntaban si quería recibir el
bautismo, y el vivo contestaba que sí, que quería ser bautizado; en seguida
tomaban al muerto y lo sumergían en una cuba llena de agua. Esta costumbre
quedó desterrada muy pronto (Véase Crisóstomo
Homilía XL, sobre 1 Corintios; Epifanio, Heresies., 28:6-7). En el año 393
d. C., el Sexto Canon del Sínodo de Hipona prohibió la práctica del bautismo
por los muertos, evidenciando con ello la existencia de la misma en el
cristianismo y su posterior sustitución por la misa y las oraciones en favor de
los difuntos. Epifanio, escritor del cuarto siglo, al hacer referencia a los
marcionistas, una secta de cristianos a quienes se oponía, dice lo siguiente:
“En este país — me refiero a Asia— y aun en
Galacia, su escuela floreció en gran manera; y nos ha llegado un hecho
tradicional relacionado con ellos, que cuando uno de su número moría sin el
bautismo, solían bautizar a otro en su nombre, no fuese que en la resurrección
padeciera un castigo por no haberse bautizado”. (Heresies,
28:7)
La
siguiente declaración indica que algunas sectas de los primeros cristianos
practicaban el bautismo vicario de los vivos a favor de los muertos:
“… Pero más definitivo aún es el testimonio
de las actas del Concilio de Cartago, celebrado en el año 397, en las cuales
claramente se afirma que los cristianos de aquella época practicaban bautismos
vicarios por los muertos, porque en el sexto canon de dicho concilio, la
iglesia dominante prohíbe que siga administrándose el bautismo por los muertos.
¿Qué objeto tendría que se formulara este canon contra dicha práctica si no
existía entre los cristianos de aquellos días?..”
(Mark E. Peterson, Utah Genealogical and
Historical Magazine, abril de 1933, pág. 68. Véase también LeGrand Richards,
“Una Obra Maravillosa y un Prodigio”, pág. 98)
La Obra vicaria es enseñada en la Escrituras
II.- FUNDAMENTO DOCTRINAL DE LA OBRA
VICARIA:
La Biblia sienta
los principios básicos sobre los cuáles se fundamenta la obra vicaria,
principalmente en lo que al bautismo por los muertos se refiere:
1.- LOS QUE MUEREN SIN EL CONOCIMIENTO DE
CRISTO SON CONDENADOS Y QUEDAN DESTITUIDOS DE LA GLORIA DE DIOS:
Pablo
enseña claramente esta verdad en Romanos
6:23 al decir “… por cuanto a todos
pecaron y están destituidos de la gloria de Dios…”. Esta es una verdad
indiscutible. Sin embargo, también es indiscutible que, aun cuando para
nosotros el evangelio ha estado en la tierra y las oportunidades han sido dadas
a los hombres para arrepentirse y abrazar el evangelio, muchos individuos han
muerto sin esta oportunidad, tanto antes como después de la venida de Cristo.
Muchas de esas personas posiblemente hubieran aceptado la verdad si hubieran
tenido el privilegio de escucharla. De los que mueren sin el conocimiento de la
verdad se dice: “… Y serán amontonados
como se amontona a los encarcelados en una mazmorra, y en prisión quedarán
encerrados y serán visitados después de muchos días.” (Isaías 24:22). El Nuevo Testamento enseña también la existencia de
una prisión espiritual para aquellos que son condenados (Véase Lucas 16:19-31).
2.- LA JUSTICIA DE DIOS REQUIERE QUE LA
OFERTA DE LA SALVACIÓN SEA HECHA AQUÍ O EN EL MUNDO ESPIRITUAL:
La justicia
del Señor queda de manifiesto en el derecho que concede a todos los hombres de
oír el plan de salvación y de recibirlo. Algunos tienen ese privilegio en esta
vida; si obedecen el evangelio recibirán la vida eterna; si lo rechazan, las
bendiciones de la exaltación y la vida eterna con Dios les serán negadas. Si
mueren en esta vida sin esa oportunidad ¿Cómo podría Dios condenarlos y
mantener intacta su justicia? Abrahán lo expresó claramente al decir:
“… Lejos de ti está el hacer tal, que hagas
morir al justo con el malvado, y que sea el justo tratado como el malvado;
nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?...” (Génesis
18:25).
De acuerdo
con las Escrituras Dios es perfectamente justo (Salmos 48:10, 65:5, 97:2, 119:137, 145:17, 1 Juan 2:29). Él no
hace acepción de personas (Deuteronomio
10:17, 2 Crónicas 19:7, Job 34:19, Hechos 10:34-35, Romanos 2:11, 10:12,
Gálatas 2:6, Efesios 6:9). Por eso, para vindicar la justicia divina se
hace necesaria una alternativa de salvación para aquellos que murieron sin el
conocimiento de la verdad. De esta manera, la justicia se extendería a cada
hombre; y todos serían puestos en igualdad delante del tribunal de Dios.
3.- EL ANTIGUO TESTAMENTO ESTABLECE LA
NECESIDAD DE LA OBRA VICARIA Y PROFETIZA SU FUTURA INSTAURACIÓN SOBRE LA TIERRA
POR LA MANO DEL MESÍAS:
En Isaías 24:22 se deja claro que, aunque
todos los que murieran sin el conocimiento de la verdad serían encerrados en la
cárcel espiritual, llegaría el día en que serían visitados con liberación
(Nótese la expresión: “…y serán visitados
después de muchos días…”). En cuanto a la futura misión del Salvador,
Isaías dijo: “… te pondré como convenio
para el pueblo, como luz para las naciones, para que a abras los ojos de los
ciegos, para que saques de la
cárcel a los presos y de casas de prisión a los que moran en tinieblas.”
(Isaías 42:6-7). Además, leemos en Isaías 61:1-2 referente a Cristo: “… El espíritu de Jehová el Señor está sobre
mí, porque me ha ungido Jehová para proclamar buenas nuevas a los mansos; me ha
enviado a vendar a los quebrantados de corazón, a proclamar libertad a los
cautivos y a los prisioneros apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de
Jehová…”. Cristo mismo afirmó que había venido para cumplir con dichas
profecías (Véase Lucas 4:16-21).
4.- LOS PROFETAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
VISLUMBRARON LA GLORIOSA OBRA DE REDENCIÓN DE LOS MUERTOS EN LOS TEMPLOS DEL
SEÑOR:
El profeta
Malaquías, en los últimos versículos del Antiguo Testamento, profetizó la obra
genealógica llevada a cabo por los Santos de los Últimos Días: “… He aquí, yo os envío a Elías el profeta antes
que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los
padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que
yo venga y hiera la tierra con maldición.” (Malaquías 4:5-6). Esta gran labor genealógica precedería a la obra
vicaria en favor de los muertos, obra en la cual participarían los fieles
seguidores de Cristo en los últimos días tal como lo revela Abdías: “Y subirán salvadores al monte Sión para
juzgar al monte de Esaú; y el reino será de Jehová…” (Abdías 21). El monte de Sión hace alusión al Templo de Jehová, el
cual había sido construido sobre el monte Moriah en Jerusalén (Véase 2 Crónicas 3:1), indicando que
muchos irían al Templo del Señor a realizar una obra de salvación en favor de
aquellos que murieron sin el conocimiento de la verdad mientras estaban en el
mundo, representado aquí por el monte de Esaú.
5.- ANTES DE CRISTO NO EXISTÍA LA OBRA
VICARIA EN FAVOR DE LOS MUERTOS, ÉSTA SOLO FUE POSIBLE DESPUÉS DE REALIZADO EL
SACRIFICO EXPIATORIO DE CRISTO:
En las
Escrituras hay evidencia suficiente para demostrar que mientras Cristo no abrió
la puerta, no hubo obra efectuada en bien de los difuntos. Jesucristo mismo declaró
enfáticamente que había una separación imposible de salvar entre los espíritus
de los justos y los de los malvados en el mundo espiritual: “… Además de todo esto, una gran sima está
puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí
a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá...” (Lucas 16:19-31). Estas palabras, de acuerdo con el relato, fueron
dichas por el espíritu de Abraham al hombre rico que levantó los ojos y pidió
que Lázaro fuese a tocar sus labios y aliviar su tormento. Abraham respondió
que no podía ser así porque había una gran sima puesta entre ellos, la cual el
espíritu del hombre no podía pasar. Por lo tanto, es evidente que, antes de la
resurrección de Cristo, los justos y los malvados que estaban muertos no podían
visitarse entre sí, por lo tanto, no había salvación para los muertos antes de
la muerte y resurrección de Jesucristo. Sin embargo, Cristo vino y mediante su
muerte estableció un puente sobre esa sima, proclamó la libertad para los cautivos
y la apertura de la puerta de esta prisión para quienes estaban en la
obscuridad y el cautiverio (Véase Isaías
24:22, 42:6-7 y 61:1). Desde entonces en adelante esta sima tiene un puente
de manera tal que los cautivos después de haber sufrido todo el castigo de sus
malas obras, después de haber satisfecho las demandas de la justicia y luego de
haber aceptado el evangelio de Cristo habiendo sido realizadas en su bien las
ordenanzas (por parientes o amigos vivientes) reciben el salvoconducto que les
permite cruzar esta sima (Véase Mateo
5:26 y Apocalipsis 1:17-18).
6.- CRISTO EN PERSONA DIO INICIO A LA OBRA
VICARIA EN FAVOR DE LOS MUERTOS:
Después de
la resurrección de Cristo, las puertas fueron abiertas a los muertos (Apocalipsis 1:17-18, 3:7), se
instituyó la obra vicaria por los difuntos y se extendió la oportunidad para
otorgar las bendiciones a aquellos muertos que habrían recibido el evangelio en
esta tierra si se les hubiera dado la oportunidad. El Señor habla de esto Él mismo: “De cierto, de cierto os digo: El que oye
mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a
condenación, mas ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene
la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los
que la oyeren vivirán” (Juan
5:24-25). Es evidente que los judíos se maravillaron por las palabras de
Jesús, muy posiblemente pensando que Él se refería a aquellos que habían muerto
en transgresión y pecado y que oirían su voz. Cristo lo percibió y aclaró Sus
palabras aún más al decir: “No os
maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los
sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección
de vida; más los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5:26-29). Estas palabras
confirman que Cristo no sólo se refería a los muertos en sentido figurado a
causa del pecado, sino a los muertos físicamente, los cuales también oirían su
voz.
Pedro nos
dice de Cristo lo siguiente: “Porque
también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos,
para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado
en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados
los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia
de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas
personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua…” (1 Pedro 3:18-20).
¿Por qué
predicó a aquellos espíritus desobedientes? Muy seguramente no fue para aumentar
su tormento, ni para reprenderlos por no aceptar la verdad en los días de los
profetas, mucho menos para atormentarlos y hacerlos más miserables a causa de
las bendiciones que habían perdido. Él no iba a complacerse en el sufrimiento de
los inicuos. Esto es evidente por el hecho de que Cristo no se complació en
atormentar aún a los mismos demonios (Véase
Mateo 8:28-32, Marcos 5:1-14 y Lucas 8:26-33). Pedro nos dice que el objeto
de su visita fue para que el evangelio pudiese ser predicado también a los muertos:
“… Porque por esto también ha sido el
evangelio a los muertos; para que sean juzgados en la carne según los hombres,
pero vivan en el espíritu según Dios…” (1
Pedro 4:6). La visita de Cristo a los espíritus encarcelados no fue hecha
por venganza, o para demostrarles que El tenía poder para triunfar sobre la
tumba, mientras que ellos, muertos sin la remisión de sus pecados, permanecerían
en una condición de castigo para siempre. Él tomó el glorioso mensaje del
evangelio y lo proclamó a los muertos con la promesa de que si lo obedecían participarían
de sus bendiciones, pues había llegado el momento en que los muertos oyeran “… la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan
vivirán…” (Juan 5:25).
7.- CRISTO POSEE AUTORIDAD PARA PERDONAR
PECADOS, NO SÓLO EN ESTA VIDA, SINO TAMBIÉN EN EL MUNDO ESPIRITUAL Y LA VIDA
VENIDERA:
Que los
pecados son perdonados en el mundo venidero, podemos constatarlo consultando
las palabras del Salvador: “… Todo pecado
y blasfemia será perdonado a los hombres; más la blasfemia contra el Espíritu
no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo
del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no
le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero…” (Mateo 12:31-32). Esto demuestra que
algunos pecados sí serán perdonados en el mundo venidero. Pablo nos dice
también que “… Si solamente en esta vida
tenemos esperanza en Cristo, somos los más dignos de lástima de todos los
hombres…” (1 Corintios 15:19). Más
nosotros tenemos esperanza en Cristo en esta vida y en la venidera, sabiendo
que Su perdón y redención traspasan las barreras de la muerte, pues “… Él es el que Dios ha puesto por Juez de
los vivos y de los muertos…” (Hechos
10:42). El perdón de pecados, la redención en Cristo, las ordenanzas, y
cualquier otra bendición del Evangelio, están disponibles para vivos y muertos,
pues esta distinción sólo la hacemos los seres humanos. Dios no hace tal
distinción entre vivos y muertos: “… Moisés
lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abraham, y
Dios de Isaac y Dios de Jacob. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues
para él todos viven…” (Lucas 20:38).
Es Cristo quien tiene las llaves del infierno (Apocalipsis 1:17-18, 3:7). Él puede sacar, y saca, a quien Él
quiere.
8.- SIN BAUTISMO EN AGUA NO HAY SALVACIÓN:
Una de las
declaraciones más rotundas y decisivas de nuestro Salvador fue lo que le dijo a
Nicodemo: “… De cierto, de cierto te
digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino
de Dios…” (Juan 3:5). Ese nacer del agua significa bautizarse y es tan claro que
no da lugar a discusión alguna. Nacer del Espíritu es igualmente una definitiva
declaración en relación con el don del Espíritu Santo, el cual es recibido mediante
la imposición de manos. El Salvador ni siquiera limitó su declaración con
alguna cláusula específica para referirse solamente a los que viven y tienen la
oportunidad de oír el evangelio, o para eliminar de su mandamiento a aquellos que
han pasado de este mundo. La declaración es categórica positiva y sin
restricción: “… el que no naciere de agua
y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios…” (Juan
3:5).
El apóstol
Pablo enseñó que Cristo: “…nos salvó, no
por obras de justicia que nosotros hubiésemos hecho, sino por su misericordia,
por el lavamiento [es decir, el bautismo] de la regeneración y la renovación
por el Espíritu Santo,” (Tito 3:5).
El Cristo
resucitado también afirmó:
“El que crea y sea bautizado será salvo;
pero el que no crea será condenado.”
(Marcos 16:16).
También
leemos:
“Entonces al oír esto, se compungieron de
corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
Varones hermanos, ¿qué haremos? [Obviamente para ser salvos] Y Pedro
les dijo: Arrepentíos y bautícese
cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y
recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y
para vuestros hijos y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor
nuestro Dios llamare.” (Hechos 2:37-39).
No hay
alternativa alguna: O somos bautizados y recibimos cualquier otra ordenanza del
Evangelio que se requiera, o seremos condenados. No hay excepción, no hay
distinción entre vivos y muertos, Cristo jamás la hizo, pues “… pues para Él [Dios] todos viven…” (Lucas 20:38
9.- EL BAUTISMO EN FAVOR DE LOS MUERTOS ERA
PARTE DE LA ENSEÑANZA APOSTÓLICA:
El bautismo
es una ordenanza que corresponde a esta vida, tal como también lo es la
recepción del Espíritu Santo por la imposición de manos y cualquier otra
ordenanza; y el hombre que no reciba estas bendiciones aquí, no podrá
recibirlas en el mundo de los espíritus. Allá se podrá arrepentir, creer y
aceptar la verdad, pero no podrá ser bautizado, pues estas ordenanzas
corresponden a este mundo. ¿Qué se puede hacer respecto a este asunto? El Señor
ha autorizado el uso de substitutos que actuarán vicariamente, lo que significa
que alguien actúa en lugar de otro, representando a los difuntos en los templos
y allí recibirán todas estas bendiciones para ellos. Cuando se hace esto, si los
difuntos aceptan la labor realizada, se les adjudica el hecho tal como si ellos
lo hubieran realizado por sí mismo. A esto se refería Pablo cuando habló
directamente del bautismo en favor de los muertos: “… De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en
ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los
muertos?” (1 Corintios 15:29).
Por las
palabras de Pablo resulta evidente que la salvación de los muertos era entendida
en los días de la Iglesia Primitiva y, en cierto modo, el bautismo por los
muertos continuó siendo practicado hasta que el Concilio de Cartago (397 d.C.) prohibió
la administración de esta ordenanza en favor de los difuntos. Pablo usó al
bautismo por los muertos como argumento contra los santos de Corinto, quienes, aun
en aquella época, se estaban apartando del verdadero evangelio. Estos entendían
la doctrina del bautismo por los muertos, pero dudaban de la resurrección
general.
10.- LA REALIZACIÓN DE ORDENANZAS EN FORMA
VICARIA ES LA ESENCIA MISMA DEL EVANGELIO:
La obra
vicaria (o de la substitución) es la doctrina que sustenta y valida el
sacrificio expiatorio de Cristo (Véase
Isaías 53:5, Juan 15:13, Romanos 5: 6-8, 2 Corintios 5:21, Gálatas 1:4, Efesios
5:2, Tito 2:14). El Señor realizó una gran obra vicaria por todos los
hombres, ahora Él ha delegado en nosotros, en un grado menor, poder para
efectuar la obra vicaria por los difuntos. De manera que, nosotros también podemos
llegar a ser salvadores de nuestros semejantes en esta forma, efectuando por
ellos la obra que no pueden efectuar por sí mismos (Abdías 21).
11.- LA BIBLIA PROCLAMA LA NECESIDAD DE LA
OBRA VICARIA Y MUCHAS DE SUS ENSEÑANZAS NO TENDRÍAN SENTIDO SIN LA MISMA:
Por todo lo
anterior, resulta evidente que el bautismo por los muertos no sólo es bíblico,
sino también lógico y necesario. Sin dicha doctrina, el Evangelio de Cristo
yace como un rompecabezas incomprensible al que le faltan muchas piezas clave.
Es gracias a la obra vicaria que se realiza en favor de los muertos que todos,
grandes y pequeños, podrán comparecer ante el juez de vivos y muertos y
reconocer que todos Sus juicios son justos, doblándose así toda rodilla tanto
en los cielos, como en la tierra y debajo de la tierra (Filipenses 2:9-11). Ahora bien, puesto que para inclinarse y
reconocer el señorío de Cristo se necesita saber quién es Él, hacemos eco de
las palabras de Pablo:
“… ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien
no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel
de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo
predicarán si no son enviados?...”
(Romanos). La predicación del
evangelio a los muertos es esencial para que todo esto tenga fiel cumplimiento,
y el bautismo en favor de los muertos es la única consecuencia lógica de dicha
predicación, pues al mandar a sus discípulos que predicaran el evangelio,
Cristo les dijo: “… id y haced a
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado…”
(Mateo 28:19-20). Asimismo, resulta
evidente al leer Apocalipsis 20:13-15
que algunos de los que salen del infierno podrán heredar la salvación. Esto se
deduce de la frase: “… Y el que no fue
hallado inscrito…” (Versículo 15), dando a entender que algunos de ellos sí
fueron hallados inscritos en el libro de la vida; de lo contrario, la frase
estaría de más en el texto, ya que todos resucitarían sólo para condenación.
Cristo inició la obra vicaria en favor de los muertos
III.- ¿CÓMO SURGIÓ LA PRÁCTICA DEL
BAUTISMO POR LOS MUERTOS ENTRE LOS MORMONES?
La doctrina
referente a la salvación de los muertos vino al Profeta José Smith de forma
gradual. Cuando el ángel Moroni vino ante el profeta José Smith, una de las
cosas que le dijo fue que los corazones de los hijos se volverían a sus padres
y que los corazones de los padres se volverían a los hijos, de manera que
cuando el Señor viniese, la tierra no fuese herida con maldición. Eso fue lo
primero que el Profeta escribió concerniente a la salvación para los muertos y
no sabía qué era lo que quería decir exactamente (Véase José Smith – Historia 1:30-39). Luego, en enero de 1836;
recibió una revelación en la cual el Señor dijo: “… Todos los que han muerto sin el conocimiento de este evangelio, que
lo habrían recibido si se les hubiese permitido quedar, serán herederos del
reino celestial de Dios; también todos aquellos que de aquí en adelante
murieren sin saber de él, que lo habrían recibido de todo corazón, serán
herederos de ese reino…” (Doctrina y
Convenios 137:7-10).
En ese
mismo año, 3 de abril de 1836, Elías el Profeta vino y restauró sus llaves (Doctrina y Convenios 110:13-16). Poco
después de la restauración de estas llaves, el Profeta recibió la inspiración
de la obra de la salvación de los muertos y la gloria total de esta doctrina
fue dada a conocer. De ahí en adelante, la doctrina de la salvación para los
muertos comenzó a ser enseñada poco a poco. Durante las expulsiones y
persecuciones que tuvieron lugar en Misuri, muy poco se dijo sobre este tema. El
primer discurso público sobre el tema de la salvación de los muertos fue
presentado en Nauvoo en el año 1840, en los servicios fúnebres del Élder
Seymour Brunson.
Los
primeros bautismos por los muertos en esta dispensación, fueron efectuados en
el río Misisipí, en Nauvoo. Hoy en día, los miembros de la Iglesia efectúan
bautismos por los muertos en los templos de todo el mundo.
De acuerdo
con la enseñanza mormona cualquier persona que ha sido bautizada y confirmada
en esta Iglesia, que sea digna y tenga más de doce años de edad, puede ir al
templo y ser bautizada por los difuntos. De esta manera, estos jóvenes y jovencitas,
así como los miembros adultos, tienen el privilegio de ayudar a salvar a los
hijos de nuestro Padre Celestial.
La doctrina
mormona en relación con el bautismo por los muertos se resume en las palabras
del Élder Bruce R. McConkie, del Quórum de los Doce:
“…Basado en el principio eterno del
servicio vicario, el Señor ha ordenado el bautismo por los muertos, como el
medio por el cual todos sus hijos dignos, de todas las eras, puedan convertirse
en herederos de la salvación en su Reino. El bautismo es la puerta al Reino
Celestial y a menos que un hombre nazca de nuevo de agua y del Espíritu no
podrá ganar una heredad en ese mundo celestial. (Juan 3:3-5.) Obviamente,
durante los frecuentes períodos de oscuridad apóstata, cuando la luz del
Evangelio cesa de brillar, y también en aquellas áreas geográficas donde no se
encuentran administradores legales, huestes de gente viven y mueren sin nunca
entrar por las puertas del bautismo para que así logren estar en la senda que
conduce a la vida eterna. Para ellos, un Dios justo ha ordenado el bautismo por
los muertos, una labor de agencia vicaria. (Doctrina y Convenios 124:25-36;
128; 1 Corintios 15:29) No hubo bautismo por los muertos en las dispensaciones
anteriores al meridiano de los tiempos. Pero desde que el Señor predicó a los
espíritus encarcelados, organizando su Reino entre ellos, esas y otras
ordenanzas vicarías del Templo se han estado efectuando. La dispensación de la
plenitud de los tiempos es la gran era de la obra de las ordenanzas vicarías,
un trabajo que continuará durante la era del Milenio hasta que se haya
efectuado por cada alma viviente que tenga derecho a recibirla…”
(Doctrina Mormona, pág. 97-98).
El Bautismo por los Muertos, una enseñanza distintiva del Mormonismo
IV.- ARGUMENTOS COMÚNMENTE
PRESENTADOS EN CONTRA DEL BAUTISMO POR LOS MUERTOS Y LA OBRA VICARIA:
La
oposición a la obra vicaria ha sido fuerte por parte de la cristiandad moderna.
A continuación analizamos algunos de los argumentos comúnmente utilizados por
los oponentes del bautismo por los muertos y la obra vicaria en general.
ARGUMENTO
#1:
“… En 1 Corintios 15:29, la práctica del
bautismo por los muertos es meramente mencionada, no recomendada. Si el Apóstol
Pablo hubiese enseñado el bautismo por los muertos, es inexplicable que se
excluyese a sí mismo de los que practicaban tal rito. Pero esto es exactamente
lo que hizo. Su desaprobación se nota en la manera impersonal con la que nombra
a los involucrados: De
otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos...? ¿Por qué, pues,
se bautizan por los muertos?... Si hubiese sido una práctica
apostólica, Pablo diría: ¿qué
haremos...?" o "¿qué harán ustedes?...”
Esto podría
parecer cierto a simple vista, pero dicho argumento falla en varios aspectos
esenciales. Dado que la evidencia es tan escasa, es preciso seguir principios
válidos de interpretación para entender este versículo. Dos principios básicos
aplican: (1) no leer el versículo aislado de su contexto, y (2) usar escrituras
claras y no ambiguas para interpretar los pasajes que son ambiguas y no claras,
y no viceversa.
Siguiendo
los principios mencionados, debemos hacer unas preguntas diagnósticas:
a)
¿Hay
algo previo en 1 Corintios (el contexto más amplio) que nos ayudará entender
esta mención del bautismo por los muertos en 15:29?
b)
¿Cuál
es el tema y la cadena de racionamiento que utiliza Pablo en los versículos que
preceden la mención del rito (el contexto inmediato)?
c)
¿Qué
relación tiene el bautismo por los muertos en versículo 29 con el desarrollo del
argumento de este punto?
d)
¿Es consistente
el bautismo por los muertos con las enseñanzas de los otros escritores del
Nuevo Testamento acerca del bautismo?
Tales
preguntas nos ayudarán interpretar correctamente el versículo 29, y evitar el
error de imponerle nuestras propias ideas preconcebidas.
A.-
Análisis del Contexto Amplio:
Hay tres
referencias al bautismo en 1 Corintios (1:13-17, 10:2, y 12:13). En 1:13-17
Pablo introduce el tema del bautismo en el contexto de su preocupación con los
desacuerdos y facciones entre los miembros de la Iglesia en Corinto, haciendo
evidente que en dicha rama de la Iglesia se carecía de un entendimiento correcto y balanceado de dicha
ordenanza, así como del principio de unidad en la fe: “… ¿Acaso está a dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros?
¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?...” (1:13). Ellos habían
degenerado la ordenanza del bautismo y habían formado facciones y partidos
dentro de la Iglesia, modificando quizás hasta la fórmula bautismal, bautizando
en el nombre de algún líder sobresaliente de la Iglesia.
Luego en
10:2 el apóstol usa la palabra "bautizado"
para describir a los israelitas al cruzar el Mar rojo: "… y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar..."
Aunque el uso de este término es figurativo, Pablo lo emplea para amplificar su
enseñanza anterior de la prioridad que toma la fe y regeneración interna sobre
el rito externo del bautismo (1:14-17). Pablo explica a los corintios que, a
pesar del "bautismo"
figurativo de los israelitas, esto no les garantizaba el favor incondicional de
Dios: "Pero de los más de ellos no
se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto" (10:5).
Sin conversión genuina hasta el bautismo, una ordenanza esencial para la
salvación, carece de sentido.
Finalmente,
en 12:13 Pablo menciona el bautismo como argumento en favor de la unidad de la
Iglesia: "… Porque por uno solo
Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo…"
En 1
Corintios 15:29 el apóstol Pablo liga el bautismo por los muertos a un grupo
dentro de la congregación corintia, cuya enseñanza es inconsistente con su
práctica religiosa y a quienes Pablo espera corregir con el capítulo 15 de 1
Corintios, incluyendo el versículo 29.
B.-
Análisis del Contexto Inmediato:
La mejor
manera de entender cualquier versículo en las Escrituras, es examinar los
versículos que lo rodean. Al leer 1 Corintios 15:29 en su contexto, se ve
claramente que la resurrección, y no el bautismo, es el tema dominante por todo
el capítulo 15.
En los versículos
1-11, Pablo declara que Cristo, después de morir por nuestros pecados, fue
resucitado. Este hecho fue atestiguado por más de 500 hermanos, la mayoría de
los cuales todavía vivían al escribir Pablo dicha epístola. Luego, en los
versículos 12-49 el apóstol emplea una serie de argumentos en cuanto a la importancia
y sensibilidad de la doctrina de la resurrección del cuerpo. En este punto,
debe tomarse en cuenta que la doctrina judeo-cristiana de la resurrección era
considerada una enseñanza ridícula dentro de la civilización griega antigua (y Corinto
fue una ciudad griega). Lo importante a notar es que el bautismo por los
muertos, mencionado por Pablo en versículo 29, es uno de esta serie de
argumentos usados por Pablo para defender la validez de la enseñanza cristiana
de la resurrección.
La pregunta
franca y retórica de Pablo en el versículo 12 expresa el tema del capítulo: "… Pero si se predica Cristo que
resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay
resurrección de muertos?..." Algo importante que notar es que el
propósito específico de la serie de argumentos presentados en los versículos
13-49 es refutar los falsos maestros dentro de la iglesia de Corinto ("… algunos entre vosotros…")
quienes abiertamente niegan la resurrección. Lo que sigue es un resumen del
pasaje:
ü Si no hay resurrección, Cristo no resucitó
(vv. 13, 16)
ü Nuestra predicación es en vano, todavía
estamos en nuestros pecados (vv. 14, 17)
ü Somos falsos testigos (v. 15)
ü Los que murieron en Cristo perecieron (v.
18)
ü De toda la gente, los cristianos son los
más dignos de conmiseración(v. 19)
ü Como la muerte vino por un hombre (Adán) a
todos los descendientes de él, también la resurrección vino por un hombre
(Cristo) a todos los que pertenecen a Él (vv. 20-22)
ü El orden de la resurrección: Cristo
primero, luego los que son de Cristo al momento de su llegada (vv. 23-28)
ü Los falsos maestros (quienes niegan la
resurrección) son inconsistentes en su práctica religiosa al bautizarse por los
muertos mientras insisten en negar la doctrina de la resurrección, porque dicha
práctica se basa en la esperanza de la resurrección (v. 29)
ü ¿Por qué sufrir abuso por causa del
evangelio si no hay resurrección? (vv. 30-34)
ü La resurrección es como una semilla que por
muerte trae vida más abundante (vv. 35-38)
ü La naturaleza del cuerpo resucitado es
distinto del cuerpo mortal, como los cuerpos de humanos, de bestias y de peces
son distintos uno del otro (v. 39)
ü El cuerpo resucitado tiene más gloria que
el cuerpo mortal o "animal", como el sol tiene más gloria que la luna
(vv. 40-41)
ü Varios contrastes entre el cuerpo
resucitado y nuestros cuerpos mortales (vv. 42-49)
C.-
Relación de 1 Corintios 15:19 con el Desarrollo del Argumento Central:
El tema
central de 1 Corintios 15 es la resurrección de los muertos. En este sentido,
el versículo 29 propone otra pregunta retórica: "… ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna
manera los muertos resucitan?.." Pablo enfatiza que dicho rito vicario
(el bautismo por los muertos) sólo posee validez debido a la esperanza de resurrección
futura para esa persona. De este modo, la función principal del versículo es
argumentar en favor de la doctrina apostólica de la resurrección de los
muertos, sin restar por ello validez al bautismo por los muertos, ya que Pablo
emplea dicho rito como evidencia en favor de la doctrina de la resurrección.
Ciertamente Pablo, un apóstol de Jesucristo, jamás utilizaría una mentira o
doctrina herética como pretexto para validar una enseñanza genuina de las
Escrituras. Por ello, de ser válido el rito del bautismo por los muertos,
también lo es la doctrina de la resurrección y viceversa. Si una enseñanza es
falsa, la otra lo es también.
D.-
Consistencia Doctrinal entre la Práctica del Bautismo por los Muertos y las
Enseñanzas de los Otros Escritores Bíblicos:
Como se vio
anteriormente, la Biblia sienta los principios básicos sobre los cuáles se
fundamenta la obra vicaria, principalmente en lo que al bautismo por los
muertos se refiere. La interpretación mormona de 1 Corintios 15:29 no riñe con
la enseñanza apostólica reflejada en el Nuevo Testamento ni con lo enseñado por
los profetas del Antiguo Testamento; por el contrario, le da sentido y
coherencia doctrinal a la doctrina cristiana. Para más información, véase la
Sección II de este estudio (FUNDAMENTO DOCTRINAL DE LA OBRA VICARIA)
El Libro de Mormón contiene la Plenitud del Evangelio
ARGUMENTO
#2:
“… El Libro de Mormón se describe como Escritura
que tiene "la plenitud del evangelio eterno" (Doctrina y convenios
27:5), y según la iglesia mormona el bautismo por los muertos es doctrina
central del evangelio de Jesucristo. En el Libro de Mormón hay un silencio
absoluto en cuanto al bautismo por los muertos. Sin embargo, sí hay evidencia
positiva del Libro de Mormón en contra de la práctica. Moroni 8:22
explícitamente declara que el estado de los que mueren sin saber el evangelio
es semejante al estado de los niños que mueren en infancia. Así que, por las
mismas razones que el Libro de Mormón rechaza el bautismo de los niños, el
bautismo por los que mueren sin saber el evangelio también tendría que ser
rechazado. Moroni 8:23 condena específicamente el bautismo por estos dos grupos
de individuos como vano y una burla. El bautismo por los muertos también choca
con la enseñanza del Libro de Mormón en Mosíah 18:13, que dice que el bautismo
es un convenio para la vida mortal. Según estos pasajes, los que mueren sin
saber el evangelio no necesitan el bautismo, y además, como es un convenio para
esta vida mortal, no podría tener pertinencia para los que moran en el mundo de
los espíritus. Estos puntos, junto con el silencio del Libro de Mormón acerca
del bautismo por los muertos, constituyan una contradicción grave entre las
escrituras mormonas y su práctica…”
El
argumento anterior puede resumirse en tres puntos principales:
a)
Si el
Libro de Mormón contiene la plenitud del Evangelio, ¿Por qué guarda silencio
acerca del bautismo por los muertos?
b)
El
Libro de Mormón declara que el estado de los que mueren sin saber el evangelio
es semejante al estado de los niños que mueren en la infancia, por lo tanto, el
bautismo en favor de dichas personas es innecesario.
c)
Según
la enseñanza del Libro de Mormón, el bautismo es un convenio para la vida
mortal; por lo tanto, no podría tener pertinencia para los que moran en el
mundo de los espíritus.
Analicemos
cada punto detenidamente:
A.- SI EL LIBRO DE MORMÓN CONTIENE LA
PLENITUD DEL EVANGELIO, ¿POR QUÉ GUARDA SILENCIO ACERCA DEL BAUTISMO POR LOS
MUERTOS?
Ciertamente
el Libro de Mormón contiene la plenitud del Evangelio Eterno. El Señor mismo lo
ha testificado (Doctrina y Convenios
20:9 27:5, 42:12 y 135:3). Sin embargo, esto no quiere decir que contiene
todas las enseñanzas, ni toda la doctrina jamás revelada. Más bien, quiere
decir que en el Libro de Mormón encontraremos la plenitud de la doctrina que se
requiere para nuestra salvación. Y se enseña clara y simplemente a fin de que
aún los niños puedan aprender los senderos de la salvación y exaltación. El
Libro de Mormón ofrece muchas verdades que ensanchan nuestro conocimiento de la
doctrina de salvación. Sin él, mucho de lo que se enseña en otras Escrituras no
sería tan claro. El Élder Bruce R. McConkie enseñó lo siguiente:
“… Nuestras revelaciones dicen que el Libro
de Mormón posee la plenitud del evangelio. (D. y C. 20:9; 27:5; 42:12; 135:3.)
Esto es verdad ya que el Libro de Mormón es un registro de los tratos de Dios
con un pueblo que disfrutó de la plenitud del evangelio, por lo que todas las
leyes y principios que llevan a la salvación más alta se encuentran registrados
en ese libro. En el mismo sentido la Biblia y Doctrina y Convenios contienen la
plenitud del evangelio. Tal como lo expresó el Pres. John Taylor, las escrituras
"son simplemente registros, historias, mandamientos, etc. El evangelio es
un principio vivo, perdurable, eterno y sin cambio que ha existido junto
[coevo] con Dios, y existirá siempre, mientras haya tiempo y eternidad
dondequiera se desarrolle y sea manifestada." (Gospel Kingdom, pág. 88.)
La plenitud del evangelio no puede ser preservada en la palabra escrita… ” (Doctrina
Mormona, págs. 279-280).
Para
entender la afirmación de que el Libro de Mormón contiene la plenitud del
Evangelio, debemos entender primeramente qué es el Evangelio. La palabra
evangelio significa, literalmente, “buenas
nuevas” . Son las buenas nuevas concernientes a Cristo, su expiación, el establecimiento
de su reino sobre la tierra y una posible herencia futura en su presencia
celestial. El Profeta José Smith, por vía de revelación, registró:
"… Y este es el evangelio, las buenas
nuevas, que la voz de los cielos nos testificó. Que vino al mundo, si, Jesús,
para ser crucificado por el mundo y llevar los pecados del mundo, y para
santificarlo y limpiarlo de toda injusticia; para que por él pudiesen ser
salvos todos aquellos a quienes el Padre había puesto en su poder y hecho por
él…" (Doctrina
y Convenios 76:40-42.)
En su
ministerio entre los nefitas después de su resurrección nuestro Señor proclamó:
"… He aquí, os he dado mi evangelio, y
éste es el evangelio que os he dado: que vine al mundo a cumplir la voluntad de
mi Padre, porque mi Padre me envió. Y mi Padre me envió para que fuese
levantado en la cruz, y que después de ser levantado sobre la cruz, pudiese
atraer a mí mismo a todos los hombres, para que así como he sido levantado por
los hombres, así también los hombres sean levantados por el Padre, para
comparecer ante mí, para ser juzgados por sus obras, ya fueren buenas o malas…”
(3 Nefi 27:13-14).
La pregunta
lógica es: ¿Nos enseña el Libro de Mormón acerca de Cristo? ¿Contiene dicho
libro la doctrina referente a la Expiación? ¡Claro que sí! El Libro de Mormón
testifica con poder y claridad de Jesucristo; enseña en términos claros e
inequívocos la autenticidad de Su nacimiento milagroso, Su vida perfecta y la
realidad de Su gloriosa resurrección. También proporciona la explicación más completa
de la doctrina de la Expiación. Verdaderamente, este libro divinamente
inspirado da testimonio al mundo de que Jesús es el Cristo y sí contiene la
plenitud del Evangelio. No obstante, esto tampoco significa que deba contener
todas las doctrinas jamás reveladas al hombre. La plenitud del evangelio no
puede ser preservada en la palabra escrita. Ni siquiera la Biblia, con todo y
ser más extensa que el Libro de Mormón, contiene todo el conocimiento acerca de
Jesucristo, Su doctrina y Sus obras. Juan, el Amado, lo deja bien claro en su
evangelio: “…Y hay también otras muchas cosas
que hizo Jesús, las cuales si se escribiesen cada una de ellas, pienso que ni
aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir…” (Juan 21:25).
B.- ¿REALMENTE ENSEÑA EL LIBRO DE MORMÓN
QUE EL ESTADO DE LOS QUE MUEREN SIN SABER EL EVANGELIO ES SEMEJANTE AL ESTADO
DE LOS NIÑOS QUE MUEREN EN LA INFANCIA Y QUE, POR LO TANTO, EL BAUTISMO EN
FAVOR DE DICHAS PERSONAS ES INNECESARIO?
Leamos
cuidadosamente los versículos en cuestión. Moroni
8:22-23 nos dice:
“… Porque he aquí, todos los niños
pequeñitos aviven en Cristo, y también todos aquellos que están sin ley. Porque
el poder de la redención surte efecto en todos aquellos que no tienen ley; por
tanto, el que no ha sido condenado, o sea, el que no está bajo condenación
alguna, no puede arrepentirse; y para tal el bautismo de nada sirve; antes
bien, es una burla ante Dios, el negar las misericordias de Cristo y el poder
de su Santo Espíritu, y el poner la confianza en obras muertas...”.
Como puede
notarse en dichos versículos (y a lo largo de todo el capítulo 8 de Moroni), el
tema central es el bautismo de infantes. En su argumentación Moroni enseña que
los niños no deben ser bautizados porque el bautismo solamente deben recibirlo
aquellos que son “…capaces de cometer pecado…”
(Moroni 8:10); mientras que “… Los niños pequeños no pueden arrepentirse…”
(Moroni 8:19). Es debido a que los
bebés no gozan de los poderes de la razón, ni de la capacidad para pecar, que
el bautismo no se requiere de ellos. La Iglesia jamás practicaría el bautismo
de infantes porque hacerlo sería inútil. Sólo quien peca bajo uso de razón
puede ser candidato al bautismo. Jesús, dijo: “… Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he
venido a llamar al arrepentimiento a los justos, sino a los pecadores…” (Marcos 2:17; véase también mateo 9:12 y
Lucas 5:31).
Puesto que
la prohibición para el bautismo de infantes en Moroni 8 se basa en la
incapacidad mental para pecar y el uso limitado de los poderes de razonamiento,
“… aquellos que no tienen ley…” no
pueden ser adultos normales, ya que se les pone al mismo nivel que a los niños
pequeños en Moroni 8:22-23. Es evidente entonces que se refiere a personas que
nunca gozaron de los poderes de la razón y son mentalmente minusválidos. Ellos
tampoco necesitan el bautismo. Ellos mueren sin ley y, al igual que los niños pequeños,
“… viven en Cristo…” (Moroni 8:12).
La doctrina
de La Iglesia de Jesucristo de los Últimos Días es coherente con su práctica en
todo sentido, y sus Escrituras jamás se contradicen; por eso, la Iglesia no
efectúa bautismos vicarios en favor de niños fallecidos, ni de personas con
alguna discapacidad mental seria.
C.- ¿REALMENTE ENSEÑA EL LIBRO DE MORMÓN
QUE EL BAUTISMO ES UN CONVENIO PARA LA VIDA MORTAL Y QUE, POR LO TANTO, NO
PODRÍA TENER PERTINENCIA PARA LOS QUE MORAN EN EL MUNDO DE LOS ESPÍRITUS?
Nuevamente
debemos analizar los versículos usados para defender este argumento. Mosíah 18:13 nos dice:
“…Y cuando hubo dicho estas palabras, el
Espíritu del Señor vino sobre él, y dijo: Helam, teniendo autoridad del Dios
Todopoderoso, te bautizo como testimonio de que has hecho convenio de servirle
hasta que mueras en cuanto al cuerpo mortal; y sea derramado sobre ti el
Espíritu del Señor, y concédate él vida eterna mediante la redención de Cristo,
a quien él ha preparado desde la fundación del mundo...”.
Realmente, pretender
usar dicho versículo como argumento en contra del bautismo vicario sería
risible si no fuera malicioso. El mismo contexto de Mosíah 18 vuelve absurda
tal interpretación. Al decir esas palabras, el profeta Alma quiso recalcar en
la mente de Helam (y de todos los que presenciaban dicha escena y que pronto
serían bautizados también) que el convenio que estaba por hacer no era algo
pasajero o que podía tomarse a la ligera, sino un convenio que debería observar
a lo largo de toda su vida. Nótese el énfasis en la perseverancia hasta el fin
que el escritor pone en Mosíah 18:17: “… Y fueron llamados la iglesia de Dios… desde ese tiempo en
adelante…”
Alma jamás
enseñó que el bautismo sólo tengo validez en esta vida o que sus efectos sólo
sean de naturaleza temporal, por el contrario, lo veía como la ordenanza
iniciatoria en su ascenso hacia la gloria celestial. Esto puede verse claramente
en Mosíah 18:30: “…Y ahora bien, aconteció que todo esto se
hizo en Mormón, sí, al lado de las aguas de Mormón, en el bosque inmediato a las
aguas de Mormón; sí, el paraje de Mormón, las aguas de Mormón, el bosque de
Mormón, ¡cuán hermosos son a los ojos de aquellos que allí llegaron al
conocimiento de su Redentor; sí, y cuán benditos son, porque le cantarán
alabanzas para siempre!..”.
Quienes
usan dicho versículo para argumentar en contra del bautismo por los muertos
harían bien en familiarizarse con el contexto histórico y las enseñanzas del
Libro de Mormón.
Uno de los ladrones acudió a Cristo por misericordia, ¿Qué fue de él?
ARGUMENTO
#3:
“… Las palabras de Jesús a uno de los
malhechores que fue crucificado con Él nos muestran que no es necesario el
bautismo por los muertos, ya que bastó con la fe en Cristo y la confesión del
pecado para que éste llegara a ser aceptable ante Dios y recibiera entrada en
Su reino. Cristo mismo le dijo al malhechor: Hoy estarás conmigo en el paraíso
(Lucas 23:43)… No hubo necesidad de ritos ni ceremonias de ningún tipo, pues
ese mismo día el malhechor arrepentido fue al paraíso con los justos. Además,
Pablo enseñó que lo único que se necesita para ser salvos es confesar y
reconocer a Cristo como salvador personal, nada dijo en cuanto a recibir el
bautismo en Romanos 10:9…”
Ciertamente,
las palabras de Jesús a uno de los malhechores que fue crucificado con Él han
sido la causa de que muchos, erróneamente, enseñen y crean que la confesión del
pecado en el lecho de muerte puede ser aceptable para darle a uno la entrada al
reino de Dios. Examinemos dicha afirmación:
“… Y uno de los malhechores que estaban
colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a
nosotros. Y respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni siquiera temes tú
a Dios, estando en la misma condenación? Y nosotros, a la verdad, justamente
padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; pero éste ningún
mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces
Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso…” (Lucas
23:39-43).
Nótese que
la súplica del malhechor fue: “… Acuérdate
de mí cuando vengas en tu reino...”. El malhechor no suplicaba ir a ningún
lugar especial ese mismo día, mucho menos al cielo como muchos piensan. Él
sabía que sus obras en esta vida no habían estado en comunión con la voluntad
de Dios y por lo tanto era indigno de tal bendición. La súplica del malhechor
implica una esperanza mayor de resurrección y alcanzar misericordia durante el
reinado milenial de Cristo, del cual él parecía saber ya. Evidentemente, el
malhechor arrepentido entendía en parte ciertos principios del Evangelio y
reconocía a Jesús como el Mesías prometido; por eso acudió a Él busca de
misericordia.
Resulta más
que evidente que Cristo encontró en el malhechor esa actitud penitente y de
contrición que lo hacía digno de recibir misericordia. Ante esa actitud
penitente por parte del malhechor, Cristo le promete: “…De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso…”. No
obstante, Cristo no le estaba prometiendo que lo llevaría al cielo ese mismo
día. ¿Cómo lo sabemos? ¡Por el testimonio de las mismas Escrituras!
En primer lugar,
el malhechor no había nacido de nuevo del agua y del Espíritu, lo cual, como
Jesús mismo había enseñado, era un requisito previo para entrar en el reino de
los cielos (Véase Juan 3:3-6 y compárese
con Tito 3:5). Cristo jamás se contradice a sí mismo. No es parte de Su
naturaleza perfecta y justa violentar de esa forma sus propios mandamientos y
enseñanzas.
En segundo
lugar, el Paraíso y el Cielo no son lo mismo. Es evidente en extremo que aun
cuando Jesús prometió al malhechor: “…
Hoy estarás conmigo en el paraíso…”, tres días después aún no había
ascendido a Su Padre Celestial. En Juan
20:11-17 leemos lo siguiente: “… Pero
María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó
para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con ropas blancas que
estaban sentados, el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de
Jesús había sido puesto. Y le dijeron:
Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé
dónde le han puesto. Y cuando hubo dicho
esto, se volvió y vio a Jesús que estaba allí; pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era
el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado dime dónde lo has puesto, y
yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María!
Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni!, que quiere decir, Maestro. Jesús le dijo:
No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; pero ve a mis hermanos y
diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.”.
Puesto que
Dios mora en los cielos y Cristo todavía no había subido a Su Padre tres días
después de su muerte, es evidente que no llevó al malhechor ese día al reino
celestial. Por si esto fuera poco, las Escrituras nos testifican que Jesús
ascendió al cielo cuarenta días más tarde (Juan
20:17, Hechos 1:1-3, 1:9). Por lo tanto, o Cristo le mintió al malhechor
penitente, o el paraíso y el cielo son dos lugares totalmente distintos. ¿Cuál
de las dos opciones le parece correcta? Sin lugar a dudas, la segunda opción:
¡El paraíso y el cielo no son la misma cosa!
Surge ahora
una nueva interrogante: Si el paraíso y el cielo no son el mismo lugar, ¿Qué es
entonces el paraíso y dónde se encuentra? En Lucas 16:19-31 se nos enseña que el mundo de los espíritus está
dividido en dos regiones o moradas: el Hades (o prisión espiritual) y el
paraíso (llamado aquí seno de Abraham). Por lo tanto, el paraíso no es otra
cosa que la región en el mundo espiritual donde moran los justos. También es
evidente que el paraíso, o seno de Abraham, no se encuentra en el cielo, ya que
hasta los condenados en el infierno podían ver el gozo que experimentaban los
espíritus de los justos en el paraíso y viceversa. ¿Dónde se encuentra entonces
el mundo espiritual? ¡En medio de nosotros! Al morir, el espíritu del hombre
deja su cuerpo y se halla inmediatamente en el mundo de los espíritus, por lo
tanto, ese mundo espiritual está sobre la tierra, pero invisible a los ojos
humanos (Véase 2 Reyes 6:16-17).
José Smith dijo: "Los espíritus de
los justos... no se hallan lejos de nosotros." (Enseñanzas, pág. 402).
El Profeta
también enseñó que: “…"Hades, seol,
paraíso, espíritus encarcelados, todos representan una misma cosa; el mundo de
los espíritus. Los justos y los inicuos van todos al mismo mundo de los
espíritus hasta el tiempo de su resurrección..." (Enseñanzas, pág. 372). Fue a ese lugar, al mundo de los espíritus,
al cual Jesús prometió llevar ese mismo día al malhechor arrepentido. Pero,
¿Con qué propósito?
Pedro nos
dice que, durante los tres días que permaneció en el sepulcro, Cristo “… fue y predicó a los espíritus
encarcelados los que en otro tiempo desobedecieron…” (1 Pedro 3:18-20). Pedro nos dice que el objeto de su visita fue
para que el evangelio pudiese ser predicado también a los muertos: “… Porque por esto también ha sido el
evangelio a los muertos; para que sean juzgados en la carne según los hombres,
pero vivan en el espíritu según Dios…” (1
Pedro 4:6). De modo que al malhechor arrepentido, como a los demás hombres
que no habían obedecido el evangelio en la carne, se le tenía que predicar el
evangelio. Al entender y aceptar el evangelio en el mundo espiritual o paraíso,
alguna persona viva podría actuar como su agente vicario y efectuar a favor de
él la ordenanza del bautismo y cualquier otra ordenanza del evangelio que fuese
pertinente.
Aún si
quisiéramos entender que Cristo le prometió al malhechor llevarlo al cielo (lo
cual hemos visto que no es cierto), todavía deberíamos considerar un último
detalle. Hemos de decir que la puntuación que se utilice en la traducción de
estas palabras de Jesús dependerá de cómo las entienda el traductor, pues el
texto griego original no está puntuado. El uso de la puntuación no se
generalizó hasta aproximadamente el siglo IX de nuestra era. Aunque muchas
traducciones colocan los dos puntos (o una coma, o la conjunción “que”) antes
de la palabra “hoy”, por lo que dan la impresión de que el malhechor entró en
el paraíso aquel mismo día, no hay nada en el resto de las Escrituras que apoye
esta idea. Como se dijo anteriormente, Jesús no ascendió a los cielos sino
hasta cuarenta días después de su resurrección (Juan 20:17, Hechos 1:1-3, 1:9). Por lo tanto, es obvio que Jesús
no utilizó la palabra “hoy” para indicar cuándo estaría el malhechor en el
paraíso, sino para llamar la atención al momento en que se daba la promesa y en
el que el malhechor mostraba que tenía una cierta fe en Jesús. En ese día los
principales líderes religiosos del propio pueblo de Jesús lo habían rechazado y
condenado, y después la autoridad romana lo había sentenciado a muerte. Se
había convertido en objeto de escarnio y de burla. De modo que el malhechor que
estaba junto a él mostraba una cualidad notable y una actitud de corazón
encomiable al no seguir a la muchedumbre, sino hablar en favor de Jesús y
expresar confianza en su reino venidero. Reconociendo que estas palabras destacan
el momento en que se hizo la promesa más bien que el de su cumplimiento, la Nueva Reina – Valera (1990) lee: “… entones Jesús le contestó: Te aseguro
hoy: Estarás conmigo en el paraíso…”. Otras versiones que traducen el texto
de forma parecida son la Traducción del
Nuevo Mundo, la de Rotherham y
la de Lamsa (en inglés), la de Reinhardt y la de W. Michaelis (en alemán) y la Versao
Trinitária de 1883 (en portugués), así como la Siriaca Curetoniana del siglo V de la Era Cristiana. Por lo tanto,
es razonable suponer que la promesa de Jesús a aquel malhechor apuntaba hacia
una bendición futura, dándole la esperanza de tener una oportunidad de aprender
el evangelio y aceptarlo en el mundo espiritual y, finalmente, tras aceptarlo y
cumplir con las leyes establecidas por Dios, morar con los justos en el
paraíso.
Analicemos
ahora Romanos 10:9. Dicho versículo
nos dice: “…Si confiesas con tu boca al
Señor Jesús, y crees en tu corazón que Dios
le levantó de los muertos, serás salvo...”. Hay algunos que han aceptado muy literalmente éstas palabras
de Pablo, pero sin comprender el significado de las mismas. La verdad es que para
ser salvos no basta con confesar a Cristo como Salvador y reconocer que somos
pecadores. Si así fuera, hasta los demonios serían salvos, ya que: “… También los demonios creen, y
tiemblan…” (Santiago 2:19).
El mundo
está lleno de gente buena y honesta que cree que todo lo que es necesario que
uno haga para ser salvo es confesar con los labios el nombre de Jesucristo, pero
este es un punto de vista extremo y nada realista. Una profesión de fe no sería
suficiente para salvar al mundo por la sencilla razón de que el Señor nos ha
dicho que debemos vivir según toda palabra que procede de la boca de Dios y
estamos bajo la necesidad de obedecer Sus mandamientos para ser salvos (Mateo 4:4, Deuteronomio 8:3).
El relato
del joven rico nos ilustra este principio:
“… Y he aquí uno, acercándose, le dijo:
Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la a vida eterna? Y él le dijo: ¿Por qué
me llamas bueno? Ninguno es bueno sino uno, a saber, Dios; y si quieres entrar
en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No
matarás; no cometerás adulterio; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra
a tu padre y a tu madre; y, amarás a tu prójimo como a ti mismo…” (Mateo
19:16-19, Marcos 10:17-19, Lucas 18:18-20). Jesús no afirmó que bastaba con
creer en Él y confesarlo como Salvador para ser salvos, antes bien recalcó la
obediencia a los mandamientos.
Santiago,
apóstol y hermano de nuestro Señor Jesucristo, también enseñó:
“… Hermanos
míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá
la fe salvarle?... la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma... ¿Más
quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue a
justificado por las obras nuestro padre Abraham, cuando ofreció a su hijo Isaac
sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se
perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a
Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es a
justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo, Rahab, la ramera, ¿no fue justificada
por las obras, cuando recibió a los mensajeros, y los envió por otro camino? Porque
como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras es
muerta...” (Santiago 2:14-26).
Santiago
enseñó, tal como enseñó el Señor y tal como había enseñado Pablo en otros
pasajes (Véase Romanos 2:1-16, 6:1-5,
6:23; 1 Corintios 6:9-10, Gálatas 6:7-9; Filipenses 2:12)., que es nuestro
deber, necesariamente, trabajar, esforzarnos con diligencia y fe, obedeciendo
los mandamientos del Señor, si es que queremos alcanzar aquella herencia que se
promete a los fieles, y la cual será dada a ellos mediante su fidelidad hasta
el fin. La salvación y la vida eterna no vienen por una profesión de fe hecha
en público durante un servicio religioso, en la intimidad de nuestro cuarto, o
en el lecho de muerte; se requiere una vida de fidelidad, obediencia y servicio
a Cristo. En este sentido, el malhechor penitente tenía muchos requisitos por
cumplir todavía, pero mediante la oportunidad que Cristo le brindó en el mundo
espiritual, él podría llegar a cumplir con dichos requisitos y heredar la vida
eterna y la salvación.
El Mundo de los Espíritus, representado en la parábola del rico y Lázaro
ARGUMENTO
#4:
“… El relato del rico y Lázaro prueba que
no hay posibilidad alguna de que los condenados en el infierno gocen de una
segunda oportunidad para ser salvos (Lucas 16:19-31). Es más, de acuerdo con
Pablo, está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de
esto el juicio, (Hebreos 9:27). La Biblia enseña que la salvación es un asunto
de esta vida, y que no hay segundas oportunidades para la salvación. Hoy es el
día de la salvación (Hebreos 3:12-13, 4:6-7)…”
Hemos
explicado ya que, mientras Cristo no abrió la puerta, no hubo obra efectuada en
bien de los difuntos. El relato del rico y Lázaro se da en ese contexto, mucho
antes de la muerte y resurrección de Cristo. Debido a ello, Jesucristo mismo declaró enfáticamente que había
una separación imposible de salvar entre los espíritus de los justos y los de
los malvados en el mundo espiritual: “… Además
de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera
que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá...”
(Lucas 16:19-31). Por lo tanto es
evidente que, antes de la resurrección de Cristo, los justos y los malvados que
estaban muertos no podían visitarse entre sí, de modo que no había salvación
para los muertos antes de la muerte y resurrección de Jesucristo. Sin embargo, mediante
su muerte Cristo estableció un puente sobre esa sima, proclamó la libertad para
los cautivos y la apertura de la puerta de esta prisión para quienes estaban en
la obscuridad y el cautiverio (Véase
Isaías 24:22, 42:6-7 y 61:1). Desde entonces en adelante esta sima tiene un
puente de manera tal que los cautivos después de haber sufrido todo el castigo
de sus malas obras, después de haber satisfecho las demandas de la justicia y
luego de haber aceptado el evangelio de Cristo habiendo sido realizadas en su
bien las ordenanzas (por parientes o amigos vivientes) reciben el salvoconducto
que les permite cruzar esta sima (Véase
Mateo 5:26 y Apocalipsis 1:17-18).
Después de
la resurrección de Cristo, las puertas fueron abiertas a los muertos (Apocalipsis 1:17-18, 3:7), se
instituyó la obra vicaria por los difuntos y se extendió la oportunidad para
otorgar las bendiciones a aquellos muertos que habrían recibido el evangelio en
esta tierra si se les hubiera dado la oportunidad. El Señor habla de esto Él mismo: “De cierto, de cierto os digo: El que oye
mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a
condenación, más ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene
la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los
que la oyeren vivirán. No os maravilléis
de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán
su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; más los
que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5:24-29). Estas palabras confirman que Cristo no sólo se
refería a los muertos en sentido figurado a causa del pecado, sino a los
muertos físicamente, los cuales también oirían su voz.
Pedro nos
dice de Cristo lo siguiente: “Porque
también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos,
para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado
en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados los
que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios
en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas,
es decir, ocho, fueron salvadas por agua…” (1 Pedro 3:18-20).
Pedro nos
dice que el objeto de su visita fue para que el evangelio pudiese ser predicado
también a los muertos: “… Porque por esto
también ha sido el evangelio a los muertos; para que sean juzgados en la carne
según los hombres, pero vivan en el espíritu según Dios…” (1 Pedro 4:6).
La obra
vicaria en favor de los muertos es ahora una realidad, y no contradice en forma
alguna las Escrituras aquí empleadas para refutarla. Analicemos ahora dichos
versículos.
Hebreos 9:27 nos dice: “…Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una
sola vez, y después de esto el juicio…”.
Utilizando
una interpretación dudosa, y sacando de contexto dicho versículo, se pretende
afirmar que la salvación sólo es posible en esta vida, pero no en el mundo
espiritual. Esto no es cierto, ya que los pecados pueden ser perdonados en el
mundo venidero. Esto podemos constatarlo consultando las palabras del Salvador:
“… Todo pecado y blasfemia será perdonado
a los hombres; más la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A
cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado;
pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este
siglo ni en el venidero…” (Mateo
12:31-32). Esto demuestra que algunos pecados sí serán perdonados en el
mundo venidero. Pablo nos dice también que “…
Si solamente en esta vida tenemos esperanza en Cristo, somos los más dignos de lástima
de todos los hombres…” (1 Corintios
15:19). Más nosotros tenemos esperanza en Cristo en esta vida y en la
venidera, sabiendo que Su perdón y redención traspasan las barreras de la
muerte, pues “… Él es el que Dios ha
puesto por Juez de los vivos y de los muertos…” (Hechos 10:42). El perdón de pecados, la redención en Cristo, las
ordenanzas, y cualquier otra bendición del Evangelio, están disponibles para
vivos y muertos, pues esta distinción sólo la hacemos los seres humanos. Dios
no hace tal distinción entre vivos y muertos: “… Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor:
Dios de Abraham, y Dios de Isaac y Dios de Jacob. Dios no es Dios de muertos,
sino de vivos, pues para él todos viven…” (Lucas 20:38). Es Cristo quien tiene las llaves del infierno (Apocalipsis 1:17-18, 3:7).
Cristo
puede sacar, y saca, a quien Él quiere de la prisión espiritual, de ello dan fe
las Escrituras. Por lo tanto, negar la obra vicaria con base en Hebreos 9:27, no sólo resta poder a la
Expiación de Cristo, sino que también es una serio error de interpretación
bíblica, ya que dicho versículo no niega la obra en favor de los muertos. ¿De
qué trata entonces dicho versículo? Veamos el contexto y descubrámoslo.
Hebreos 9
enfatiza que las ordenanzas de la ley de Moisés prefiguraban el ministerio de
Cristo (Hebreos 9:1-10), así como que Cristo es el Mediador del nuevo convenio
(Hebreos 9:11-28). El escritor de la epístola a los Hebreos busca grabar en la
mente de sus lectores la superioridad de Cristo y su Expiación por encima de
los rituales mosaicos y los sacrificios de animales. Dichos sacrificios suelen “…ofrecerse muchas veces,” (Hebreos
9:25), mientras que el sacrificio de Cristo “…fue
ofrecido una sola vez…” (Hebreos 9:28).
Leído en su
contexto, Hebreos 9:27 reafirma la superioridad del sacrificio de Cristo sobre
la ley de Moisés y sus rituales. Leámoslo en su contexto:
“… Porque no entró Cristo en el santuario
hecho por manos, figura del verdadero, sino en el mismo cielo para presentarse
ahora por nosotros ante Dios. Y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo
sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena; de otra manera le
hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero
ahora, en la consumación de los siglos, se ha presentado una sola vez y para
siempre, para anular el pecado por medio del sacrificio de sí mismo. Y de la
manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después
de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los
pecados de muchos; y la segunda vez, sin pecado, aparecerá para salvar a los
que le esperan.” (Hebreos 9:24-28).
Así como el
hombre muere una sola vez, así también
Cristo, el sacrificio perfecto por nuestros pecados, murió una sola vez y para
siempre. En ningún lugar de estos versículos se niega o prohíbe la obra vicaria
o su posibilidad.
Algo
similar ocurre con Hebreos 3:12-13 y 4:6-7. Lejos de enseñar que la salvación
sólo es posible en esta vida, dichos versículos nos invitan a arrepentirnos hoy
y evitar la postergación pues, para nosotros que en esta vida tenemos la
bendición de que se nos enseñe el Evangelio, no hay segundas oportunidades
después de esta vida. Ciertamente, aquellos que rechacen a Cristo en esta vida
de forma voluntaria, pierden la oportunidad de obtener la vida eterna en el
mundo espiritual. El presidente Joseph Fielding Smith enseñó:
“…Hay en este mundo demasiadas personas que
han escuchado el mensaje del evangelio y que piensan que pueden continuar hasta
el fin de esta vida mortal viviendo como les plazca, y luego aceptar el
evangelio después de la muerte, confiando en que sus amigos efectuarán por
ellas las ordenanzas que por sí mismas no efectuaron, y que finalmente
recibirán las bendiciones en el reino de Dios. Esto es un error. En esta vida
los hombres tienen el deber de arrepentirse. Todo hombre que escucha el mensaje
del evangelio está bajo la obligación de recibirlo. Si no lo hace… se le negará la plenitud que vendrá a quienes
en su fidelidad han sido justos y fieles, sea en esta vida o en el mundo de los
espíritus...” (Church News, 5 de agosto de 1939, pág. 5).
Los que
tienen la oportunidad aquí, aquellos a quienes es declarado el mensaje de
salvación, los que son enseñados y han recibido la verdad en esta vida, y sin
embargo la niegan y rehúsan recibirla, no tendrán un lugar en el reino de Dios.
No estarán con aquellos que mueren sin ese conocimiento y que sin embargo lo
aceptan en el mundo espiritual. Concordamos con las enseñanzas de Hebreos
3:12-13 y 4:6-7; sin embargo insistimos en que éstas, de ninguna forma, niegan
la posibilidad de salvación para aquellos que jamás han tenido el privilegio de
conocer la verdad. Somos nosotros, los poseedores de este conocimiento
superior, los que corremos riesgo de condenación si lo abandonamos y
postergamos nuestro arrepentimiento. Para nosotros no hay segundas
oportunidades de heredar la gloria celestial después de esta vida.
El mundo de los espíritus se encuentra entre nosotros
V.- CONCLUSIONES DOCTRINALES ACERCA
DEL BAUTISMO POR LOS MUERTOS Y LA OBRA VICARIA:
·
En las
Escrituras hay evidencia suficiente para demostrar que mientras Cristo no abrió
la puerta, no hubo obra efectuada en bien de los difuntos, aquellos que
murieron sin el privilegio de cumplir con los principios del evangelio, sino
hasta después de la crucifixión de Él. Todas las ordenanzas, incluyendo la
unión o sellamiento, estaban limitadas a los vivientes.
·
Después
de la resurrección de Cristo, las puertas fueron abiertas a los muertos, se
instituyó la obra vicaria por los difuntos y se extendió la autoridad del
sacerdocio poseído por Elías el Profeta para otorgar las bendiciones por los
muertos a aquellos que habrían recibido el evangelio en esta tierra si se les
hubiera dado la oportunidad.
·
El bautismo (así como sucede con otras
ordenanzas) es esencial para la salvación del hombre. Dios no hace acepción de
personas. Por tanto ha dispuesto la manera en que las personas que han
fallecido sin tener la oportunidad de realizar en vida las ordenanzas de
salvación puedan recibirlas a través de la obra vicaria realizada en los
templos.
·
El
bautismo por los muertos habilita a que una persona viva, en representación de
una fallecida, sea bautizada por ella en un templo. La persona fallecida podrá
aceptar o no la ordenanza efectuada en su beneficio ya que, estando en el mundo
de los espíritus, igual conserva la potestad de ejercer su albedrío. Otro tanto
ocurre con el resto de las ordenanzas vicarias efectuadas en la Casa del Señor
(confirmación, otorgamiento del sacerdocio si es varón, investidura, etc.). Por
tanto, el evangelio ha sido y está siendo predicado en el mundo de los
espíritus a todos aquellos que no tuvieron oportunidad de recibirlo en esta
vida.
·
Para
que un bautismo vicario (y cualquier otra ordenanza vicaria) pueda ser
efectuada es necesario que la persona fallecida esté debidamente identificada.
Esta es la razón por la cual los miembros de la Iglesia llevan adelante la
investigación genealógica y trabajan en su historia familiar.
·
Tenemos
el deber de ir al templo, llevar nuestros registros y trabajar por los muertos
de nuestro propio linaje remontándonos tanto como nos sea posible. La gran obra
del Milenio será para la salvación de los millones de personas que sin duda
fueron honestas y actuaron en la mejor forma posible, pero que murieron sin el
conocimiento del evangelio, y cuyos nombres nos es imposible obtener.
·
Los
profetas modernos han enseñado que “Aquellos
que estén viviendo aquí en ese entonces [el Milenio], tendrán diaria comunicación
con los que ya han pasado por la resurrección, y éstos vendrán con la
información, con el conocimiento que no poseemos y lo darán a los que estén en
la mortalidad, diciendo “Ahora id al templo y haced esta obra; cuando la hayáis
hecho, traeremos otros nombres.” Y de esa forma toda alma que tenga derecho a
ocupar un lugar en el reino celestial, será buscada y no será dejada a un
lado.” (Joseph Fielding Smith,
Doctrina de Salvación, Tomo II, pág. 94-96)
.
.
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