viernes, 24 de abril de 2015

EL PAEDOBAPTISMO O BAUTISMO DE INFANTES: ¿Enseñanza de las Escrituras o Tradición Religiosa sin fundamento?

EL PAEDOBAPTISMO
O BAUTISMO DE INFANTES:
¿Enseñanza de las Escrituras o Tradición Religiosa sin fundamento?

Bautismo de Infantes, práctica común en muchas iglesias cristianas.

Por: Fernando E. Alvarado
INTRODUCCIÓN:
La importancia del bautismo en el Nuevo Testamento es reconocido por todos los cristianos sin excepción. De hecho, suele dársele más importancia al bautismo que a la Cena del Señor en la mayoría de iglesias cristianas. Esto no es de extrañar si se considera que la primera aparición pública de Jesús fue anunciada por el bautismo de Juan. Además, el primer acto público de Cristo fue para ser bautizado y uno de los últimos mandatos de Jesús registrados a sus seguidores fue "… Id pues y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…" (Mateo 28:19). Por si fuera poco, el primer discurso de la iglesia apostólica dio lugar a un bautismo en masa (Hechos 2:37-41).
En todos los casos de conversión descrita en el libro de los Hechos, se menciona el bautismo como parte inseparable de la proclamación de Cristo. En sus epístolas, Pablo recuerda a menudo a los miembros de la Iglesia lo que les sucedió cuando fueron bautizados y pasaron a ser miembros del cuerpo de Cristo. Por lo tanto, convocó a que se comporten en consecuencia (Gálatas 3:27;  1 Corintios 1:12-17; Romanos 6:3-9; Efesios 4:5, Colosenses 2:12).

División en el Seno del Cristianismo:
Con rara excepción de iglesias como los cuáqueros y el Ejército de Salvación, los cristianos de todas las denominaciones han considerado el bautismo como un rito de  entrada a la iglesia. Sin embargo, a pesar de la importante función que ha desempeñado el bautismo en la historia de la iglesia, no hay otra ordenanza o sacramento que haya causado tanta controversia, división, hostilidad y desconfianza mutua. La cuestión no es sólo el significado, sino también el método o modo de bautismo. ¿Es el bautismo, ante todo, la confesión de la fe pública simbólica o un sacramento que remueve en el alma la culpa del pecado original? ¿Debe ser administrado el bautismo solamente a los que profesan públicamente entender y aceptar las verdades fundamentales del Evangelio y expresar un compromiso personal como discípulo de Cristo? O, ¿Debiera administrarse también  el bautismo a los recién nacidos que no pueden responder a preguntas de la fe? ¿Debiera practicarse el bautismo por inmersión o por aspersión de agua sobre la cabeza de un bebé recién nacido?
Hoy en día la mayoría de las iglesias cristianas practica el  bautismo de niños. Entre ellos se encuentran la Iglesia Católica Romana, la Iglesia Ortodoxa Oriental, la Comunión Anglicana, los luteranos, los presbiterianos, los metodistas, la Iglesia Oriental de Asiria, la Iglesia del Nazareno, las Iglesias Reformadas en América, la Iglesia Unida de Cristo, y las Iglesias Reformadas en general.
En realidad, son pocas las iglesias cristianas que rechazan el  bautismo de niños. El bautismo de infantes es rechazado por los bautistas, la mayoría de los pentecostales, los menonitas, los Hermanos de Plymouth, la Iglesia Adventista del Séptimo Día, la mayoría de las iglesias no denominacionales, los Testigos de Jehová, la Cristiano-delfianos, y la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Comparativamente hablando, las iglesias que practican el  bautismo de niños son mucho más numerosas que las que bautizan a creyentes adultos ("bautismo de creyentes").
Ciertamente, los desacuerdos sobre el significado y el modo de bautismo se remontan a la Reforma. En ese tiempo los cristianos se atacaban unos a otros verbal y físicamente con una ferocidad totalmente en desacuerdo con el mandato de Cristo de "amaos los unos a los otros" (Juan 15:12, 17). Una de las tragedias de la Reforma es que sus principales reformadores, Lutero, Calvino y Zwinglio, llegaron a ser cristianos que mataban a otros cristianos por el hecho de bautizar o rebautizar a creyentes adultos en lugar de los niños. Uno de los ejemplos más reveladores de la intolerancia de los Reformadores Protestantes es proporcionado por la historia del trágico conflicto que estalló en el siglo XVI, entre ellos y los promotores del bautismo de adultos conocidos como anabaptistas[1]. Los reformadores estaban determinados a preservar la práctica católica de bautizar niños, aunque le  dieron un significado diferente a la ordenanza. Por el contrario, los anabaptistas rechazaron el  bautismo de niños, conocido como Paedobaptismo, de la palabra griega pais, que significa "niño".
Los anabaptistas del siglo XVI representaban un gran número de movimientos radicales, que condenaron la Reforma como tímida e incompleta. Ellos querían completar la reforma por el retorno de las enseñanzas y prácticas de la Iglesia Apostólica. Todos ellos rechazaron el Paedobaptismo (bautismo de niños), y bautizaban o  rebautizaban sólo a los que vinieran de forma decisiva a la comprensión de las verdades del cristianismo y estaban preparados para hacer un compromiso personal con Cristo.

Intolerancia Protestante:
Un ejemplo de la intolerancia de los reformadores hacia los anabaptistas es el juicio y la ejecución de Félix Manz, líder suizo del movimiento. En su juicio en enero de 1527, Félix Manz confesó libremente ser un maestro del bautismo de adultos, prohibido en Suiza. El gobierno local promovía el bautismo de niños ya que, desde su punto de vista, ser bautizado como niño en la iglesia del estado significaba ser leal y comprometido con el estado por el resto de su vida. Ulrico Zwinglio, uno de los principales reformadores suizos, en su intervención en el juicio del líder anabaptista, solicitó la condena de Félix Manz a muerte por ahogamiento.  Éste fue llevado en un bote, se le obligó a sentarse y sus brazos fueron pasados por sus rodillas dobladas en sus muñecas. Luego fue empujado un palo entre las rodillas y los codos para asegurarlo en esta posición. El barco fue enfilado al centro del río Limmat, y el prisionero desvalido fue arrojado por la borda, para ahogarse en las oscuras y profundas aguas.
Uno se pregunta, ¿Cómo pudieron  los líderes  espirituales protestantes matar cristianos por el hecho de obedecer su comprensión de las enseñanzas bíblicas en relación con el bautismo u otras doctrinas? ¿Cómo pudo influir Calvino en el Concilio de Ginebra el 24 de octubre de 1553 de condenar a muerte por la hoguera de Michael Servetus por negar la Trinidad y el  bautismo de niños? Servet fue bien conocido, no sólo por sus tratados teológicos, sino también por sus descubrimientos científicos. Fue el primer europeo en describir la función de la circulación pulmonar de la sangre, un descubrimiento que fue rechazado en gran medida en ese tiempo. Aunque los católicos fracasaron en sus intentos por matarlo, fueron los protestantes, dirigidos por Calvino, quienes consumaron su martirio.
Afortunadamente, los cristianos hoy en día rara vez se atacan físicamente sobre asuntos bautismales. El nuevo clima de tolerancia tiende a minimizar las diferencias doctrinales, enfocándose en áreas de cooperación, como una acción conjunta contra las injusticias sociales. Las diferencias quedan en un estado inactivo como perros dormidos en espera de que algo los despierte y les dé un motivo para atacar.

ÍNDICE:
1.- El Bautismo de Niños en la Historia del Cristianismo.
2.- El Bautismo de Infantes en las Escrituras.
3.- Evaluación de Argumentos en Defensa del Paedobaptismo.
4.- Incoherencias en la Práctica Religiosa de los Defensores del Bautismo de Bebés.
5.- Conclusiones Doctrinales Acerca del Paedobaptismo.

No todos los cristianos están de acuerdo con el bautismo de infantes, muchos, como adventistas y mormones, sólo bautizan creyentes.

I.- EL BAUTISMO DE NIÑOS EN LA HISTORIA DEL CRISTIANISMO:
De acuerdo con el registro histórico, el bautismo de párvulos comenzó a practicarse desde el siglo II de la Era Cristiana, en una época posterior a la muerte de los apóstoles. Tertuliano y Orígenes, escritores de la iglesia cristiana primitiva, mencionan la práctica del bautismo de infantes a fines del siglo II y principios del III.
Puesto que el bautismo era considerado por los primeros cristianos como un requisito indispensable para la salvación, era natural que éstos desearan administrar dicha ordenanza a sus hijos para que no se condenaran en caso de morir sin recibirla; por ello, malinterpretando la enseñanza bíblica, determinaron que los niños debían ser bautizados a los ocho días de su nacimiento, equiparando el bautismo infantil con la tradición judía de la circuncisión. De hecho, la Iglesia Ortodoxa Griega sigue todavía esa antigua costumbre. Sin embargo, los documentos eclesiásticos más primitivos como la Didajé, El Pastor de Hermas, la Apología de Justino, son unánimes en afirmar que los que se bauticen sean discípulos (adultos) consagrados. Fue en el tercer siglo que la práctica del bautismo de infantes surgió en medio de un candente debate entre Agustín de Hipona y los donatistas[2]. El criterio de Agustín, que defendía el bautismo de infantes, se impuso. La Iglesia Católica Romana adoptó la práctica de bautizar a los infantes a partir de entonces.
Según la doctrina católica es válido y lícito el bautismo de los niños que no tienen uso de razón y de fe, ya que para efectuar dicha ordenanza puede faltar la fe, porque ella no es causa de la justificación, sino únicamente un acto dispositivo. La fe del párvulo es sustituida, según doctrina de Agustín y la escolástica, por la fe de la Iglesia. La doctrina católica establece que los párvulos bautizados son plenamente miembros de la Iglesia y, al llegar al uso de razón, están obligados a cumplir las promesas del bautismo que pronunciaron por boca de los padrinos de su bautismo. Los niños que morían dentro de la primera semana de su nacimiento estaban condenados, según la opinión de los más rigurosos Padres de la Iglesia Católica. Pero en el siglo V, Pedro Crisólogo (otro teólogo y padre del catolicismo) inventó el “Limbo”, que era como la playa o el arrabal del infierno, sitio donde iban los niños muertos sin bautismo y donde permanecieron los patriarcas del Antiguo Testamento hasta que Jesucristo descendió a los infiernos.
Durante la Reforma Protestante, en el siglo XVI, la polémica sobre el bautismo de infantes fue resucitada por los anabaptistas, que insistían que el bautismo debería ser administrado sólo a los adultos y que el bautismo de los infantes no era válido, por lo tanto, se debería volver a bautizar a la persona. El Concilio de Trento (1545-1546) condenó la práctica de los anabaptistas (rebautizantes) que repetían el bautismo cuando el individuo llegaba al uso de razón; y defendió el bautismo de los niños pequeños.
La controversia se agudizó porque tanto protestantes como católicos estaban en contra de los anabaptistas; defendían el bautismo de infantes, aunque con diferentes argumentos.
Los católicos argumentaban que se debía bautizar a los infantes porque al nacer todos tenemos parte de la culpa (mácula) del “pecado original” de Adán. El bautismo es el medio divino para limpiar esa mácula. La  pena por morir con el pecado original es el limbo, o sea la exclusión del cielo y la ausencia de los tormentos del infierno.
Lutero defendió el bautismo de infantes al alegar que la salvación es por fe en la gracia de Dios. Uno no tiene que hacer nada, sólo aceptar la gracia divina, los padres, al presentar al niño para ser bautizado, aceptan que la salvación es por  la fe y no por obras. Pero aclaró, que no es el agua lo que limpia, como afirmaban los católicos, sino la Palabra de Dios que está en y con el agua, y la fe, que confía que la palabra de Dios está en el agua. Lutero reconocía la total depravación del ser humano y su incapacidad para salvarse, pero negaba que uno compartiera la culpa del pecado de Adán. También se negaba a darle al agua un poder sacramental, como afirmaban los católicos. El poder está en la palabra de Dios y en la fe que el creyente tiene en ese poder.
Zwinglio, por su parte, compartía la posición de Lutero pero usó otro argumento para defender el bautismo de infantes. Zwinglio vio el bautismo de infantes como el substituto del rito de la circuncisión, basado en la declaración de Pablo en Colosenses 2:11-12. Afirmó que la circuncisión era el rito que daba acceso al niño a formar parte del pueblo del pacto,  así el bautismo es el rito de iniciación o de entrada a la iglesia, el nuevo pueblo de Dios. Por lo tanto, así como la circuncisión se aplicaba al octavo día de nacido, así también el bautismo tiene que ser administrado al infante en los primeros días de su nacimiento.
Los anabaptistas del siglo XVI condenaron la Reforma como tímida e incompleta. Ellos querían completar la reforma a través del retorno de la iglesia a las enseñanzas y prácticas de la Iglesia Primitiva, por lo cual fueron perseguidos por católicos y protestantes por igual. Sin embargo, aunque muchos anabaptistas murieron a manos de católicos y protestantes, la influencia de los reformadores Anabaptistas hoy  sobrevive y  puede ser vista en denominaciones como los bautistas, casi todos los pentecostales, los menonitas y sus iglesias hermanas, y otros grupos religiosos como la Iglesia Adventista del Séptimo Día e incluso los Testigos de Jehová y la Iglesia Mormona, que una vez fueron considerados como los lunáticos de la cristiandad por oponerse al bautismo de infantes.

Católicos, anglicanos y luteranos bautizan infantes.

II.- EL BAUTISMO DE INFANTES EN LAS ESCRITURAS:
El Nuevo Testamento (y la Biblia en general) carece de evidencia que sustente el bautismo de infantes. Este hecho es reconocido hoy (casi por unanimidad) por teólogos y eruditos bíblicos. Es más, las Escrituras se oponen a dicha práctica, ya que violenta de forma clara los requisitos del bautismo:
§  Primero, para ser bautizado es necesario creer (Marcos 16:15-16); en la Biblia sólo los que creían eran bautizados (Hechos 8:36-37; 16:31-34; 18:8).
§  En segundo lugar, hay que arrepentirse para que sean perdonados los pecados (Hechos 2:37-38), sólo las personas maduras y responsables pueden entender y admitir su condición pecaminosa y buscar el perdón de Dios.
§  En tercer lugar, se necesita la conversión o nacer de nuevo para poder entrar en el reino de Dios (Hechos 3:19; Juan 3:3-5), las personas que entienden su condición espiritual buscarán la regeneración o el cambio de vida.
§  En cuarto lugar, debe haber evidencias de ese cambio o regeneración, o sea, los “frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3:8).
Por lo anterior, se puede deducir que para bautizarse se debe tener suficiente edad para comprender la necesidad del bautismo. Un infante no puede cumplir los requisitos del bautismo citados en la Biblia.
He aquí más razones para oponerse a dicha práctica:

1.- JUAN EL BAUTISTA NO BAUTIZÓ BEBÉS:
Juan el Bautista bautizó adultos penitentes, no párvulos. Su bautismo era un bautismo de arrepentimiento, preparando el camino para la venida del Mesías. Fue administrado a los que vinieron por su propia voluntad con un corazón arrepentido buscando el perdón de sus pecados (Marcos 1:4). El bautismo de Juan era aparentemente similar a la del bautismo de prosélito administrado a los gentiles convertidos al judaísmo. En ambos casos, no hay indicios de que el  bautismo de agua para arrepentimiento se administrara a los recién nacidos. La razón es que los bebés son inocentes y no tienen voluntad de confesar el pecado ni de arrepentirse.

2.- JESÚS FUE BAUTIZADO COMO ADULTO, NO COMO UN BEBÉ:
El bautismo de Jesús sirve como un modelo a seguir para nosotros. Fue bautizado no como un niño, sino como un adulto "… para que cumplamos toda justicia…" (Mateo 3:15). El bautismo de Jesús como un adulto le dio a esta ordenanza sanción divina (Mateo 3:13-17; 21:25). Si Cristo, el Único Ser sin pecado, fue bautizado como un adulto para cumplir con toda justicia, nosotros que somos pecadores debiéramos seguir su ejemplo al ser bautizados en una edad en la que podamos hacer una decisión inteligente de seguirle y ser sus discípulos.

3.- LOS DISCÍPULOS DE CRISTO NO BAUTIZABAN BEBÉS:
Los apóstoles bautizaban a los que se arrepentían de sus pecados y reconocían a Jesús como el Cristo. Fue un bautismo de personas conscientes y con voluntad propia y capacidad de decidir (Hechos 2:41, 8:12, 16, 10:48, 11:16, 18:8, 19:4). No hay pruebas de que alguna vez bautizaran a niños. Además, el bautismo está siempre relacionado con el mandato de arrepentirse y creer, algo que los niños no pueden hacer. En el día de Pentecostés Pedro dijo al pueblo: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo…” Así que los que habían recibido su palabra de forma consciente y libre fueron bautizados (Hechos 2:38, 41). Este pasaje indica claramente que el arrepentimiento del pecado y la aceptación de Jesús como Cristo eran los requisitos para recibir el bautismo. El arrepentimiento requiere una comprensión madura del pecado y de la decisión de alejarse de él. Esto es algo que los niños no pueden hacer. Un ejemplo similar se encuentra en la historia de la conversión del etíope eunuco. Cuando  él preguntó a Felipe: "... ¡Mira, aquí hay agua! ¿Qué impide que yo sea bautizado? Felipe respondió: Si crees de todo tu corazón, es posible. Y él respondió y dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro, y ambos bajaron al agua, Felipe y el eunuco, y fue bautizado" (Hechos 8:36-38). Este pasaje deja muy claro que la condición para recibir el bautismo es la fe en Cristo. Esta condición excluye a los niños de ser bautizados, ya que son incapaces de creer.

4.- LA INSTRUCCIÓN PRECEDE AL BAUTISMO, DE MODO QUE LOS BEBÉS, QUE NO PUEDEN SER INSTRUIDOS EN LAS ENSEÑANZA DE CRISTO, NO CALIFICAN PARA EL BAUTISMO:
Al final de su ministerio Cristo mandó a sus discípulos: "Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado" (Mateo 28:19-20). En esta declaración Cristo menciona tres etapas sucesivas: Haced discípulos a todas las naciones, bautizar a los que se convierten en discípulos y enseñar a los que son bautizados a guardar los mandamientos de Cristo.
El bautismo debe ser administrado a los que llegan a ser discípulos y a los que son bautizados se les enseña a observar los mandamientos de Cristo. Ambas condiciones están más allá del poder de los niños en cumplirlo. En la misma comisión en Marcos 16:16, se da instrucción y creencia como condiciones previas para el bautismo: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda  criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo, pero el que no cree será condenado."
El bautismo se vincula a la salvación, pero no en el sentido de que garantiza automáticamente la salvación. La salvación o la condenación  de una persona no están garantizada por el rito del bautismo, sino por lo que representa el bautismo, a saber, una respuesta de fe en Cristo y la aceptación de una vida de obediencia como discípulo de Cristo.
En Marcos, el bautismo es precedido por  predicar y creer. La razón es que los candidatos al bautismo deben entender lo que se espera que crean. Ellos deben aprender lo que significa ser un seguidor de Cristo, tanto en términos de creencias y prácticas. Obviamente los bebés no están mental ni espiritualmente en condiciones de recibir instrucción y hacer un compromiso personal con Cristo.

5.- EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA "BAUTISMO” SE OPONE A LA IDEA DEL  BAUTISMO DE INFANTES:
La palabra bautizar viene del verbo griego baptizo, que significa "sumergir en o bajo el agua". Cuando se aplica al  bautismo en agua, significa una inmersión o sumergir a una persona bajo el agua. Puesto el significado del verbo bautizar presupone la inmersión del creyente bajo el agua, una práctica sancionada en el Nuevo Testamento y la literatura cristiana primitiva, los bebés no pueden ser bautizados por inmersión sin poner en peligro sus vidas. Esto explica por qué el bautismo por aspersión se introdujo posteriormente para dar cabida a los bebés. Sin embargo, el Nuevo Testamento no ofrece pruebas de que la aspersión fuera una práctica apostólica; de hecho, todas las pruebas apuntan a que fue una introducción posterior. Las declaraciones del bautismo por agua en el Nuevo Testamento implican la inmersión de los adultos, no la aspersión (rociamiento de agua o derramamiento) a los bebés. Leemos que Juan bautizó en el río Jordán (Mateo 3:6; Marcos 1:5) y "en Enón cerca de Salim, porque había mucha agua allí" (Juan 3:23). Sólo la inmersión requiere "mucha agua." Jesús fue bautizado por inmersión. Leemos que Juan bautizó a Jesús en el Jordán y después del bautismo de Jesús subieron del agua (Marcos 1:9, 10; Mateo 3:16).
El bautismo por inmersión fue también la práctica habitual de la Iglesia Apostólica. Se nos dice que cuando Felipe  bautizó al etíope eunuco, ambos "entraron en el agua" y "subieron del agua" (Hechos 8:38-39). El bautismo por inmersión se opone al bautismo de los recién nacidos porque son demasiado jóvenes para ser sumergidos bajo el agua sin poner en riesgo su salud. Esta es una razón por la cual no existen casos de bautismo de infantes en el Nuevo Testamento.

6.- EL BAUTISMO SÓLO ES VÁLIDO CUANDO LLEVA CONSIGO UN CAMBIO DE CORAZÓN Y MENTE, LO CUAL ES IMPOSIBLE EN LOS BEBÉS:
El bautismo es válido sólo cuando incluye un cambio de corazón y mente (Romanos 12:2; 1 Pedro 3:21). Ya que los niños son demasiado jóvenes para apelar a Dios por un cambio de corazón y confesar su fe en Jesucristo, su bautismo por aspersión es un ritual carente de apoyo bíblico.

7.- EL BAUTISMO SIMBOLIZA LA MUERTE AL PECADO Y LA RESURRECCIÓN A UNA NUEVA VIDA, LO CUAL HACE INNECESARIA DICHA ORDENANZA EN EL CASO DE LOS BEBÉS:
En el acto simbólico del bautismo, el creyente entra en la muerte de Cristo, y, en un sentido real la muerte se convierte en su muerte, y entra en la resurrección de Cristo, y esa resurrección se convierte en su resurrección (Romanos 6:3-4). Este profundo significado teológico del bautismo como la identificación con la muerte de Cristo y la resurrección de morir al pecado y ser levantado por la fe en novedad de vida es, obviamente incomprensible para un niño. Un recién nacido no puede identificar por medio del bautismo con la muerte y resurrección de Cristo, ni puede experimentar la muerte al pecado y resurrección de una novedad de vida. Ningún infante puede ser sepultado con Cristo en el bautismo y resucitados con Él a través de la fe.

8.- EL BAUTISMO PRESUPONE UNA CONVERSIÓN DESCONOCIDA POR LOS INFANTES INOCENTES:
El bautismo incorpora a los miembros de la iglesia en el contexto de una experiencia de conversión conocida como "nuevo nacimiento”. Es por ello que en el Nuevo Testamento, sólo aquellos capaces de ejercer fe en Cristo, no los infantes, fueron bautizados "tanto hombres como mujeres" (Hechos 8:12, 8:13, 8:29-38; 9:17-18; 1 Corintios 1:14). En ninguna parte del Nuevo Testamento está permitido o mandado el bautismo de infantes.
Dado que los bebés inocentes no pueden experimentar la conversión, ellos no reúnen los requisitos para el bautismo. Esto no significa que estén excluidos de las bendiciones de la vida eterna y la salvación. Jesús los ha incluido en su reino, diciendo: "… Dejad que los niños vengan a mí, y no se los impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos. Y  puso sus manos sobre ellos…" (Mateo 19:15). Jesús nunca sugirió que, a menos que los niños sean bautizados y tuvieran removida la supuesta mancha del pecado original de sus almas, no podrían ser miembros del reino de los cielos. Por el contrario, señalando  a los niños no bautizados, dijo: "De los tales es el reino de los cielos" (Mateo 19:15). El reino de los cielos pertenece a los niños no a causa de su  bautismo de niños, sino porque su estado de inocencia se opone a la voluntad de pecar de los adultos que necesitan una experiencia de conversión. Los padres cumplen un papel fundamental en la orientación de sus hijos hacia Cristo que finalmente los conduzca al bautismo.
9.- RECIBIMOS LAS CONSECUENCIAS DE LA CAÍDA, PERO NO LA CULPA DE ADÁN:
Algunos enseñan que por causa del pecado de Adán, todos nacemos compartiendo de esa culpa, y por ello se necesita el bautismo para limpiar la culpa. Pero no es lo mismo sufrir las consecuencias que la culpabilidad. La Caída de Adán trajo como consecuencias negativas la separación de Dios, la muerte y el dolor (Romanos 5:12). Además al nacer heredamos,  como consecuencia de la caída, la inclinación al mal y la tendencia al pecado, pero no compartimos la culpa del pecado de Adán. Dios no carga el pecado de los padres sobre los hijos (Ezequiel 18:20; Jeremías 31:29-30).

La Biblia no enseña el paedobaptismo

III.- EVALUACIÓN DE ARGUMENTOS EN DEFENSA DEL PAEDOBAPTISMO:
Para entender el desacuerdo entre los que bautizan infantes, también conocidos como paedobautistas y aquellos que bautizan sólo a personas capaces de ejercer fe en Cristo, llamados también credobautistas, uno debe entender las raíces del desacuerdo. Esta se encuentra en una comprensión diferente de la naturaleza de la fe, el papel del bautismo en la salvación, la naturaleza de la gracia, y la función de los sacramentos.
En pocas palabras, los Credobautistas ven el bautismo como una confesión pública de  fe que simbólicamente le dice al mundo que uno es cristiano. Sólo aquellos que tienen fe en Cristo se convierten en miembros de la iglesia, por el bautismo. Por el contrario, los Paedobautistas en general están de acuerdo en que el bautismo es una señal de que una persona es miembro de la Iglesia de Dios que incluye tanto a los creyentes como a los niños de los creyentes. Según los paedobautistas el bautismo no es sólo un símbolo sino un canal de la gracia de Dios a través de la cual transmite el poder espiritual,  favor inmerecido y (para los católicos) la remoción del alma de la mancha del pecado original. El bautismo de infantes se basa en gran medida en la Teología del Pacto[3].
Basados en la Teología del Pacto y en su interpretación privada de las Escrituras, los promotores del paedobaptismo argumentan lo siguiente en defensa de su enseñanza:

ARGUMENTO #1:
“… EL BAUTISMO DE INFANTES CORRESPONDE A LA CIRCUNCISIÓN…”

Los teólogos reformados (protestantes calvinistas) sostienen que el bautismo en el Nuevo Pacto sigue el mismo diseño y función de la circuncisión en el Antiguo Pacto. Todos los varones judíos recién nacidos debían ser circuncidados para ser parte de la  comunidad del pacto de Israel. A través de la señal de la circuncisión, los padres judíos esperaban  que sus hijos se convirtieran en los destinatarios de las bendiciones y  prosperidad prometidas a Abraham.     
Los defensores del bautismo de bebés creen que el bautismo del Nuevo Testamento es la contrapartida de la circuncisión del  Antiguo Testamento. Así como la fiesta de la Pascua fue sustituida por la Cena del Señor, así la circuncisión fue sustituida por el bautismo de infantes. La circuncisión como señal del Pacto ha cambiado su forma externa a fin de reflejar las nuevas realidades espirituales. Debido a la sangre derramada de Cristo, la señal sangrienta de la circuncisión ha sido transformada en la señal sin sangre del lavado con agua del bautismo.
Los defensores del bautismo de bebés creen que hay pruebas concluyentes de que la circuncisión ha sido sustituida por el bautismo. Para apoyar sus creencias recurren especialmente a  Colosenses 2:11-12: "… En el cual también sois circuncidados de circuncisión no hecha con manos, con el despojamiento del cuerpo de los pecados de la carne, en la circuncisión de Cristo; sepultados juntamente con él en el bautismo, en el cual también resucitasteis con él por la fe de la operación de Dios que le levantó de los muertos…”
Muchos defensores del bautismo de bebés interpretan este texto como enseñando que el bautismo ha sustituido la función de la circuncisión. Esto significa que para ellos el bautismo de infantes es menos una declaración de fe que una suposición de la identidad. Dice que el bautismo de infantes es una señal de pacto de inclusión en la comunidad de fe, al igual que la circuncisión era una señal de inclusión en el pacto de Abraham.

Errores Fundamentales:
La circuncisión y el bautismo no son equivalentes entre sí, principalmente por dos razones:

1.- Bajo el Antiguo Pacto, la circuncisión era la señal de identidad nacional, dado como derecho de nacimiento a cualquier judío recién nacido (Génesis 17:9-14). De acuerdo con los términos del pacto simbolizado por la circuncisión, el Señor se comprometió a ser el Dios de Abraham y sus descendientes, y ellos le pertenecían, adorándolo y obedeciéndolo solamente a él. El rito efectuaba la admisión al compañerismo del pueblo del pacto y aseguraba al individuo, como un miembro de la nación, su parte en las promesas que Dios hizo a la nación como un todo.  En el Evangelio, el bautismo es una señal de identidad espiritual  recibida sólo por la fe y arrepentimiento, y no automáticamente por nacimiento (Mateo 3:1-2, 3:5-10; Romanos 6:3-6).

2.- Bajo la Ley, la circuncisión era obligatoria para todos los infantes varones (Génesis 17:10). En el Evangelio el bautismo no es obligatorio para los niños. Es obligatorio sólo para quienes creen y se arrepienten (Marcos 16:16). Así vemos que la circuncisión tiene un objetivo distinto al bautismo. La circuncisión fue mandada por Dios para todos los lactantes de sexo masculino. Por contraste, el bautismo es dado sólo a aquellos que creen y se arrepienten, sean varones o hembras (Hechos 8:12).

ARGUMENTO #2:
“… LOS BAUTISMOS DE FAMILIAS COMPLETAS SON COMUNES EN EL NUEVO TESTAMENTO, POR LO QUE, SEGURAMENTE, TAMBIÉN SE BAUTIZARON NIÑOS…”

En el Antiguo Testamento, si el jefe de una familia se  convertía al judaísmo, todos los hombres en la casa, incluso los bebés, eran circuncidados. Los defensores del bautismo de bebés sostienen que sigue el mismo patrón en el Nuevo Testamento. El bautismo de infantes alega que las normas para la membresía en el pacto de Abraham continúan en el Nuevo Testamento. La principal diferencia es que la señal de la circuncisión es reemplazada por el bautismo de infantes.
       
Para apoyar esta creencia, los defensores del bautismo de bebés apelan a cuatro relatos principales donde el jefe de una familia es bautizado con todos sus miembros: el hogar de Cornelio (Hechos 10:46-48), el hogar de Lidia (Hechos 16:15), la hogar del carcelero de Filipos (Hechos 16:33), y el hogar de Estéfanas (1 Corintios 1:16). Los Paedobautistas afirman que es inconcebible que en todos estos hogares no hubiera niños pequeños y lactantes, de modo que cuando sus padres y otros miembros responsables de familia eran bautizados, los niños evidentemente estaban incluidos también. 

Errores Fundamentales:
Este suposición popular está desacreditada por una investigación más profunda de los bautismos de familia, la cual revela que sus miembros fueron bautizados porque "creían", no porque se convirtió el cabeza de familia. Analicemos algunos versículos o pasajes mal interpretados:
·         LA FAMILIA DE CORNELIO (Hechos 10:44-48):   La orden de Pedro de bautizar a Cornelio y su familia es que "estas personas. . . han recibido el Espíritu Santo como nosotros "(Hechos 10:47), y no porque el cabeza de familia se había convertido. Lucas menciona explícitamente que, mientras Pedro estaba hablando "el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escucharon la palabra" (Hechos 10:44). La recepción del Espíritu Santo por los miembros de la familia implica que cada miembro se había convertido y por esa razón fueron bautizados. El Espíritu Santo no se da arbitrariamente a los incrédulos.
·         LA FAMILIA DE LIDIA (Hechos 16:14-15): Lidia es descrita como una "adoradora de Dios" que abrió su corazón a prestar atención a lo que dijo Pablo (Hechos 16:14). Su bautismo significaba su aceptación del mensaje proclamado por Pablo. Ella fue bautizada con su familia (Hechos 16:15). Nada en este pasaje sugiere que la casa de Lidia incluía a los niños. El hecho de que ella era una mujer de negocios que viajaba extensamente a vender sus mercancías de púrpura sugiere que no tenía marido y, por tanto, tampoco niños. Lidia no pudo haber tenido hijos en su hogar cuando fue bautizada, ya que ningún marido se menciona en su declaración de Hechos 16. Leer a lactantes en el texto va en contra del contexto. Así pues, el bautismo de la familia de Lidia no tiene importancia para el bautismo de infantes.
·         LA FAMILIA DEL CARCELERO DE FILIPOS (Hechos 16:25-34): Toda la familia del carcelero escuchó el mensaje del Evangelio: "Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa" (Hechos 16:32). La implicación es que todos los miembros de la familia escucharon el Evangelio, creyeron, y fueron bautizados. Tomada en su valor nominal, la declaración de los Hechos pone ante nosotros una familia creyente  que oyó y que recibió el bautismo. El pasaje no ofrece apoyo para el bautismo de infantes.
·         LA FAMILIA DE ESTÉFANAS (1 Corintios 1:16): Pablo nos informa  que bautizó también a la familia de Estéfanas (1 Corintios 1:16). Él describe a los miembros de la familia de Estéfanas como sus "primeros conversos en Acaya" que "se dedicaron al servicio de los santos" (1 Corintios 16:15). El hecho de que todos los miembros de familia de Estéfanas se convirtieron y se dedicaron al servicio de los santos no apoya la idea de que algunos de los  bautizados fueron los niños. La conversión y servicio presupone creyentes maduros. Los lactantes no son de edad suficiente para dedicarse al servicio de los santos.
·         DISCURSO DE PEDRO EN EL PENTECOSTÉS (Hechos 2:38-39): En su sermón de Pentecostés, Pedro hizo un llamado a los judíos diciendo: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare" (Hechos 2:38-39). La mayoría de los defensores del bautismo de bebés interpretan este texto en el sentido de que Dios les ha dado una promesa "especial" a los hijos de padres cristianos, que aseguran que estén incluidos en la comunidad del pacto. Este privilegio no se concede a los hijos de padres no cristianos. Esta interpretación se desprende que los defensores del bautismo de bebés están en sintonía con el eco del Antiguo Testamento ("vosotros y vuestros hijos"), que ignoran la ampliación de la enseñanza del Nuevo Testamento ("y a todos los que estáis lejos, cada uno a quien el Señor nuestro Dios lo llama"). Las tres frases de este pasaje debe ser en conjunto: (1) A vosotros, (2) a vuestros hijos, (3) todos los que estáis lejos. La promesa se aplica igualmente a las tres categorías de personas. No hay nada especial acerca de "vuestros hijos", que no se pueda decir acerca de las otras dos categorías. El contexto inmediato sugiere que en la promesa  Pedro está hablando acerca de la promesa del derramamiento del Espíritu Santo predicho por Joel. Esta promesa no es sólo para los hijos del pacto, sino para todos los que escuchan el Evangelio.
·         LA INFLUENCIA DE LA ESPOSA DEL CREYENTE (1 Corintios 7:14): Este versículo nos dice: “Porque el marido no creyente es santificado por la esposa, y la esposa no creyente, por el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían impuros; mientras que ahora son santos.”.
La mayoría de los defensores del bautismo de bebés recurren a este pasaje para probar su enseñanza, argumentando que este pasaje implica  el bautismo de niños de una manera más evidente que otros. Ellos interpretan este pasaje en el sentido de que los niños de al menos un padre creyente son pactualmente santos y contados como  miembros de la comunidad de fe, por lo tanto, receptores del bautismo. Pero esta interpretación está claramente desacreditada por el uso de la palabra "Hagia" (traducida aquí como santos), que se aplica a ambos, al niño y al cónyuge no creyente. Si ambos son "pactualmente santos," ¿Por qué no son bautizados  ambos, tanto el bebé como el padre incrédulo, e incluidos ambos en la comunidad del pacto (la Iglesia)? Los defensores del bautismo de bebés bautizarán al niño, pero no el cónyuge no creyente, porque sostienen que el significado de "santo" se aplica a los niños de una manera distinta al cónyuge y que éste necesita creer primero, mientras que el niño no. Esto es una exégesis irresponsable; es decir, leyendo un sentido extraño del texto, porque la misma raíz de la palabra "Hagia" se aplica a ambos: Si el niño debe ser bautizado, también el padre incrédulo debe serlo aunque n0 tenga fe en Cristo (lo cual de por sí suena absurdo); sin embargo, el tema aquí no es el bautismo de niños, sino que aborda otro tema diferente. El tema de 1 Corintios 7:14 no es el paedobaptismo, sino de la influencia santificadora de un cónyuge creyente sobre un cónyuge incrédulo y los hijos. Doctrina y Convenios 74:1-7 nos enseña lo siguiente:
“Porque el marido incrédulo es santificado por la mujer, y la mujer incrédula por el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. En los días de los apóstoles se observaba la ley de la circuncisión entre todos los judíos que no creían en el evangelio de Jesucristo. Y aconteció que surgió una contienda grande entre el pueblo concerniente a la ley de la circuncisión, porque el marido incrédulo deseaba que sus hijos fuesen circuncidados y se sujetasen a la ley de Moisés, la cual había sido cumplida. Y aconteció que los hijos, habiéndose criado bajo la sujeción de la ley de Moisés, se guiaban por las tradiciones de sus padres y no creían en el evangelio de Cristo, de manera que llegaron a ser inmundos. Fue, pues, por esta causa que el apóstol escribió a los de la iglesia, dándoles un mandamiento, no del Señor, sino de sí mismo, de que el creyente no se uniera al incrédulo, a menos que se abrogara la ley de Moisés entre ellos, para que sus hijos permaneciesen incircuncisos, y que fuese abrogada la tradición que decía que los niños pequeños son inmundos, porque existía entre los judíos; más los niños pequeños son santos, porque son santificados por la expiación de Jesucristo; y esto es lo que significan las Escrituras.”
(Doctrina y Convenios 74:1-7)
El erudito bíblico Sídney B. Sperry describe con estas palabras la situación existente en ese entonces:
“Cuando el hombre incrédulo actuaba de acuerdo con su manera de pensar, que en aquella época era lo acostumbrado, el resultado en la mayoría de los casos era que los hijos obedecieran la tradición judía que había seguido su padre (vers. 4) y, en consecuencia, que ellos tampoco creyeran en el Evangelio de Cristo. De ahí que esos niños se consideraran inmundos; es decir, lo eran de acuerdo con la falsa tradición judía que prevalecía en la época y que afirmaba que los niños pequeños eran inmundos (vers. 6). Fue por esta razón, sigue diciendo el Señor (vers. 5), que Pablo escribió a los corintios dándoles su propia opinión, no la de Él, de que un miembro de la Iglesia (un creyente) no se uniera en matrimonio con un incrédulo, a menos que éste renunciara a la ley de Moisés. Siendo éste el caso, entonces los hijos de la pareja no tendrían que ser circuncidados como requería la ley de Moisés, y la falsa tradición judía e que los niños eran inmundos gradualmente quedaría eliminada”.
(Doctrine and Covenants Compendium, Salt Lake City: Bookcraft, 1960 pág. 328).
Pablo no busca defender el bautismo de infantes, sino eliminar el error doctrinal judío de que los niños eran inmundos al nacer. Recomienda el matrimonio solo entre personas de la misma fe a menos que el cónyuge incrédulo muestre respeto por las creencias de su pareja creyente y permita que sus hijos sean criados en la fe. Jamás se habla en este pasaje del paedobaptismo.

Agustín de Hipona, promotor del Paedobaptismo Católico

IV.- INCOHERENCIAS EN LA PRÁCTICA RELIGIOSA DE LOS DEFENSORES DEL BAUTISMO DE BEBÉS:
Hay incoherencias en la forma en que los defensores del bautismo de bebés aplican sus enseñanzas sobre el bautismo. Por ejemplo, los defensores del bautismo de bebés no permiten que sus niños pequeños que participen en la Cena del Señor. Esta es una contradicción importante, porque en el Nuevo Testamento la sustitución de los alimentos de la Pascua con la Cena del Señor se enseña más explícitamente que la sustitución de la circuncisión con el bautismo. Jesús instituyó la Cena del Señor en el contexto de la cena pascual con sus discípulos (Mateo 26:17-30; Marcos 14:12-26; Lucas 22:7-30). En virtud del Pacto Antiguo, cada uno de los miembros de la familia se espera que participen en la cena pascual (Éxodo 12:4). La profesión de fe no era obligatoria  para participar en la cena pascual. Sin embargo, la mayoría de los defensores del bautismo de bebés no permiten que sus niños pequeños  participen en la Cena del Señor, porque creen que la ordenanza es sólo para adultos. Esto sugiere que están acomodando su interpretación de la Escritura a su práctica establecida, en lugar de juzgar la práctica por lo que consideran ser la enseñanza de la Escritura.         
Otra incongruencia se puede ver en el hecho de que los defensores del bautismo de bebés no bautizan a todos los miembros de la familia al mismo tiempo. Ello es incompatible con su interpretación del bautismo de familias completas en el libro de los Hechos, que a su juicio, incluyen a niños. Con el fin de justificar su incapacidad para bautizar a los cónyuges, hijos adultos, hijos pequeños, y cualquier otro miembro de la familia, apelan a las consideraciones culturales y de los requisitos de una confesión de fe de cada uno de los miembros de la familia. Pero estas consideraciones niegan su interpretación del bautismo de familia.

El Paedobaptismo, pese a ser popular, carece de apoyo en las Escrituras Antiguas y Modernas

IV.- CONCLUSIONES DOCTRINALES ACERCA EL PAEDOBAPTISMO:
Nuestro análisis de los argumentos tradicionales para el bautismo de infantes ha demostrado que todos ellos hacen una errónea interpretación de los textos bíblicos, una interpretación que es en gran medida influenciada por la así llamada Teología del Pacto. Un gran problema con la Teología del Pacto, que se utiliza para defender el  bautismo de niños, es que pasa por alto importantes discontinuidades que existen entre el significado y la función de la circuncisión y el bautismo. En el Nuevo Pacto, llegamos a ser miembros de la comunidad de fe, no a través del nacimiento natural, sino a través de renacimiento espiritual, simbolizado por el bautismo.  Nuestro examen más profundo de los principales pasajes bíblicos usados para apoyar el  bautismo de niños ha demostrado que ninguno de ellos ni siquiera menciona o aún  sugieren el  bautismo de niños. Por todo lo anterior, se concluye que:
§  La historia nos indica que la práctica en la Iglesia del Nuevo Testamento era bautizar adultos.
§  Fue la introducción de la doctrina del pecado original lo que hizo parecer  necesario el bautismo de infantes. Esta doctrina contradice las enseñanzas de las Escrituras y abre paso a leyendas y falsedades doctrinales como la existencia del Limbo (una doctrina recientemente rechazada por la Iglesia Católica, su creadora).
§  Los diferentes significados que tiene el bautismo indican que estos son para que sean entendidos por y administrados a personas maduras.
§  Por último, el bautismo es una respuesta de fe a la obra redentora realizada por Cristo. Es un pacto que se realiza en fe, confiando que en el futuro, Dios cumplirá en nosotros lo que realizó en Cristo, levantarnos de la tumba y resucitarnos a una vida eterna (Romanos 6:5). Todo esto sólo puede ser hecho por personas que tienen capacidad para entender y responsabilidad para aceptar por la fe las promesas de Dios.
Vale la pena concluir este estudio sobre el bautismo de infantes con las palabras de Moroni 8:8- 16:
“Escucha las palabras de Cristo, tu Redentor, tu Señor y tu Dios: He aquí, vine al mundo no para llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores; los sanos no necesitan de medico sino los que están enfermos; por tanto, los niños pequeños son sanos, porque son incapaces de cometer pecado; por tanto, la maldición de Adán les es quitada en mı, de modo que no tiene poder sobre ellos; y la ley de la circuncisión se ha abrogado en mí. Y de esta manera me manifestó el Espíritu Santo la palabra de Dios; por tanto, amado hijo mío, sé que es una solemne burla ante Dios que bauticéis a los niños pequeños. He aquí, te digo que esto enseñarás: El arrepentimiento y el bautismo a los que son responsables y capaces de cometer pecado; sí, enseña a los padres que deben arrepentirse y ser bautizados, y humillarse como sus niños pequeños, y se salvarán todos ellos con sus pequeñitos. Y sus niños pequeños no necesitan el arrepentimiento, ni tampoco el bautismo. He aquí, el bautismo es para arrepentimiento a fin de cumplir los mandamientos para la remisión de pecados. Más los niños pequeños viven en Cristo, aun desde la fundación del mundo; de no ser así, Dios es un Dios parcial, y también un Dios variable que hace acepción de personas; porque ¡cuántos son los pequeñitos que han muerto sin el bautismo! De modo que si los niños pequeños no pudieran salvarse sin ser bautizados, éstos habrían ido a un infierno sin fin. He aquí, te digo que el que supone que los niños pequeños tienen necesidad del bautismo se halla en la hiel de la amargura y en las cadenas de la iniquidad, porque no tiene fe, ni esperanza, ni caridad; por tanto, si fuere talado mientras tenga tal pensamiento, tendrá que bajar al infierno. Porque terrible es la iniquidad de suponer que Dios salva a un niño a causa del bautismo, mientras que otro debe perecer porque no tuvo bautismo. ¡Ay de aquellos que perviertan de esta manera las vías del Señor!, porque perecerán, salvo que se arrepientan...”




[1] Los anabaptistas, o anabautistas, constituyeron un movimiento religioso de la época de la Reforma evangélica del siglo XVI. Tienen su origen en seguidores de la reforma de Ulrico Zwinglio en Zurich, Suiza. En 1523 empezó a tomar forma el anabautismo bajo la dirección de Conrado Grebel y Félix Manz, entre otros. Baltasar Hubmaier y Hans Denck propagaron sus ideas en el sur de Alemania, y Jacobo Hutter lo hizo en Moravia. Otro líder importante, Menno Simons, los organizó en el norte de Alemania y Holanda. Sus creencias básicas eran las mismas de la Reforma, pero solo bautizaban a creyentes y rebautizaban a los que habían recibido ese sacramento cuando niños (de ahí el nombre anabautistas o rebautizadores). También creían en la autoridad de la iglesia local, la separación de la Iglesia y el Estado, así como en cierto grado de pacifismo y el aislamiento de las cuestiones políticas. Su estilo de reforma era más profundo que el adoptado por los otros evangélicos del siglo XVI. Una posición más radical la encontramos en los llamados «profetas de Zwickau» (Alemania), los seguidores de Tomás Muntzer (importante líder en la revuelta de los campesinos alemanes del siglo XVI), y los «profetas» Juan Matthys y Juan de Leyden. Los «profetas» fueron derrotados militarmente después de un corto experimento teocrático durante su breve control de la ciudad alemana de Münster, donde impusieron una forma de comunismo y favorecieron la poligamia. Los mayores grupos anabautistas de la actualidad son los menonitas, los schwenckfelders, los hermanos hutteristas y varios grupos que se identifican como hermanos. Los amish también pueden remontarse a esa tradición y mantienen una vida en comunidad en lugares relativamente aislados. Los primeros bautistas recibieron la influencia anabautista (mediante los menonitas) a principios del siglo XVII.
[2] El donatismo fue una antigua iglesia del Norte de África. El principal líder del movimiento fue Donato, elegido como obispo en 313 d.C. De ahí el nombre de sus seguidores, quienes constituyeron la mayoría de los cristianos hasta la época de Agustín de Hipona. Los donatistas sufrieron molestias por parte de las autoridades imperiales y hubo casos de persecución. Los donatistas practicaban el rebautismo de los bautizados por sacerdotes considerados indignos y glorificaban el martirio. Los sectores más extremistas rechazaban la autoridad del Estado y se inclinaron a la defensa de los intereses del África romana contra la sede imperial. El donatismo mantuvo cierta influencia en la región durante algunos siglos.

[3] La Teología del Pacto (o federal) surgió esporádica y aparentemente de manera dependiente en el siglo XVI. Los primeros promotores del punto de vista del pacto fueron los reformadores que se opusieron al estricto predestinarianismo de los reformadores de Suiza y Francia. La teología del pacto no aparece en los escritos de Lutero, Zwinglio, Calvino o Melanchton, aun  cuando discutieron extensamente las doctrinas a fines del pecado, la depravación, la redención, etc. Las primeras señales de la idea del pacto o federal  se encuentran en los reformadores secundarios como Andrew Hyperius (1511-1564), Kaspar Olevianus (1536-1587) y Rafael Eglinus (1559-1622).
La Teología del Pacto se basa en la teoría de que Dios tiene un solo pacto con el hombre (el pacto de la gracia) y sólo un pueblo, representado por los santos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento - un pueblo, una iglesia, y un plan para todos. Estas creencias requieren que los adherentes de la Teología del Pacto interpreten la profecía de una manera no literal. El dispensacionalismo, por otro lado, es un sistema de teología con dos distintivos primarios: (1) una interpretación constantemente literal de las Escrituras, especialmente la profecía bíblica, y (2) una distinción entre Israel y la Iglesia en el programa de Dios.
Los que afirman la Teología del Pacto creen que hay, y siempre ha habido, un solo pueblo de Dios. Ellos creen que Israel era la Iglesia en el Antiguo Testamento, y que la Iglesia es Israel en el Nuevo Testamento. Las promesas de una tierra, muchos descendientes, y bendición para Israel en el Antiguo Testamento han sido “espiritualizadas” y aplicadas a la Iglesia en el Nuevo Testamento por la incredulidad de Israel y el rechazo de su Mesías. Los que sostienen la Teología del Pacto tampoco interpretan la profecía en un sentido normal. Como ejemplo, en Apocalipsis 20, el reino de Cristo de mil años es mencionado. La Teología del Pacto diría que el número 1,000 es simbólico y realmente no significa 1,000 años literales. Ellos dirían que estamos en el Milenio ahora mismo, que el reino de Cristo con Sus santos está en efecto en el cielo ahora mismo, y que el período de 1,000 años es simbólico, empezando con la primera venida de Cristo y terminando cuando Él vuelva.
Hablando del punto de vista de las Escrituras, la Teología del Pacto está equivocada tanto en su concepto de Israel como en su forma de interpretar la profecía. El método correcto para interpretar la Escritura es por leerla en un sentido normal. A menos que el texto indique que esté usando alguna clase de lenguaje figurativo, éste debería ser entendido literalmente. Cuando la Escritura habla de Israel, no está refiriéndose a la Iglesia, y cuando habla de la Iglesia, no está refiriéndose a Israel. Aunque la iglesia es en cierta forma el Israel espiritual, Dios tiene un plan para Israel y otro para la Iglesia. Además, con referencia a la profecía, todas las profecías que han sido cumplidas fueron cumplidas literalmente, y no figurativamente. Cristo cumplió literalmente las profecías del Antiguo Testamento acerca del Mesías cuando Él vino hace 2,000 años atrás. No hay razón de pensar que las profecías no cumplidas deberían ser entendidas en un sentido figurativo. Como la del pasado, la profecía futura se cumplirá literalmente en el futuro.

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