lunes, 20 de abril de 2015

EL BAUTISMO EN AGUA: ORIGEN, NATURALEZA SALVADORA Y FORMA DE ADMINISTRARLO.

El Bautismo en Agua:
Origen, Naturaleza Salvadora y Forma de Administrarlo

Por: Fernando E. Alvarado

Bautismo en Agua

INTRODUCCIÓN:
Nuestra palabra bautismo es un término derivado del vocablo griego baptisma (antecedente, baptizo) cuyo significado es “meter en un líquido” o “sumergir”.
De acuerdo con la doctrina y enseñanzas mormonas, el bautismo por inmersión en el agua, efectuado por alguien que tenga la debida autoridad, es la ordenanza introductoria del evangelio y es necesario para ser miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Lo preceden la fe en Jesucristo y el arrepentimiento, y después del bautismo se debe recibir el don del Espíritu Santo a fin de que aquel sea completo (Véase Bautismo, GEE, pág. 23).
De acuerdo con la teología mormona, recibir el bautismo de agua y del Espíritu es un requisito para entrar en el reino celestial. Las Escrituras mormonas enseñan que Adán fue la primera persona que se bautizó (Moisés 6:64–65). Sostienen además que Jesús se bautizó  para cumplir con toda justicia y para mostrar el camino a todo el género humano (Mateo 3:13–17; 2 Ne. 31:5–12).
Puesto que el bautismo es esencial para la salvación, y debido a que no todas las personas tienen la oportunidad de aceptar el evangelio durante su vida terrenal, los mormones efectúan de forma vicaria (por medio de representantes) bautismos por los muertos. Por tanto, de acuerdo a la doctrina de los Santos de los Últimos Días, las personas que acepten el evangelio en el mundo de los espíritus pueden llenar los requisitos para entrar en el reino de Dios.
A pesar que el bautismo es un sacramento esencial del cristianismo, han surgido a lo largo de la historia innumerables dudas sobre la forma correcta de administrarlo, o en la fórmula bautismal a emplear durante la ceremonia. Algunos sectores del cristianismo defienden el bautismo de infantes, mientras que otros lo rechazan y bautizan sólo adultos; unos bautizan en el nombre de la Trinidad, mientras que otros lo hacen en el nombre de Jesús solamente. Igual conflicto se genera en cuanto a la forma de administrarlo, ya que algunos lo hacen por inmersión mientras que otros practican el rociamiento o bautismo por aspersión. Algunos lo consideran esencial para la salvación, mientras que otros lo consideran un símbolo del cual podemos prescindir sin consecuencias eternas, dándole poco o ningún valor a dicha ordenanza del Evangelio. Pero, ¿Qué enseñan las Escrituras?
He aquí una breve reseña doctrinal e histórica del bautismo, su origen, propósito, formas y alcance como ordenanza salvadora.

ÍNDICE:
1.- ¿Cuál es el significado del bautismo?
2.- ¿Cuándo y cómo surgió la ordenanza del bautismo?
3.- ¿Es el bautismo esencial para la salvación?
4.- ¿Cuál es la forma correcta de administrar el bautismo?
5.- ¿En nombre de quién se efectúa el bautismo?
6.- ¿Quién tiene la autoridad para bautizar a otros?
7.- ¿Por qué debemos bautizarnos de nuevo al unirnos a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, si ya fuimos bautizados antes en otra iglesia?

El Bautismo por Inmersión, Símbolo de una nueva vida en Cristo

I.- ¿CUÁL ES EL SIGNIFICADO DEL BAUTISMO?
El bautismo en agua para la remisión de pecados tiene cuando menos dos significados esenciales:
1. Es una semejanza de la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo e implica además la muerte al pecado y la resurrección a una nueva vida como discípulo de Cristo: El bautismo también ha sido comparado de un modo impresionante a un entierro, seguido de una resurrección. Pablo dice a los Romanos: "¿No sabéis que todos los que somos bautizados en Cristo Jesús, somos bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él a muerte por el bautismo; para que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque si fuimos plantados juntamente en él a la semejanza de su muerte, así también lo seremos a la de su resurrección." (Romanos 6:3-5). Y también escribe el apóstol: "Sepultados juntamente con él en el bautismo, en el cual también resucitasteis con él, por la fe de la operación de Dios que le levantó de los muertos." (Colosenses 2:12). De modo que el bautismo es un símbolo de la resurrección a una nueva vida por parte de aquel que lo recibe, un transplante o resurrección de una vida a otra, de la vida del pecado a la vida espiritual.
En Gálatas 3:27 se nos dice: “Pues todos los que habéis sido a bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.”, recalcando la simbología del bautismo como el inicio de una nueva vida en Cristo (Véase también 1 Pedro 3:21 y 2 Corintios 5:17).
2. El bautismo es también un nuevo nacimiento y se efectúa a semejanza del nacimiento de una criatura en este mundo: El Salvador comparó el bautismo a un nacimiento y declaró que era esencial para la vida que conduce al reino de Dios (Véase Juan 3:3-5). Cada criatura humana que viene a este mundo viene en agua, es nacida del agua, de la sangre y del espíritu. De manera que cuando nacemos en el reino de Dios, debemos nacer de la misma forma, y mediante el bautismo, nacemos del agua. El apóstol Pablo enseñó que Cristo: “…nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiésemos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento [es decir, el bautismo] de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo,” (Tito 3:5). La palabra traducida en Tito 3:5 como “Regeneración” es el vocablo griego paligguenesia, cuyo significado es “nacimiento” y tiene como su idea básica nacer de nuevo o ser restaurado. De modo que, a través del bautismo, Dios efectúa de forma sobrenatural parte del nuevo nacimiento, completado luego con la recepción del don del Espíritu Santo.

¿Cuál es el origen del bautismo como ordenanza?

II.- ¿CUÁNDO Y CÓMO SURGIÓ LA ORDENANZA DEL BAUTISMO?
El bautismo, a pesar a ser considerado por muchos como una novedad religiosa introducida por el cristianismo, proviene de la más remota antigüedad. En todas las culturas antiguas estar limpios equivalía a estar puros en presencia de los dioses. Ningún sacerdote se atrevió nunca a acercarse a los altares con manchas en el cuerpo. La inclinación natural a aplicar al alma todo lo que se refiere al cuerpo hizo creer a los hombres primitivos que las lustraciones y las abluciones quitaban las manchas del alma, como quitan las de la ropa, y que lavando el cuerpo lavaban el alma. De esta creencia nació la costumbre de bañarse en el Ganges, cuyas aguas creían sagradas, y la de las lustraciones, que se practicaban en todos los pueblos. Las naciones orientales, que disfrutan de climas cálidos, fueron las que más religiosamente observaron esas costumbres.
Los judíos se creían obligados a bañarse después de una profanación, cuando tocaban un animal impuro o un cadáver y en otras muchas ocasiones (Véase Éxodo 30:19-21; Levítico 16:4, 16:24; Génesis 18:4; 19:2; Juan 13:10; Marcos 7:3-4).
Cuando los judíos recibían en su país a un extranjero que se convertía a su religión, le bautizaban después de haberle circuncidado, y cuando era mujer la convertida, la bautizaban sencillamente, esto es, la sumergían en el agua en presencia de tres testigos. Creían que esta inmersión concedía a la persona bautizada otro nacimiento y otra vida. Quedaba desde entonces siendo judía y siendo pura, y los hijos suyos que nacieron antes del bautismo no podían tener parte en la herencia de sus hermanos que nacieron después que ellos, padre y madre, fueron regenerados. De modo que entre los judíos era la misma cosa ser bautizado y renacer, y esa idea ha sido inherente al bautismo hasta nuestros días. Cuando Juan el Bautista se dedicó a bautizar en el Jordán (Véase Mateo 3:1-6, Marcos 1:4-5 y Lucas 3:1-3), no hizo más que seguir una costumbre inmemorial practicada en el judaísmo y, de hecho, practicada aún desde antes del surgimiento de éste como religión. Los sacerdotes de la ley no le pidieron cuentas por haberse dedicado a bautizar, como si estableciera una nueva práctica; le acusaron porque se abrogaba un derecho que ellos creían que les pertenecía a ellos exclusivamente.
Como se mencionó anteriormente, los hindúes, desde tiempo inmemorial, se sumergían en el Ganges, donde siguen sumergiéndose todavía. Los egipcios, que sólo se dejaban conducir por los sentidos, creyeron fácilmente que lo que lavaba el cuerpo podía también lavar el alma; y como consecuencia de esto, instalaron grandes cubas en los subterráneos de los templos de Egipto, para sumergirse en ellas los sacerdotes y los iniciados.
La ordenanza del bautismo en agua era practicada de forma degenerada entre los griegos antiguos. De acuerdo al Baker´s Bible Atlas (Charles F. Pfeiffer, 1999) un poco al norte de Corintios había una ciudad llamada Eleuterópolis. Esta ciudad era el centro de una religión pagana donde se practicaba el bautismo en el mar de aquellos que deseaban asegurar una "buena vida" después de la muerte. De hecho, esta religión fue mencionada por Homero en el Himno a Demetrio, en las páginas 478-479.
¿De dónde tomaron ellos dicha costumbre? ¿A qué se debe que en diversas culturas la ordenanza del lavamiento o bautismo en agua se presente aún de forma degenerada? ¿Es que acaso el lavamiento o bautismo en agua fue enseñado desde el principio en la revelación original dada a Adán en el jardín de Edén? La revelación moderna nos da la respuesta a ésta interrogantes.
En las Escrituras de los últimos días se nos enseña que Adán fue bautizado y  recibió el Espíritu Santo. Moisés 6:51–68 nos dice: “Y por su propia voz llamó a nuestro padre Adán, diciendo: Yo soy Dios; yo hice el mundo y a los hombres antes que existiesen en la carne.  Y también le dijo: Si te vuelves a mí y escuchas mi voz, y crees y te arrepientes de todas tus transgresiones, y te bautizas en el agua, en el nombre de mi Hijo Unigénito, lleno de gracia y de verdad, el cual es Jesucristo, el único nombre que se dará debajo del cielo mediante el cual vendrá la salvación a los hijos de los hombres, recibirás el don del Espíritu Santo, pidiendo todas las cosas en su nombre, y te será dado cuanto tú pidieres.  Y nuestro padre Adán habló al Señor, y dijo: ¿Por qué es necesario que los hombres se arrepientan y se bauticen en el agua? Y el Señor le contestó: He aquí, te he perdonado tu transgresión en el Jardín de Edén… Y cuando el Señor hubo hablado con Adán, nuestro padre, sucedió que Adán clamó al Señor, y lo arrebató el Espíritu del Señor, y fue llevado al agua, y sumergido en el agua, y sacado del agua. Y de esta manera fue bautizado, y el Espíritu de Dios descendió sobre él, y así nació del Espíritu, y fue vivificado en el hombre interior.  Y oyó una voz del cielo que decía: Eres bautizado con fuego y con el Espíritu Santo. Este es el testimonio del Padre y del Hijo, desde ahora y para siempre;  y eres según el orden de aquel que fue sin principio de días ni fin de años, de eternidad en eternidad. He aquí, eres uno en mí, un hijo de Dios; y así todos pueden llegar a ser mis hijos. Amén”.
El presidente Joseph Fielding Smith enseñó lo siguiente:
“El bautismo data desde la Caída. Sin la revelación moderna esta verdad habría permanecido escondida del mundo. El plan de salvación fue declarado antes de la fundación del mundo. Dios no cambia. La palabra del Señor a José Smith y mediante él, ha declarado esta doctrina y la ha establecido.” (Doctrina de Salvación, Tomo II, pág. 185).
Para los Santos de los Últimos Días es evidente que el bautismo en agua fue instituido desde la Caída de Adán. Las antiguas creencias de la humanidad demuestran que esta enseñanza no fue ajena para los pueblos de la antigüedad ya que, aunque tergiversada por causa de la apostasía, dicha creencia se conservó en las distintas religiones de los pueblos paganos de una forma u otra.

El Bautismo, ordenanza esencial para la Salvación

III.- ¿ES EL BAUTISMO ESENCIAL PARA LA SALVACIÓN?
La naturaleza salvadora del bautismo ha sido motivo de discordia entre las diversas ramas del cristianismo tradicional. El catolicismo romano, por ejemplo, enseña la necesidad del bautismo para salvarse; mientras que las iglesias nacidas a partir de la Reforma Protestante niegan la necesidad del bautismo para la salvación, ya que el concepto de la justificación enseñado por los reformadores conduce a negar que el bautismo sea necesario para salvarse.
Los Santos de los Últimos Días, por su parte, consideran el bautismo en agua un requisito indispensable para alcanzar la salvación:

Para obtener la salvación en el reino celestial los hombres deben volver a nacer (Alma 7:14); nacer del agua y del Espíritu (Juan 3:1-13); nacer de Dios, para que sean cambiados de "su estado carnal y caído a un estado de rectitud," volviéndose nuevas criaturas del Espíritu Santo. (Mosíah 27: 24-29.) Deben volverse niños recién nacidos en Cristo (1 Ped. 2:2); deben ser "engendrados espiritualmente" de Dios, nacer de Dios volviéndose así sus hijos e hijas. (Mosíah 5:7.). El primer nacimiento sucede cuando los espíritus pasan de su primer estado preexistente a la mortalidad; el segundo nacimiento o nacimiento "al reino del cielo" ocurre cuando los mortales vuelven a nacer .y vivir para las cosas del Espíritu y de la rectitud. Los elementos agua, sangre y Espíritu están presentes en ambos nacimientos. (Moisés 6:59-60.) El segundo nacimiento comienza cuando los hombres son bautizados en el agua por un administrador legal; se completa cuando reciben la compañía del Espíritu Santo, volviéndose nuevas criaturas por el poder purificador de ese miembro de la Trinidad.” (Bruce R. McConkie, Doctrina Mormona, pág. 776).

Sin embargo, no consideran que, por el simple hecho de haberse bautizado, ya se es salvo o nacido de nuevo. El Elder McConkie también enseñó:

“El simple hecho de cumplir con la formalidad de la ordenanza del bautismo no significa que la persona ha vuelto a nacer. Nadie puede volver a nacer sin el bautismo, pero la inmersión en el agua y la imposición de manos para conferir el Espíritu Santo no garantizan de por sí el que esa persona haya vuelto a nacer o que lo hará. El nuevo nacimiento ocurre solamente en aquellos que realmente tienen el don o compañía del Espíritu Santo; solamente en los que se han convertido completamente, que se han entregado al Señor sin reservas. Así Alma se dirigió a sus "hermanos de la iglesia," y les preguntó si, "habían nacido espiritualmente de Dios," recibido la imagen del Señor en sus semblantes, y habían sufrido un "poderoso cambio" en sus corazones, que es lo que siempre acompaña al nacer del Espíritu. (Alma 5:31.) Los miembros de la Iglesia que realmente han vuelto a nacer están en un estado bendecido y favorecido. Han obtenido su posición no solamente por el hecho de unirse a la Iglesia, sino por su fe (1 Juan 5:7), rectitud (1 Juan 2:29), amor (1 Juan 4:7), y han vencido al mundo. (1 Juan 5:4.) "Cualquiera que haya nacido de Dios, no continúa en el pecado, pues el Espíritu de Dios permanece con él; y no puede continuar pecando, porque ha nacido de Dios recibiendo ese santo Espíritu de la promesa." (Versión Inspirada, 1 Juan 3:9.).” (Bruce R. McConkie, Doctrina Mormona, pág. 776-777).

¿Concuerda la Biblia con la enseñanza mormona? ¿Es el bautismo esencial para la salvación o no? Para llegar a una respuesta clara y contundente al respecto, se vuelve necesario acudir a las Escrituras:

1.- Jesucristo enseñó que el que no naciera del agua y del espíritu jamás podría heredar el reino de los cielos:
“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo que el que no a naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios.  Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo que el que no a naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3:3-5).
Los que niegan la necesidad del bautismo para la salvación probablemente dirán que “nacer de agua” no significa necesariamente ser bautizado, sino que alude a otra cosa. Estas no son más que suposiciones infundadas en un intento desesperado por defender su error doctrinal. El apóstol Pablo enseñó que Cristo: “…nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiésemos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento [es decir, el bautismo] de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo,” (Tito 3:5). La palabra traducida en Tito 3:5 como “Regeneración” es el vocablo griego paligguenesia, cuyo significado es “nacimiento” y tiene como su idea básica nacer de nuevo o ser restaurado. De modo que, en la mente de Pablo, el bautismo y el nuevo nacimiento son sinónimos.
El apóstol Pablo también enseñó:
“Pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.” (Gálatas 3:27). De acuerdo con la enseñanza de Pablo, nacer de nuevo implicaba ser nueva criatura (Véase 2 Corintios 5:17), por lo que, a través del bautismo, se lograba ese revestimiento de Cristo que implicaba el nacer de nuevo.
El Cristo resucitado también afirmó:
“El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado.” (Marcos 16:16).
Muchos protestantes podrían argumentar, con base en Marcos 16:16, que aunque se menciona que “El que crea y sea bautizado será salvo”, la segunda parte del versículo aclara que lo que condena a la gente (y por consiguiente, lo que la salva) es creer o no en Cristo; sin embargo, la omisión del bautismo en la segunda parte del versículo es simplemente lógica, ya que si alguien se rehúsa a creer en Cristo, tampoco aceptará el bautismo en Su nombre y, por consiguiente, se condenará a sí mismo. No hay contradicción alguna ni se vuelve necesaria la repetición del bautismo como requisito.

2.- Jesucristo mismo fue bautizado para cumplir con toda justicia, es decir, porque era necesario para todo ser humano y Él debía sentar el ejemplo a sus seguidores:
“Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, a Juan, para ser a bautizado por él.  Pero Juan se lo impedía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero respondiendo Jesús, le dijo: Permítelo ahora, porque así nos conviene cumplir toda justicia. Entonces se lo permitió.” (Mateo 3:13-15).
¿Sabrán los teólogos protestantes, mejor que Cristo, lo que es esencial o no para la salvación? Seguramente no. De hecho, pareciera que a ellos, al igual que a los fariseos, dirigió Jesús éstas palabras:
“Y todo el pueblo y los publicanos, al oírle, justificaron a Dios, bautizándose... Pero los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon el consejo de Dios para sí mismos, no siendo bautizados...” (Lucas 7:29-30).

3.- Los Apóstoles originales de Cristo enseñaron que el bautismo es esencial para la salvación:
Leemos:
“Entonces al oír esto, se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
Varones hermanos, ¿qué haremos? [Obviamente para ser salvos] Y Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” (Hechos 2:37-39).
Nuevamente, algunos argumentarán que lo que salva es la fe en Cristo y el arrepentimiento, no el bautismo; sin embargo, eso no es lo que enseñó Pedro. Para él, tanto la fe como el arrepentimiento iban de la mano del bautismo en agua y de la recepción del Espíritu Santo. Si observamos bien, Pedro concuerda a la perfección con el Artículo de Fe número 4 de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el cual enseña lo siguiente:
“Creemos que los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son: primero, Fe en el
Señor Jesucristo; segundo, Arrepentimiento; tercero, Bautismo por inmersión para la remisión de los pecados; cuarto, Imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo”.
Por si hubiera alguna duda acerca de lo que Pedro quiso decir en Hechos 2:37-39, él aclara por sí mismo sus palabras en 1 Pedro 3:21 al decir:
“El símbolo de la cual corresponde al bautismo que ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la petición de una buena conciencia ante Dios) por la resurrección de Jesucristo” (1 Pedro 3:21).

4.- El Bautismo es un mandamiento de Jesucristo, por lo que desobedecerlo nos condena, cumplirlo nos salva:
El bautismo tiene poder salvador, no porque el agua quite los pecados, o porque el que administra la ordenanza tenga el poder de perdonarlos; sino porque Dios ha decretado que, a través de dicha ordenanza, los beneficios del sacrificio expiatorio de Cristo nos sean aplicados por la fe y la obediencia al mandato de Dios de bautizarnos. Quienes argumentan que el bautismo no es necesario para la salvación deberían tomar en cuenta que éste fue un mandato directo de Jesucristo. Antes de Su Ascensión al cielo, Cristo dijo:
“Por tanto, id y haced a discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del  Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:19-20).
Ahora bien, puesto que Cristo mandó que fuéramos bautizados, los siguientes versículos resultan significativos:
 “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago él también las hará...” (Juan 14:12).
¿Acaso no fue bautizado Cristo? ¿Por qué pretender ser superiores a Él creyendo que nosotros no necesitamos dicha ordenanza? Quienes afirman que creer en Cristo es lo único necesario para salvarse harían bien en observar que, según Cristo, si de veras creen en Él tienen que hacer lo que Él hizo. Tristemente para ellos, esto incluye bautizarse. Observemos las palabras de Santiago dirigidas a aquellos que pretender ganar la salvación sólo por la fe, sin cumplir con ciertos requisitos:
“Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Más quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue a justificado por las obras nuestro padre Abraham, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?  Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo, Rahab, la ramera, ¿no fue b justificada por las obras, cuando recibió a los mensajeros, y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras es muerta.” (Santiago 2:19-26).
La necesidad de obedecer los mandamientos (lo cual incluye el bautismo) se hace patente en las Escrituras, ya que:
·         Cuando alguien le preguntó a Cristo que debía hacer para obtener la vida eterna, el Señor le dijo: “… si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19:17). Esto incluye el bautismo ya que, al ser un mandamiento, jamás podremos heredar la vida eterna sin obedecerlo.
·         Amar a Dios requiere obediencia, pues Cristo dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos.” (Juan 14:15). Si no amamos a Dios de corazón no es posible ser verdaderos discípulos; si no somos sus discípulos jamás podremos ser salvos, y sin obediencia a los mandamientos (y esto incluye el bautismo) nadie puede decir que ama a Dios realmente o que es su discípulo. 
·         Juan 14: 21 nos dice también: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré y me a manifestaré a él.”
·         Cristo reafirma su enseñanza con las siguientes palabras: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.” (Juan 15:10).
·         El apóstol Pablo enseñó que nuestra obediencia es una forma de honrar a Dios, pues los cristianos “… glorifican a Dios por la obediencia que profesa[n] al evangelio de Cristo…” (2 Corintios 9:13). Si alguien ama a Dios, ¿Acaso no desearía glorificarlo a través de su obediencia, la cual incluye el bautismo?
·         En Mateo 5: 19 Jesús enseña que: “… cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos. Pero cualquiera que los cumpla y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos”. Si el bautismo es un mandamiento (y es obvio que sí lo es según Mateo 28:19-20), quienes enseñan que no es necesario para la salvación caen bajo la reprensión de Jesús.
·         Según Pablo, hemos sido llamados por “… Jesucristo Señor nuestro…  para la  obediencia a la fe en todas las naciones por causa de su nombre” (Romanos 1:4-5). El bautismo es parte de esa “fe” que se nos manda obedecer (Compárese con Efesios 4:5).

5.- El Bautismo es una parte fundamental del Evangelio de Jesucristo, eliminar su carácter de ordenanza salvadora es ir en contra del Evangelio enseñado por Cristo y sus apóstoles:
En Hebreos 6:1-2 se nos enseña que el bautismo es parte de los principios y ordenanzas fundamentales del Evangelio. Por eso, afirmar que el bautismo no es un requisito para alcanzar la salvación es igual a enseñar un evangelio diferente al enseñado por Jesucristo. A quienes lo hacen, el apóstol Pablo los pone bajo maldición:
“Más si aún nosotros, o un a ángel del cielo, os anunciare un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os anunciare un evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema.” (Gálatas 1:8-9).
Aunque nuestra tendencia carnal es pretender aconsejar a Dios al negar la validez de sus ordenanzas o imponer nuestras interpretaciones doctrinales, las Escrituras nos llaman a destruir “… argumentos, y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo a pensamiento a la obediencia a Cristo…” (2 Corintios 10:5).
No vale la pena intentar defender un punto de vista doctrinal cuando las Escrituras enseñan claramente todo lo contrario. Quienes prefieren sus credos erróneos y las enseñanzas de los hombres antes que la verdad revelada por Dios, bien podrían sentirse aludidos en las siguientes palabras de Cristo:
“… Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. ¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo con sus labios me honra, más su corazón lejos está de mí. En vano me honran, enseñando como a doctrinas mandamientos de hombres.” (Mateo 15:6-9).

6.- La Remisión de Pecados es esencial para alcanzar la salvación; sin embargo, esto no es posible sin el bautismo, de modo que éste se vuelve un requisito indispensable para heredar la vida eterna:
Las Escrituras enseñan que nadie puede heredar la vida eterna mientras tenga pecado en su vida (Véase Proverbios 24:20 y Romanos 6:23); sin embargo, también enseñan que el bautismo hace posible la remisión de pecados, volviéndolo esencial para la salvación:
·         “Bautizaba Juan en el desierto y predicaba el bautismo de arrepentimiento para  remisión de pecados”. (Marcos 1:4).
·         “Y él fue por toda la región circunvecina del Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento para la remisión de pecados (Lucas 3:3).
·         “Y Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el d nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.” (Hechos 2:38).
·         “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate, y bautízate y lava tus pecados, invocando su nombre.”. (Hechos 22:16).

7.- Los Cristianos Primitivos creían que el bautismo es esencial para la Salvación:
En los escritos de los primeros cristianos se suele acentuar mucho la necesidad de recibir el bautismo para salvarse. Al considerar Juan 3:5, Tertuliano comentó:
“Está prescrito que sin el bautismo nadie puede alcanzar la salvación” (De bapt. 12, 1, Pastor de Hermas, Sim. IX 16).

En conclusión: Recibir la ordenanza del Bautismo por Inmersión para la Remisión de Pecados es esencial para la salvación.

Cristo, ejemplo perfecto de obediencia al bautizarse

IV.- ¿CUÁL ES LA FORMA CORRECTA DE ADMINISTRAR EL BAUTISMO?
La forma de administrar el bautismo en agua ha sido a través de los siglos (y sigue siendo aún hoy en día) motivo de discordia dentro del cristianismo. Algunas iglesias cristianas (católicos, anglicanos, luteranos, ciertos grupos anabaptistas, etc.) bautizan por aspersión, rociando agua sobre el infante o el converso adulto; mientras que otras iglesias (evangélicos, adventistas, Testigos de Jehová, mormones, etc.) practican el bautismo por inmersión, sumergiendo en agua a los conversos.
En la Iglesia Primitiva, el bautismo se efectuaba por inmersión solamente (nótese que la palabra griega baptisma, significa sumergir) luego de la profesión de fe y tras dar muestras de arrepentimiento, por lo que sólo se bautizaba a personas adultas o capaces de discernir por sí mismas, jamás a infantes; sin embargo, con el avance de la apostasía en el cristianismo dicha práctica fue modificada.
James E. Talmage resume dicha degeneración doctrinal de la siguiente manera:
“En el segundo siglo, sin embargo, un mandato sacerdotal había restringido la ordenanza bautismal a los tiempos de los dos festivos de la iglesia, la Pascua (Easter) y el Pentecostés (Whitsuntide); el primero siendo el aniversario de la resurrección de Cristo y el segundo, siendo al tiempo de la celebración Pentecostal. Un largo y pesado curso de preparación se requería del candidato antes de ser aceptada su elegibilidad; durante este tiempo él era conocido como un catecúmeno, o un novicio en entrenamiento. Según algunas autoridades, un curso de tres años de preparación fue requerido en todo caso, menos los excepcionales.
Durante la segunda centuria el simbolismo bautismal de un nuevo nacimiento se enfatizaba por muchas adiciones a la ordenanza; así que se les trataba a los nuevos bautizados como infantes y se les daba de comer leche y miel en señal de su inmadurez. A medida que el bautismo fue interpretado como una ceremonia de liberación de la esclavitud de Satanás, ciertas fórmulas usadas en liberar a esclavos fueron agregadas. El ungir con aceite también fue hecho parte de la ceremonia. En el tercer siglo la sencilla ordenanza del bautismo fue estorbada y pervertida más aún por las ministración de un exorcista. Este oficial se convertía en gritos, amenazaste y temibles y en la declaración por medio de la cual los demonios o espíritus malos que supuestamente afligían al candidato serian disipados… El disipar a este demonio ahora, fue considerado una preparación esencial para bautismo, después de la administración del cual los candidatos volvieron a casa, adornados con coronas y teniendo puestos vestidos blancos como emblemas sagrados, aquel de su victoria sobre el pecado y el mundo, éste de su pureza e inocencia internas. No es difícil ver en esta ceremonia supersticiosa la evidencia de adulteración pagana de la religión Cristiana. En el cuarto siglo llegó a ser la práctica de poner sal en la boca del miembro recién bautizado, coma símbolo de purificación y el bautismo mismo fue precedido como seguido por una unción con aceite. La forma o el modo del bautismo también sufrió un cambio radical durante la primera mitad del tercer siglo, un cambie por medio del cual su simbolismo fue destruido. La inmersión simbolizando la muerte seguida por la resurrección, no más fue juzgada un rasgo social, y el rociar con agua se permitió en lugar de ella. No menos que una autoridad como Cipriano, el obispo letrado de Cartago, abogó la propiedad de rociar en lugar de la inmersión en los casos de debilidad física, y la práctica así iniciada, luego se hizo general. La primera instancia de registro es la de Novato, un hereje quién pidió el bautismo cuando él pensaba que la muerte estaba cerca. No solamente se cambió de modo radical la forma del rito bautismal, pero la aplicación de la ordenanza fue pervertida. La práctica de administrar el bautismo a los infantes se reconocía como ortodoxa en la tercera centuria e indudablemente era de origen anterior. En la prolongada disputa tocante a si era seguro el posponer el bautismo de infantes hasta el octavo día después del nacimiento en deferencia a la costumbre Judía de efectuar la circuncisión en ese día, se decidió generalmente que tal demora sería peligrosa al arriesgar el futuro bienestar del niño si muriese antes de lograr la edad de ocho días, y que el bautismo debía ser administrado tan pronto como fuera posible después del nacimiento”.
(James E. Talmage, La Gran Apostasía, Capítulo VIII, pág. 46-47).
Más adelante, a finales del siglo VIII, la Iglesia de Roma eliminó de forma oficial el bautismo por inmersión, sustituyéndolo por el de aspersión, lo cual le atrajo el anatema de la Iglesia Griega. Eventualmente, nuevas facciones se formaron dentro del cristianismo, originando nuevas formas de bautismo y ampliando la brecha entre la doctrina y prácticas del cristianismo moderno y la Iglesia Primitiva.
Ante tal diversidad de opiniones, la pregunta se vuelve necesaria: De acuerdo con las Escrituras, ¿Cuál es la forma correcta de administrar el bautismo? ¿Por Inmersión o por Aspersión?
La Santa Biblia nos enseña lo siguiente:

1.- Mateo 3:5-6 nos dice:
 “… Entonces acudían a él Jerusalén, y toda Judea y toda la provincia de alrededor del Jordán; y eran bautizados [literalmente: sumergidos] por él en el Jordán, confesando sus pecados…”.
Nótese que la misma palabra “bautismo”, derivada del griego “baptisma”, “baptizo”, significa “sumergir”, no rociar.

2.- El bautismo de Jesús nos muestra la forma correcta de bautizar, ya que Él fue sumergido por Juan en el Jordán. Mateo 3:13-16 nos dice:
“Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, a Juan, para ser  bautizado [sumergido] por él. Pero Juan se lo impedía, diciendo: Yo necesito ser bautizado [sumergido] por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero respondiendo Jesús, le dijo: Permítelo ahora, porque así nos conviene cumplir toda justicia. Entonces se lo permitió. Y Jesús, después que fue bautizado [sumergido], subió inmediatamente del agua; y he aquí, los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y se posaba sobre él.”.
Nótese que Jesús fue sumergido y “subió del agua”, lo cual no tendría sentido si solamente hubiera sido rociado por Juan. Resulta obvio que fue bautizado por inmersión, no por aspersión. Marcos 1:9-11 nos enseña lo mismo:
“Y aconteció en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue a bautizado [sumergido] por Juan en el Jordán. E inmediatamente, subiendo del agua, vio abrirse los cielos y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco”.
Nadie puede ser bautizado de forma diferente a la de Cristo y esperar que dicha ordenanza sea reconocida como válida.

3.- Juan 3:23 nos dice:
“Y Juan bautizaba [sumergía] también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían y eran bautizados [sumergidos]...”.
¿Por qué necesitaría Juan “muchas aguas” si el bautismo fuera por aspersión? Si ese hubiera sido el caso, una pequeña fuente hubiera bastado; sin embargo, el bautismo requiere la inmersión total en agua, por lo que Juan los llevó a Enón, donde habían muchas aguas para sumergirlos.

4.- El bautismo del eunuco etíope evidencia la forma correcta del bautismo. Hechos 8:36-39 nos dice:
“Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua; y dijo el eunuco: He aquí agua; ¿qué impide que yo sea bautizado [sumergido]? Y Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y a le bautizó [sumergió]. Y cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino”.
Es más que evidente que el eunuco fue sumergido, no rociado. Esto se deduce porque ambos, Felipe y el eunuco, descendieron al agua y subieron del agua tras la inmersión del eunuco, o ¿Acaso desciende al agua el sacerdote cuando rocía a un niño durante el bautismo? ¡Claro que no!

5.- La simbología misma del bautismo requiere que éste sea administrado por inmersión, no por aspersión. Como se mencionó anteriormente al hablar sobre el simbolismo del bautismo, éste ha sido comparado de un modo impresionante a un entierro, seguido de una resurrección. Pablo dice a los Romanos:
"¿No sabéis que todos los que somos bautizados en Cristo Jesús, somos bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él a muerte por el bautismo; para que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque si fuimos plantados juntamente en él a la semejanza de su muerte, así también lo seremos a la de su resurrección." (Romanos 6:3-5).
El mal llamado “bautismo por aspersión” destruye el hermoso simbolismo del bautismo en agua. El apóstol Pablo también dijo:
"Sepultados juntamente con él en el bautismo, en el cual también resucitasteis con él, por la fe de la operación de Dios que le levantó de los muertos." (Colosenses 2:12).
Cabe preguntarnos: Cuando alguien es sepultado ¿Sólo es rociado con tierra o es totalmente cubierto por ella?

6.- El diluvio, que fue una inmersión total de la tierra bajo el agua (no meramente un rociamiento), es utilizado como símbolo del bautismo por el apóstol Pedro:
“… los que en otro tiempo fueron desobedientes, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de d Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, a saber, ocho, fueron salvadas por agua. El símbolo de la cual corresponde al bautismo que ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la petición de una buena conciencia ante Dios) por la resurrección de Jesucristo” (1 Pedro 3:20-21).
Acerca del mismo relato Génesis nos enseña que:
“Y prevalecieron las aguas y crecieron en gran manera sobre la tierra; y flotaba el arca sobre la faz de las aguas. Y las aguas prevalecieron mucho sobre la tierra; y todos los montes altos que había debajo de todos los cielos fueron cubiertos.  Quince codos más alto prevalecieron las aguas; y fueron cubiertos los montes.” (Génesis 7:18-20).
A semejanza del bautismo experimentado por la Tierra, los conversos deben ser bautizados por inmersión en el agua, sumergiendo su cuerpo de forma total en el líquido.

7.- Jesucristo comparó el bautismo a un nuevo nacimiento y declaró que era esencial para la vida que conduce al reino de Dios:
“… Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo que el que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo que el que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios…” (Juan 3:3-5).
Cada criatura humana que viene a este mundo viene sumergida en agua dentro del vientre materno, no simplemente rociada. De manera que cuando nacemos en el reino de Dios, debemos nacer de la misma forma, y mediante el bautismo por inmersión nacemos del agua en la forma prescita por el Salvador.

¿En nombre de Quién debemos bautizarnos?

V.- ¿EN NOMBRE DE QUIÉN SE EFECTÚA EL BAUTISMO?
A principios del siglo XX surgió, dentro del movimiento pentecostal estadounidense, una nueva desviación doctrinal dentro del cristianismo. En 1913, John G. Scheppe tuvo una “revelación” sobre el poder que hay en el nombre de Jesús. En el campamento religioso donde se encontraba, los pastores empezaron a estudiar el asunto y llegaron a la conclusión de que el verdadero bautismo en agua tenía que ser administrado en el nombre de Jesús solamente. Contrario a la mayoría de evangélicos modernos (los cuales tienden a menospreciar la importancia del bautismo para la salvación), éste grupo de pastores comenzó a enseñar que el bautismo en agua era imprescindible para ser salvo, pero que no tenía validez si se hacía en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, de modo que empezaron a bautizarse de nuevo en el nombre de Jesucristo solamente.
Como era de suponerse dicha “revelación” generó conflictos doctrinales, ya que tenían que reconciliar su nueva práctica bautismal con el hecho de que Jesús mismo mandó bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Véase Mateo 28:19). Dicha contradicción fue resuelta de forma sobrenatural mediante una nueva “revelación” sobre este particular. De acuerdo con la nueva revelación, la Trinidad no existía, sino que los nombres: Señor, Jesús y Cristo eran lo mismo que decir Padre, Hijo y Espíritu Santo. De modo que Jesucristo era el único Dios Verdadero, el cual revelaba distintos aspectos de su naturaleza como Padre y Espíritu Santo, pero sin que éstas fueran personalidades distintas a la suya, de modo que la Deidad se componía sólo de Jesús.
Entre las iglesias pentecostales que surgieron de este movimiento, las más fuertes (que se hallan en varios países) son: la Iglesia Pentecostal Unida Internacional, la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús y la Iglesia de la Luz del Mundo; sin embargo, existen numerosos grupos más pequeños e iglesias independientes que aceptan esta doctrina. Este grupo de iglesias pentecostales, conocidas en el ambiente protestante como el “Movimiento Sólo Jesús”, tiende a proselitar incluso entre miembros de otras iglesias evangélicas, considerándolas equivocadas y procurando “llevarlos a la verdad” sobre el bautismo y la naturaleza de Dios, por lo que suelen ser combatidas por otros grupos evangélicos, los cuales se niegan a reconocerlos como ortodoxos dentro del movimiento evangélico.
No obstante, es importante aclarar que muchas iglesias pentecostales que se denominan del “Nombre de Jesús” continúan siendo trinitarias en su doctrina sobre la naturaleza de Dios, pero bautizan en el nombre de Jesús solamente, creyendo que ésta es la fórmula correcta.
Pero, ¿Concuerda la Biblia con las enseñanzas del movimiento pentecostal unitario? ¿En qué fragmentos del texto bíblico basan ellos su enseñanza?
Los miembros del movimiento pentecostal unitario basan su doctrina en los siguientes versículos:

“Y Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.” (Hechos 2:38)

“Y les mandó que fueran bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días.” (Hechos 10:48)

Sin embargo, pese a que dichos versículos parecieran defender su punto de vista, no pueden ser interpretados en contradicción con otros pasajes claros de las Escrituras. Por ejemplo, Jesús mismo mandó que el bautismo fuese administrado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Él dijo:

“Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;” (Mateo 28:19).

Entonces ¿Cómo conciliar las palabras de Pedro con el mandato de Cristo a sus discípulos, referente al bautismo? ¿Por qué se contradicen entre sí? En realidad, no hay conflicto o contradicción entre dichos textos.
En Hechos 2:38 hallamos el mandato del bautismo en agua como confesión de fe en Jesucristo, un énfasis especial que era necesario para los judíos; mientras que en Mateo 28:19 tenemos la fórmula bautismal que se debía emplear al realizar dicha ordenanza. Analicemos el contexto.
El mensaje de Pedro en el día de Pentecostés se dirigía a millares de judíos religiosos que ya creían en Dios el Padre y que estaban viendo la manifestación gloriosa del Espíritu Santo en los apóstoles y demás miembros de la Iglesia (Véase Hechos 2:1-21), de modo que no podían negar la divinidad de Dios el Padre ni del Espíritu Santo; sin embargo, sí se oponían a la divinidad de Cristo y no lo reconocían como Mesías. Es más, ¡Ellos lo habían crucificado! Para alcanzar el perdón de su pecado nacional y de sus pecados individuales, ellos tenían que arrepentirse y bautizarse en Su Nombre para demostrar públicamente que lo aceptaban y reconocían como Mesías y Señor. Era, por lo tanto, natural que a este grupo Pedro les mencionara sólo el nombre de Jesucristo pues, al reconocerlo en un plano de igualdad con el Padre y el Espíritu Santo, los judíos así bautizados reconocían que Jesús era el Cristo, el Gran Yo Soy encarnado y parte de la Trinidad (Véase Hechos 2:22-36, donde Pedro enfatiza la culpabilidad de la nación judía por la muerte de Cristo).
Como partícipes en la persecución y muerte del Señor, era crucial para los judíos el arrepentirse y reconocer a Jesucristo como el Hijo de Dios en un plano de igualdad con el Padre y el Espíritu Santo. No obstante, es de suponer que los discípulos, al bautizarlos en agua, usarían la fórmula que Jesús les había dado hacía pocos días, en la que se incluía el nombre del Hijo en el mismo nivel con el Padre y el Espíritu Santo. De no hacerlo así, los apóstoles hubieran estado desobedeciendo el último mandato del Señor antes de Su ascensión. Esto, naturalmente, es absurdo.
Y ¿Qué pasa con Hechos 10:48? ¿No se refiere acaso a conversos gentiles? Sí y no. Si bien es cierto Cornelio era gentil, él no era ningún ignorante de las enseñanzas del judaísmo. Entonces, ¿Quién y qué clase de persona era Cornelio?
De acuerdo con Hechos 10: 1-2 y 10:22, Cornelio era un centurión (del latín: centum, cien) o comandante de 100 soldados en el ejército romano. Parece evidente que Cornelio, centurión de un cuerpo afamado conocido como “La Italiana” y ciudadano romano con toda probabilidad, tenía medios económicos más amplios y una consideración social más elevada de lo que normalmente correspondía a los oficiales de su clase (Véase Hechos 10:7-8, 10:22 y 10:24). Era piadoso y temeroso de Dios (Hechos 10:2), frase que indica que pertenecía a la clase de los “temerosos de Dios” quienes, sin dar el paso decisivo de la circuncisión, frecuentaban las sinagogas, escuchaban la Palabra de Dios y limitaban sus costumbres de comer y beber hasta el punto de no escandalizar a los judíos, hallando en el judaísmo la pureza moral y el elevado monoteísmo que faltaban por completo en su medio ambiente pagano.
Cornelio no sólo aceptaba la fe judía de forma externa, sino que se entregaba a la oración privada, especialmente a la sagrada “hora novena” (Hechos 10:3), la hora del sacrificio vespertino u holocausto en el altar del Templo, cuando también se quemaba incienso en el altar de oro delante del velo (Véase Lucas 1:8-13). Siendo rico, podía y quería desprenderse de los suyo en bien de los pobres, pensando especialmente en los de Israel, lo que le había dado su buena fama por toda la nación (Hechos 10:2 y 10:22). De modo que, aunque gentil, Cornelio creía en el Dios Verdadero; únicamente le faltaba reconocer a Jesús de Nazaret como el Mesías prometido de Israel y Salvador del Mundo. De ahí el énfasis puesto por Pedro en el ministerio terrenal de Jesús (Véase Hechos 10:34-43).
Tras predicar Pedro su mensaje mesiánico, el Espíritu Santo testifica de la verdad a Cornelio a través de una manifestación sobrenatural (Hechos 10:44-46), por lo que tampoco podía dudar de su existencia y divinidad. Es en ese momento cuando Pedro da la orden de bautizarlos en el Nombre de Jesucristo como reconocimiento de la aceptación, por parte de Cornelio y los suyos, de  Jesús como Mesías (Hechos 10:47-48) pero, al igual que ocurrió con los judíos en el día de Pentecostés, es de suponer que los discípulos, al bautizarlos en agua, usarían la fórmula que Jesús les había dado hacía pocos días, en la que se incluía el nombre del Hijo en el mismo nivel con el Padre y el Espíritu Santo.
Esta interpretación del texto bíblico no es una simple opinión doctrinal, es corroborada por registros históricos provenientes de los primeros cristianos. Si en verdad los apóstoles bautizaban solamente en el nombre de Jesús, ciertamente habría prueba documental que lo afirmara. Pero, ¿Qué nos dicen al respecto los escritos de los primeros cristianos?[1]
En el Didajé un libro muy antiguo conocido también como La Enseñanza de los Apóstoles, se dice:
“…Ahora, concerniente al bautismo, bautizad de esta manera: Después de dar enseñanza en primer lugar de todas estas cosas, bautizad en el nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo…”

Dice también:
“… El obispo o presbítero debe bautizar de esta manera, conforme a lo que nos mandó el Señor diciendo: ´Id y haced discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo´”.

Justino Mártir (165 d.C.) escribe:
“Son traídos [hablando de los nuevos conversos] a un lugar donde hay agua, y reciben de nosotros el bautismo de agua, en el nombre del padre, Señor de todo el universo, y de nuestro Señor Jesucristo y del Espíritu Santo”.

Tertuliano (196 d.C), Clemente de Alejandría (156 d.C.) y Basilio (326 d.C.) nos dan el mismo testimonio. Basilio aclara aún más el asunto al decir:
“Nadie sea engañado ni suponga que porque los apóstoles frecuentemente omitan los nombres del Padre y del Espíritu Santo en hacer mención del bautismo (no en la fórmula cuando están bautizando) no sea importante invocar estos nombres”.

Es más, Cipriano (200 d. C), hablando sobre Hechos 2:38, dice:
“Pedro menciona aquí el nombre de Jesucristo, no para omitir el del Padre, sino para que el Hijo no deje de ser unido al Padre. Finalmente, cuando después de la resurrección el Señor envía a los apóstoles  a las naciones, les manda que bauticen a los gentiles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Ni la Biblia ni la historia respaldan realmente la doctrina del pentecostalismo unitario, ni en su antitrinitarismo, ni en su alteración de la ordenanza bautismal. Al decir esto debemos refutar el antitrinitarismo de muchos pentecostales, ya que esa es la razón de su desviación doctrinal en lo que al bautismo se refiere.
He aquí varios puntos a considerar con los pentecostales unitarios y otras sectas que niegan la existencia de la Trinidad:

1.- CRISTO MISMO AFIRMÓ LA EXISTENCIA DE LA TRINIDAD:
- Jesús habló del Padre y del Espíritu Santo como personas distintas a Él (Juan 14:16-31). Incluso en los capítulos 15-15 de Juan continúa hablando del Padre y del Espíritu Santo como entidades diferentes a Él.
-  La oración intercesora de Cristo en Jun 17 carecería de sentido si Él y el Padre fueran la misma persona.
- Desde las primeras palabras que tenemos de Jesús hasta los últimos encargos dados a sus discípulos, habla de Dios Padre como otra persona distinta a Él (Lucas 2:49).
- Constantemente se refiere a sí mismo como enviado por el Padre (Juan 3:16-17; 3:34; 5:43; 6:38-39; 9:3-4; 12:49; 16:28 y 20:21).
- Jesús decía que las obras que Él hacía y las palabras que hablaba no eran suyas, sino del Padre que lo había enviado (Juan 5:19; 5:30; 5:36; 6:38 y 7:16).
- Cristo menciona cosas, conocimientos y actividades que corresponden definitivamente a uno y no al otro, con lo que mostraba que Él y el Padre eran dos personas distintas. Por ejemplo: El Padre entrega el juicio al Hijo (Juan 5:22); el Padre sabía el día de la venida futura del Hijo, pero el hijo no lo sabía (Marcos 13:32); El Padre glorifica al Hijo (Juan 8:50 y 8:54); el Padre lo ama a Él y Él al Padre (Juan 3:35; 5:20; 10:17; 14:31; 17:23-24).
- Jesús habla de distinción de lugares entre Él y el padre, cosa que sería imposible si se tratara de la misma persona (Juan 14:12; 14:28; 16:28; 20:17; Mateo 6:9).

2.- JESÚS ORABA AL PADRE:
Él se dedicaba a la oración, no sólo como ejemplo, sino para tener comunión con Su Padre y recibir respuestas a sus peticiones (Marcos 1:35, Lucas 5:16, 6:12, 9:28, 11:1, 22:39-44; Mateo 26:39; Juan 11:41-42, Juan 17, Hebreos 5:7).

3.- CRISTO, NUESTRO SUMO SACERDOTE, INTERCEDE ANTE EL PADRE:
Todo el sistema simbólico del sacerdocio hebreo pierde su significado si sólo existe Jesús. La epístola a los Hebreos enseña que Jesús convirtió en realidad ese simbolismo al presentarse a sí mismo en sacrificio ante Dios el Padre, donde intercede por nosotros (Hebreos 4:14, 5:10, 6:20, 7:17, 8:6). Hebreos 7:25 nos enseña que él vive eternamente para interceder por nosotros. Cristo es el Mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5; 1 Juan 2:1-2). Si Cristo y el Padre fueran la misma persona, ¿Ante quién intercede nuestro Señor Jesucristo por nosotros?

4.- EL ÁNGEL GABRIEL MENCIONA LA TRINIDAD EN LA ANUNCIACIÓN:
Cuando el ángel Gabriel anunció a María la encarnación de Cristo, mencionó las tres personas de la Trinidad (Lucas 1:35).

5.- LOS MIEMBROS DE LA TRINIDAD SE MANIFESTARON SIMULTÁNEAMENTE:
- En su bautismo, Jesús salía del agua cuando el Espíritu Santo descendió como paloma, y se oyó la voz el Padre desde el cielo (Mateo 3:16-17).
- En otras dos ocasiones (la visita de los griegos y la transfiguración) leemos que la gente que estaba con Jesús oyó la voz del Padre (Juan 12:23-30; Mateo 17:1-5).
- Esteban lleno del Espíritu Santo, vio los cielos abiertos y a Jesucristo sentado a la diestra de Dios (Hechos 7:55-56) ¿Cómo pudo Esteban ver a Jesús a la diestra del Padre si Jesús mismo es el Padre?

6.- LOS APÓSTOLES CREÍAN EN LA TRINIDAD:
- Pedro, en la casa de Cornelio, enseñó la existencia de la Trinidad y la forma en que ellos trabajan unidos por la salvación del hombre (Hechos 10: 38-42).
- Pablo enseñó que las tres personas de la Trinidad son reales y obran en unión para nuestra salvación (Efesios 2:8-22).
- Todo el Nuevo Testamente enseña que la Trinidad es real, y que está formada por tres personas distintas que trabajan en unión por salvar a la humanidad (Hebreos 9:14, Romanos 1:1-4, 1 Pedro 1:2, 1 Juan 3:23-24).
- En los primeros versículos y en muchos de los últimos de casi todas las epístolas en el Nuevo Testamento, hallamos referencia a Dios el Padre y a su Hijo Jesucristo. Típica es la bendición apostólica que invoca la Trinidad (2 Corintios 13:14).

Finamente, la doctrina del pentecostalismo unitario le quita sentido a las Escrituras. La hermosa oración de Juan 17 no tiene significado si el Padre es el mismo Jesucristo. Juan 3:16 pierde su sentido, pues ¿Quién sería el Hijo Unigénito? ¿Qué quiere decir Juan 1:1-2 y 1:14 cuando afirma que el verbo estaba con Dios, y era un Dios, y que era el unigénito del Padre? Si Jesús es la única persona de la Deidad, ¿Qué significa Juan 1:18: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer”?
La promesa que Jesús hizo a sus discípulos de que les enviaría otro Consolador no era más que un engaño si Él era el Espíritu Santo. ¿Y qué sucedió con su cuerpo resucitado? Los ángeles indicaron que Jesús volvería tal como lo habían visto ir al cielo (Hechos 1:11). No sucedió así cuando vino el Espíritu Santo; de modo que, o la Biblia es una colección de errores y contradicciones absurdas, o la doctrina de dichos grupos pentecostales está equivocada.

Juan el Bautista poseía la autoridad para bautizar

VI.- ¿QUIÉN TIENE LA AUTORIDAD PARA BAUTIZAR A OTROS?
El bautismo en agua, como cualquier otra ordenanza del Evangelio, debe ser administrado por una persona que posea la autoridad divina para hacerlo. De lo contrario, Dios no está obligado a reconocer dicha ordenanza.
Al unísono, la Biblia nos testifica de la necesidad de tener autoridad divina para poder administrar las ordenanzas del Evangelio y actuar en nombre de Dios:
§  Nadie, ni siquiera Cristo, el mismísimo Hijo de Dios, se atrevió a tomar para Sí una autoridad que no le fuera conferida por Dios (Hebreos 5:4-10). Sólo quien ha sido ordenado de la misma forma en que lo fue Aarón puede administrar las ordenanzas del Evangelio, pero ¿Cómo recibió Aarón dicha autoridad sacerdotal? Por profecía e imposición de manos de uno que ya poseía la autoridad del sacerdocio previamente (Véase Éxodo 28:1-3, 29:4-7, 30:30 y 40:12-15).
§  Josué, hijo de Nun, fue llamado como líder del pueblo de Dios por profecía e imposición de mano de uno que poseía la autoridad del sacerdocio (Números 27:18-23).
§  Cualquiera que ministra, predica o efectúa ordenanzas sin tener autoridad trabaja en vano, ya que Dios no reconocerá como válido lo que Él no ha autorizado (Salmo 127:1). Es más, aquellos que se atrevan a predicar en Su nombre sin haber sido debidamente ordenados, o que no cuenten con la autoridad divina, son considerados falsos profetas y están bajo condenación (Jeremías 14:14-18, 23:32).
§  Jesucristo condenó la obra de aquellos que actúan como ministros del Evangelio sin tener autoridad (Juan 10:1-10).
§  La Biblia registra severos castigos para aquellos que actúan en nombre de Dios sin haber sido debidamente ordenados por Él ni contar con su autoridad:
ü  Los falsos maestros y falsos profetas que enseñan al pueblo por ganancia deshonesta sin tener la debida autoridad: 2 Pedro 2:1-3
ü  Uza fue muerto por tocar el arca del pacto sin tener el sacerdocio, pese a su buena voluntad y justas intenciones: 1 Crónicas 13:9-10
ü  Saúl fue desechado por usurpar la autoridad del profeta de Dios sin haber sido ordenado para ello: 1 Samuel 13:8-11 y 1 Samuel 15:22-35
ü  El rey Uzías fue castigado por asumir una autoridad que no poseía y pretender efectuar ordenanzas sin poseer el sacerdocio: 2 Crónicas 26:14-20
ü  Coré, Datán y Abiram fueron muertos por intentar tomar sobre sí una autoridad que no poseían y rebelarse contra los verdaderos ungidos del Señor: Números 16
ü  Los hijos de Esceva fueron humillados por los mismos demonios al intentar actuar en nombre de Dios sin tener el sacerdocio: Hechos 19:13-16).
Sólo quienes hayan sido ordenados y llamados por Dios, por profecía e imposición de manos, pueden efectuar las ordenanzas del Evangelio. No hay otra manera. No es la autoridad de una secta originada a partir de otra iglesia también falsa, ni estudios realizados en universidades, institutos bíblicos o colegios de teología lo que nos da la autoridad para predicar, enseñar o bautizar. Es la imposición de manos de un poseedor del sacerdocio lo que nos concede la autoridad (Véase Hebreos 5:6-10; Marcos 3:14; Hechos 13:1-3, 14:23, 6:5-6, 19:6-7; 1 Timoteo 4:14, 2 Timoteo 1:6; Tito 1:5).
Nadie puede administrar las ordenanzas del Evangelio si no cuenta con la debida autoridad; de lo contrario, dichas ordenanzas son inválidas. La pregunta sería: ¿Cuál es la única Iglesia que cuenta con la autoridad del sacerdocio de Dios? Ciertamente, sólo en ella podríamos recibir las ordenanzas del Evangelio y contar con la aprobación divina.

Es rebautismo es permitido en la Biblia cuando no lo recibimos correctamente la primera vez

VII.- ¿POR QUÉ DEBEMOS BAUTIZARNOS DE NUEVO AL UNIRNOS A LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS, SI YA FUIMOS BAUTIZADOS ANTES EN OTRA IGLESIA?
Contrario a lo que muchos piensan, el bautismo debe repetirse en caso de haber sido efectuado de forma incorrecta. Como se vio anteriormente, el bautismo debe ser efectuado por inmersión luego de manifestar fe en Cristo y arrepentimiento (lo cual excluye a los niños pequeños y hace inválidos tanto el bautismo de bebés como el bautismo por aspersión); asimismo, también debe repetirse si la persona que administra la ordenanza no posee la debida autoridad para efectuarla.
Muchos, con base en Efesios 4:5, afirman que sólo pueden bautizarse una vez, aun cuando dicha ordenanza haya sido efectuada de forma incorrecta. Dichas personas suelen argumentar que, de repetirse el bautismo, se estaría incurriendo en un grave pecado contra Dios, pues se manifestaría una enorme falta de respeto hacia Dios, hacia la iglesia o denominación religiosa que lo bautizó, y hacia la ordenanza misma del bautismo, pero ¿Qué nos enseña la Biblia? ¿Nos manda acaso bautizarnos de nuevo si la forma inicial en que recibimos dicha ordenanza fue incorrecta?
En Hechos 19:1-7 leemos el caso de un grupo de discípulos que, habiendo sido bautizados previamente, fueron rebautizados por Pablo. Esto se debió a que, aunque habían sido bautizados ya, no habían recibido la ordenanza de la forma correcta. Muy probablemente fueron bautizados por inmersión y en la edad adecuada, pero no por una persona que tenía la autoridad, por lo que Pablo consideró conveniente para su salvación que ellos fueran bautizados de nuevo e ingresaran, de esta forma, a la Iglesia verdadera de Jesucristo. Por lo tanto, no es pecado ser bautizados de nuevo al ingresar a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, ya que con ello reconocemos la validez de la misma como la única iglesia verdadera; además, por ser la única iglesia verdadera, es también la única que posee la autoridad para bautizar creyentes. Cualquier otro bautismo, en cualquier otra iglesia o denominación religiosa, carece de reconocimiento divino a pesar de la sinceridad o buena fe con que lo haya efectuado el ministro de la misma.
Efesios 4:5 sí nos habla de un solo bautismo válido, y ese es aquel que se recibe en la única iglesia verdadera. Cualquier otro bautismo es inválido y la persona que lo reciba deberá ser rebautizada de la forma correcta.




[1] Las citas de los “padres de la Iglesia” aquí mencionados son tomadas del libro Bautismo en el Nombre de Jesús, escrito por Alice E. Luce, pp. 9-12.

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