INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DEL LIBRO DE APOCALIPSIS:
“EL TESTIMONIO DE JUAN DE LA IGLESIA
TRIUNFANTE”
Por Fernando E. Alvarado
Introducción:
El libro de Apocalipsis
(gr., apokalypsis, de apo, quitar, y de kalypto, cubrir),
algunas veces llamado “Revelación”, es el último libro de la
Biblia y el único libro del Nuevo Testamento que es exclusivamente profético en
su carácter. El vocablo griego Apokalypsis
significa “revelación”, “descubrimiento” o “quitar el velo”. En el Apocalipsis,
Juan registra acontecimientos que Jesucristo le mostró en visión, los cuales “deben
suceder pronto” (Apocalipsis 1:1). El propósito del libro es ser una
bendición para “los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las
cosas en ella escritas” (vers. 3).
A pesar de estar lleno de
imágenes y simbolismos que no siempre son fáciles de precisar, los temas del
libro son sencillos e inspiradores. Robert L. Millet, un educador Santo de los
Últimos Días, escribió: “Al igual que los santos antiguos, nosotros podemos
vigilar y estar listos; podemos estar atentos, alertas a la maldad en todas sus
formas diversas. Encontramos consuelo al saber que el Dios de los cielos está
al mando, que Él preside los asuntos de los hombres y de las mujeres; y que la
justicia divina y la misericordia indulgente llegará y recompensará a los
santos en su debido momento” (Robert L. Millet, “Revelation of John Offers
Recurring Lessons, Doctrinal Refrains and Hope”, Church News, 23 de
diciembre de 1995, pág. 10).
Autoría:
A diferencia de muchos
libros apocalípticos que son tanto anónimos o publicados bajo un falso nombre,
el Apocalipsis se atribuye a Juan, el hijo de Zebedeo y el discípulo amado de
Jesucristo (véase Apocalipsis 1:9, Mateo 4:21–22 y 1 Nefi 14:18–27).
Juan, el Apóstol, era hijo
de Zebedeo y hermano del apóstol Santiago (o Jacobo), a quien Herodes Agripa I
condenó a morir más o menos en el año 44 d. de J.C. (Mateo 4:21; Hechos 12:1,
2). Es bastante razonable inferir que su madre era Salomé (Mateo 27:56 y Marcos
15:40), y que ella era la hermana de María, madre de Jesús. Por lo tanto, Jesús
y Juan deben haber sido primos. La familia vivía en Galilea, probablemente en
Betsaida. El padre y sus dos hijos se dedicaban a la pesca en el mar de Galilea
(Marcos 1:19, 20).
Al principio se menciona a
Juan como uno de los discípulos de Juan el Bautista (Juan 1:35), pero después
se convirtió en uno de los discípulos de Jesús (1:35-39). Jesús lo llamó para
que fuera un pescador de hombres (Mateo 4:18-22; Marcos 1:16-20; Lucas 5:1-11).
Más tarde fue escogido para el apostolado (Mateo 10:2-4; Marcos 3:13-19; Lucas
6:12-19). A Juan y a Jacobo Jesús les dio el sobrenombre de Boanerges; es
decir, hijos del trueno, obviamente a causa de su temperamento impetuoso
(Marcos 3:17).
Juan fue uno de los tres
apóstoles que estuvieron más cerca de Jesús, los otros dos siendo Pedro y
Jacobo, el hermano de Juan. Juntamente con los otros dos que conformaban el
círculo íntimo de los apóstoles, se le permitió ser testigo de la resurrección
de la hija de Jairo (Marcos 5:37; Lucas 8:51), la Transfiguración (Mateo 17:1;
Marcos 9:2; Lucas 9:28), y la agonía del Señor en el Getsemaní (Mateo 26:37;
Marcos 14:33). Fue Juan el que le dijo a Jesús que habían visto a alguien
echando fuera demonios en su nombre y que ellos se lo habían prohibido porque
no era de su grupo (Marcos 9:38; Lucas 9:49). Ambos hermanos, Jacobo y Juan,
dieron evidencia de su temperamento impetuoso cuando no se les permitió pasar
por una aldea de Samaria en su paso a Jerusalén (Lucas 9:54). También manifestaron
falta de tacto y su extremada ambición cuando, juntamente con su madre, se
acercaron a Jesús y le pidieron que en su reino venidero ellos ocuparan lugares
de honor por encima de los demás (Marcos 10:35). Juan estaba entre los que le
preguntaron a Jesús cuándo se cumpliría su predicción sobre la destrucción del
templo (Marcos 13:3). El y Pedro fueron enviados por Jesús para que hicieran
los preparativos para la Pascua (Lucas 22:8); durante la cena pascual Juan se
recostó en el pecho de Jesús y le preguntó quién era el que lo había
traicionado (Juan 13:25). Cuando Jesús fue arrestado, Juan huyó juntamente con
los otros apóstoles (Mateo 26:56), pero recuperó el suficiente valor como para
estar presente en el juicio de Jesús. Gracias a su amistad con el sumo
sacerdote logró que Pedro también pudiera acompañarlo (Juan 18:16). El estuvo
cerca de la cruz sobre la cual fue crucificado Jesús y ahí recibió el encargo
de Jesús de que cuidara de su madre (Juan 19:26). En la madrugada de la
resurrección, cuando María Magdalena les informó que la tumba estaba vacía,
Juan y Pedro fueron hasta el lugar para cerciorarse de lo que había sucedido
(Juan 20:2, 3). En el relato donde se menciona la aparición del Señor
resucitado en Galilea, los hijos de Zebedeo son mencionados de manera especial
y es Juan quien primero reconoce a Jesús (Juan 21:1-7).
Tras la ascensión de Cristo,
y el inicio de la labor misional en Jerusalén, Juan y Pedro sanaron a un hombre
que había nacido cojo, fueron arrestados y se les prohibió que predicaran en el
nombre de Jesús (Hechos 4:1-22). Más tarde los encontramos orando e imponiendo
las manos sobre los nuevos convertidos en Samaria a fin de que puedan recibir
el Espíritu Santo (Hechos 8:14, 15). Juan es mencionado una vez en las cartas
de Pablo (Gálatas 2:9) y en Apocalipsis 1:1, 4, 9 donde se le atribuye como el
autor del libro.
Cinco de los libros del Nuevo
Testamento se le atribuyen a él: el Evangelio según Juan, tres epístolas y el
libro de Apocalipsis. Es en este último donde realmente aparece su nombre.
Según la tradición Juan pasó sus últimos años en Éfeso antes de ser trasladado,
casi al cierre del primer siglo.
A Juan se le describe como
el discípulo a quien Jesús amaba. Los defectos de su carácter con los cuales
inició su carrera como apóstol —impetuosidad indebida, intolerancia y ambición
egoísta— con el tiempo fueron controlados hasta el punto que él llegó a ser
conocido especialmente por su generosidad y amabilidad.
Se menciona con frecuencia a
Juan en las revelaciones de los últimos días (1 Ne. 14:18–27; 3 Ne. 28:6; Éter
4:16; D&C 7; 27:12; 61:14; 77; 88:141). Estos pasajes sirven para confirmar
la narración bíblica de Juan, y también nos dan una idea más clara en cuanto a
su grandeza y la importancia de la obra que el Señor le ha dado en la tierra,
no so lo en la época del Nuevo
Testamento, sino también en los últimos días. Las revelaciones confirman que
Juan no murió, sino que se le ha permitido permanecer en la tierra como siervo
ministrante hasta el tiempo de la segunda venida del Señor (Juan 21:20–23; 3 Ne. 28:6–7; D&C
7).
Destinatario:
El Apocalipsis está dirigido
a las siete ramas de la Iglesia de la provincia romana de Asia Menor (véase
Apocalipsis 2–3) que ocupaba la tercera parte occidental de lo que ahora es
Turquía. Las ciudades donde se localizaban estas iglesias se encontraban en las
principales carreteras en dirección norte sur, de modo que un mensajero
portando estas cartas podía movilizarse en un circuito directo de una a otra.
El Apocalipsis fue escrito con el propósito de que los males en las iglesias
pudiesen ser corregidos por los eventos que estaban a punto de confrontarlos a
ellos. Sin embargo, el mensaje del Apocalipsis no estaba destinado
exclusivamente para ellos. El profeta José Smith dijo que “Juan vio
solamente aquello que estaba reservado para el futuro” (Enseñanzas, pág.
351), lo cual hace que sea de interés para los santos que viven en los últimos
días. El Señor reveló a Moroni que cuando el Israel de los últimos días se
arrepienta y acepte nuevamente sus convenios, entonces “serán manifestadas a
los ojos de todo el pueblo mis revelaciones que he hecho que sean escritas por
mi siervo Juan” (Éter 4:16; véanse los versículos 14–17).
Antecedentes
Históricos:
El Apocalipsis se escribió
durante una época de grandes persecuciones en contra de los santos. Es muy
probable que esa persecución la llevara a cabo Roma; sin embargo, existen dos
puntos de vista predominantes en relación con la fecha de su escritura. La
fecha más temprana en el reino de Nerón (54–68 d. de J.C.) es favorecida por
algunos por causa de la referencia al templo en Apocalipsis (Apocalipsis 11:1,
2). Un segundo punto de vista, mucho mejor sustentado por los intérpretes
primitivos del libro, lo colocan en el reino de Domiciano (81-96 d. de J.C.),
casi al final del primer siglo. Domiciano persiguió en particular a los que no
adoraban a los dioses aprobados por el imperio y muchos que se negaron a
hacerlo fueron ejecutados o exiliados durante su reinado. El lugar donde fue
escrito fue la isla de Patmos, donde Juan había sido exiliado por su fe. Patmos
era el sitio de una colonia penal romana, donde los prisioneros políticos eran
condenados a trabajos forzados en las minas.
Además de las grandes
persecuciones que la Iglesia de la antigüedad sufría a causa de fuerzas
externas, enfrentaba también una apostasía interna. Pablo dijo: “…entrarán en
medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño” (Hechos 20:29).
Para fines del siglo primero de nuestra era, la profecía de Pablo se había
hecho realidad. La voz de amonestación en contra de los falsos maestros y de
las doctrinas falsas que se registra en las epístolas de Juan y en
Apocalipsis 2–3 revela hasta
qué punto la apostasía se había extendido dentro de la Iglesia en esa época.
Tema:
“El mensaje del Apocalipsis
es el mismo que el de todas las demás Escrituras: Al final, Dios triunfará
sobre el diablo en esta tierra; habrá una victoria definitiva del bien sobre el
mal, de los santos sobre sus perseguidores, del reino de Dios sobre los reinos
de los hombres y de Satanás” (Bible Dictionary, “Revelation of John, pág. 762).
Juan extendió su mensaje de esperanza a todos los que venzan las tentaciones
del mundo (véase Apocalipsis 2:7, 11, 17, 26; 3:5, 12, 21).
Propósito del Libro:
No es difícil comprender
cuánto consuelo habría llevado tal revelación a aquellos primeros santos que
enfrentaron persecuciones directas y terribles de parte de su propia fuente
inicua de gran poder (Roma). La iglesia estaba enfrentando la destrucción
literal en aquella época; los comienzos de la Gran Apostasía ya se habían dado
y habían comenzado a apagar la luz del Evangelio.
En tales circunstancias
habría sido natural preguntarse si Dios seguía obrando con Su pueblo, o si
Satanás no era el que triunfaba. Pero Apocalipsis muestra que aunque haya
tenido un tiempo de poder, Satanás nunca vencerá. Está llegando el tiempo en
que será derrotado de una vez por todas, finalmente y para siempre
Tal conocimiento fue
indudablemente de gran valor para aquellos primeros santos. Y es de gran valor
también para los de la generación actual; para aquellos que una vez más ven
reunirse las fuerzas del mal en gran poder; para aquellos que ven el poder
político y a la filosofía más directamente opuestos a Dios que la adoración del
emperador, que ven cómo están controlando la vida de más gente que la que Roma
controló en toda su gloria; para aquellos que ven la maldad del hombre
expandirse rápidamente. ¡De cuánto valor es para esta generación el punto de
vista del plan divino y la consoladora seguridad de que Dios aún está sobre
todo y que triunfará en las grandes batallas finales entre la justicia y el
mal!
Escuelas de
Interpretación:
Aunque ha habido distintas
formas de interpretarlo y algunas teorías en cuanto a cómo debe ser examinado,
los métodos sugeridos de interpretación pueden ser divididos en dos categorías
generales, dentro de las cuales existen cuatro escuelas principales de
interpretación:
§ El
Punto de Vista No Profético: Muchos eruditos e
intérpretes del Apocalipsis han negado que Juan haya tenido alguna intención
profética al escribir este libro, y hasta llegan a rechazar la idea de que el
contenido tenga conexión alguna con acontecimientos futuros. El punto de vista
no profético se subdivide en dos escuelas de interpretación:
1.
Escuela Preterista (del
latín praeter que significa pasado): La escuela
preterista sostiene que Apocalipsis es sencillamente una fotografía de
las condiciones predominantes en el Imperio Romano en la parte final del primer
siglo, presentado en forma de visión y profecía para ocultar su significado de
los paganos hostiles. Dicha escuela cree que el libro de Apocalipsis se
relaciona únicamente con el pasado, esto es, los acontecimientos de la época de
Juan. Creen que todos los escritos de Juan deben ser interpretados a la luz de
los acontecimientos tal como sucedieron entonces; las imágenes y el simbolismo
se refieren solamente al choque entre la iglesia y el Imperio Romano. No hay
predicciones futuras, dicen, y aquellos que tratan de encontrarlas cometerán un
gran error en la interpretación del significado del libro.
2.
Escuela Idealista,
Alegorista o Simbólica: La escuela idealista o
simbólica trata al Apocalipsis como puramente una
representación dramática del conflicto entre el bien y el mal. Sostienen que el
único sentido del libro es espiritual. Rechazan los intentos de interpretar el
libro literalmente y niegan que los símbolos de Juan hayan significado una
correspondencia directa con acontecimientos o situaciones reales. Todo debe ser
tomado como un bosquejo gráfico de las verdades espirituales. Así, por ejemplo,
las bestias y la Gran Ramera son meras representaciones del mal en los hombres,
el cual debe ser conquistado por los principios cristianos; el gran juicio no
es la declaración real de las obras de uno delante de Dios, más bien tiene
lugar en cada ocasión en que se decide sobre un punto moral; la Nueva Jerusalén
es solamente la descripción figurativa de una sociedad que elimina la guerra,
el odio y el mal de su medio y comienza a vivir en amor, armonía y paz.
§ El
Punto de Vista Profético: Los que sostienen el punto
de vista profético concuerdan en que Juan estaba profetizando acontecimientos
futuros, pero difieren en cuanto a en qué forma exactamente el libro de
Apocalipsis debe ser correlacionado con la historia. Este punto de vista se
subdivide también en dos escuelas interpretativas:
1.
Escuela Historicista: El
punto de vista histórico sostiene que el libro representa en
forma simbólica el curso entero de la historia de la iglesia desde el tiempo de
su escritura hasta la consumación final, y que las figuras místicas y acciones
descritas en él se pueden identificar con los eventos humanos en la historia. Mantiene
que Apocalipsis bosqueja todo el panorama de la historia de la iglesia de
“Cristo”, desde el día de Pentecostés hasta el día del juicio. Los símbolos
deben ser como predicciones futuras de los grandes acontecimientos de la
historia (eran futuras para Juan, pero la mayoría ahora se han cumplido). Los
historicistas intentan así relacionar lo que se conoce del pasado con lo que se
encuentra en el Apocalipsis. Un ejemplo de la interpretación de este grupo es
la identificación de las langostas que emergen del abismo sin fin para
transformarse en un ejército conquistador (Apocalipsis 11) con las invasiones
mahometanas de la Edad Media. Los historicistas dicen que mientras algunas de
las predicciones de Juan todavía tienen que cumplirse, la mayoría ahora son
pasadas.
2.
Escuela Futurista: La
escuela futurista, sobre la base de la triple división dada en
Apocalipsis 1:19, sugiere que la expresión las cosas que has visto se
refiere al ambiente inmediato del visionario y la visión de Cristo (Apocalipsis
1:9-19), las que son denota a las iglesias de Asia o a la era
eclesiástica que ellas simbolizan (Apocalipsis 2:1—3:22), y las que han de
ser después de éstas (del capítulo 4 en adelante) se relacionan con
aquellos eventos que acompañarán el regreso de Cristo y el establecimiento de
la ciudad de Dios. Estos capítulos son proféticos y se refieren a los
acontecimientos terribles y magníficos que van a tener lugar justamente antes
de la Segunda Venida de Cristo. Aquellos que interpretan el libro en esta
forma, llaman a esos días “la gran tribulación” y consideran que ese
período durará de tres años y medio a siete; algunos incluso aceptan la idea de
un “rapto secreto” de los fieles antes de dicho período para celebrar “las
bodas del Cordero” y el “Tribunal de Cristo” en el cielo, en
tanto que los inicuos sufren a manos de un gobernante mundial satánico o “Anticristo”.
Esta escuela afirma que la tribulación irá seguida inmediatamente por el
regreso triunfal del Salvador y el establecimiento del Milenio. De manera que
este grupo considera la mayor parte del libro no solamente como futuro para
Juan sino todavía futuro para nosotros (aunque ven que la distancia se va
acortando rápidamente, para la mayor parte). Mientras todavía reconocen el
simbolismo de las imágenes de Juan, ven el cumplimiento de estas predicciones
como muy literal.
Perspectiva Santo de
los Últimos Días:
No es de sorprender que el
punto de vista de los Santos de los últimos Días no encaje o concuerde con
ninguno de los cuatro anteriores y ciertamente, ni siquiera sería exacto decir
que es una mezcla de los mismos. La interpretación de los Santos de los últimos
Días es única aunque claramente cae bajo un punto de vista profético. Esto es
de esperarse, ya que tenemos una ventaja sobre el resto de los estudiosos
cristianos por causa de la revelación en
nuestra época. Como señala el élder Bruce R. McConkie: “De hecho, estamos en
una posición mucho mejor para entender las partes de Apocalipsis que se espera
que entendamos, de lo que generalmente comprendemos. Gracias sean dadas al
material interpretativo que se encuentra en las secciones 29, 77 y 88 y otras
más de Doctrina y Convenios; además, a las revisiones que se han hecho a la Versión
Inspirada de la Biblia; a los sermones del Profeta; algunas explicaciones
aclaratorias que se encuentran en el Libro de Mormón y en otras Escrituras de
los últimos días; a nuestro conocimiento general del plan de salvación, gracias
a todas estas cosas (sin dejar de mencionar un poco del sentido conservador, de
la sabiduría y de la inspiración en su aplicación); el hecho es que tenemos un
entendimiento correcto y maravillosamente general de este libro que de otro
modo parece escondido” (Bruce R. McConkie, Doctrinal New Testament
Commentary, 3:431).
La interpretación de los
Santos de los Últimos Días es que el Apocalipsis presenta el gran plan del
Padre y del Hijo aplicado en toda la historia, pero especialmente
concentrándose en la era del tiempo cuando el mal, en todo su poder e iniquidad
serán encadenados de una vez por todas.
El Simbolismo del
Libro de Apocalipsis:
Aun la lectura más
precipitada de las Escrituras deja ver claramente que el Señor frecuentemente
usa lenguaje simbólico e imágenes para enseñar las verdades del Evangelio a sus
hijos. A este respecto, el Élder Joseph Fielding McConkie enseñó: “El
lenguaje simbólico es un idioma universal y eterno, el cual Dios, en Su
sabiduría, ha escogido para enseñar Su Evangelio y dar testimonio de Su Hijo.
Es el lenguaje de las Escrituras, de la revelación, del Espíritu, de la fe. Es
un lenguaje común a los santos de todas las generaciones” (Joseph Fielding
McConkie, Gospel Symbolism, 1985, pág. 1).
Un poco de reflexión nos
ayuda a entender por qué el Señor usa tales símbolos para enseñar verdades
eternas. Primero, y posiblemente lo más importante, una imagen simbólica o
figurativa puede transmitir la verdad y la realidad con mayor impacto a la
mente de lo que lo puede hacer el concepto abstracto o las simples palabras. Una
segunda razón por la que los símbolos son tan eficaces como medio de enseñanza es
que tienen la capacidad de comunicar diferentes niveles de verdad espiritual
así como distintos niveles de madurez espiritual.
Ciertamente hay otras razones
para el uso de símbolos en el Evangelio: su sencillez y belleza, por ejemplo, o
el atractivo universal que los símbolos poseen. Ellos también estimulan al
individuo a buscar y considerar sus significados.
No es de extrañar que algunas
de las preguntas más comunes y difíciles de contestar en cuanto al libro de Apocalipsis,
tengan que ver precisamente con su simbolismo. ¿Cuántas de las imágenes y
figuras vistas por Juan son simbólicas? ¿Deben ser consideradas literal o
metafóricamente? Si algunas son literales y otras simbólicas, ¿Cómo puede uno
saber la diferencia? ¿Por qué algunas de las imágenes son tan extrañas y fuera
de lo común? Mientras que estas preguntas no pueden ser contestadas con
seguridad total, hay algunas cosas importantes que uno puede tener presentes al
comenzar el estudio del libro:
1.
Es casi seguro que Juan no
intentó escribir cosas que fueran obscuras e incomprensibles para sus lectores.
Escribió en su lenguaje, el cual era parte del mismo ambiente cultural y de la
misma herencia que ellos, y probablemente estaban familiarizados con términos
especiales o frases que él usó para expresarse. Parte de nuestra dificultad en
comprender este libro se debe al hecho
de que estamos demasiado apartados de su época, de su situación y de su idioma.
Pero cuando Juan escribió, esperaba que sus lectores entenderían claramente lo
que les escribió.
2.
Por revelación Nefi fue
informado que cuando los escritos de Juan fueron originalmente escritos, “las
cosas que estaban escritas eran claras y puras, y las más preciosas y fáciles
para el entendimiento de todos los hombres” (1 Nefi 14:23). Podemos suponer
que el libro de Apocalipsis también sufrió con el resto de los libros que
componen la Biblia “después de haber pasado… por las manos de esa grande y
abominable iglesia”, y que “han desaparecido muchas cosas claras y
preciosas del libro” (1 Nefi 13:28). Esto, naturalmente, complica el
problema de llegar a una interpretación adecuada. La Versión Inspirada tal vez
haya restaurado algunas de estas cosas, pero es posible que existan otras
pérdidas importantes.
3.
Gran parte de las imágenes
usadas por Juan son simbólicas. De hecho, si fueran tomadas literalmente,
presentaría un cuadro grotesco. La revelación es profundamente simbólica.
Tratar de interpretar todo literalmente resultaría en algunos graves errores.
4.
Sin embargo, aunque el libro
es sumamente simbólico, los símbolos representan cosas, personas y
acontecimientos reales. En otras palabras, aunque es simbólico, no lo es en el
sentido que reclaman los idealistas; esto es, no tiene significado solamente en
conceptos indefinidos y abstractos. Algunos de los símbolos son claros y a
través de la revelación moderna conocemos lo que significan. Muchos no lo son y
debemos esperar más revelación antes de poder decir con seguridad qué es lo que
representan. Pero lo más importante que se debe tener en cuenta es que mientras
el libro de Apocalipsis está lleno de simbolismos, cada símbolo tiene
significado específico y correspondencia con alguna cosa real.
5.
El significado del libro y
de sus símbolos puede ser interpretado de una manera correcta solamente
mediante el don de la inspiración. La razón sin inspiración, no importa cuan
brillante sea, no puede aclarar sus misterios. Es llamado un libro de
revelación y la revelación es esencial para poder comprenderlo. Esto,
posiblemente, es por lo que José Smith pudo decir: “El libro de Apocalipsis es
uno de los libros más claros que Dios jamás ha hecho escribir” (Enseñanzas
del Profeta José Smith, pág. 352). La revelación de nuestra época puede ser
inmensamente útil para develar los misterios del Apocalipsis, y las más
importantes de esas revelaciones serán las que uno reciba mediante el Espíritu
a medida que estudia este libro con oración humilde y honesta.
Estructura del
Libro:
El libro del Apocalipsis se
puede dividir en dos secciones: la visión de la época de Juan (capítulos
1–3) y la visión del futuro (capítulos 4–22).
§ La
Visión de la Época de Juan: El libro comienza con la
visión que en el día de reposo Juan recibió de Jesucristo, refulgente de
gloria, en medio de siete candeleros que representaban “las siete iglesias que
están en Asia” (Apocalipsis 1:11). A pesar de que los santos de la época de
Juan sufrían a causa de la apostasía y de la persecución, podían hallar
consuelo en esa imagen de tener al Señor consigo. En los capítulos 2–3, el
Señor revela a las siete iglesias sus virtudes y sus flaquezas y los insta a
prepararse para el futuro, arrepintiéndose y aprendiendo a vencer al mundo.
§ La
Visión del Futuro: Con el capítulo 4 del Apocalipsis
comienza la visión de Juan acerca del futuro. Juan ve una puerta abierta en el
cielo y oye que le dicen: “Sube acá”, y alcanza así a vislumbrar el plan de
Dios desde una perspectiva divina. Allí, ve el trono de Dios, la tierra en su
gloria celestial y muchos seres exaltados cantando alabanzas a Dios y al
Cordero. Ése es el bendito final para todos los hijos fieles de Dios de todas
las dispensaciones. Eso es posible porque Jesucristo, “el León de la tribu de
Judá” (Apocalipsis 5:5), “con [su] sangre nos [ha] redimido para Dios” (vers.
9) para que podamos ser “reyes y sacerdotes” para Dios (vers. 10).
En
Apocalipsis 6–7, Jesucristo abre el libro de los siete sellos. A medida que
cada sello se abre, Juan ve una representación de un acontecimiento o
acontecimientos que sucedieron o que han de suceder durante un período de mil
años de la historia de la tierra. El capítulo 6 registra la apertura de los
seis primeros sellos. El capítulo 7 revela cómo el Señor preparará a los fieles
habitantes de la tierra para los acontecimientos catastróficos del séptimo
sello. Por medio de la restauración del Evangelio y de las ordenanzas del
sacerdocio, los santos de todas las naciones podrán perseverar.
Al
abrirse el séptimo sello se hace “silencio en el cielo” (Apocalipsis 8:1). Juan
ve a un ángel con incienso que representa “las oraciones de los santos” (vers.
4), seguido de siete ángeles tocando sus trompetas pregonando plagas de
destrucción y guerras. Pero, a pesar de las muchas advertencias, Juan dice que
los hombres “ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos”
(Apocalipsis 9:20). Ve la propia misión que él tiene de juntar a las tribus de
Israel antes de la segunda venida de Jesucristo. Ve a dos profetas asesinados
en las calles de Jerusalén, que después de tres días y medio se levantan de los
muertos y suben al cielo.
Los
capítulos 12–14 de Apocalipsis representan una pausa en el despliegue de la
visión del séptimo sello. Antes de revelar la victoria final de Jesucristo
sobre el reino del diablo, el Señor le muestra a Juan la historia de la guerra
entre el bien y el mal que conduce a los acontecimientos culminantes del
séptimo sello. En el capítulo 12, Juan ve la Guerra en los Cielos, cómo fue
arrojada a la tierra una tercera parte de los hijos del Padre Celestial que
habían seguido a Lucifer, y la continuación de la guerra en la tierra. En el
capítulo 13, Juan es testigo del surgimiento mundial de reinos políticos y
religiosos inspirados por el diablo (véanse los vers. 7–8), aumentando así el
control de Satanás sobre los hijos de los hombres. Finalmente, en el capítulo
14, él ve la verdad y el poder del sacerdocio restaurados sobre la tierra
(véanse los vers. 6–7) para preparar a los creyentes para la destrucción de los
inicuos.
En
Apocalipsis 15–16 se describen algunos de los últimos acontecimientos que
ocurrirán antes de que el reino del diablo llegue a su fin. En el capítulo 15,
Juan ve a los santos en su gloria celestial alabando a Dios por Sus justos
juicios, a la misma vez que a siete ángeles listos para dejar caer “siete
plagas postreras” sobre la tierra (vers. 1). En Apocalipsis 16 se registran
enfermedades, guerras y otros acontecimientos catastróficos, así como también
falsos profetas que efectúan milagros y siguen enseñando doctrinas falsas para
engañar a la gente de la tierra (véanse los vers. 13–14). Aun a pesar de todas
las pruebas y la destrucción, muchos “no se arrepintieron de sus obras” (vers.
11). Finalmente, una voz celestial declara: “Hecho está” (vers. 17).
En
Apocalipsis 17, Juan ve a Babilonia, el símbolo del poder de Satanás,
extenderse por toda la tierra, pero después, “en una hora” (Apocalipsis 18:19),
él fue testigo de su destrucción. Quienes han participado de sus pecados lloran
y lamentan su caída mientras los justos se alegran (véanse los vers. 11–24).
Juan ve entonces la preparación para las tan esperadas “bodas del Cordero” ya
que “su esposa [la Iglesia] se ha preparado” (Apocalipsis 19:7). El Cordero
aparece como el “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (vers. 16).
Después
de la destrucción de los inicuos y de apresar y atar a Satanás, la tierra
finalmente descansará durante el reino milenario del Señor. Sin embargo,
después del Milenio y antes del final definitivo, “Satanás será suelto de su
prisión” (Apocalipsis 20:7) y se le permitirá una vez más “engañar a las
naciones” (vers. 8). Juan ve la destrucción del último ejército del demonio y
el juicio final de todos los hijos de Dios (véase Apocalipsis 20:9–13). Él oye
a Cristo dar un mensaje en el que repite los mensajes que dijo a las siete
iglesias de Asia: “El que venciere heredará todas las cosas…” (Apocalipsis
21:7). Finalmente ve a los santos fieles que vencieron y que moran en la tierra
con celestial esplendor (véase Apocalipsis 22).
Bosquejo del Libro:
El libro de Apocalipsis
también puede dividirse en seis grandes secciones: el prólogo (1:1-20), cuatro
grandes visiones (2:1-22:5) y el epílogo. Cada una de las cuatro visiones es
introducida por la frase en el Espíritu (Apocalipsis 1:10; 4:2; 17:3;
21:10). Cada una de estas visiones ubica al visionario en un lugar diferente,
cada una contiene una representación distintiva de Cristo y cada una conduce la
acción de modo significativo hacia su meta.
§ Prólogo
(Apocalipsis 1:1-20): Presentación y saludo del autor,
salutaciones a las siete iglesias y visión del Cristo glorificado.
§ La
Primera Visión (Apocalipsis 2:1—3:22): Representa a Cristo
como el crítico de las iglesias, quien elogia sus virtudes y condena sus vicios
a la luz de sus virtudes.
§ La
Segunda Visión (Apocalipsis 4:1—16:21): Trata con las series
progresivas de los sellos, trompetas y las copas, que marcan el juicio de Dios
sobre un mundo dominado por el mal.
§ La
Tercera Visión (Apocalipsis 17:21—20:14): Describe el
derrocamiento de la sociedad, religión y gobierno malignos en la destrucción de
Babilonia y la derrota de la bestia y sus ejércitos por este Cristo victorioso.
§ La
Última Visión (Apocalipsis 21:1—22:5): Es el establecimiento
de la ciudad de Dios, el destino eterno de su pueblo.
§ Epílogo
(Apocalipsis 22:6-21): Llamamiento e invitación.
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