“LOS REINOS DEL MUNDO HAN VENIDO A
SER REINOS
DE NUESTRO SEÑOR Y DE SU CRISTO”
(Apocalipsis 4-16)
Introducción:
El capítulo 4
del Apocalipsis comienza la visión de Juan acerca del futuro. Juan ve una
puerta abierta en el cielo y oye que le dicen: “Sube acá”, y alcanza así
a vislumbrar el plan de Dios desde una perspectiva divina. Allí, ve el trono de
Dios, la tierra en su gloria celestial y muchos seres exaltados cantando alabanzas
a Dios y al Cordero. Ése es el bendito final para todos los hijos fieles de
Dios de todas las dispensaciones (4:1-11). Eso es posible porque Jesucristo, “el
León de la tribu de Judá” (Apocalipsis 5:5), “con [su] sangre nos [ha]
redimido para Dios” (vers. 9) para que podamos ser “reyes y sacerdotes”
para Dios (vers. 10). En Apocalipsis 6–7, Jesucristo abre el libro de los siete
sellos. A medida que cada sello se abre, Juan ve una representación de un
acontecimiento o acontecimientos que sucedieron o que han de suceder durante un
período de mil años de la historia de la tierra. El capítulo 6 registra la
apertura de los seis primeros sellos. El capítulo 7 revela cómo el Señor preparará
a los fieles habitantes de la tierra para los acontecimientos catastróficos del
séptimo sello. Por medio de la restauración del Evangelio y de las ordenanzas
del sacerdocio, los santos de todas las naciones podrán perseverar. Al abrirse el séptimo sello se hace “silencio
en el cielo” (Apocalipsis 8:1). Juan ve a un ángel con incienso que representa
“las oraciones de los santos” (vers. 4), seguido de siete ángeles tocando sus
trompetas pregonando plagas de destrucción y guerras. Pero, a pesar de las muchas
advertencias, Juan dice que los hombres “ni aun así se arrepintieron de las
obras de sus manos” (Apocalipsis 9:20). Ve la propia misión que él tiene de
juntar a las tribus de Israel antes de la segunda venida de Jesucristo. Ve a
dos profetas asesinados en las calles de Jerusalén, que después de tres días y
medio se levantan de los muertos y suben al cielo.
Los capítulos
12–14 de Apocalipsis representan una pausa en el despliegue de la visión del
séptimo sello. Antes de revelar la victoria final de Jesucristo sobre el reino
del diablo, el Señor le muestra a Juan la historia de la guerra entre el bien y
el mal que conduce a los acontecimientos culminantes del séptimo sello. En el
capítulo 12, Juan ve la Guerra en los Cielos, cómo fue arrojada a la tierra una
tercera parte de los hijos del Padre Celestial que habían seguido a Lucifer, y
la continuación de la guerra en la tierra. En el capítulo 13, Juan es testigo
del surgimiento mundial de reinos políticos y religiosos inspirados por el
diablo (véanse los vers. 7–8), aumentando así el control de Satanás sobre los
hijos de los hombres. Finalmente, en el capítulo 14, él ve la verdad y el poder
del sacerdocio restaurados sobre la tierra (véanse los vers. 6–7) para preparar
a los creyentes para la destrucción de los inicuos.
En
Apocalipsis 15–16 se describen algunos de los últimos acontecimientos que
ocurrirán antes de que el reino del diablo llegue a su fin. En el capítulo 15,
Juan ve a los santos en su gloria celestial alabando a Dios por Sus justos juicios,
a la misma vez que a siete ángeles listos para dejar caer “siete plagas
postreras” sobre la tierra (vers. 1). En Apocalipsis 16 se registran
enfermedades, guerras y otros acontecimientos catastróficos, así como también
falsos profetas que efectúan milagros y siguen enseñando doctrinas falsas para
engañar a la gente de la tierra (véanse los vers. 13–14). Aun a pesar de todas las
pruebas y la destrucción, muchos “no se arrepintieron de sus obras” (vers. 11).
Finalmente, una voz celestial declara: “Hecho está” (vers. 17).
Bosquejo General:
I. Visión de la Gloria Celestial y el estado
de los Seres Redimidos (Apocalipsis 4:1-11): La primera sección
de este bloque de visiones del futuro se compone de una visión preparatoria, en
la que Juan ve la tierra glorificada, el trono de Dios y a toda la creación
adorando al Señor.
II. Los Siete Sellos (Apocalipsis 5:1-8:1): La segunda
sección inicia con la apertura de los siete sellos, presentando a Dios como
Señor de la historia humana, simbolizada por un rollo que sólo el Cordero puede
abrir: sólo Él tiene la clave de la historia. En esa historia se realizan los
designios de Dios para salvación y condenación.
III. Las Siete Trompetas (Apocalipsis 8:2-11:19): La ruptura
del séptimo sello da paso a la tercera sección, la cual introduce una nueva
serie de siete acciones, precedida de una visión preparatoria (8:2-6). Con el símbolo de las trompetas se
muestra como Dios salva a su pueblo y castiga a los rebeldes. El hecho de que
el castigo sólo afecte a una parte de la creación, indica que todavía no es el
fin. Varios de los castigos aquí mencionados recuerdan algunas de las plagas de
Egipto. Las cuatro primeras trompetas afectan la naturaleza (8:7-11:19).
IV. Las Señales Simbólicas (Apocalipsis
12:1-14:20):
En la cuarta sección aparece una serie de imágenes simbólicas, que representan
la lucha entre Dios y sus enemigos.
V. Las Siete Copas (Apocalipsis 15:1-16:21): En la quinta
sección se presenta la visión de siete ángeles que derraman sobre el mundo las
copas llenas del vino de la ira de Dios (15:1-16:21).
SECCIÓN I:
VISIÓN DE LA
GLORIA CELESTIAL Y EL ESTADO DE LOS SERES REDIMIDOS
(APOCALIPSIS
4:1-11)
Comentario Inicial:
Mucho de lo que Juan observa en su visión
del cielo se parece a rasgos del Tabernáculo en el desierto y del Templo de
Salomón. El tabernáculo se había construido unos 1600 años antes como santuario
de adoración a Jehová. En el Lugar Santísimo de aquel tabernáculo se hallaba el
Arca del Pacto, y Jehová mismo hablaba desde por encima de la sólida cubierta
de oro de aquella Arca (Éxodo 25:17-22; Hebreos 9:5). Por lo tanto, la cubierta
del Arca simbolizaba el trono de Dios. Juan ahora ve la realidad de aquella
representación simbólica. Del mismo modo, así como los querubines estaban
puestos sobre el sitio de la propiciación en el tabernáculo en el desierto
(Éxodo 25: 17-22; 37:6-7); de igual forma podemos ver en medio del trono, y
alrededor del trono, cuatro seres vivientes alados que adoran continuamente al
Señor. Además, los veinticuatro ancianos vestidos de blanco nos recuerdan el
antiguo sacerdocio judío, el cual llegó a estar dividido en 24 divisiones. A
cada individuo se le asignaban sus propias semanas del año en las cuales servir
delante de Jehová, de modo que el servicio sagrado se efectuara sin
interrupción (1 Crónicas 24:5-19). Otro
elemento simbólico tomado del Tabernáculo y del Templo de Salomón puede verse
en el mar de vidrio, ya que este es equiparable a la fuente (o “mar”) de bronce
colocada por Salomón frente al templo para el lavamiento de los sacrificios y
de los cuerpos de los sacerdotes (Éxodo 30:18-21; 1 Reyes 7:23-26; 2 Reyes
25:13; 1 Crónicas 18:8; Jeremías 52:17). De este modo, la visión dada a Juan
nos presenta a Dios en Su santuario, siendo adorado en Su Templo y servido por
el Santo Sacerdocio.
Apocalipsis
4:1-11
|
|
Reina –
Valera 2009
|
Traducción de José Smith
|
1Después
de esto miré, y he aquí, una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que
oí era como de trompeta que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá, y yo te
mostraré las cosas que han de suceder después de estas1.
2 Y de inmediato estaba yo
en el Espíritu2,
y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo, y uno sentado en el.
3 Y el que estaba sentado
era de aspecto semejante a una piedra de jaspe y de cornalina; y alrededor
del trono había un arco iris semejante en aspecto a la esmeralda3.
4 Y
alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi en los tronos a
veinticuatro ancianos sentados, vestidos de ropas blancas, y tenían sobre sus
cabezas coronas de oro4.
5 Y del trono salían
relámpagos, y truenos y voces; y siete lámparas de fuego ardían delante del
trono, las cuales son los siete espíritus de Dios5.
6 Y delante del trono había
como un mar de vidrio semejante al cristal6;
y en medio del trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de
ojos por delante y por detrás.
7 Y el primer ser viviente
era semejante a un león; y el segundo ser viviente era semejante a un becerro;
y el tercer ser viviente tenía rostro
como de hombre; y el cuarto ser viviente era semejante a un águila volando.
8 Y los cuatro seres
vivientes tenían cada uno seis alas alrededor, y por dentro estaban llenos de
ojos7;
y no tenían reposo ni de día ni de noche, diciendo: Santo, santo, santo es el
Señor Dios Todopoderoso, el que era, y el que es y el que ha de venir.
9 Y cada vez que aquellos
seres vivientes dan gloria y honra y alabanza al que esta sentado en el
trono, al que vive para siempre jamás,
10 los veinticuatro
ancianos se postran delante del que esta sentado en el trono, y adoran al que
vive para siempre jamás, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:
11 Señor, digno eres de
recibir la gloria y la honra y el poder, porque tu creaste todas las cosas, y
por tu voluntad existen y fueron creadas8.
|
4 Y en
medio del trono había veinticuatro tronos; y vi en los tronos a
veinticuatro ancianos sentados, vestidos de ropas blancas, y tenían sobre sus
cabezas coronas de oro4.
5 Y del trono salían
relámpagos, y truenos y voces; y siete lámparas de fuego ardían delante del
trono, las cuales son los siete siervos de Dios5.
6 Y delante del trono había
como un mar de vidrio semejante al cristal6;
y en medio del trono estaban los veinticuatro ancianos; y alrededor
del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás.
|
1 Juan ve una puerta abierta en el cielo y oye que le dicen: “Sube acá”, lo cual indica que está a punto de vislumbrar el plan de Dios desde una perspectiva divina. La “voz de trompeta” nos sugiere que el mensaje es de amonestación y advertencia acerca de lo que está por venir, así como de los terribles juicios que Dios está a punto de revelar. También nos hace recordar el penetrante toque de cuerno que señaló la presencia de Dios en el monte Sinaí (Éxodo 19:18-20), señalando con ello la Fuente majestuosa de ese llamado. Que la voz le diga a Juan que le mostrará “las cosas que han de suceder después de estas” nos indica que, a partir de este momento, las visiones que se darán se relacionan, no con sucesos de la época de Juan, sino con los últimos días.
Juan el Amado, Autor del Apocalipsis
2 Juan afirma que durante dicha visión él “estaba…en
el Espíritu”. El Espíritu Santo lo transporta a los cielos
invisibles de la presencia de Dios, ensalzados muy por encima del espacio
exterior físico explorado por el hombre. Como si fuera entrando por una puerta
abierta, se invita a Juan a dejar que
sus ojos se deleiten en un panorama espléndido de los cielos sublimes donde
Dios el Padre y Jesucristo están en Su trono. Es de suponer que Juan fue
transfigurado o no hubiera podido soportar dicha experiencia. La experiencia de
“estar en el Espíritu” es frecuentemente descrita por otros profetas. Nefi, por ejemplo,
menciona haber sido “arrebatado en el Espíritu del Señor, sí, hasta una montaña
extremadamente alta que nunca antes había visto” (1 Nefi 11:1). Pablo también registró experiencias similares
(2 Corintios 12:1-4). Para Juan, como para muchos otros profetas que
experimentaron el “estar en el Espíritu”, esto equivale a ser elevados a un nivel espiritual más alto a
fin de que puedan recibir revelaciones especiales y soportar la presencia y la
gloria de seres celestiales.
Visión del Trono de Dios
3 Juan nos da su impresión del que está sentado
en el trono diciendo: “Y el
que estaba sentado era de aspecto semejante a una piedra de jaspe y de
cornalina; y alrededor del trono había un arco iris semejante en aspecto
a la esmeralda”. El jaspe es duro, opaco y saca un lustre muy
lindo. Las cornalinas o sardios son calcedonias de color generalmente
rojo claro a rojo marrón. El óxido de hierro le imparte el color. El uso de estas piedras preciosas nos dice
que Juan percibe una belleza serena, relumbrante, como la de piedras preciosas
lustrosas, relucientes. Juan también ve alrededor del trono un arcoíris, de
color verde esmeralda. La palabra griega traducida aquí arco iris (del griego: íris; y su equivalente hebreo: quechet) sugiere una forma completamente circular. La primera mención del
arco iris en la Escrituras se relaciona con los días de Noé. Después que las
aguas del diluvio bajaron de sobre la tierra, el Señor hizo que en las nubes
apareciera un arco iris, y explicó así lo que simbolizaba: “Mi arco he puesto
en las nubes, el cual será por señal del convenio entre yo y la tierra. Y
acontecerá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces
mi arco en las nubes. Y me acordaré de mi convenio que hay entre yo y
vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más aguas de diluvio
para destruir toda carne.” (Génesis 9:13-15). El arco iris es la promesa del Señor hecha
visible. De este modo, las señales de pacto expresan promesas de pacto a un
pueblo del pacto. El arco iris mostrado a Juan simbolizaría que Dios siempre
cumple sus promesas, y que la tan ansiada redención, la mayor de las promesas
hechas por Dios a Su pueblo del convenio, es una realidad cierta e inamovible.
El arco iris también podría indicar que la ira y el juicio que Dios derramará
sobre los inicuos no alcanzará a Sus santos, quienes son los hijos del
convenio. El arco iris les recordaría que hay un pacto entre ellos y Dios, y
que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). En una visión similar, Ezequiel también
comparó la gloria de Dios con la de un arco iris (Ezequiel 1:26-28).
4 La TJS vierte Apocalipsis 4:4 de la siguiente
forma: “Y en medio del trono había
veinticuatro tronos; y vi en los tronos a veinticuatro ancianos sentados,
vestidos de ropas blancas, y tenían sobre sus cabezas coronas de oro”. La identidad de los veinticuatro ancianos se
nos revela en Doctrina y Convenios 77:5, donde se nos dice que “los veinticuatro
ancianos [o élderes] de los que habla Juan… habían sido fieles en la
obra del ministerio, y habían muerto”, y que “pertenecían a las siete iglesias
y estaban entonces en el paraíso de Dios.”. Es probable que estos veinticuatro élderes de
las congregaciones del Asia Menor hayan muerto en su intento por predicar el
Evangelio, pues la época en que Juan escribía era de una gran persecución y
martirio para los santos (Véase Apocalipsis 6:9-11). Los líderes de la Iglesia
a quienes él dirigía sus palabras experimentaban grandes dificultades. En esas
terribles circunstancias, recibieron la confirmación de que si soportaban
fielmente sus pruebas serían exaltados en la presencia de Dios, “vestidos de ropas
blancas”, con “coronas” en su cabeza, al igual que aquellos veinticuatro
élderes fieles.
Otro aspecto digno de resaltar en Apocalipsis
4:4 se halla en el número veinticuatro. El sacerdocio judío en la antigüedad
llegó a estar dividido en 24 divisiones. A cada individuo se le asignaban sus
propias semanas del año en las cuales servir delante de Jehová, de modo que el
servicio sagrado se efectuara sin interrupción (1 Crónicas 24:5-19). Por eso,
es apropiado que se diga que hay veinticuatro élderes [ancianos] en la visión
que tiene Juan, porque estos poseedores del sacerdocio sirven delante del trono
de Dios continuamente, sin cesar. Pero, puesto que estos veinticuatro ancianos
ocupan tronos, las coronas de oro representan autoridad real (Apocalipsis 6:2,
14:14). Esto resalta el doble papel de “reyes y
sacerdotes” que Dios ha puesto sobre
sus santos (Compárese con 1 Pedro 2:5; 2:9; Apocalipsis 1:6; 5:10; 20:6).
Como último punto, vale la pena mencionar que
los veinticuatro ancianos representan a la totalidad de los santos que
heredarán la vida eterna. José Smith enseñó que “los veinticuatro
ancianos eran de todas las naciones, porque "cantaban un nuevo cántico,
diciendo: Digno eres de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque tú fuiste
inmolado, y nos has redimido para Dios con tu sangre, de todo linaje y lengua y
pueblo y nación." (Véase Apocalipsis 5:9)” (Enseñanzas del profeta José Smith, pág.
352). De modo que en ese grupo
de veinticuatro ancianos se hallan representados todos los fieles santos que ha
vivido o vivirán a lo largo de la historia humana. Ellos, al igual que los
veinticuatro ancianos, morarán algún día frente al trono de Dios sobre la
tierra celestializada.
Visión de las Huestes de los Cielos
5 Juan nos dice que “del
trono salían relámpagos, y truenos y voces; y siete lámparas de fuego ardían
delante del trono, las cuales son los siete siervos de Dios”. Que se oyeran voces, truenos y relámpagos saliendo del trono nos
recuerda la escena del descenso de Jehová sobre el monte Sinaí (Éxodo
19:16-19), donde tales manifestaciones de la presencia divina se hicieron
notar. Este aspecto de la visión de Juan nos permite descubrir algo más de la
gloria, poder y naturaleza de Dios:
§ Relámpagos: En Palestina y Siria los
relámpagos son comunes durante las fuertes lluvias del otoño y la primavera. Se
consideran una manifestación del poder de Dios (Job 28:26; 38:35; Salmo 135:7;
Zacarías 10:1), su instrumento para destruir a sus adversarios (Salmo 18:14;
144:6; Zacarías 9:14, 15). Los relámpagos son un símbolo de velocidad (Ezequiel
1:14; Nahúm 2:4; Zacarías 9:14) y de luminosidad deslumbrante (Daniel 10:6;
Mateo 28:3); por lo tanto, son un símbolo del inmenso poder de Dios para salvar
a su pueblo aún cuando tenga que venir en juicio sobre sus enemigos.
§ Truenos: El trueno es el ruido que
sigue a la descarga de un rayo. En Palestina era un fenómeno raro durante los meses
de verano, de modo que si ocurría se lo consideraba una señal de desagrado
divino (1 Samuel 12:17). Una espectacular tormenta eléctrica acompañó la plaga
de granizo en Egipto (Éxodo 9:22-26). Un despliegue semejante se vio en Sinaí
(19:16-18). Los hebreos consideraban el trueno como una revelación del poder de
Dios (Job 37:2-5; 40:9; Salmo 18:13; 29:2-9; Isaías 30:30), y representaba la
ira y castigo de Dios (1 Samuel 2:10). David llamó al trueno literal “la voz
de Jehová” (Salmo 29:3-4). Cuando Jehová peleó por David contra sus
enemigos se dijo que de Él vino el trueno (2 Samuel 22:14; Salmo 18:13). Eliú
dijo a Job que la voz de Jehová sonaba como el trueno, mientras “hace
grandes cosas que nosotros no entendemos” (Job 37:4-5). Por eso, dichos
truenos saliendo del trono de Dios simbolizarían los terribles juicios que
están a punto de derramarse sobre los enemigos del Señor, juicios capaces de
fulminar como un rayo.
§ Voces: Voces del cielo emitieron muchos de los mandatos y proclamaciones
del libro de Apocalipsis (Apocalipsis 4:1, 10:4, 10:8, 11:12, 12:10, 14:13,
16:1, 16:17, 18:4, 19:5, 21:3). Son ecos que expresan la voluntad divina y sus
designios de juicio sobre los malvados.
Estos tres elementos (voces, truenos y
relámpagos) aparecen combinados de una forma asombrosa para revelarnos lo
temible e impresionante que es la gloria de nuestro Padre Celestial y de
Jesucristo. Su voz resonante es capaz de aterrorizar al más poderoso de sus
enemigos, pues va acompañado del sonido del trueno y el resplandor del
relámpago. No hay quien resista su voluntad ni quien se le oponga y triunfe. Su
voz infunde terror a sus enemigos, sobre los cuales proclamará terribles
juicios; pero también confianza en sus santos, quienes al oír su poderosa voz
perciben que sólo en Él hay poder para salvar (Job 40:9; Salmo 29:3-11; 46:6;
68:33).
6 Juan ve además que “delante del trono
había como un mar de vidrio semejante al cristal”. De acuerdo con la revelación dada al Profeta
José Smith en Doctrina y Convenios 77:1,
este mar de vidrio “Es la tierra en su estado santificado, inmortal
y eterno.”.
Doctrina y Convenios 130:6-9 también nos enseña
que “Los ángeles no moran en un planeta como esta tierra; sino que viven en la presencia de Dios, en un
globo semejante a un mar de vidrio y fuego, donde se manifiestan todas las
cosas para su gloria, pasadas, presentes y futuras, y están continuamente
delante del Señor. El lugar donde Dios reside es un gran Urim y Tumim. Esta
tierra, en su estado santificado e inmortal, llegará a ser semejante al
cristal, y será un Urim y Tumim para los habitantes que moren en ella, mediante
el cual todas las cosas pertenecientes a un reino inferior, o sea, a todos los
reinos de un orden menor, serán manifestadas a los que la habiten; y esta
tierra será de Cristo”.
Este mar de
vidrio también nos recuerda el lavacro o mar de bronce asentado sobre doce
bueyes que se hallaba en el Templo de Salomón, el cual se usaba para el lavamiento
de los sacrificios y de los cuerpos de los sacerdotes (Éxodo 30:18-21; 1 Reyes
7:23-26). Puesto que los sacerdotes no podían entrar en el Lugar Santo sin
limpieza, este lavacro simboliza que la santidad de Dios demanda que toda mancha
sea quitada antes de entrar en su presencia. El hecho de que el “mar” visto por
Juan sea de vidrio traslúcido es un símbolo de la pureza y santidad de Dios, y
nos recuerda nuevamente que nada impuro podrá morar en Su presencia, pues sólo
seres santos podrán habitar en la Tierra Celestializada. El fuego que se mezcla con el vidrio es
también un símbolo de purificación y santidad (Malaquías 3:2), así como un
emblema característico de los seres celestiales y de su santa morada. José Smith
enseñó lo siguiente:
§ “…Aunque el
cuerpo terrenal es sepultado y se deshace, nuevamente se levantarán para morar
en fuegos eternos en una gloria inmortal, para nunca más volver a afligirse,
sufrir o morir, sino que serán herederos de Dios y coherederos con Jesucristo.
¿Qué significa esto? Heredar el mismo poder, la misma gloria y la misma
exaltación hasta llegar al estado de un Dios y ascender al trono de poder
eterno, así como los que han ido antes...”
(Enseñanzas
del Profeta José Smith, pág. 430)
§ “Algunos se
levantarán para entrar en el fulgor infinito de Dios, porque Dios mora en
fuegos eternos, mientras que otros resucitarán a la condenación de su propia
inmundicia, que es un tormento tan intenso como el lago de fuego y azufre.”
(Enseñanzas
del Profeta José Smith, pág. 448)
§ “El Dios
Omnipotente habita en fuego eterno; y allí no puede ir lo que es de carne y
sangre, porque el fuego consume toda corrupción. "Nuestro Dios es fuego
consumidor." Cuando nuestra carne sea vivificada por el Espíritu, no habrá
sangre en este cuerpo. Algunos moran en mayor gloria que otros. Los que hayan pecado, siempre sentirán
remordimiento por aquella maldad. Lo que es inmortal mora en fuegos eternos…Todos
los hombres que son inmortales moran en fuegos eternos.”
(Enseñanzas
del Profeta José Smith, pág. 456)
Por eso, el
que la Tierra Celestializada sea mostrada como un mar de vidrio mezclado con
fuego nos enseña que nuestro planeta pasará por un proceso de muerte y
resurrección gloriosa al igual que los santos fieles, convirtiéndose en un Sol
o Reino Celestial (Véase D&C 88:17-27). En otras palabras, la tierra
celestial brillará por sí misma. Como enseñó Brigham Young: “Cuando sea
celestializada, será como un sol, y estará preparada para la habitación de los
Santos y será llevada otra vez a la presencia del Padre y del Hijo. Entonces no
será un cuerpo opaco como lo es ahora, sino que será como las estrellas del
firmamento”. (Journal of Discourses, Vol. 7 pág. 163)
Con respecto
al destino eterno de nuestro planeta, el presidente Joseph Fielding Smith dijo:
“Opino
que las grandes estrellas que vemos, incluyendo a nuestro sol, son mundos
celestiales; por lo menos mundos que han llegado a su exaltación u otro estado final
resucitado. Esto, naturalmente está en conflicto, con las enseñanzas de los
hombres de ciencia, quienes declaran que el sol está perdiendo su energía y
enfriándose gradualmente y que finalmente llegará a ser un mundo muerto. Yo no
creo que el Señor tenga en su plan una cosa semejante. El Señor vive en “fuegos
sempiternos”, se nos informa; el presidente Brigham Young ha dicho que esta
tierra, cuando esté celestializada, brillará como el sol, ¿y por qué no? “Si la
gente pudiese comprender cabalmente este asunto —dijo—, percibiría que es
perfectamente razonable y que ha sido la ley para todos los mundos. Y este
mundo tan rodeado de tinieblas en el presente,
y tan livianamente valorado por los infieles, como ha observado el hermano
Clements, cuando se torne celestializado, será como el sol y será preparado
como habitación de los santos, y será llevado de nuevo a la presencia del Padre
y del Hijo. No será entonces un cuerpo opaco como lo es hoy, sino que será como
las estrellas del firmamento, lleno de luz y gloria; será un cuerpo de luz.
Juan lo comparó, en su estado celestializado, a un mar de vidrio.” (Journal
of Discourses, vol. 7, pág. 163)
Orson Pratt
también declaró lo siguiente: “¿Quién al contemplar la tierra según
asciende en la escala del universo, no desea ir al mismo paso que ella, de
manera que cuando sea calificada en su turno, entre los deslumbrantes astros de
la bóveda celeste, y brille en todo el esplendor de la gloria celestial, pueda
él encontrarse así proporcionalmente aventajado en la escala de la excelencia
moral e intelectual? ¿Quién, sino los más malvados, no desea ser encontrado
digno de asociarse con aquellos seres de órdenes superiores que han sido
redimidos, exaltados y glorificados junto a los mundos que habitan, eternidades
antes de que fuesen puestos los cimientos de la tierra? ¡Oh, hombre! Recuerda
el destino y la gloria futura de la tierra y asegura tu herencia sempiterna
sobre la misma, de manera que cuando sea gloriosa, también tú seas glorioso.” (Millennial Star, vol. 12, pág.
72.)
Al final de los tiempos, la Tierra será muerta, resucitada y convertida en el Reino Celestial
7En Apocalipsis 4:6-9; 5:6-14; 6:1-11; 14:3;
15:7; 19:4 se mencionan cuatro criaturas extraños. Juan registra su visión de
la siguiente manera: “y en
medio del trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos
por delante y por detrás. Y el primer ser viviente era semejante a un león; y
el segundo ser viviente era semejante a un becerro; y el tercer ser viviente
tenía rostro como de hombre; y el cuarto
ser viviente era semejante a un águila volando. Y los cuatro seres vivientes
tenían cada uno seis alas alrededor, y por dentro estaban llenos de ojos”.
En los
lugares donde se refiere a los seres creados que están en los cielos, aparece
el vocablo griego zoon [zoa] que traducido es “criatura o ser
viviente” tal como aparece en la Biblia (Véase Apocalipsis 4:6-9; 5:6-14;
6:1-7; 7:11; 14:3; 15:7; 19:4). Donde Juan emplea la palabra bestia como
símbolo de los reinos corruptos del mundo o del reino de Satanás, en el
original griego aparecía la palabra therion [theria], que se traduce
como “animal salvaje”, y así se utiliza en Apocalipsis (Véase 6:8; 11:7;
13:1-18; 14:9; 14:11; 15:2; 16:2; 16:10; 16:13; 17:1-18; 19:19-20; 20:4;
20:10). De este modo, zoon se refiere a criaturas reales que se vieron
en los cielos; therion se emplea como concepto simbólico.
El significado de estas extrañas criaturas nos
fue dado por revelación. Doctrina y Convenios 77:2-4 nos enseña que los cuatro
seres vivientes “Son expresiones metafóricas que usa Juan el Revelador para
describir los cielos, el paraíso de Dios, la felicidad del hombre, y la de los
animales, y de lo que se arrastra y de las aves del cielo; siendo lo espiritual
a semejanza de lo temporal, y lo temporal a semejanza de lo espiritual; el
espíritu del hombre a semejanza de su persona, como también el espíritu de los
animales y toda otra criatura que Dios ha creado.”; además,
dichos seres vivientes “Están limitados a cuatro animales particulares,
mostrados a Juan para representar la gloria de las clases de seres en su orden
o esfera de creación decretados, en cuanto al gozo de su felicidad eterna”. Se nos dice también que “Sus ojos son una
representación de luz y conocimiento, es decir, están llenos de conocimiento; y
sus alas representan el poder para moverse, para obrar…”.
Es
interesante destacar que dichos seres se describen con términos que los
identifican con las criaturas vivientes que vio Ezequiel (Ezequiel 1:5-22;
3:13; 10:15-20), por lo que es lógico suponer que representan la misma cosa. Las
cuatro caras de cada uno de los seres vivientes (Ezequiel 1:10) representan las
cuatro excelencias del orden creado: el león, la más grande de las bestias
salvajes; el águila, la más grande de las aves; el toro (becerro o buey), la
más grande de las bestias domésticas; y el hombre, la corona de la creación.
Todos estos animales han recibido dominio y se les ha dado grandeza dentro de
su clase; sin embargo, tienen su lugar bajo el poder del santísimo. En la
visión de Ezequiel el trono de Dios estaba por encima de esos seres (Ezequiel
1:26-28). Ese lugar representa su dominio sobre todas las cosas vivientes,
aunque proporciona el medio para que todas sus creaciones, hombres y animales,
entren en la gloria eterna, cada uno en su orden adecuado (D&C 77:2-3).
De la
misma forma en los veinticuatro ancianos representan a todo el cuerpo de los
santos a través de las edades, así los cuatro seres vivientes representan a
todos los diversos órdenes o clases de animales y seres vivos creados por Dios,
los cuales anhelan el día en que puedan morar y ser glorificados en su
presencia (Romanos 8:19-22). José Smith enseñó: “Los cuatro
animales y los veinticuatro ancianos eran de todas las naciones, porque
"cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro, y de
abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con
tu sangre, de todo linaje y lengua y pueblo y nación." (Véase Apocalipsis
5:9)” (Enseñanzas del profeta
José Smith, pág. 352).
Él
también enseñó lo siguiente: “Juan vio animales muy extraños en el cielo; vio
en realidad todas las criaturas que allí había: todos los animales, aves y
peces en el cielo, glorificando a Dios. ¿Cómo lo sabemos? (Véase Apocalipsis
5:13) "Y oí a toda criatura que está en el cielo, y Sobre la tierra, y
debajo de la tierra, y está en el mar, y todas las cosas que en ellos están,
diciendo: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la bendición, y la
honra, y la gloria, y el poder, para siempre jamás." Supongo que Juan vio
allí seres de mil formas que habían sido salvos de diez mil veces diez mil
tierras como ésta: animales extraños de los cuales ningún concepto tenemos;
todos podrán existir en el cielo. El gran secreto fue mostrar a Juan lo que
había en el cielo. Juan entendió que Dios se glorifica a sí mismo salvando todo
lo que sus manos han hecho, sean animales, aves, peces u hombres; y El se glorificará
a sí mismo con ellos. Alguien dirá: "No puedo creer en la salvación de los
animales." Cualquiera que os dijere que esto no puede ser, también os dirá
que las revelaciones no son ciertas. Juan oyó las palabras de los animales que
glorificaban a Dios, y las entendió. Dios, que hizo las bestias, puede entender
todo lo que éstas hablen. Los cuatro animales que Juan vio eran cuatro de los
animales más nobles que habían cumplido la medida de su creación, y habían sido
salvos de otros mundos, porque eran perfectos: eran como ángeles en su propia
esfera. No nos es dicho de dónde vinieron, ni yo lo sé; pero Juan los vio, y
los oyó alabando y glorificando a Dios.” (Enseñanzas del profeta José Smith, pág. 353-354).
Los
seres vivientes son llamados querubines por Ezequiel (Ezequiel 9:3; 10:1-22;
11:22). El élder Bruce R. McConkie dijo: “Aparentemente un
querubín es un ángel de un orden o rango en particular a quien se le asignan
deberes y obras específicos. La porción de la palabra del Señor que está a disposición
de los hombres actualmente, no especifica claramente la identidad ni la obra de
estos seres celestiales.” (Doctrina Mormona, pág.
611).
Visión de los Cuatro Seres Vivientes
8 Juan continúa su descripción de lo que vio y
oyó diciendo: “y no tenían reposo ni de día ni de noche, diciendo: Santo, santo,
santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, y el que es y el que ha de
venir. Y cada vez que aquellos seres
vivientes dan gloria y honra y alabanza al que esta sentado en el trono, al que
vive para siempre jamás, los veinticuatro ancianos se postran delante del que
esta sentado en el trono, y adoran al que vive para siempre jamás, y echan sus
coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y
la honra y el poder, porque tu creaste todas las cosas, y por tu voluntad
existen y fueron creadas”. Los cuatro seres vivientes proclaman incesantemente la santidad
de Dios repitiendo la expresión “Santo, santo, santo es el Señor Dios
Todopoderoso, el que era, y el que es y el que ha de venir”. Lo triple de su proclamación indica
intensidad, pues el número tres se usa en la Biblia para énfasis. Los
veinticuatro ancianos, en despliegue de sumisión, echan sus coronas delante de
Aquél que está sentado en el trono, reconociendo su propia inferioridad y
confesando que su calidad de reyes y sacerdotes les ha sido dada por Él y para
a gloria de Su Nombre. Así, están en armonía con el resto de la creación fiel
al dar alabanza y gloria al Dios que creó todas las cosas (Salmo 150:1-6).
Los Veinticuatro Ancianos en Adoración a Dios
No hay comentarios:
Publicar un comentario