jueves, 12 de febrero de 2015

Apocalipsis: Capítulo 4

“LOS REINOS DEL MUNDO HAN VENIDO A SER REINOS
 DE NUESTRO SEÑOR Y DE SU CRISTO”
(Apocalipsis 4-16)


Introducción:

El capítulo 4 del Apocalipsis comienza la visión de Juan acerca del futuro. Juan ve una puerta abierta en el cielo y oye que le dicen: “Sube acá”, y alcanza así a vislumbrar el plan de Dios desde una perspectiva divina. Allí, ve el trono de Dios, la tierra en su gloria celestial y muchos seres exaltados cantando alabanzas a Dios y al Cordero. Ése es el bendito final para todos los hijos fieles de Dios de todas las dispensaciones (4:1-11). Eso es posible porque Jesucristo, “el León de la tribu de Judá” (Apocalipsis 5:5), “con [su] sangre nos [ha] redimido para Dios” (vers. 9) para que podamos ser “reyes y sacerdotes” para Dios (vers. 10). En Apocalipsis 6–7, Jesucristo abre el libro de los siete sellos. A medida que cada sello se abre, Juan ve una representación de un acontecimiento o acontecimientos que sucedieron o que han de suceder durante un período de mil años de la historia de la tierra. El capítulo 6 registra la apertura de los seis primeros sellos. El capítulo 7 revela cómo el Señor preparará a los fieles habitantes de la tierra para los acontecimientos catastróficos del séptimo sello. Por medio de la restauración del Evangelio y de las ordenanzas del sacerdocio, los santos de todas las naciones podrán perseverar.  Al abrirse el séptimo sello se hace “silencio en el cielo” (Apocalipsis 8:1). Juan ve a un ángel con incienso que representa “las oraciones de los santos” (vers. 4), seguido de siete ángeles tocando sus trompetas pregonando plagas de destrucción y guerras. Pero, a pesar de las muchas advertencias, Juan dice que los hombres “ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos” (Apocalipsis 9:20). Ve la propia misión que él tiene de juntar a las tribus de Israel antes de la segunda venida de Jesucristo. Ve a dos profetas asesinados en las calles de Jerusalén, que después de tres días y medio se levantan de los muertos y suben al cielo.
Los capítulos 12–14 de Apocalipsis representan una pausa en el despliegue de la visión del séptimo sello. Antes de revelar la victoria final de Jesucristo sobre el reino del diablo, el Señor le muestra a Juan la historia de la guerra entre el bien y el mal que conduce a los acontecimientos culminantes del séptimo sello. En el capítulo 12, Juan ve la Guerra en los Cielos, cómo fue arrojada a la tierra una tercera parte de los hijos del Padre Celestial que habían seguido a Lucifer, y la continuación de la guerra en la tierra. En el capítulo 13, Juan es testigo del surgimiento mundial de reinos políticos y religiosos inspirados por el diablo (véanse los vers. 7–8), aumentando así el control de Satanás sobre los hijos de los hombres. Finalmente, en el capítulo 14, él ve la verdad y el poder del sacerdocio restaurados sobre la tierra (véanse los vers. 6–7) para preparar a los creyentes para la destrucción de los inicuos.
En Apocalipsis 15–16 se describen algunos de los últimos acontecimientos que ocurrirán antes de que el reino del diablo llegue a su fin. En el capítulo 15, Juan ve a los santos en su gloria celestial alabando a Dios por Sus justos juicios, a la misma vez que a siete ángeles listos para dejar caer “siete plagas postreras” sobre la tierra (vers. 1). En Apocalipsis 16 se registran enfermedades, guerras y otros acontecimientos catastróficos, así como también falsos profetas que efectúan milagros y siguen enseñando doctrinas falsas para engañar a la gente de la tierra (véanse los vers. 13–14). Aun a pesar de todas las pruebas y la destrucción, muchos “no se arrepintieron de sus obras” (vers. 11). Finalmente, una voz celestial declara: “Hecho está” (vers. 17).

Bosquejo General:

I.      Visión de la Gloria Celestial y el estado de los Seres Redimidos (Apocalipsis 4:1-11): La primera sección de este bloque de visiones del futuro se compone de una visión preparatoria, en la que Juan ve la tierra glorificada, el trono de Dios y a toda la creación adorando al Señor.
II.       Los Siete Sellos (Apocalipsis 5:1-8:1): La segunda sección inicia con la apertura de los siete sellos, presentando a Dios como Señor de la historia humana, simbolizada por un rollo que sólo el Cordero puede abrir: sólo Él tiene la clave de la historia. En esa historia se realizan los designios de Dios para salvación y condenación.
III.    Las Siete Trompetas (Apocalipsis 8:2-11:19): La ruptura del séptimo sello da paso a la tercera sección, la cual introduce una nueva serie de siete acciones, precedida de una visión preparatoria  (8:2-6). Con el símbolo de las trompetas se muestra como Dios salva a su pueblo y castiga a los rebeldes. El hecho de que el castigo sólo afecte a una parte de la creación, indica que todavía no es el fin. Varios de los castigos aquí mencionados recuerdan algunas de las plagas de Egipto. Las cuatro primeras trompetas afectan la naturaleza (8:7-11:19).
 IV.  Las Señales Simbólicas (Apocalipsis 12:1-14:20): En la cuarta sección aparece una serie de imágenes simbólicas, que representan la lucha entre Dios y sus enemigos.
V.          Las Siete Copas (Apocalipsis 15:1-16:21): En la quinta sección se presenta la visión de siete ángeles que derraman sobre el mundo las copas llenas del vino de la ira de Dios (15:1-16:21).

SECCIÓN I:
VISIÓN DE LA GLORIA CELESTIAL Y EL ESTADO DE LOS SERES REDIMIDOS
(APOCALIPSIS 4:1-11)


Comentario Inicial:
Mucho de lo que Juan observa en su visión del cielo se parece a rasgos del Tabernáculo en el desierto y del Templo de Salomón. El tabernáculo se había construido unos 1600 años antes como santuario de adoración a Jehová. En el Lugar Santísimo de aquel tabernáculo se hallaba el Arca del Pacto, y Jehová mismo hablaba desde por encima de la sólida cubierta de oro de aquella Arca (Éxodo 25:17-22; Hebreos 9:5). Por lo tanto, la cubierta del Arca simbolizaba el trono de Dios. Juan ahora ve la realidad de aquella representación simbólica. Del mismo modo, así como los querubines estaban puestos sobre el sitio de la propiciación en el tabernáculo en el desierto (Éxodo 25: 17-22; 37:6-7); de igual forma podemos ver en medio del trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes alados que adoran continuamente al Señor. Además, los veinticuatro ancianos vestidos de blanco nos recuerdan el antiguo sacerdocio judío, el cual llegó a estar dividido en 24 divisiones. A cada individuo se le asignaban sus propias semanas del año en las cuales servir delante de Jehová, de modo que el servicio sagrado se efectuara sin interrupción (1 Crónicas 24:5-19).  Otro elemento simbólico tomado del Tabernáculo y del Templo de Salomón puede verse en el mar de vidrio, ya que este es equiparable a la fuente (o “mar”) de bronce colocada por Salomón frente al templo para el lavamiento de los sacrificios y de los cuerpos de los sacerdotes (Éxodo 30:18-21; 1 Reyes 7:23-26; 2 Reyes 25:13; 1 Crónicas 18:8; Jeremías 52:17). De este modo, la visión dada a Juan nos presenta a Dios en Su santuario, siendo adorado en Su Templo y servido por el Santo Sacerdocio.


Apocalipsis 4:1-11


Reina – Valera 2009


Traducción de José Smith

1Después de esto miré, y he aquí, una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí era como de trompeta que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que han de suceder después de estas1.
2 Y de inmediato estaba yo en el Espíritu2, y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo, y uno sentado en el.
3 Y el que estaba sentado era de aspecto semejante a una piedra de jaspe y de cornalina; y alrededor del trono había un arco iris semejante en aspecto a la esmeralda3.
4 Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi en los tronos a veinticuatro ancianos sentados, vestidos de ropas blancas, y tenían sobre sus cabezas coronas de oro4.
5 Y del trono salían relámpagos, y truenos y voces; y siete lámparas de fuego ardían delante del trono, las cuales son los siete espíritus de Dios5.
6 Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal6; y en medio del trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás.

7 Y el primer ser viviente era semejante a un león; y el segundo ser viviente era semejante a un becerro; y el tercer ser viviente tenía  rostro como de hombre; y el cuarto ser viviente era semejante a un águila volando.
8 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas alrededor, y por dentro estaban llenos de ojos7; y no tenían reposo ni de día ni de noche, diciendo: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, y el que es y el que ha de venir.
9 Y cada vez que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y alabanza al que esta sentado en el trono, al que vive para siempre jamás,
10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que esta sentado en el trono, y adoran al que vive para siempre jamás, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:
11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tu creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas8.












4 Y en medio del trono había veinticuatro tronos; y vi en los tronos a veinticuatro ancianos sentados, vestidos de ropas blancas, y tenían sobre sus cabezas coronas de oro4.
5 Y del trono salían relámpagos, y truenos y voces; y siete lámparas de fuego ardían delante del trono, las cuales son los siete siervos de Dios5.
6 Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal6; y en medio del trono estaban los veinticuatro ancianos; y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás.













1 Juan ve una puerta abierta en el cielo y oye que le dicen: “Sube acá”, lo cual indica que está a punto de  vislumbrar el plan de Dios desde una perspectiva divina. La “voz de trompeta” nos sugiere que el mensaje es de amonestación y advertencia acerca de lo que está por venir, así como de los terribles juicios que Dios está a punto de revelar. También nos hace recordar el penetrante toque de cuerno que señaló la presencia de Dios en el monte Sinaí (Éxodo 19:18-20), señalando con ello la Fuente majestuosa de ese llamado. Que la voz le diga a Juan que le mostrará “las cosas que han de suceder después de estas” nos indica que, a partir de este momento, las visiones que se darán se relacionan, no con sucesos de la época de Juan, sino con los últimos días.

Juan el Amado, Autor del Apocalipsis
2 Juan afirma que durante dicha visión él estaba…en el Espíritu. El Espíritu Santo lo transporta a los cielos invisibles de la presencia de Dios, ensalzados muy por encima del espacio exterior físico explorado por el hombre. Como si fuera entrando por una puerta abierta, se invita a Juan a  dejar que sus ojos se deleiten en un panorama espléndido de los cielos sublimes donde Dios el Padre y Jesucristo están en Su trono. Es de suponer que Juan fue transfigurado o no hubiera podido soportar dicha experiencia. La experiencia de “estar en el Espíritu” es frecuentemente descrita por otros profetas. Nefi, por ejemplo, menciona haber sido “arrebatado en el Espíritu del Señor, sí, hasta una montaña extremadamente alta que nunca antes había visto” (1 Nefi 11:1).  Pablo también registró experiencias similares (2 Corintios 12:1-4). Para Juan, como para muchos otros profetas que experimentaron el “estar en el Espíritu”, esto equivale a ser elevados a un nivel espiritual más alto a fin de que puedan recibir revelaciones especiales y soportar la presencia y la gloria de seres celestiales.

Visión del Trono de Dios
3 Juan nos da su impresión del que está sentado en el trono diciendo: Y el que estaba sentado era de aspecto semejante a una piedra de jaspe y de cornalina; y alrededor del trono había un arco iris semejante en aspecto a la esmeralda. El jaspe es duro, opaco y saca un lustre muy lindo. Las cornalinas o sardios son calcedonias de color generalmente rojo claro a rojo marrón. El óxido de hierro le imparte el color.  El uso de estas piedras preciosas nos dice que Juan percibe una belleza serena, relumbrante, como la de piedras preciosas lustrosas, relucientes. Juan también ve alrededor del trono un arcoíris, de color verde esmeralda. La palabra griega traducida aquí arco iris (del griego: íris; y su equivalente hebreo: quechet) sugiere una forma completamente circular. La primera mención del arco iris en la Escrituras se relaciona con los días de Noé. Después que las aguas del diluvio bajaron de sobre la tierra, el Señor hizo que en las nubes apareciera un arco iris, y explicó así lo que simbolizaba: “Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del convenio entre yo y la tierra. Y acontecerá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes. Y me acordaré de mi convenio que hay entre yo y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más aguas de diluvio para destruir toda carne.” (Génesis 9:13-15). El arco iris es la promesa del Señor hecha visible. De este modo, las señales de pacto expresan promesas de pacto a un pueblo del pacto. El arco iris mostrado a Juan simbolizaría que Dios siempre cumple sus promesas, y que la tan ansiada redención, la mayor de las promesas hechas por Dios a Su pueblo del convenio, es una realidad cierta e inamovible. El arco iris también podría indicar que la ira y el juicio que Dios derramará sobre los inicuos no alcanzará a Sus santos, quienes son los hijos del convenio. El arco iris les recordaría que hay un pacto entre ellos y Dios, y que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). En una visión similar, Ezequiel también comparó la gloria de Dios con la de un arco iris (Ezequiel 1:26-28).
4 La TJS vierte Apocalipsis 4:4 de la siguiente forma: “Y en medio del trono había veinticuatro tronos; y vi en los tronos a veinticuatro ancianos sentados, vestidos de ropas blancas, y tenían sobre sus cabezas coronas de oro”. La identidad de los veinticuatro ancianos se nos revela en Doctrina y Convenios 77:5, donde se nos dice que “los veinticuatro ancianos [o élderes] de los que habla Juan… habían sido fieles en la obra del ministerio, y habían muerto”, y que “pertenecían a las siete iglesias y estaban entonces en el paraíso de Dios.”. Es probable que estos veinticuatro élderes de las congregaciones del Asia Menor hayan muerto en su intento por predicar el Evangelio, pues la época en que Juan escribía era de una gran persecución y martirio para los santos (Véase Apocalipsis 6:9-11). Los líderes de la Iglesia a quienes él dirigía sus palabras experimentaban grandes dificultades. En esas terribles circunstancias, recibieron la confirmación de que si soportaban fielmente sus pruebas serían exaltados en la presencia de Dios, “vestidos de ropas blancas”, con “coronas” en su cabeza, al igual que aquellos veinticuatro élderes fieles.
Otro aspecto digno de resaltar en Apocalipsis 4:4 se halla en el número veinticuatro. El sacerdocio judío en la antigüedad llegó a estar dividido en 24 divisiones. A cada individuo se le asignaban sus propias semanas del año en las cuales servir delante de Jehová, de modo que el servicio sagrado se efectuara sin interrupción (1 Crónicas 24:5-19). Por eso, es apropiado que se diga que hay veinticuatro élderes [ancianos] en la visión que tiene Juan, porque estos poseedores del sacerdocio sirven delante del trono de Dios continuamente, sin cesar. Pero, puesto que estos veinticuatro ancianos ocupan tronos, las coronas de oro representan autoridad real (Apocalipsis 6:2, 14:14). Esto resalta el doble papel de “reyes y sacerdotes” que Dios ha puesto sobre sus santos (Compárese con 1 Pedro 2:5; 2:9; Apocalipsis 1:6; 5:10; 20:6).
Como último punto, vale la pena mencionar que los veinticuatro ancianos representan a la totalidad de los santos que heredarán la vida eterna. José Smith enseñó que “los veinticuatro ancianos eran de todas las naciones, porque "cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con tu sangre, de todo linaje y lengua y pueblo y nación." (Véase Apocalipsis 5:9)” (Enseñanzas del profeta José Smith, pág. 352). De modo que en ese grupo de veinticuatro ancianos se hallan representados todos los fieles santos que ha vivido o vivirán a lo largo de la historia humana. Ellos, al igual que los veinticuatro ancianos, morarán algún día frente al trono de Dios sobre la tierra celestializada.

Visión de las Huestes de los Cielos
5 Juan nos dice que del trono salían relámpagos, y truenos y voces; y siete lámparas de fuego ardían delante del trono, las cuales son los siete siervos de Dios”. Que se oyeran voces, truenos y relámpagos saliendo del trono nos recuerda la escena del descenso de Jehová sobre el monte Sinaí (Éxodo 19:16-19), donde tales manifestaciones de la presencia divina se hicieron notar. Este aspecto de la visión de Juan nos permite descubrir algo más de la gloria, poder y naturaleza de Dios:
§  Relámpagos: En Palestina y Siria los relámpagos son comunes durante las fuertes lluvias del otoño y la primavera. Se consideran una manifestación del poder de Dios (Job 28:26; 38:35; Salmo 135:7; Zacarías 10:1), su instrumento para destruir a sus adversarios (Salmo 18:14; 144:6; Zacarías 9:14, 15). Los relámpagos son un símbolo de velocidad (Ezequiel 1:14; Nahúm 2:4; Zacarías 9:14) y de luminosidad deslumbrante (Daniel 10:6; Mateo 28:3); por lo tanto, son un símbolo del inmenso poder de Dios para salvar a su pueblo aún cuando tenga que venir en juicio sobre sus enemigos.
§  Truenos: El trueno es el ruido que sigue a la descarga de un rayo. En Palestina era un fenómeno raro durante los meses de verano, de modo que si ocurría se lo consideraba una señal de desagrado divino (1 Samuel 12:17). Una espectacular tormenta eléctrica acompañó la plaga de granizo en Egipto (Éxodo 9:22-26). Un despliegue semejante se vio en Sinaí (19:16-18). Los hebreos consideraban el trueno como una revelación del poder de Dios (Job 37:2-5; 40:9; Salmo 18:13; 29:2-9; Isaías 30:30), y representaba la ira y castigo de Dios (1 Samuel 2:10). David llamó al trueno literal “la voz de Jehová” (Salmo 29:3-4). Cuando Jehová peleó por David contra sus enemigos se dijo que de Él vino el trueno (2 Samuel 22:14; Salmo 18:13). Eliú dijo a Job que la voz de Jehová sonaba como el trueno, mientras “hace grandes cosas que nosotros no entendemos” (Job 37:4-5). Por eso, dichos truenos saliendo del trono de Dios simbolizarían los terribles juicios que están a punto de derramarse sobre los enemigos del Señor, juicios capaces de fulminar como un rayo.
§  Voces: Voces del cielo emitieron muchos de los mandatos y proclamaciones del libro de Apocalipsis (Apocalipsis 4:1, 10:4, 10:8, 11:12, 12:10, 14:13, 16:1, 16:17, 18:4, 19:5, 21:3). Son ecos que expresan la voluntad divina y sus designios de juicio sobre los malvados.
Estos tres elementos (voces, truenos y relámpagos) aparecen combinados de una forma asombrosa para revelarnos lo temible e impresionante que es la gloria de nuestro Padre Celestial y de Jesucristo. Su voz resonante es capaz de aterrorizar al más poderoso de sus enemigos, pues va acompañado del sonido del trueno y el resplandor del relámpago. No hay quien resista su voluntad ni quien se le oponga y triunfe. Su voz infunde terror a sus enemigos, sobre los cuales proclamará terribles juicios; pero también confianza en sus santos, quienes al oír su poderosa voz perciben que sólo en Él hay poder para salvar (Job 40:9; Salmo 29:3-11; 46:6; 68:33).
6 Juan ve además que “delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal”. De acuerdo con la revelación dada al Profeta José Smith en Doctrina y Convenios 77:1,  este mar de vidrio “Es la tierra en su estado santificado, inmortal y eterno.”.
Doctrina y Convenios 130:6-9 también nos enseña que “Los ángeles no moran en un planeta como esta tierra;  sino que viven en la presencia de Dios, en un globo semejante a un mar de vidrio y fuego, donde se manifiestan todas las cosas para su gloria, pasadas, presentes y futuras, y están continuamente delante del Señor. El lugar donde Dios reside es un gran Urim y Tumim. Esta tierra, en su estado santificado e inmortal, llegará a ser semejante al cristal, y será un Urim y Tumim para los habitantes que moren en ella, mediante el cual todas las cosas pertenecientes a un reino inferior, o sea, a todos los reinos de un orden menor, serán manifestadas a los que la habiten; y esta tierra será de Cristo”.
Este mar de vidrio también nos recuerda el lavacro o mar de bronce asentado sobre doce bueyes que se hallaba en el Templo de Salomón, el cual se usaba para el lavamiento de los sacrificios y de los cuerpos de los sacerdotes (Éxodo 30:18-21; 1 Reyes 7:23-26). Puesto que los sacerdotes no podían entrar en el Lugar Santo sin limpieza, este lavacro simboliza que la santidad de Dios demanda que toda mancha sea quitada antes de entrar en su presencia. El hecho de que el “mar” visto por Juan sea de vidrio traslúcido es un símbolo de la pureza y santidad de Dios, y nos recuerda nuevamente que nada impuro podrá morar en Su presencia, pues sólo seres santos podrán habitar en la Tierra Celestializada.  El fuego que se mezcla con el vidrio es también un símbolo de purificación y santidad (Malaquías 3:2), así como un emblema característico de los seres celestiales y de su santa morada. José Smith enseñó lo siguiente:
§  “…Aunque el cuerpo terrenal es sepultado y se deshace, nuevamente se levantarán para morar en fuegos eternos en una gloria inmortal, para nunca más volver a afligirse, sufrir o morir, sino que serán herederos de Dios y coherederos con Jesucristo. ¿Qué significa esto? Heredar el mismo poder, la misma gloria y la misma exaltación hasta llegar al estado de un Dios y ascender al trono de poder eterno, así como los que han ido antes...”
(Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 430)
§  “Algunos se levantarán para entrar en el fulgor infinito de Dios, porque Dios mora en fuegos eternos, mientras que otros resucitarán a la condenación de su propia inmundicia, que es un tormento tan intenso como el lago de fuego y azufre.”
(Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 448)
§  “El Dios Omnipotente habita en fuego eterno; y allí no puede ir lo que es de carne y sangre, porque el fuego consume toda corrupción. "Nuestro Dios es fuego consumidor." Cuando nuestra carne sea vivificada por el Espíritu, no habrá sangre en este cuerpo. Algunos moran en mayor gloria que otros.  Los que hayan pecado, siempre sentirán remordimiento por aquella maldad. Lo que es inmortal mora en fuegos eternos…Todos los hombres que son inmortales moran en fuegos eternos.”
(Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 456)
Por eso, el que la Tierra Celestializada sea mostrada como un mar de vidrio mezclado con fuego nos enseña que nuestro planeta pasará por un proceso de muerte y resurrección gloriosa al igual que los santos fieles, convirtiéndose en un Sol o Reino Celestial (Véase D&C 88:17-27). En otras palabras, la tierra celestial brillará por sí misma. Como enseñó Brigham Young: “Cuando sea celestializada, será como un sol, y estará preparada para la habitación de los Santos y será llevada otra vez a la presencia del Padre y del Hijo. Entonces no será un cuerpo opaco como lo es ahora, sino que será como las estrellas del firmamento”. (Journal of Discourses, Vol. 7 pág. 163)
Con respecto al destino eterno de nuestro planeta, el presidente Joseph Fielding Smith dijo: “Opino que las grandes estrellas que vemos, incluyendo a nuestro sol, son mundos celestiales; por lo menos mundos que han llegado a su exaltación u otro estado final resucitado. Esto, naturalmente está en conflicto, con las enseñanzas de los hombres de ciencia, quienes declaran que el sol está perdiendo su energía y enfriándose gradualmente y que finalmente llegará a ser un mundo muerto. Yo no creo que el Señor tenga en su plan una cosa semejante. El Señor vive en “fuegos sempiternos”, se nos informa; el presidente Brigham Young ha dicho que esta tierra, cuando esté celestializada, brillará como el sol, ¿y por qué no? “Si la gente pudiese comprender cabalmente este asunto —dijo—, percibiría que es perfectamente razonable y que ha sido la ley para todos los mundos. Y este mundo tan rodeado de tinieblas en el  presente, y tan livianamente valorado por los infieles, como ha observado el hermano Clements, cuando se torne celestializado, será como el sol y será preparado como habitación de los santos, y será llevado de nuevo a la presencia del Padre y del Hijo. No será entonces un cuerpo opaco como lo es hoy, sino que será como las estrellas del firmamento, lleno de luz y gloria; será un cuerpo de luz. Juan lo comparó, en su estado celestializado, a un mar de vidrio.” (Journal of Discourses, vol. 7, pág. 163)
Orson Pratt también declaró lo siguiente: “¿Quién al contemplar la tierra según asciende en la escala del universo, no desea ir al mismo paso que ella, de manera que cuando sea calificada en su turno, entre los deslumbrantes astros de la bóveda celeste, y brille en todo el esplendor de la gloria celestial, pueda él encontrarse así proporcionalmente aventajado en la escala de la excelencia moral e intelectual? ¿Quién, sino los más malvados, no desea ser encontrado digno de asociarse con aquellos seres de órdenes superiores que han sido redimidos, exaltados y glorificados junto a los mundos que habitan, eternidades antes de que fuesen puestos los cimientos de la tierra? ¡Oh, hombre! Recuerda el destino y la gloria futura de la tierra y asegura tu herencia sempiterna sobre la misma, de manera que cuando sea gloriosa, también tú seas glorioso.”  (Millennial Star, vol. 12, pág. 72.)

Al final de los tiempos, la Tierra será muerta, resucitada y convertida en el Reino Celestial

7En Apocalipsis 4:6-9; 5:6-14; 6:1-11; 14:3; 15:7; 19:4 se mencionan cuatro criaturas extraños. Juan registra su visión de la siguiente manera: y en medio del trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. Y el primer ser viviente era semejante a un león; y el segundo ser viviente era semejante a un becerro; y el tercer ser viviente tenía  rostro como de hombre; y el cuarto ser viviente era semejante a un águila volando. Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas alrededor, y por dentro estaban llenos de ojos.  
En los lugares donde se refiere a los seres creados que están en los cielos, aparece el vocablo griego zoon [zoa] que traducido es “criatura o ser viviente” tal como aparece en la Biblia (Véase Apocalipsis 4:6-9; 5:6-14; 6:1-7; 7:11; 14:3; 15:7; 19:4). Donde Juan emplea la palabra bestia como símbolo de los reinos corruptos del mundo o del reino de Satanás, en el original griego aparecía la palabra therion [theria], que se traduce como “animal salvaje”, y así se utiliza en Apocalipsis (Véase 6:8; 11:7; 13:1-18; 14:9; 14:11; 15:2; 16:2; 16:10; 16:13; 17:1-18; 19:19-20; 20:4; 20:10). De este modo, zoon se refiere a criaturas reales que se vieron en los cielos; therion se emplea como concepto simbólico.

 El significado de estas extrañas criaturas nos fue dado por revelación. Doctrina y Convenios 77:2-4 nos enseña que los cuatro seres vivientes “Son expresiones metafóricas que usa Juan el Revelador para describir los cielos, el paraíso de Dios, la felicidad del hombre, y la de los animales, y de lo que se arrastra y de las aves del cielo; siendo lo espiritual a semejanza de lo temporal, y lo temporal a semejanza de lo espiritual; el espíritu del hombre a semejanza de su persona, como también el espíritu de los animales y toda otra criatura que Dios ha creado.”; además,  dichos seres vivientes “Están limitados a cuatro animales particulares, mostrados a Juan para representar la gloria de las clases de seres en su orden o esfera de creación decretados, en cuanto al gozo de su felicidad eterna”. Se nos dice también que “Sus ojos son una representación de luz y conocimiento, es decir, están llenos de conocimiento; y sus alas representan el poder para moverse, para obrar…”.
Es interesante destacar que dichos seres se describen con términos que los identifican con las criaturas vivientes que vio Ezequiel (Ezequiel 1:5-22; 3:13; 10:15-20), por lo que es lógico suponer que representan la misma cosa. Las cuatro caras de cada uno de los seres vivientes (Ezequiel 1:10) representan las cuatro excelencias del orden creado: el león, la más grande de las bestias salvajes; el águila, la más grande de las aves; el toro (becerro o buey), la más grande de las bestias domésticas; y el hombre, la corona de la creación. Todos estos animales han recibido dominio y se les ha dado grandeza dentro de su clase; sin embargo, tienen su lugar bajo el poder del santísimo. En la visión de Ezequiel el trono de Dios estaba por encima de esos seres (Ezequiel 1:26-28). Ese lugar representa su dominio sobre todas las cosas vivientes, aunque proporciona el medio para que todas sus creaciones, hombres y animales, entren en la gloria eterna, cada uno en su orden adecuado (D&C 77:2-3).
De la misma forma en los veinticuatro ancianos representan a todo el cuerpo de los santos a través de las edades, así los cuatro seres vivientes representan a todos los diversos órdenes o clases de animales y seres vivos creados por Dios, los cuales anhelan el día en que puedan morar y ser glorificados en su presencia (Romanos 8:19-22). José Smith enseñó: “Los cuatro animales y los veinticuatro ancianos eran de todas las naciones, porque "cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con tu sangre, de todo linaje y lengua y pueblo y nación." (Véase Apocalipsis 5:9)” (Enseñanzas del profeta José Smith, pág. 352).
Él también enseñó lo siguiente: “Juan vio animales muy extraños en el cielo; vio en realidad todas las criaturas que allí había: todos los animales, aves y peces en el cielo, glorificando a Dios. ¿Cómo lo sabemos? (Véase Apocalipsis 5:13) "Y oí a toda criatura que está en el cielo, y Sobre la tierra, y debajo de la tierra, y está en el mar, y todas las cosas que en ellos están, diciendo: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la bendición, y la honra, y la gloria, y el poder, para siempre jamás." Supongo que Juan vio allí seres de mil formas que habían sido salvos de diez mil veces diez mil tierras como ésta: animales extraños de los cuales ningún concepto tenemos; todos podrán existir en el cielo. El gran secreto fue mostrar a Juan lo que había en el cielo. Juan entendió que Dios se glorifica a sí mismo salvando todo lo que sus manos han hecho, sean animales, aves, peces u hombres; y El se glorificará a sí mismo con ellos. Alguien dirá: "No puedo creer en la salvación de los animales." Cualquiera que os dijere que esto no puede ser, también os dirá que las revelaciones no son ciertas. Juan oyó las palabras de los animales que glorificaban a Dios, y las entendió. Dios, que hizo las bestias, puede entender todo lo que éstas hablen. Los cuatro animales que Juan vio eran cuatro de los animales más nobles que habían cumplido la medida de su creación, y habían sido salvos de otros mundos, porque eran perfectos: eran como ángeles en su propia esfera. No nos es dicho de dónde vinieron, ni yo lo sé; pero Juan los vio, y los oyó alabando y glorificando a Dios.” (Enseñanzas del profeta José Smith, pág. 353-354).
Los seres vivientes son llamados querubines por Ezequiel (Ezequiel 9:3; 10:1-22; 11:22). El élder Bruce R. McConkie dijo: “Aparentemente un querubín es un ángel de un orden o rango en particular a quien se le asignan deberes y obras específicos. La porción de la palabra del Señor que está a disposición de los hombres actualmente, no especifica claramente la identidad ni la obra de estos seres celestiales.” (Doctrina Mormona, pág. 611).

Visión de los Cuatro Seres Vivientes


8 Juan continúa su descripción de lo que vio y oyó diciendo: “y no tenían reposo ni de día ni de noche, diciendo: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, y el que es y el que ha de venir. Y  cada vez que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y alabanza al que esta sentado en el trono, al que vive para siempre jamás, los veinticuatro ancianos se postran delante del que esta sentado en el trono, y adoran al que vive para siempre jamás, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tu creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”. Los cuatro seres vivientes proclaman incesantemente la santidad de Dios repitiendo la expresión “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, y el que es y el que ha de venir”. Lo triple de su proclamación indica intensidad, pues el número tres se usa en la Biblia para énfasis. Los veinticuatro ancianos, en despliegue de sumisión, echan sus coronas delante de Aquél que está sentado en el trono, reconociendo su propia inferioridad y confesando que su calidad de reyes y sacerdotes les ha sido dada por Él y para a gloria de Su Nombre. Así, están en armonía con el resto de la creación fiel al dar alabanza y gloria al Dios que creó todas las cosas (Salmo 150:1-6).

Los Veinticuatro Ancianos en Adoración a Dios

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